ACTO IX

¡Muy buen viernes sábado!

Como ya quedamos en el capi pasado, esta vez les hablaré brevemente de otra canción ultra importante para esta historia, antes de irnos al capítulo:

Fuori dal mondo de Ludovico Einaudi: este tema, para los que vieron el breve video promocional que hice de Noches de insomnio (lo encuentran en mi canal de YouTube si no lo han visto), es el que empleé para hablar desde la perspectiva de Alen. Es una pista para Acto de Contrición porque es como que el puente entre la historia de Albania y Aniel y Sisa y Alen: Fuori dal mondo o Fuera de este mundo tiene todo ese matiz de tristeza que en cierto modo tiene la historia de este par L No sé ustedes pero más allá de que se hayan amado y vuelvan a quererse al reencontrarse con otros nombres es lindo, sí, pero toda su historia está marcada por algo que incluso va más allá de la supuesta “traición” de Albania (que fuimos viendo en NDI y que veremos directamente en ADC): su historia me resulta algo triste y trágica por la naturaleza de ambos. Aniel/Alen es ese ángel considerado el más bueno de los buenos (usando términos súper simples), y Albania/Sisa es algo “indefinido” y específicamente en Acto de contrición es algo considerado “horrendo”, una creación monstruosa. Su relación es esa especie de analogía de antónimos: cómo seres que son para el mundo tan diferentes… ¿terminan queriéndose?  Por eso creo que esta canción es perfecta: porque es bellamente triste y me narra ese amor tan “fuera de este mundo”.

Quiero dedicarle este capi a mi querida amiga Pepinito, que cumplió años la semana pasada y también sigue la historia. Gracias por apoyarme, Pepinito, y por presentarme al Luca que también imaginaba.



ACTO IX



NANAEL

Yo solo tenía que enfocarme en elaborar un gozo de rastreo para ubicar al dichoso vaisiux que había aparecido como tema de conversación y que tanto alboroto había armado entre todos nosotros…
    ¡Dios bendito, no! — exclamó Nuna, y se cubrió la boca para ahogar los sollozos.
…pero no. Ahora no solo debía enfocarme en eso: ¡también tenía que pensar por qué demonios la humana me salía con semejantes disparates! ¡Maldita sea, mujer! ¡Cómo te digo que no vamos a hacerle daño a la niña! ¡Ella es inclusive mucho más peligrosa que Aniel y yo juntos!
    ¡¿Por qué, Señor?! —  seguía lamentándose angustiada. Quitó la flor de la boca de la niña, e inmediatamente salió corriendo de la habitación.
    ¿Mmm? ¿Nunita? — balbuceó Albania entre sueños pero después se acurrucó y siguió dormitando.
¡¿Cómo diantres ha pasado esto?!
Atravesé la puerta y le seguí los pasos: Nuna caminaba alterada por el pasillo, limpiándose las lágrimas de tanto en tanto y maldiciendo completamente devastada.
¿De dónde ha sacado ensalmos humanos esta mujer? He convivido con ella durante los casi trece años que ya lleva como humana la Original, y nunca había sucedido algo semejante. Nuna es una humana común y corriente: ¿cómo es posible que de la noche a la mañana se le haya ocurrido emplear una flor de Sisa?
Los primeros humanos solían emplear esta variedad de flor para atrapar caídos y errantes, porque parte de su naturaleza poseía cualidades excelsas relacionadas a la clarividencia, la revelación y la unión de espacios diferentes: cualquier ser ajeno a este mundo podía ser atrapado si se sabía emplearla. La flor de Sisa era muy rara y poderosa, porque había sido el primer tipo de flor nacida en la tierra y sin intervención directa del Todo. Era una flor enteramente terrenal que había nacido espontáneamente, lo que la convertía en una especie vegetal con voluntad propia.
¿Cómo es que Nuna ha sabido emplearla? Son muy pocos los terrenales que saben que al posar un botón de esa flor sobre cualquier superficie, ésta se abrirá si ha habido algún tipo de contacto con seres que no son de este mundo.
Cuando Albania era más pequeña solía comentarle a Nuna sobre nosotros pero ella nunca la había tomado en serio… ¿cómo es que ahora sospechaba de nuestra presencia?
Y lo que era aún más preocupante: el bendito botón de Sisa se ha abierto sobre la boca de la niña; y hasta ahí no me hubiera preocupado porque eso solo significaba que sus labios habían tenido contacto con algún ser que no era humano (con un ángel, para ser más exactos, por el tipo de oscilación que habían dado los pétalos). Sería absurdo negar que lo sé, porque sí, lo sé: Albania suele besar a Aniel en las mejillas siempre que puede. Pero el asunto aquí era que los cuatro pétalos se han retorcido de esa única forma que se define “boca sobre boca” en movimientos. Y no uno, ¡sino dos!
¡Dos malditos besos!
¡¿Cómo mierda Aniel se ha atrevido a besarla?!
Voy a tener una charla bastante seria con mi estúpido hermano de nacimiento cuando retorne de alimentarse. Claro, ¡por eso me ha cerrado sus pensamientos! ¡Por eso ha estado tan esquivo y me ha salido con sus absurdos “todos tenemos cosas que guardar para nosotros mismos”!
Pero me va a oír: así no quiera me va a oír cantarle todos los sermones creados y por crear y espero una buena explicación. ¿Besos? ¿De cuándo aquí semejante contacto físico es necesario en nuestras existencias? ¡Todo esto es por materializarse, maldita sea! ¡Lo sabía!
¡Este mundo está lleno de trampas! Al menor descuido, uno puede terminar adquiriendo odiosos hábitos humanos.
Seguro ha sido la niña, sí. Albania siempre consigue lo que quiere porque el idiota de Aniel nunca puede decirle que no.
¿Y por qué demonios le pediría  esa clase de besos?
Bueno, ya tendré tiempo para ponerme a pensar en eso. Ahora lo que debo hacer es vigilar cuidadosamente a la humana a ver si consigo saber de dónde ha obtenido esos ensalmos.
Si es que no se desmaya antes porque parece bastante alterada.
    ¡¿Por qué a mi niña, Dios mío?! — oía los clamores mientras bajaba rápidamente los escalones alfombrados—. ¿Qué he hecho para que mi niña haya sido fichada por un maldito ángel lujurioso?
Me quedé tan perplejo que dejé de seguirla:
¿Qué es lo que ha dicho?
Los escalones terminaron; Nuna corrió presurosa, con las pantuflas sin hacer el menor ruido y el cuerpo repleto de angustia, ahora rumbo a uno de los pasillos cerca a las cocinas.
¿He oído bien? ¿Ha dicho ángel lujurioso?
Mi mecanismo de respuesta me lanzó el panorama sin muchas vueltas. Lujuria: apetito desmedido, vicio incontrolable. Placer, ansiedad, deseo…
…carnal.
Cerré los ojos y aparecí en el pasillo, nuevamente detrás de ella.
    ¡No van a ultrajar a mi niña! ¡No van a tocarla! — murmuró para sí misma y entonces me perdí por completo.
¿Ultrajar a la niña? ¿Pero de qué demonios está hablando esta humana loca?
Volteó por la siguiente esquina, al lado derecho. La luz de las estrellas era lo único que se colaba por las ventanas del costado, mientras el largo camisón ondeaba en el caminar diligente.
¿Qué está pasando? No comprendo absolutamente nada.
Se detuvo violetamente frente a la última puerta del pasillo; tocó con insistencia y después aguardó impaciente. Me quedé observándola a unos metros, tratando de asimilar la información: ¿ángel lujurioso? ¿Ultrajar a la niña?
¿Quién le ha metido todas esas ideas estúpidas?
¡Toc toc!
    ¿Mmm? ¿Sí? ¡Oh, señorita Nuna!
Distinguí a la humana que habían contratado hace unos días abriendo la puerta algo somnolienta.  Nuna la tomó de las manos y volvió a sollozar, completamente desolada:
    ¡Rudy, tienes que ayudarme! ¡Tienes que ayudarme, por amor de Dios! — la chica abrió los ojos, a lo mejor sorprendida por la repentina visita nocturna; y hasta ahí todo muy normal…
…sino fuera porque observó en mi dirección y me sonrió.
¿Acaso…?
¿Acaso puede verme?
    ¡La flor se abrió! ¡El capullo de Sisa…! ¡Mi niña Albania! ¡Oh, por Dios!
    Oh, vamos, tranquilícese y dígame bien qué le sucede.
Atravesé velozmente todo el pasillo mientras Nuna ingresaba a la habitación de la humana, dispuesto a ser testigo de toda la charla, pero repentinamente me quedé paralizado.
¿Qué…?
Observé a todos lados, buscando la causa de mi inmovilidad: era como si una puerta invisible me impidiera avanzar. Bajé la mirada y distinguí algo parecido a una hilera de polvo blanco en el mismo umbral, como una franja de… ¿sal?
No, no era sal humana: parecía sal humana.
Reconocí la textura de inmediato: eran cenizas. Cenizas de algún cráneo humano, previamente mezcladas con ensalmos humanos de aislamiento y también…
…gozos.
¡NO!
    ¡¿Quién eres?! — vociferé. Los ojos de la chica se entrecerraron, divertidos.
    Aquí no entras… — me dijo moviendo los labios y con una sonrisa triunfal—. Nanael.
¡¿Qué?!
¡BROM!
Cerró la puerta y en ese instante una considerable fuerza de repulsión me golpeó. Salí despedido hacia atrás, un brusco jaloneo me llenó por completo; todo se tornó borroso, y para cuando lo comprendí…
…ya estaba en Izhi, lejos de la mansión Formerio.
¡No!
Cerré los ojos y traté de volver a la habitación de la niña: el transporte no me respondió. Me encogí y emprendí la carrera, dispuesto a retornar a pie. ¡Acababan de expulsarme del aposento humano de la Original! ¡Eso era completamente imposible!
Vislumbré la mansión a través de los árboles; di un salto ya para llegar a los jardines…
…pero me di con la sorpresa de que volví al mismo lugar: nuevamente, junto al riachuelo.
¡Maldita sea! ¡Han sellado el lugar para mí! ¡¿Qué mierda está pasando?! ¡¿Quién es esa mujer?!
    ¡Aniel! — grité y me movilicé lo más rápido que pude, pero al cruzar la frontera entre Izhi y el jardín de los Formerio volví a aparecer junto al riachuelo. Lo intenté más de veinte veces y en todas fue un rotundo fracaso.
Himno de encierro: ¡maldita sea, estoy atrapado en un himno de encierro!
Una sensación parecida a la ansiedad que sentían los humanos me atacó. Yo no puedo estar separado de Aniel y de la niña a propósito; es como si mi existencia completa se sintiera amenazada solo por pensar que estoy lejos de ellos en contra de mi voluntad.
Intenté quebrar el maldito himno con todo lo que se me ocurrió: gozo de separación, gozo de descuartizamiento, gozo de anulación, y otros tantos más pero ninguno me funcionó.
    ¡Aperite portas! — lancé a la hilera de árboles que al cruzar siempre me devolvían al arroyo, pero mi gozo de apertura se desvaneció sin fuerza alguna.
Empecé a fatigarme; poco a poco sentí una molestia absurda sobre todo el cuerpo, un ligero cosquilleo en la punta de los dedos.
El viento nocturno pasó dando un silbido: me golpeó el rostro directamente. Casi hasta sentí que el cabello se me meció por él.
No…
Estoy materializado.
Elevé una mano y conseguí sentir todo lo que implicaba darle materia a la esencia. Hacerme tangible frente al mundo humano. Todo yo soy peso ahora.
    Martirios —murmuré.
Había un martirio de extenuación exclusivamente para mí en todo el perímetro de la mansión, que evidentemente me estaba drenando la energía y ahora estaba materializándome a fuerza: materializado es mucho más difícil emplear gozos y todos los poderes que uno tiene como ángel, porque prácticamente se es como un humano. Y de esa misma manera, uno también puede morir de manera más rápida, porque los humanos son extremadamente frágiles y delicados.
 Recordé las cenizas esparcidas en la puerta de la humana, repleta de ensalmos humanos y gozos. Me quieren débil, materializado y lejos de la Original; han empleado martirios y gozos al mismo tiempo…
Dibujé rápidamente el gozo de rastreo que había empezado a diseñar hace dos noches. Aún no lo tenía completo pero podría servir de algo.
    Mostram dasaim — invoqué…
…y los hilos brillantes destellando entre rojo y violeta que aparecieron en frente de mí me lo confirmaron.
Lo sabía: demonio y ángel a la vez.
Mierda, el vaisiux.
    ¡ANIEL! — grité. Algunos pájaros huyeron de sus nidos, asustados; mis inscripciones se desvanecieron. Recordé bruscamente a la niña, dormida en su cama y sola—. ¡ANIEL, LA ORIGI…!
¡PAM!
    ¡Ah!
Salí despedido hacia atrás después del descomunal golpe que recibí sobre el abdomen y que sentí como nunca había sentido antes. Di una voltereta en el aire antes de impactar contra uno de los árboles y adquirí mi forma original.
¡¿Cómo demonios los humanos soportan el dolor corporal?!
Traté de regular mi respiración mientras observaba alrededor. Me ericé por completo, dispuesto a luchar, y lancé un rugido, esperando que Aniel pudiera escucharlo.
    Vaya… así que ten-go el pla-cer de ver al án-gel por-ta-dor de la se-ve-ri-dad y el cas-ti-go en su for-ma o-ri-gi-nal — oí de algún lado: las palabras salieron arrastrándose.
Gruñí a modo de respuesta mientras intentaba ubicar la voz aguda y desafinada. Cada árbol y arbusto se veían como manchas completamente negras por la poca iluminación de las estrellas.
    ¡¿Quién eres?! — exigí.
    ¿Qui-én so-o-o-oyyy? — repitieron y después una carcajada ahogada resonó dejando eco.
Hundí las garras en la tierra, tratando de acostumbrarme a la sensación de peso corporal y a todos los estímulos en general. Era mi primera vez materializado en este mundo, y mi sistema de percepción estaba un tanto aturdido: algo frío ingresaba a mi pecho cada vez que tomaba una bocanada de aire, y al mismo tiempo percibía el movimiento de cada uno de mis miembros cada vez que volteaba a un lado o al otro. Podía hasta sentir el deslizar casi imperceptible de mis ojos dentro de sus cuencas.
No te distraigas, no te distraig…
¡PAM!
Volteé bruscamente al sentir el impacto sobre el lomo, pero después sentí otro más sobre la cabeza, otro sobre mis patas delanteras, y otro y otro y así quién sabe cuántos más.
Era como si alguien invisible a mis ojos estuviera golpeándome por todas las direcciones habidas.
¡PAM! ¡PAM! ¡PAM! ¡PAM!
    ¡Ah!
Me encogí sobre mis cuatro miembros después de los cuatro golpes seguidos que recibí sobre la nuca, y tratando de no sucumbir ante el terrible suplicio que significaba el dolor corporal.
Respira, respira: ¡no pueden vencerte como a un burdo humano!
    ¿Quién…? ¿Quién eres? ¡¿Estás coludido con la humana de la mansión?! — alcancé a preguntar...
¡PAM!
… pero nuevamente sentí un impacto tremendo contra el costado. Caí a un par de metros lejos; me reincorporé de inmediato. Traté de dibujar algunos gozos invocándolos mentalmente, pero cada hilo se desvanecía frente a mis ojos ni bien salía flotando.
    ¡ANIEL! ¡ANIEL! — bramé y antes de que volviera a golpearme alcancé a saltar y esquivarlo.
Pero un nuevo ataque vino de encima, más veloz,  y automáticamente caí sobre la tierra, hundido por completo.
¡BROM!
No…
    Han si-do a-ños pre-pa-ran-do cui-da-do-sa-men-te los mar-ti-rios de a-nu-la-ción exclu-si-va-men-te pa-ra ti. E-res muy fas-ti-dio-so, Na-na-el…
Martirios de anulación exclusivos para mí: eso significaba que habían barreras meticulosamente invocadas para evitar que pudiera usar cualquier tipo de gozo o salmo.
Una risa irregular estalló; el tono agudo volvió a atravesarme la cabeza: sentí algo tibio surcando mi pelaje.
Maldita sea, una de mis orejas está sangrando internamente ante el horrendo sonido.
  ¡ANIEL! — rugí nuevamente—. ¡ANIEL, LA NIÑA! ¡NO PODEMOS DEJARLA SOL…!
¡PAM!
Salí arrojado a varios metros lejos: caí sin fuerzas a orillas del arroyo.
  Él no llegará para ayudarte; hay toda una barrera recubriéndote, Nanael. Nadie más que yo puede oírte en este momento — oí la voz pero esta vez sin ningún tipo de división de palabras, inclusive en un tono algo soberbio. Alcancé a reincorporarme a duras penas solo para visualizar el par de ojos que me observaban desde el arbusto de en frente.
Eran enormes, fijamente enfocados. Uno destellando rojo y el otro violeta brillante.
  Juntos son un oponente invencible, pero separados... Separados no son nada.
  ¡ANIEL! — intenté otra vez.
La risa prolongada resonó.
  No va a oírte, Na… Na… Na-na-el. Y yo po-dré li-be-rar de e-sa mu-gro-sa pri-sión a nues-tra ma-dre e hi-jaaaaaa…a…aa…aa.
Apreté la mandíbula con fuerza: el sonido agudo que adquiría su voz cuando separaba las palabras era insoportable.
  ¿Sabes por qué duele tanto? — elevé la mirada, jadeante y con un terrible dolor en la sien —. Tu fuente principal de alimentación son los sonidos, respetado ángel portador de la severidad y el castigo. Cuando me oyes hablar de es-ta for-ma tan pe-cu-li-aaaar — ¡no, detente! ¡Basta! —, estoy empleando un gozo de disonancia extremadamente poderoso. Tu fuente principal de energía se convierte en tu peor enemigo y en mi carta mejor jugada.
  ¿Quién…? ¡¿Quién eres?!
  Qué in-te-re-san-teeee. É-sa es…— traté de escapar porque la voz iba a enloquecerme…
...pero cuando giré me topé cara a cara con un ser que nunca había visto antes.
  …una pregunta que yo también quisiera responder — concluyó y me quedé perplejo.
¿Qué cosa es eso?
  Me he convertido en esto que ni siquiera yo…pu-e-do de-fi-niiiir.
Permanecí en silencio, completamente mudo y turbado; con los ojos desorbitados de la criatura amorfa que respiraba pesadamente firmemente clavados sobre mí. Traía una sonrisa desquiciada en lo que debía ser su rostro, y ni siquiera figuraba en la información que venía conmigo en mi mecanismo de respuesta
Retrocedí lentamente, sin dejar de observarlo para detener cualquier ataque de su parte; y cuando estuve a punto de emprender la carrera en sentido contrario…
  ¡¿A DÓNDE VAAAAS?!
…el ser se deslizó rápidamente sobre sus ocho miembros y me aprisionó.
  ¡Pasmo tran…to!— intenté un gozo de doble protección pero el martirio de anulación se lo tragó ni bien salió de mí—. ¡ANIEL! ¡AN…! — perdí la voz ante la presión despiadada sobre mi pecho.
Maldita sea, va a ahogarme.
Sentí la viscosidad de sus miembros humedeciendo mi pelaje. Aliento ácido, respiración sobrehumanamente cálida. Lo que parecía ser su cuello se estiró lo suficiente para que lo que debía ser su rostro me observara directamente.
  Te repugno, ¿verdad? — sonrió; la presión se intensificó. El aire dejó de pasar.
¡N-no! ¡NO!
  Yo también me repugno. Solía ser un marqués venerado, y ahora soy esto: un esperpento sin figura, sin forma  — Sabnock —. Pe-ro va-lió la pe-na-a-aaa; por la ma-dre e hi-ja-a-a…a…aaaa.
Kalmiya.
 Me comeré a la niña; tal vez así recupere mi forma original. No debieron crear a esa abominación: es un insulto a la naturaleza del Todo— distinguí una nota de desprecio en las palabras; la sonrisa desequilibrada reapareció—: Pe-ro an-tes de-bo ver-la. De-be ser her-mo-sa en su for-ma re-al, ¿ver-daaaa-a-a-a-addd?
  ¡Suél…tame!
¡Aire! ¡AIRE!
  Lo siento mucho, prodigioso ángel portador de la severidad y el castigo — la visión se me tornó borrosa: va a despedazarme, mi cuerpo materializado lo percibe. Aniel no podrá solo—. Pe-ro de-bo ha-cer-lo-o-o-oo.
Los ojos… los ojos van a saltarme de las cuencas por la presión.
Qué horrible forma de mori...
  ¡SUÉLTALO! — alguien gritó, y después oí un chillido horripilante salir del vaisiux. Sentí una brusca sacudida y el aire ingresó de golpe a mi cuerpo.
¡Ah!
Caí rendido a un lado mientras trataba de acostumbrarme a la libertad para respirar otra vez. Alguien… alguien había lanzado un martirio de protección y me había salvado.
Martirio
Demonio.
Jadeé y solo alcancé a ver cuatro miembros peludos, muy semejantes a los míos, sobre la tierra y delante de mí. La cosa amorfa se perdió entre los arbustos, con sus ocho miembros desplazándose velozmente, como si se tratara de una gigantesca araña.
  Nanael, ¡Nanael! — escuché la voz angustiada. Traté de enfocar la mirada: los ojos caramelo me observaron con desolación—. Tranquilo, ¡tranquilo! Respira, respira conmigo.
La demonio, en su forma original, se inclinó a mi lado y empezó a contar del uno al dos, pidiéndome que en el tres soltara todo el aire y después volviera a capturarlo. Me pareció un ejercicio estúpido, pero la vi tan desesperada que me resigné por completo.
  Uno, dos, ¡aire! — repetía tontamente—. Uno, dos, ¡aire!
Me lamió parte del rostro incitándome a continuar, con una preocupación tan desmedida que me pareció algo estúpida: ¿por qué se veía tan afectada? No fue ella la que casi muere.
Sentí el aire ingresando con menor dificultad; el pecho ya no me dolía mucho.
  ¿Estás mejor? — me preguntó en un tono absurdamente tierno. Asentí brevemente —. ¡¿Quién eres?! ¡¿Y cómo te atreviste a lastimarlo?! — le gruñó a los arbustos, y después soltó un rugido que incluso yo oí muy amenazante.
Enfoqué la mirada: parecía que la cosa ésa había huido.
  ¿Qué…? ¿Qué viste, demonio? — alcancé a preguntar entre jadeos.
  Había algo parecido a una mancha negra aprisionándote — y se inclinó para apoyar su cabeza contra la mía. Sentí el temblor de su cuerpo—. Si no hubiera llegado, podrías haber…
  No…no te distraigas — respondí sin fuerzas ni para pedirle que no se me acercara tanto. Se enderezó y observó a todos lados, vigilante.
Las hojas de algunos árboles susurraron calladamente. Traté de ponerme de pie pero una de mis patas delanteras no me respondía. No fue hasta que bajé la mirada que la vi reposando en un ángulo poco natural; la elevé un poco y colgó inerte, como un péndulo sin fuerzas.
Estaba rota.
  ¡Por el Todo! — se lamentó afligida—. ¿Te duele mucho? Como ha sido producto de un martirio de aplastamiento y estás materializado, va a demorar en sanar.
  No te desconcentres — exigí nuevamente. La voz no me salía a buen volumen: sentía la garganta ligeramente rasposa—. Creo que se trata del vaisiux.
  ¿Q-qué? — las orejas se le pusieron en punta y después observó de reojo a todos lados.
Bravo, así que es una demonio asustadiza. Qué gran ayuda.
 ¿Cómo conseguiste escucharme? Llamé a Aniel pero creo que no llegó a oírme: hay una especie de barrera alrededor de mí.
Traté de lanzar algún gozo y, para mi pesar, comprobé que el martirio de anulación seguía activado. No podía usar ninguno de mis poderes bajo ninguna forma y seguía materializado.
  Yo… bu-bueno… — bajó la mirada, sumamente nerviosa, y después permaneció en silencio absoluto, jugueteando con una de sus patas delanteras: moviéndola de aquí para allá, insegura.
¿Qué significa eso? ¿Cómo es posible que Aniel no me oyera y ella sí? ¿Acaso…?
  ¡¿Estás trabajando con él?! — inquirí aún con la voz estropeada por mi casi estrangulamiento. Me reincorporé sobre mis tres miembros sanos y lancé un rugido, dispuesto a luchar: ¡sabía que no podíamos confiar en ella! —. ¡Habla, demonio! ¡Quieres llevarte a la niña, ¿no es verd…?!
 ¡¿Cómo puedes pensar eso, Nanael?! — me recriminó profundamente dolida—. ¡Acabo de salvarte la vida!
 ¡¿Entonces por qué no me respondiste?!
 ¡Pues po-porque es un tanto vergonzoso, ¿sí?! — la miré fastidiado: ¿de qué está hablando?—. Tienes un martirio de rastreo y ubicación alrededor: no puedes desaparecer del mapa a mis ojos ni con las barreras más eficaces  — ¿qué cosa? Bajó la cabeza y después aulló bajito —: hace años lo perfeccioné solo para invocarlo y lanzarlo sobre ti. Nadie más que yo puede verlo.
¿Ah?
Genial: así que le debo la vida a esta demonio loca que, por lo visto, se la pasaba asediándome.
 ¡Y no me mires así, que por eso ahora estás respirando, ángel malagradeci…! — dejé de oírla, porque los arbustos de allá atrás susurraron quedadamente…
…y después una sombra extremadamente rápida salió hacia nosotros.
Gozo.
 ¡Cuidado! — bramé, y alcancé a tomar impulso y empujarla.
¡BROM!
Por lo visto no es tan lenta, porque giró en el aire y alcanzó a aterrizar de pie, a metros lejos de mí.
 ¡Nanael! — profirió indignada—. ¡¿Cómo puedes ser tan…?!
 ¡Callada! — ordené, sin dejar de observar alrededor—. El vaisiux sigue aquí. Ha empleado un gozo de velocidad, y por eso tus ojos de demonio no lo han visto.
 ¿Q-qué? — se encogió un poco y también observó en toda dirección—. ¿Entonces qué debemos…?
¿Qué debemos hacer?: ésa es una buena pregunta. Si el vaisiux sigue aquí, es porque realmente necesita mantenerme alejado de la Original y va a hacer hasta lo imposible por lograrlo.
No pude evitar pensar en la humana de la mansión: Albania estaba allá, con ella.
Lancé un salmo pequeño para probar si el martirio de anulación seguía activo, y comprobé que se había debilitado un poco.
De acuerdo: entonces lo que necesito es tiempo.
 Escúchame, demonio — me acerqué a ella sin dejar de observar al frente, pero una fuerte carcajada salió de alguna parte de los arbustos.
 No vas a escapar, Nanael — ¡mierda! ¡¿Por dónde…?! —. ¿Por dónde estoy? ¡A LO MEJOR POR AQUÍ!
¡PAM!
Recibí un golpe directamente sobre el costado; Gremory se agazapó, mostrando los dientes:
 ¡¿Quién eres?! ¡Da la cara, miserable cobarde! — protestó enfadada.
 ¿Cobarde? — respondieron desde algún lugar. Ambos observamos a todos lados, tratando de ubicar el origen—. ¿Pero quién te has creído, pequeña? No tienes más que algunos pocos siglos de creación: mis años de existencia merecen algo de respeto.
 ¿Respeto? — se mofó ella—. ¿Cómo podría respetar a alguien que ataca sin dar la cara?
 Mis más de novecientos siglos de creación deberían significar algo para ti — no pude ocultar mi asombro: realmente era un demonio bastante longevo; si algo le sobraba era experiencia —. Y si eso no te basta, a lo mejor mis 1300 legiones de demonios y las 28 567 tropas a mi disposición sean más persuasivas.  No creerías la cantidad de humanos que solicitaban mis servicios buscando obtener “victorias” de todo tipo. En juegos, en guerras, en pruebas, en competencias: a eso solía dedicarme.
Gremory tragó despacio: entendí perfectamente el porqué. Para mí también era la primera vez que oía de un demonio poseedor de semejante cantidad de legiones y tropas.
 Y ahora no soy más que esto — concluyó con aversión, y entonces su figura brotó de los arbustos: con los ocho miembros desplazándose ligeramente, los ojos desorbitados y la boca abierta en la zona que parecía responder a su cabeza.
Noté que la demonio retrocedió involuntariamente: inclusive soltó una exclamación que trató de ahogar.
 Repulsivo hasta para los míos — se lamentó el vaisiux y soltó un berrido distorsionado, herido, que casi de manera inmediata se transformó en un largo ataque de carcajadas.
Y después abrió la boca desmesuradamente, tanto que cubrió su propia cabeza y nos dejó contemplar una lengua repleta de agujas en diversos tamaños clavadas en ella.
 ¡CÁLLATE, YA SABNOOOO-O-O-O-OCK! — se bramó a sí mismo y automáticamente me agazapé, con los oídos nuevamente lastimados. El espacio vibró terriblemente ante la voz distorsionada; Gremory soltó un grito, espantada—. ¡LA MA-DRE E HI-JAAAAAA LO VA-LEEE…EEEE!
En esos segundos logré vislumbrar los hilos brillantes que conformaban el martirio de anulación: estaban solo alrededor de mí, tal y como él había mencionado al principio. Y sí, se habían debilitado aún más.
Tiempo, solo necesito tiempo. Y podré volver a emplear mis poderes al complet…
 ¡¿EN QUÉ PI-EN-SAS, NA-NA-EEEEL?! — me encogí bruscamente: ¡maldita sea, otra vez!
— ¡Estás sangrando! — oí de Gremory. Trató de inclinarse junto a mí pero le rugí que se mantuviera erguida, vigilando todo.
 ¿En qué crees que está pensando? En llamar a su hermano de nacimiento — se respondió así mismo el vaisiux e inició una plática consigo mismo.
 No po-drá ha-cer-looo…an-tes de-be-mos ver a la Ma-dre e Hi-jaaa…aaaa.
— ¡Yo no quiero ver a esa abominación! — bramó el que parecía ser Sabnock, el otro definitivamente era Kalmiya—. ¡Solo quiero que me devuelva a mi antigua forma!
Recordé bruscamente a la humana de la mansión: la Original estaba allá, sola, y evidentemente todo esto era un plan que incluía a este maniático.
Quién sabe lo que estaba planeando esa mujer al decirle toda la sarta de tonterías que le oí a Nuna.
 ¡Escúchame, Gremory! Debes… ¡Debes ir por Aniel! — ordené inmediatamente, aprovechando que el vaisiux volvía a discutir consigo mismo.
 ¡¿Y dejarte?! ¡Claro que no!
 ¡El martirio de anulación se está debilitando! — bramé —. ¡En cualquier momento podré defenderme así que vete!
  ¡Pero…!
Le lancé un rugido, ordenándole que se largara, pero la carcajada del vaisiux rellenó absolutamente todo.
Y una espantosa canción empezó a brotar de sus labios.
Clavé las garras en la tierra y me mordí fuertemente el miembro que no tenía lastimado.
¡Es espantoso! ¡Todo ese sonido es espantoso!
  ¡Nanael! ¡Nanael! —oí a la demonio llamarme, y después la vi lanzarse hacia adelante, tragándose todo el miedo que le producía estar frente a algo que nunca había visto—: ¡¿Qué le estás haciendo?! ¡Déjalo!
Quise detenerla pero el gozo de disonancia me estaba taladrando la cabeza: sentía una especie de aguja clavándose en ella, y después más sangre empezó a brotar de una de mis orejas.
Oí un aullido adolorido: alcancé a ver a la cosa esa atrapando a la demonio tal y como había hecho conmigo. Sus ocho miembros estaban apresándola mientras de su boca la horrible canción seguía saliendo.
Conseguí ponerme de pie y troté todo lo que pude con un miembro roto. Traté de lanzar algún gozo, pero como no me funcionó, atiné a hacer lo único que podía hacer en ese momento.
Aceleré la carrera, di un salto y me aferré a lo que parecía ser su espalda con mis colmillos.
¡GRRR!
  ¡Suéltala! — exigí, y un sabor ácido se expandió por mi lengua.
Caos.
¿Qué…?
De manera extraña tuve una especie de visión fugaz: vi rutas deformes, sin origen ni final, y en un fondo rojo chillante. Parecía un gigantesco nido formado por hilos enredados.
Parpadeé violentamente, y cuando sentí el sabor amargo desplegándose en mi paladar lo comprendí:
Era el mapa emocional del vaisiux. Como estaba unido a él de manera más directa al morderlo, cierta parte de su interior se me estaba revelando. Todo aquí adentro se veía completamente desequilibrado, porque de por sí él era un ser sin ningún tipo de balance existencial.
Apreté más fuerte cuando oí a la demonio aullar ahogadamente.
  ¿Qué estás tratando de hacer, ángel portador de la severidad y el castigo? — me dijo Sabnock sumamente tranquilo—. Por si no lo sabes, mi piel es nociva... es una pequeña muestra gratuita de mis barreras protectoras como antiguo ángel. ¿O venía de mi parte demoníaca? ¿Lo recuerdas? — preguntó confundido y después soltó una risotada, los ojos le brillaron y se respondió a sí mismo—: Yo…tam-po-co…lo…re-cuer-dooo.
Aguanté todo lo que pude ante la voz chirriante y el sabor amargo. Traté de vislumbrar lo máximo posible de su interior a ver si hallaba algún punto débil.
Su mapa emocional se veía completamente amorfo, estropeado. No había armonía por donde se le viera y…
¿Qué…?
Los ojos se me abrieron violentamente, porque al fondo del nido terriblemente enmarañado, conseguí distinguir un punto brillante. ¡Era la fuente de sus capacidades para lanzar martirios y gozos! Noté algunas rutas entre escarlata y violeta brillante: toda su capacidad radicaba en su antigua naturaleza de demonio longevo y treceavo ángel del coro de las potestades. ¡Era fuerte, sumamente fuerte!
Pero tenía una debilidad: relámpagos y...
  ¿Du-e-le mu-cho?
Oí a la demonio soltar un alarido de dolor. El sabor ácido empezó a quemarme las entrañas: no alcancé a ver más.
 ¡Su…éltala! — rugí aún prendido de él. Le clavé con más fuerza los colmillos pero solo conseguí que él también cerrara su agarre con más ímpetu.
  ¿O sino qué? — me retó.  ¡No! ¡No puede matarla!
¡Debe ir por Aniel!
 Que…la… ¡DEJES!— apreté la mandíbula todo lo que pude; sentí mis propios músculos tensándose.
¡Suéltala, maldita sea! ¡Suéltala!
 Kumya… — invoqué a través de mis ojos: el martirio de anulación estaba más débil— ¡luminatis!
¡PROM!
  ¡AAAAAAHH!
El vaisiux soltó un chillido desesperado ante el rayo que invoqué y que cayó a un lado de nosotros. Soltó a la demonio para correr a refugiarse entre los arbustos, con sus ocho miembros deslizándose velozmente.
  Na… Nanael…
  ¡Escúchame, Gremory!
¡PROM!
Otro rayo cayó: el martirio de anulación aún seguía vigente pero no por nada dicen que soy tan bueno en gozos. Voy a tener aproximadamente veinte minutos humanos más de ventaja con los rayos que he invocado cayendo.
El vaisiux volvió a gritar entre los arbustos. La demonio me observó, tratando de asimilar mis palabras a pesar de que le faltara algo de aire.
  Nadie más que tú ha podido oírme porque el vaisiux ha invocado alguna especie de barrera de camuflaje extremadamente fuerte. Dime, antes de que me salvaras, ¿cruzaste algún muro o…?
  ¡S-sí! — aceptó temblando—. La… ¡la vi! Por el riachuelo, ¡como una capa de neblina!
  ¡Haz exactamente lo mismo que hiciste para entrar y sal de aquí! ¡Ahora!
¡PROM!
  ¡AHHHHH! — volvió a gritar él.
Gremory se encogió ante los atroces alaridos; por un momento se quedó tan pasmada que me vi obligado morderle una oreja y sacudirla.
  ¡DEMONIO, ESCÚCHAME! — bramé y me miró, completamente exaltada—. ¡Debes buscar a Aniel y decirle que la Original está en peligro! Hay una humana extraña que fue la que me envió hasta aquí, así que debe ser obra del vaisiux. Él pedirá refuerzos, no te preocupes.
¡PROM!
  ¡Pero Nanael…!— insistió angustiada.
  ¡Pero nada! He sido diseñado para esto, demonio: diseñado para matar a cualquiera que intente apoderarse de la Original — me observó sorprendida: no sé por qué, en realidad ésa es la verdad—. Te agradezco que me salvaras pero ahora soy perfectamente capaz de defenderme.
Y tengo algo de quince minutos humanos para no preocuparme así que está bien…
¡PROM!
  ¡AHHHHH!
Otro rayo cayó a un lado; el vaisiux corría de aquí para allá, con sus ocho miembros enredándose unos con otros y completamente enloquecido.
   ¡VETE! ¡VETE GREMORY! Si realmente quieres ayudarme, ¡haz lo que te digo!
   ¡Está bien! ¡Lo haré, lo haré! — exclamó y entonces soltó un aullido para re abrir la barrera por la que cruzó para salvarme.
¡PROM!
Me erguí, dispuesto a prepararme para el siguiente ataque en cuanto mis rayos dejaran de caer desde el firmamento…pero noté algo:
Ya no hay gritos.
   ¡¿A DÓNDE VAS?!— oí por detrás, y después un chillido agudo.
Giré violentamente y me encontré al vaisiux reteniendo a Gremory por una pata con cuatro de sus miembros y drenando su energía.
  ¡Kumya luminatis! — invoqué.
¡PROM!
    Yo que tú dejaría de gastar energía en eso — me quedé de una pieza cuando esta vez el rayo no tuvo ningún tipo de efecto sobre él, a pesar de que cayera a casi unos pasos de dónde estaba—. El que le teme a los relámpagos es Kalmiya. Y en este momento…
No…
  Soy Sabnock.
Elevó a la demonio con facilidad y la aventó hacia mí. La oí aullar bajito cuando trató de reincorporarse: ya no tiene casi nada de fuerza.
Por sobre nosotros vi un enorme martirio de encierro empezando a consolidarse.
  Hay miles de cánticos sagrados alrededor de la morada que habita la abominación que algunos osan llamar la Madre e Hija —se frotó dos de los miembros que deberían responder a los brazos—. Así que hay alguien haciéndome el pequeño trabajo de disipar cualquier barrera que me impida acercarme a ella. Va a demorar, pero creo que teniéndote aquí y manteniendo lejos a tu hermano, no será preocupación grande.
La humana…
Junto al vaisiux un pequeño portal empezaba a abrirse. Traté de acercarme pero una barrera de repulsión me envió lejos.
¡No, maldita sea! ¡Está planeando dejarnos aquí! ¡Aniel no podrá solo!
Lancé un rugido y un gozo de ataque en él, pero no me sirvió de nada.
 Han sido años de estudiarte cuidadosamente, respetado ángel portador de la severidad y el castigo; años de saberlo todo. También estaba al tanto del martirio de rastreo y ubicación que existía sobre ti— Gremory abrió los ojos, sorprendida—. Por eso la necesitaba a ella también aquí. Ahora sí nadie sabe que estás en mis manos.
Alrededor todo empezó a ponerse negro: el riachuelo desapareció, cada árbol se esfumó lentamente.
 ¿Sabes que es lo mejor de todo esto? — anunció con su absurda sonrisa.
 ¡Aperite portas!  — lancé. La demonio, a mi lado, también intentó lanzar un martirio de apertura pero ninguno funcionó.
 Lo mejor es que cada cinco de octubre tú lo has pasado lejos de casa — ¿qué?—. Nunca has pasado un cumpleaños junto a la abominación, y en cierto modo te comprendo. Lo bueno de eso es que no van a notar nada “extraño” en tu ausencia mientras mi colaboradora termina de hacer el trabajo que le he encomendado.
Mierda.
Gremory se puso de pie y se lanzó sobre él; consiguió atraparlo por el cuello con los colmillos pero el vaisiux empezó a evaporarse mientras todo seguía poniéndose negro.
Fue un destello veloz el que tuve: Aniel en algún momento va a ver al vaisiux si él termina presentándose ante la niña. La única manera de comunicarme con él es transmitiéndoselo yo mismo.
 Maulm vitandum… — susurré y antes de que se evaporara por completo, mi pequeña inscripción se adhirió a uno de sus ocho miembros y se hizo casi translúcida.
  Yo no quiero hacerles daño a ninguno de ustedes— anuncio con tranquilidad: las agujas en su lengua centellearon—. Solo la quiero a ella.
Y la oscuridad nos tragó por completo.


¨°*°*°*°¨

ALBANIA
                                              
Escuché algunos pajaritos cantando por allá afuera, y la música de la banda que se presentaba en el pueblo por el Zahir. Sonaba muy bajito porque el centro de la ciudad está algo lejos de aquí, pero me dio ese típico “no sé qué” que te producen los días de fiesta.
Por allá abajo oí a Nereo diciendo: “ingresen con cuidado, es para el cumpleaños de la niña Albania”.
¿Eh?
¡Mi cumpleaños!
Abrí los ojos con fuerza y me encontré con un panorama completamente blanco. A lo mejor ayer me había acurrucado tanto que había terminado metiéndome en las sábanas. Mmm, qué extraño: ahora que recuerdo, por la noche, en un momento, me pareció distinguir un olor tenue como a coco y a duraznos... En fin, tengo otras cosas en las que pensar.
Hoy es cinco de octubre, perfectamente ha caído en sábado ¡y oficialmente ya tengo trece años!
Trece años...
Ya no soy una niña, soy una señorita, según Nunita. Y eso también implica que los demás también empiecen a verme así.
Me pregunto qué recibiré este año de su parte… ¡Bueno! Basta ya de estar metida aquí y vamos a verlo de una vez.
Tomé los bordes superiores de las sábanas y asomé la cabeza juguetonamente, fingiendo que apenas despertaba. Hay un bonito sol afuera y…
¿Eh?
Me froté los ojos por si acaso y observé a todos lados: izquierda derecha, arriba abajo. Inclusive hice algo sumamente tonto como colgarme cabeza abajo sobre mi cama, solo para ver si había alguien ocultándose debajo.
No…
No está.
Corrí descalza a mi cuarto de baño y no. Nada.
No hay nadie.
   ¿Aniel?— tanteé y aguardé un poco pero todo siguió callado: ni ojos de sol ni bonitas sonrisas ni pelo desordenado ni mucho menos ningún “feliz cumpleaños, bonita”.
¿En dónde está? Desde que tengo memoria él siempre ha sido el primero en saludarme, es por eso que me despierto muy, muy temprano en todos mis cumpleaños: para pasar muchísimo tiempo a su lado antes de que el abuelo (que nunca trabaja en esta fecha) y Nunita vengan por mí para desayunar en familia.
¿Por qué no está aquí? Nunca había pasado algo similar. ¿Le habrá pasado algo?
Ya no soy una niña, así que seamos sensatas y pensemos bien las cosas: a lo mejor Aniel ha tenido algo que hacer; a lo mejor la mariposa rosa que siempre viene a charlar con él y Nanael ha solicitado su presencia en algún lado y no ha podido negarse. A lo mejor piensa que aún estoy dormida y como es tan considerado no quiere despertarme…
O a lo mejor después de tantos años ya se ha cansado de saludarme.
Odié la última opción, porque sentí como si todo mi cumpleaños se hubiera estropead…
Pi-pi-pi
    ¿Mmm?
Oí algo parecido a un trino ligero, y después sentí algo muy suave dando pequeños brincos sobre mis sábanas. Lo supe porque desde aquí adentro se veía como si algo se hundiera en ciertos puntos, acercándose lentamente, como una pequeña pelotita.
Me asomé algo insegura por el borde de las sábanas y me encontré con algo muy pequeñito y muy cerca de mi rostro: era un pajarito que nunca había visto, gordito y no más grande que la mitad de una mano. Sus plumas eran de un plomo muy suave, y su pechito de color amarillo. El piquito era pequeño y redondeado, y sus ojos parpadeaban seguidamente. El color de sus plumas en esa parte era de color rojo oscuro, por lo que parecía que tuviera dos cejas enormes y muy bonitas sobre los ojitos brillantes.
Me quedé mirándolo fijamente y él dio dos saltitos más hasta posarse sobre la mano con la que tenía aferrada las sábanas. Sentí sus patitas delicadas sobre el dorso, y después torció la cabeza de manera muy graciosa.
  Hola— le dije en voz muy bajita, y entonces algo maravilloso sucedió:
El pajarito se sacudió coquetamente y abrió las alitas, como saludándome, y después empezó a cantar con silbidos muy precisos. Y la melodía me sonaba tan conocida… hasta que comprendí, sorprendida, que se trataba de la canción que se les canta a todos por sus cumpleaños.
Me reincorporé con cuidado, tratando de que no se sintiera incómodo con el movimiento. Se sacudió un par de veces más, encogiéndose y moviendo la cabecita con elegancia: ¡estaba viendo una de las cosas más hermosas de la vida! En cada silbido que daba, parecía como si me sonriera y a la vez presumiera por estar cantando tan bien como lo hacía.
Entonces dio un último silbido y se inclinó un poquito, como diciendo “gracias”. Quise aplaudir pero me daba miedo asustarlo porque seguía sobre el dorso de mi mano. Pero elevé la otra y pude acariciar la suave cabeza antes de que extendiera las alas y saliera volando.
Seguí con la mirada su ruta, preguntándome de dónde podría haber salido este lindo pajarito; y cuando lo vi llegar al balcón…
…me encontré con él y su mirada tranquila.
  Gracias por venir hasta acá y cantarle tan perfectamente — le dijo al pajarito que se posó sobre su mano y batió las alas, satisfecho. Y que desapareció después de que Aniel le lanzara un soplido suave que reconocí como un gozo de traslado.
Sentí la enorme sonrisa en mi rostro, los deseos casi graciosos de ponerme a gritar; y prácticamente me bajé de la cama de un salto. Corrí descalza hacia él.
Y no fue necesario que se lo pidiera porque inmediatamente se materializó…
   ¡Aniel!
…y me recibió entre sus brazos.
Lo había traído para mí. ¡Aquel pajarito había sido traído exclusivamente para mí!
El aroma a sol y a estrellas me atontó los sentidos: aspiré profundamente y me acurruqué junto a su pecho; con la imagen de aquel pajarito cantando el primer tema que había compuesto, y mi corazón tan emocionado que por un momento sentí como si me faltara algo de aire.
  Feliz cumpleaños, bonita. Que este nuevo año sientas lo extraordinario que es estar en este mundo, y seas plenamente consciente de todas las cosas maravillosas que implican tu sola existencia.
Cada año sucedía lo mismo: Aniel siempre era el primero en saludarme, y siempre tenía palabras nuevas para dedicarme. Y por muy extraño que parezca, también sentía que esa voz horrible que solía hablarme, se acurrucaba en algún lugar completamente conmovida. Cerraba los ojos, llena de paz, y aunque no quisiera que la vieran sonreía.
Gracias ahí está, acabo de volverla a escuchar en mi treceavo cumpleaños. Está en una esquina, algo encogida y más sensible que nunca—. Gracias, odioso ángel de los ojos de sol.
 ¿Qué pasó? — me preguntó Aniel en bajito. 
No entendía muy bien por qué, pero sentí como si ella viviera sola y aislada de todo. No quería a nadie porque nadie la quería.
Yo tengo a personas que me quieren y a las que quiero demasiado. Aniel tiene razón, debo estar agradecida por todo lo que tengo: por mi abuelo, por Nunita, Joan, la tía Morgana, Alexia, Loi, el tío David, la linda Bejle, Sorel, Nereo, hasta Maltés y cada hermoso pajarito que viene a cantar día a día junto  a mi balcón.
Por Nanael también, por Gremory…
…y por él mismo.
  Gracias, Aniel. Gracias por todo: gracias por el pajarito hermoso cantando…
…y también por todo lo que me das día a día.
  Supuestamente el obsequio tenía que ponerte contenta; los Ciselos son un tipo de aves que no viven por aquí — solté una risita cuando me acomodó el cabello y secó con delicadeza una inquieta lágrima que se me escapó por el rabillo del ojo —. No llore, señorita cumpleañera. Tengo un obsequio más… — me anunció juguetonamente. Lo miré, empezando a emocionarme más—. Pero voy a dárselo después de su fiesta de cumpleaños.
  Ohhh…
Se enderezó, ya a punto de ponerse de pie…y no pude evitar lanzarme sobre él, aferrándome con fuerza a su cuello.
Soltó una carcajada mientras me sostenía por la cintura. Conseguí verlo de cerca y no pude evitar acariciar su mejilla, observar sus ojos, su cabello, su rostro…
 ¿Qué pasa? — me preguntó amablemente.
Pasa que te quiero.
 ¿Por qué has aparecido tan tarde? — tomé lo primero que se me ocurrió, porque no quería soltarlo.
Podría quedarme muy bien así, casi colgada de su cuello y con sus ojos mirándome divertidos.
  Fui a traer conmigo al pequeño Ciselo que cantó para ti: demoró algo en despertar y me daba remordimientos pedirle que se apresurara — imaginé a Aniel sentado junto a un nido, esperando que ese pajarito gordito y coqueto abriera los ojos —. Practicó mucho la canción, así que no quería ser descortés obligándolo a despertar. Espero que el obsequio te haya gustad…
— ¡Me ha encantado! ¡Todo lo que venga de ti me encanta, Aniel! — confesé con demasiada sinceridad. Elevó las cejas, tan sorprendido, que tuve que ocultar el rostro sobre su hombro, completamente ruborizada por mis palabras.
Cualquier cosa que venga de él es valiosa para mí. ¡Cualquier cosa! Porque lo quiero…lo quiero demasiado.
Elevé la mirada y me percaté de lo cerca que estaba de su mentón. Oí cada latido abrumando mi pecho en medio de sus carcajadas porque él estaba diciendo algo de que sus obsequios no eran la gran cosa. Me aturdió escuchar su risa tan cercana y tener mis brazos alrededor de su cuello, casi forzándolo a permanecer inclinado, y sus manos acunando mi espalda. Recordé a la voz horrible dentro de mí, sintiéndose profundamente agradecida por sus palabras; también recordé que lo tuve dormido por un par de minutos y lo chocante que resultó besarlo a pesar de que él no supiera nada.
   Aniel… — murmuré y antes de que dijera algo más me puse de puntillas y besé su mentón.
Y por un momento lo imaginé tomándome por las mejillas y besándome en la boca. No como ese tímido beso que recibí, sino tal vez como algo más.
Ya tengo trece años. No soy una niña…
Ya no soy una niña.
Me miró desconcertado, tal vez solicitando una explicación, y cuando estaba por pedirle un beso más a modo de regalo de cumpleaños, oí la perilla de mi puerta girando desde afuera y se me estropeó todo.
Aniel se sobresaltó ante el sonido, y velozmente se desmaterializó: me quedé prácticamente abrazándome a mí misma porque nuevamente era como el aire.
 ¿Mmm? ¡Pero miren a quién ya tenemos despierta! — oí. Volteé y entonces no pude evitar soltar un gritito, emocionada, cuando vi a Nunita con la bandeja, la flor blanca y la pequeña copita con el vino de frutillas que toda señorita que cumpliera trece años debía beberse por tradición.
 ¡Muy buenos días, Nunita! — la saludé contentísima. Dejó la bandeja sobre el mueble junto a mi puerta y me atrapó en un enorme abrazo.
 ¡Feliz cumpleaños, mi niña preciosa! — sentí los miles de besitos con olor a pasteles en las mejillas y después las cosquillas por aquí y por allá —. Trece años, mi pequeña diablilla, ¡trece años!
 ¡Ay, Nunita, yaaaa!  — protesté divertida cuando el ataque de besos retornó.
Finalmente me acomodó el cabello, puso la flor sobre mis manos y me ofreció la pequeña copita repleta de vino rosa brillante. Me miró en silencio por unos minutos; quise reírme pero su suspiro me desconcertó:
 Se dice que toda niña que cumple trece años, recibe en su interior una flor que debe cuidar con mucho esmero — inició las palabras que todas las madres les dicen a sus hijas en esta fecha tan especial. Ya las conocía porque Loi me había contado cómo se las dijo la señora Lorain, pero escucharlo directamente de Nunita querida y solo para mí me emocionó un poquito más—. Y eso es porque ahora la niña se ha convertido en señorita y debe aprender a comportarse como lo dictan las buenas costumbres. Esta copita de vino… que debía entregarle la señora Marlene… — los labios me temblaron cuando sus ojitos cafés se entrecerraron con nostalgia—… se la entrego ahora yo, repleta de todas las bendiciones que una joven doncella debe tener para iniciar su nueva vida.
Me mordí los labios con fuerza porque no quería llorar. Sería muy feo hacerlo frente a Nunita porque ella es muy sensible y terminaría llorando más que yo.
    Recibo las bendiciones de toda la familia — repetí las palabras que la señorita Bona me había hecho memorizar cuidadosamente —. Y prometo ser la digna dama que merece mi hogar.
Aniel me sonrió desde la esquina y asintió. Me llené de demasiada sinceridad:
Ésas no son más que palabras que me han hecho aprender a fuerza: Nunita se merece más que frases repetidas.
    Te prometo que voy a portarme bien, Nunita — agregué y se llenó de sorpresa—. Sé que a veces soy demasiado testaruda y que no me gusta que me den la contra, y que a veces tú dices algo y yo termino pasándolo por alto, pero… pero voy a intentar portarme mejor. Por el abuelo, por ti, y por toda la familia.
Tomé la copita y me bebí el contenido. Sacudí un poco la cabeza porque estaba algo amargo.
¡Qué tremenda mentira! Me habían dicho que este vino era muy dulce, y en realidad parecía ser el whisky que el abuelo bebía y que una vez probé aprovechando que desvió la mirada de su vaso.
    ¿Qué voy a hacer con usted, mi niña?— me dijo Nunita cuando dejé la copita sobre la bandeja y todo ese protocolo raro terminó—. Está creciendo muy rápido: para cuando me dé cuenta, ya estaré viejita y usted andará por el mund…
    ¡Claro que no! Nunita, siempre vamos a estar juntas. ¡¿Porque me dices esas cosas horribles?!
Me apretó los cachetes en medio de su larga carcajada: la miré, algo enfadada, porque no era justo que me saliera con esas cosas en un día tan importante como éste.
    Ya, ya, cámbieme esa carita. Y ahora, aprovechando que se ha levantado muy temprano, le diré a Rudy que ya preparen el desayuno mientras nos aseamos, ¿sí?
    ¡Síp!
    Y de ahí… — ¡sí, sí! —…abriremos los obsequios que ya han ido llegando para usted.
¡Sí!
La tía Morgana había jurado enviarme algo único: el abuelo recibió un paquete muy bonito hace cuatro días, así que guardaba la secreta esperanza de que fuera para mí.
    ¡Sorel!
Nunita salió al pasillo, con la bandeja y la copa ya vacía en manos, para pedir que prepararan el desayuno pero no se alejó mucho porque aún oía su voz. Aproveché para acercarme a Aniel que extrañamente traía el ceño fruncido.
    ¿Eh? ¿Qué sucede? — le pregunté en voz bajita y tanteando si Nunita regresaba o no.
    ¿Eso era vino de frutillas? — me preguntó algo serio; le dije que sí pero que estaba muy amargo. Me pareció raro porque él ya me había visto ensayar las palabras con la señorita Bona y sabía todo eso de la tradición de los trece años.
Iba a preguntarle más al respecto pero oí los pasos de Nuna que ya volvía.
    La fiesta empezará a las cinco — le dije rápidamente. En realidad empezaba a las dos, pero por costumbre yo debía hacer acto de presencia un par de horas después —. Estarás aquí, ¿verdad?
    Estaría todo el día contigo, pero como me pediste que no te viera hasta la fiesta entonces iré a dar vueltas por ahí — me respondió de buen humor—. Aunque no entiendo muy bien por qué.
    ¡Lo prometiste, no lo olvides, Aniel! — confirmé por si las dudas.
    Sí, sí. No voy a verte hasta que inicie— aceptó de buena manera.
Se lo había pedido reiteradas veces. Inclusive Gremory me juró que evitaría a toda costa que él me viera antes de que la fiesta iniciara. Mi disfraz de hada había quedado precioso, pero no era solo eso: tenía que arreglarme el cabello, ponerme las alas, los zapatitos, las flores en el cabello y quería impactarlo. Si iba viendo todo el proceso no sería igual que si me viera ya lista por completo.
    No olvides que me debes un regalo— apunté juguetonamente.
    Después de la fiesta — indicó con presunción y no pude aguantarlo. Volví a lanzarme sobre él que se materializó instantáneamente y rompió a reír —. Estás muy contenta, Albania.
    ¡Son trece años, Aniel! — y en ese momento desapareció porque Nunita volvió, dispuesta a prepararme para el desayuno.
Trece años…
Algo que Alexia y la tía Morgana siempre hicieron fue regalarme libros. Y como los colegas del abuelo siempre me encontraban en el jardín con uno en mano, empezaron a traerme algunos a modo de obsequio. De un momento a otro empecé a tener tantos ejemplares, que el abuelo decidió mandar acondicionar en la biblioteca un estand exclusivo para los míos porque corría con el riesgo de quedarme sin habitación de tantos que me llegaban. Tenía ejemplares de temas muy diversos (tan diversos que a veces Nunita me miraba ceñuda cada vez que me sentaba a leer sobre la bonita mecedora sobre la que solía bordar la abuela Marlene). Pero de entre todos habían algunos que eran mis favoritos: los de mitología y leyendas ilustradas. El de Piratas y Bestias Marinas que me había llegado hace poco se había convertido en mi mejor compañero, y todos los tomos que Alexia había podido conseguirme sobre hadas ni siquiera los sacaba de mi habitación porque eran a los que más cariño les tenía.
Había recibido tantos libros sobre ellas… Eran preciosas, con sus hermosos vestidos como de nubes y las alitas de colores brillantes; tan bonitas que, decían, cualquiera que las viera podía quedarse la vida entera contemplándolas.
Ellas tenían un hechizo en su figura, es lo que más recuerdo del III tomo de toda mi colección: las hadas eran casi tan bonitas como las sirenas, exceptuando que ellas usaban su belleza para llamar a la primavera, y no para engatusar a incautos para después llevárselos al fondo del mar y comérselos. Eran guardianas de la naturaleza y buscaban el amor... de hombres de corazón puro.
No había en el mundo nadie más perfecto que él: nadie podría serlo. Aniel era tan hermoso que hasta dolía verlo, y estaba repleto de una luminosidad que a veces me abrumaba muchísimo. Ni Nanael podía comparársele; ni siquiera siendo su “hermano de nacimiento”.
Sí, lo acepto: yo nunca sería un ángel como él, pero por este día sería el hada más hermosa que él hubiera visto en toda su vida. Porque ya tenía trece años, ya no era una niña.
Y él debía saberlo.
    El desayuno estará listo ni bien termine de prepararse, mi niña preciosa — me decía Nunita mientras preparaba la tina de baño. La espuma que iba dejando el jabón perfumaba el agua tibia—. Probablemente vamos a recibir a una cantidad regular de visitas, así que tenemos que apresurarnos. Y ni qué decir de la fiesta: presiento que tendremos más invitados que los mismos asistentes del Zahir.
    ¿Tú crees, Nunita querida?
La verdad yo no estaba tan segura de eso. Luca y Naum me pidieron “carta libre” para traer con ellos a un par de amigos, pero todos están en clase. No creo que hagan un viaje desde Libiak solo para asistir a mi fiesta de cumpleaños.
Además, de todos los chicos que asisten a Dominic Pascal, solo conozco a los gemelos Liberia y a Tomas Gerdau porque sus padres son socios del abuelo y del tío David.
    Por cierto, niña Albania, tengo algo que decirle y quiero que me escuche atentamente.
    ¿Mmm? ¿Qué pasa, Nunita?
Me saqué los pantaloncillos de algodón y la camisa de dormir. No pude evitar observarme de reojo frente al espejo de cuerpo entero: algunas ondas ya me llegaban hasta un poquito más debajo de los hombros. Había decidido no volver a cortarme el cabello, así que lo tenía algo más largo que en mis otros cumpleaños: ahora sí podría hacerme algún bonito peinado como Loi y no solo usar cintas sobre el cabello.
Observé más abajo y me sentí algo incómoda ante mis pechos desnudos. A veces siento que crecen sin avisarme, y otras que no crecen lo suficientemente rápido. Loi ha empezado a usar corpiños ajustados y definitivamente los cambios en ella ya se están notando.
Nunita dice que estoy creciendo muy rápido: creo que me está mintiendo.
    Es más que seguro que el señor Traugott vendrá a la fiesta — subí los dos escalones de mármol y después me sumergí en el agua caliente. Se me escaparon un par de risitas ante la calidez—. Por favor, mi niña Albania, sea cual sea la situación, evite en lo posible entablar cualquier charla demasiado larga con él, ¿de acuerdo?
    ¿Con el señor Erasmo? ¿Y eso por qué?
¿Y ahora qué ha pasado? Nunita diciéndome esto y el mismo abuelo mostrándose algo reacio siempre que el señor Erasmo venía a casa.
Me pregunto si habrá sucedido algo entre ellos…
    Así es — me tomó por el brazo y me retorcí de la risa cuando la esponja de baño pasó con suavidad en un camino desde mi hombro hasta la punta de mis dedos —. Hay algunos temas que no son adecuados para una señorita de su edad y por eso no pueden tocarse con usted, así que solo hágame caso.
    Bueno, sí me lo pides tú entonces obedeceré, Nunita adorada.
    Y ya que estamos hablando de otras cosas — la miré con curiosidad ante el tono suspicaz—. ¿No tiene nada que contarme, niña?
    ¿Eh? ¿Contarte sobre qué, Nunita?
Una mota de jabón pasó flotando frente a mis ojos. Me erguí un poquito solo para lanzar un soplido y enviarla lejos.
    ¿Recuerda el cuento que tanto le gustaba que le narrara de pequeña? ¿El de Caperucita Roja? — le respondí que sí; otra motita pasó volando: llegué a atraparla con la punta de mis dedos y volví a soplar suavecito—. Ahora que ya es una señorita siempre debe tener presente algo, mi niña preciosa: pueden haber seres hermosos rondándonos — me sobresalté un tanto por el comentario: sentí la mirada penetrante de Nunita; casi como si me reprochara el estar ocultándole algo.
Ni bien escuché “hermoso” pensé en Aniel, pero eso no era posible: Nunita no podía verlo.
    Pero no todos esos seres son necesariamente “buenos”. Pueden haber alrededor “lobos” tratando de desviarla del camino correcto. Lobos tratando de embaucarla, aprovechando su inexperiencia y a la vez lo poco habituados que están sus ojos para ciertos temas.
¿Seres hermosos pero no bondadosos? ¿Inexperiencia?
    ¿De…? ¿De qué me estás hablando, Nunita? — pregunté desconcertada.
    Por muy hermoso que se vea algo, o “alguien”, nunca debe bajar la guardia, mi niña — los ojitos cafés de Nuna se pusieron muy serios —. Las niñas que se convierten en señoritas tienen que aprender a cuidar de sí mismas, porque hasta los mismos ángeles podrían querer hurtar el valioso tesoro que llevan dentro de ellas.
¿Eh?
Ahora sí que no entiendo nada. La señorita Bona suele hablar de eso pero siempre que una le pregunta más a fondo sobre el tema, nunca termina explayándose por completo. He oído miles de veces lo mismo: “toda mujer joven lleva dentro de sí un valioso tesoro que solo puede abrirse con la llave que posee su futuro marido, y que solo él tendrá el honor de contemplar”. En la última misiva que le envié a la tía Morgana iba a preguntarle qué cosa era exactamente eso que con tanto celo debía cuidar, pero Nunita leyó la carta antes de que la enviara (como siempre) e inmediatamente me ordenó que redactara una nueva y que, bajo ninguna circunstancia, incluyera esa pregunta otra vez.
¡¿Cómo pueden pedirme que cuide algo que ni siquiera sé qué es?!
    Siempre debe mantenerse alerta, por muy ángel que parezca — concluyó severamente—. Infeliz ladronzuelo — murmuró.
    Ladronzuelo… — repetí mientras observaba más motas de jabón volar por doquier.
Recordé a la señora de Lavehda; también el pequeño pote de plata que había comprado aquel día.
Hurtar…
    Hurtar…significa “robar”, ¿verdad, Nunita?
    Efectivamente, mi niña.
Robar el valioso tesoro…
Robar es quitarle a alguien “algo”. Robar es una mala acción…pero si es tan malo…
»— Lista para que le roben su primer beso.
…¿por qué disfruté tanto que Aniel me besara?
Porque no te lo robó— oí desde algún lugar: era la horrible voz que siempre escuchaba —. Tú se lo entregaste; no fue a la fuerza. Fue un robo “deseado”, por muy absurdo que parezca.
»…hasta los mismos ángeles podrían querer hurtar el valioso tesoro que lleva dentro de sí.
El tesoro que guardo en mi interior solo debe ser contemplado por mi futuro marido…
    Nunita, ese tesoro del que tanto hablas…
    ¿Sí, mi niña?
No pude evitar observar mis manos repletas de nubes de jabón.
    Es tan, tan, tan valioso…que solo mi futuro marido puede contemplar, ¿verdad? — me cercioré.
Nunita detuvo su labor con la esponja; por un momento sentí como si me mirara con extremo cuidado: con el mismo cuidado que ponía cuando hablaba con alguien de su edad y no como si fuera una niña.
Estaba tomándome en serio.
    Efectivamente, mi niña. Solo él será el único que tenga el honor de llevárselo consigo — me explicó y frunció el ceño, algo acongojada: me dio la impresión de que miraba como si de repente hubiera crecido muy rápido.
    ¡Pues igual no entiendo de qué tanto me hablan! — admití con sinceridad y la oí reír, nuevamente animada.
    Vamos a mantener a cualquier “lobo” o “ángel seductor” lejos, ¡muy, muy lejos!, mi niña adorada. Ya me encargaré de eso yo.
Las motas de jabón saltaron por doquier. Me retorcí de la risa cuando Nunita me lanzó un par de chorritos de agua que respondí de la misma manera.
Tengo un tesoro valioso dentro de mí.
Sentí que algo inmenso me llenó el cuerpo: hurtar no es lo mismo que “entregar”.
Un tesoro tan valioso que los ángeles querrían hurtar…
No estoy muy segura de si debo cuidarme o no, porque sí, aunque Nunita a lo mejor esté hablando en modo figurado, sí hay un ángel rodando cerca de mí. O bueno, hay dos.
Y de esos dos hay uno en particular que, si se sintiera atraído por ese “valioso tesoro” que ni siquiera yo sé de qué se trata, no tendría por qué intentar hurtarlo…
…yo gustosa se lo entregaría.
No es hurto, es entrega.
Al sol…todo se lo daría.

¨°*°*°*°¨

ANIEL


El vino de frutillas me perturbó por completo. Primero porque el aroma no se parecía a ninguna fruta que mi mecanismo de respuesta almacenara como información; segundo porque por un momento me pareció ver el aura que rodeaba a Albania tintinear un poco, como si una especie de barrera la recubriera.

Nanael

Y tercero: no sé por qué el nombre de Nanael vino de golpe a mí, como parte de esas raras sensaciones que los humanos llaman presentimiento.
Iba a examinarla con más detenimiento pero Nuna retornó a la habitación para que se preparara para el desayuno. Probablemente el ritual iba a ser el mismo de todos los años: cuando Albania ya está perfectamente cambiada, baja para recibir todos los obsequios que algunos colegas de su abuelo, que residen en otras ciudades, le envían; así como los de algunos otros familiares que por distintos motivos no podrían pasar su cumpleaños con ella.
Oí el agua cayendo del grifo y llenando la tina de baño, las risitas de Albania y la voz de Nuna, y decidí buscar la bendita copa con los restos de ese sospechoso vino de frutillas.
Atravesé las paredes e ingresé a la primera planta. Vi a Sorel llevando la bandeja con la copa vacía rumbo a la cocina: esperaría que la dejara y me acercaría rápidamente para inspeccionar el contenido sobrante.
    ¡Deme eso, señor Sorel! — oí: era Rudy, la chica nueva que habían contratado en casa—. ¡Hay que apresurarnos que en cualquier momento llegará el señor David y toda su familia para saludar a la niña!
Me movilicé y pasé entre Bejle, que iba poniendo algo de agua a hervir para el desayuno, y el mismo Sorel que le pasó la bandeja a Rudy; pero no conseguí ver más allá porque la copa fue sumergida en el chorro de agua del grifo y después nada más quedó.
El agua tiene una propiedad que ninguna otra sustancia posee: puede eliminar cualquier tipo de vestigios. Desde un simple vino de frutillas hasta el salmo mejor elaborado;  así que ya ni al caso.
Bueno, el vino de frutillas se lo ha dado Nuna: no tengo por qué temer ya que ella es uno de los humanos más confiables que he visto durante los trece años que he permanecido en este mundo.
»— ¡Lo prometiste, no lo olvides, Aniel!
Recordé el pedido que me había hecho con respecto a no verla hasta las cinco de la tarde, así que lancé un himno de protección alrededor de la casa por si las dudas y me movilicé a Izhi. Misteriosamente volví a pensar en Nanael en el trayecto.
Qué extraño: me pregunto a dónde habrá ido esta vez. Pensé que este año sería la excepción (después de todo, cumplir trece años le hacía muchísima ilusión a Albania así que éste era lo que llamarían un “cumpleaños especial”); pero no, parece que igual que todos los años anteriores, Nanael nuevamente no pasaría este día con nosotros.
»— Por respeto a mi naturaleza y a todos los hermanos caídos, no puedo fingir que esta fecha no significa nada para mí, Aniel — me había dicho el día anterior al primer cumpleaños que Albania pasaría junto a su nueva familia.
La casa se había llenado de una dicha desbordante: Alcides Formerio y su esposa, Marlene Formerio, recibieron a una cantidad regular de invitados solo para presentar ante el mundo a la que oficialmente ya era su nieta.
Todos correteaban de aquí para allá, entusiasmados. Tanto que yo mismo me sentí invadido por una especie de alegría contenida.
»— ¿No puedes fingir que esta fecha no significa nada? — repetí incrédulo.
Era obvio que esta fecha significaba mucho. La Original había adquirido una familia humana que la quería y, por las emociones que desprendía, ella también parecía sentirse muy cómoda.
Yo me sentía igual que él: éste no era un día cualquiera.
»— No tienes que fingir nada, Nanael — apunté —. Te comprendo perfectamente: yo también no puedo dejar de pensar que esta fecha es memorable.
Entonces los ojos verdes me observaron fijamente; el gesto duro de su rostro me confundió.
»— Aniel, parece que el significado de esta fecha es completamente diferente para ambos. Creo que, ingenuamente, estás idealizando la situación actual del ente — ¿idealizando?—. En mi caso, el asunto va por otro rumbo.
No comprendí del todo: ¿acaso no era memorable ver que nuestra custodiada estaba encajando de la manera adecuada en una familia humana?
»— Nanael…
»— Hoy, cinco de octubre, esa cosa es agasajada por esta familia de humanos como si fuera una especie de milagro cuando ambos sabemos que no es así. Es una aberración: su existencia no tiene otro significado.
No supe qué decir. Tal vez sonara tonto, pero siempre me afectó demasiado esa palabra.
“Aberración”…
»— He dejado barreras activadas por todo el perímetro; solo por si las dudas — me anunció y adquirió su forma original. Quise decir algo más pero negó con la cabeza—: Lamento dejarte solo, pero es más de lo que puedo soportar, Aniel. Es un insulto a la naturaleza del Todo: es como homenajear al error más grande de todos los universos. Resulta repulsivo de solo pensarlo.
Repulsivo…
Ésa fue la primera vez que Nanael habló conmigo sobre algo que le resultaba incómodo. Somos hermanos de nacimiento, pero hay cosas que desconocemos del otro. Una de ésas, a mi pesar, fue reconocer que a él realmente le costaba muchísimo trabajo llevar a cabo la tarea que se nos había encomendado.
Los primeros años Albania solía preguntar por él; a los nueve dejó de hacerlo porque siempre obtenía la misma respuesta de mi parte o de parte de Gremory: “ha tenido que atender algo con urgencia”.
»— Es difícil para él… igual que para cualquiera — me había dicho Caila una vez—. Verla es recordar a tantos hermanos caídos, tantos hermanos sacrificados… Admiro tu entereza para poder quedarte con ella y fingir que no pasa nada, Aniel.
Fingir…
No le respondí.
Yo muchas veces suelo olvidar todo el asunto de la Rebelión de los 500 caídos y simplemente veo a Albania como una niña humana. No necesitaba fingir porque realmente no sentía ese malestar que tanto Nanael como Caila decían sentir. Lo único que veía frente a mí era una niña humana vivaz, algo terca de vez en cuando, pero siempre eso: una niña humana.
Por un instante se me pasó la idea de que tal vez algo no iba bien en mí.

Nanael

Reaccioné algo inquieto: ¿qué me pasa? ¿Por qué estoy tan ansioso con el tema de mi hermano de nacimient…?
    ¡BÚ!
    ¡AH!
Me sobresalté tanto que una larga carcajada resonó, como en respuesta a mi brusco movimiento. Giré y me encontré cara a cara con el caballo de pelaje claro que dio un par de brincos y empezó a dar vueltas alrededor de mí, bastante divertido.
    ¡Jajajajajaja! ¡Nunca me había pasado esto: espantar a un ángel! ¡Y encima de tu categoría!
Se me frunció el ceño cuando relinchó, burlonamente.
    ¿Has venido para algo en particular?
    Oh, ¿qué pasó, hermano? Pensé que eras de los que no se molestaban por nada — ¿ah sí?
Bueno, tendrá que buscarse alguien más para que se encargue de todas esas almas que tanto gritan en su interior.
    ¡Heey! Pero si no es para que te molestes así — se puso delante de mí e impidió que siguiera avanzando. Lanzó la cabeza hacia atrás y adoptó su forma humana en medio de un remolino amarillo opaco—. Solo pasaba por aquí porque vengo buscando a la loca de Gremory desde hace un par de horas y no hay ni señales de ella. ¿Sabes por dónde puede andar? Iríamos juntos a las celebraciones en el pueblo más tarde y tengo algo que entregarle.
¿Mmm?
Vaya, ahora que lo pienso, Gremory suele presentárseme para preguntar si el obsequio que ha escogido le gustará a Albania: lo hace todos los años. Pero hoy…
    Tampoco la he visto desde ayer — confesé extrañado: a lo mejor era muy temprano.
Seir torció el gesto:
    Me pidió hace un par de semanas esto; creo que es para la niña. Hoy es su cumpleaños, ¿no es así? — metió la mano al bolsillo interior de la chaqueta formal que llevaba y sacó un pañuelo. Lo sacudió pomposamente hacia un lado y en su otra mano apareció una botella mediana, con forma esférica, boquilla en punta y de color violeta translúcido: parecía ser perfume—. Lo siento; es la costumbre— ¿ah? —. Los trucos de magia— me explicó y se le dibujó una sonrisita maliciosa—: suelen funcionar muy bien con las damas.
Gremory tenía razón con respecto a este demonio: lo único que hace Seir por la vida es ir capturando la atención de jóvenes humanas.
    Aunque debo admitir que tus estrategias de batalla también son muy efectivas — añadió. Lo miré, sin comprender—. Al principio me parecía una pérdida de tiempo, pero debo admitir que al ver el resultado me ha parecido una idea de lo más ingeniosa.
    ¿Qué? — ¿mis estrategias?—. ¿De qué estás hablando?
    ¿Cómo que de qué? ¡Pues del ciselo que trajiste desde el otro lado del mundo solo para tu custodiada! — bien, no entiendo nada—. Gremory me comentó algo de que estabas enseñándole una canción a uno de ellos hace unos días y como hoy te vi tan temprano paseando por Izhi, me dio curiosidad y te seguí — agregó campante—. Te vi esperar que ese ciselo despertara solo para llevarlo a la habitación de la niña y después le cantara tan maravillosamente... ¡Estupenda jugada, hermano! Tan estupenda que a lo mejor lo empleo en mis futuras conquistas — y lo pensó un tanto, como hablando consigo mismo—. A las chicas les gustan todos esos detalles, así que evidentemente emplear aves podría ser bastante efectivo... Mmm, ¿por qué no se me habrá ocurrido antes? ¡Eres un genio! Creo que, en el fondo, hasta yo me he enamorado un poco de ti.
¿Ah? ¿Conquistas? ¿Enamorado?
Bueno, no es anormal comprobar una vez más que jamás comprenderé a este demonio.
    ¿Cuántos son ya? — me preguntó con curiosidad—. ¿Trece?
Le respondí que sí al comprender que hablaba de la edad de Albania. Seir soltó un suspiro y después se sentó junto al riachuelo, con la botella de perfume girando en la palma de su mano.

Nanael

Otra vez…
Cielos, ¿qué pasa?
    Es increíble ver lo fugaz que son los años humanos, ¿no crees, hermano? — me acerqué y me senté a su lado, aún con la incómoda sensación de recordar de tanto en tanto el nombre de Nanael—. Para ahora ya son apenas unos cuantos los demonios y ángeles que aún recuerdan a la Original.
Es cierto: ya son casi nada los que aún recuerdan los disturbios provocados en la Rebelión de los 500 caídos.
    ¿Crees que en algún momento…? — tanteé —. ¿Todos olvidemos absolutamente todo sobre su naturaleza?
    ¿Todos? Es decir, ¿tú, yo y hasta los más altos mandos demoníacos y angelicales?
Si el olvido hiciera su trabajo sin distinción alguna, Albania simplemente sería eso: una niña humana, como cualquier otra, disfrutando de sus años en el Mundo Terrenal.
    Sufres por ella, ¿verdad? — oí de repente. Los ojos azules me inspeccionaron con gentileza—. Y cada obsequio que le entregas por motivo de su cumpleaños, es una forma de decirle que “no es un error”.
    No lo es— respondí inmediatamente—; jamás lo ha sido.
Elevó una ceja y después soltó una breve carcajada:
    Tengo una pequeña teoría con respecto a ti, hermano — jugueteó un tanto con la botella y se dejó caer sobre la hierba, relajado—. Creo que eres muy empático; bastante empático a decir verdad. Los humanos lo resumen en un “ponerse en el lugar de los demás”.
    ¿Qué tiene que ver eso conmigo?
    Presiento que es uno de tus dones, y es de esos sumamente extraordinarios. Tan extraordinarios que a veces uno ni nota que posee — me sonrió—. No tengo ni la menor idea de si la Original percibe más allá de su prisión, pero de ser así… debe ser espantoso escuchar a todo el mundo llamándola “error”, ¿no es así? A lo mejor la niña, Albania, no entiende nada de lo que escucha porque no está enterada del todo; pero si la Original posee una capacidad de comprensión, por muy mínima que sea, debe sentirse fatal si prácticamente todo ser viviente la ve como algo repugnante, como una aberración.
Qué palabra tan malditamente nociva.
    Y tú…creo que tú piensas eso y por eso deseas evitar a toda costa que la lastimen, e incluso tratas de que sea lo más enteramente feliz posible— me dejé caer sobre la hierba, igual que él, porque la verdad no sé si está en lo correcto o no—. A veces piensas en lo terrible que ha de sentirse estar sola, odiada por muchos y sin oportunidad de cambiar esa imagen que tienen de ella. 
A lo mejor sí…tiene algo de razón. Porque el horrible significado de “aberración” me parece mucho más letal que cualquier otra arma en el mundo entero.
Igual que Seir, no tengo plena certeza de que la Original pueda comprendernos desde su morada, pero de lo que sí estoy seguro es de que no soportaría volver a ver los ojos de Albania repletos de dolor. Solo había sucedido una vez, aquella en el cumpleaños de Corín Formerio, y me juré a mí mismo que no sucedería nunca más.
    Recuerdo que te oí decírselo a tu hermano de nacimiento la primera vez que me presenté ante ti: dijiste que la niña, tu custodiada, no eligió nacer así — me remonté atrás en el tiempo: sí, claro, fue una vez aquí mismo, en Izhi—. ¿Sabes? No suelo comentar esto con muchos de los míos porque se sentirían algo ofendidos, pero… — me hizo una seña, como para acercarme, y bajó la voz juguetonamente—… a veces quisiera volver atrás y sencillamente pedirle al Todo que si va a hacerme demonio y darme esta maldita especialidad—sonrió tristemente—, mejor me deje solo como intención y no me haga existencia.
Intención…
En nuestro idioma, eso significaba una sola cosa: quedarse solo como una idea vagando en lo que sea que el Todo tenga como conciencia, y nunca existir concretamente. No vivir, no nacer
Me quedé observándolo en silencio, oyéndolo decir que cada pacto era una reverenda mierda. Que cada alma en su interior lo atestaba de sensaciones deplorables y horrendas; y que cada humano que sanaba era como matar de la peor manera a su salvador, porque el destino que le deparaba como parte de sus tropas era el peor que cualquier criatura pudiera imaginar.
    Soy una especie de santuario de putrefacción, hermano  — añadió en tono divertido—. Una especie de morada que acoge almas humanas que van consumiéndose lentamente dentro de mí. A veces siento que yo mismo estoy pudriéndome: repleto de gritos nauseabundos, de cadáveres corruptos.
Soltó una carcajada pero desvió la mirada, más trastocado de lo que él mismo pensaba.
Me reincorporé para dibujar un gozo de doble relajación en su palma, porque no podía ayudarlo con nada más y me sentía con el deber de apoyarlo.
    Sabes que podría haber estado fingiendo todo lo anterior para obtener esto, ¿verdad? — lanzó burlonamente.
    No eres tan listo — me defendí.
    Pero tú sí muy ingenuo — concluyó. Lancé un gozo de silencio que por poco y lo ahoga porque estuvo a punto de estallar en carcajadas y la boca, literalmente, se le cerró por órdenes mías.
Terminé el gozo y me sonrió agradecido:
    Nunca dejes que tu niña se sienta como yo me siento, hermano— añadió. Asentí, sin atreverme a decir más—. No hay nada peor que vivir pensando que uno es un “error”.
Un error…
    Y ahora ayúdame a buscar a la loca de Gremory.
Acepté; le pedí que de paso me ayudara a ubicar a Nanael, porque la incómoda sensación de ansiedad seguía palpitando en mi interior.
Soltó varias carcajadas y bromeó nuevamente con el asunto del ciselo y esas cosas extrañas que decía sobre “estrategias de cortejo”.
    ¿No te parece extraño que tu hermano y Gremory hayan decidido desaparecer al mismo tiempo? — me preguntó en tono bromista—. ¿No será que después de tantos intentos, ella por fin consiguió algo?
Y volvió a reír muy animado, pero sentí un ligero vacío por dentro.
Seir se ve muy jovial y despreocupado: siempre riendo, siempre bromeando…
…pero no es más que apariencias, porque él sufre…sufre mucho. Y su dolor es de los más peligrosos, porque ha nacido de la imagen que tiene de sí mismo.
Se odia; odia lo que ve en él. Y no tendría por qué hacerlo: hasta dónde yo sé, es un buen sujeto.
Una existencia más valiosa de lo que él mismo cree.



¨°*°*°*°¨

ALBANIA

    Niña Albania, ¿está segura?
    ¡Ay, que sí, Nunita! Si la tía Morgana dice que son productos confiables, entonces no tengo por qué preocuparme.
Había abierto ya todos los obsequios que me habían llegado por la mañana. Tuve un desayuno de lo más delicioso con el abuelo y con todos en casa; y me emocioné muchísimo cuando Joan apareció por la puerta, algo agotado pero tan sonriente como siempre, porque ya me habían advertido que a lo mejor no podría venir por sus clases en la universidad (Corín me lo había restregado tantas veces en la cara que ya estaba resignada a no verlo). Pero al final sí había venido: acababa de llegar en el último tren que partió ayer de Libiak. Me lanzó su típico ataque del “mosquito molestoso” sobre las mejillas y me respondió que jamás se perdería ni un cumpleaños mío.
Más tarde el tío David junto a su esposa, Gisell, Corín y Tamaya, también llegaron a la casa. Me entregaron unos obsequios de lo más preciosos (tuve que sonreír forzosamente porque la presencia de Corín y su madre siempre me pone de mal humor por muy cumpleaños mío que sea), y después subí con Nunita a mi habitación porque ya iba a dar el mediodía y debía prepararme.
¡Este año he recibido cosas de lo más encantadoras! Joan me había traído un telescopio, parecido al que le habían comprado hace poco para el curso electivo de Astronomía que estaba llevando en la universidad, y juró que me enseñaría a usarlo para ver todas las hermosas cosas que deambulaban sobre nosotros, en el cielo. Mis otros regalos iban entre vestidos, muñecas y, para mi sorpresa, también me llegaron joyas. Me extrañó muchísimo que ser considerada “una señorita” implicara que llegaran más joyas a modo de obsequio. La verdad no sé si sea lo mío usar pulseras y relicarios de oro y plata, pero con tantas que me han llegado supongo que podría hasta empezar mi primera colección.
Nunita me entregó un precioso diario encuadernado en material rosa pálido: las hojas eran muy suaves, olían a canela y tenían ilustraciones de diferentes tipos de flor. Y hasta el señor Zuá, que estaba de gira con su espectáculo circense al otro lado del mundo, había tenido el grandioso detalle de enviarme una casita de muñecas en miniatura. Sé que todo este asunto de cumplir trece años me hace pensar que ya no debo jugar con cosas de niñas, ¡pero la casita estaba tan hermosa, y era tan pequeña pero muy bien elaborada!, que casi me pongo a reír a carcajadas por el gesto enfurruñado de Corín que evidentemente ya estaba pensando en pedir una igual a la mía.
Y si el señor Zuá se había coronado como uno de los mejores escogiendo regalos…
…el abuelo oficialmente ya había batido todos los récords del mundo.
»— Feliz cumpleaños, mi “ya no tan” pequeña damita — me dijo sonriente, y entre Sorel y Nereo trajeron una caja de madera algo grande, casi un poco más grande que yo.
La abrí y ahogué un grito de la emoción porque era la primera vez que veía una tan grande: ¡era una caja musical! Pero no como la de los joyeros, sino una casi de mi tamaño. Al abrirla, me encontré con la bonita pintura de un paisaje al atardecer en la parte posterior de la tapa, y al fondo de la caja reposaba una especie de circunferencia de metal con una manivela conectada por uno de los lados. No entendía muy bien cómo funcionaba hasta que el abuelo abrió un compartimiento más de la caja (un pequeño cajoncito bajo ella) y sacó un disco de metal que tenía algunos agujeros pequeñitos por aquí y por allá.
»— Es uno de los últimos modelos, pero solo viene con sesenta láminas — tomó el disco metálico y lo encajó en la circunferencia al fondo de la caja —. Me dijeron que dentro de poco sacarán más temas, así que podemos ampliar la colección.
»— ¿Eh?
Observé cuidadosamente cómo el abuelo maniobró con la manivela de al lado y la hizo girar varias veces, como dándole cuerda…
…y cuando la soltó, el disco de metal empezó a girar y a emitir una canción que sonaba como un piano extremadamente dulce.
»— Bien, como todos los años, parece que has vuelto a ganar, abuelo. Está tan contenta que ya olvidó los otros obsequios — comentó Joan divertido, después de que lancé un grito que provocó que todos rieran (menos Nuna que me reprendió con la mirada, y Gisell, Corín y Tamaya que como siempre, traían mala cara).
Tomé otro disco y lo puse para probar. Le di varias vueltas a la manivela y comprobé que de acuerdo a la velocidad que le ponías a la cuerda, de esa misma manera la melodía salía o más rápida o más lenta.
»— ¡Gracias, abuelo! — chillé de la emoción y lo llené de besos.
El abuelo sabe cuánto me gusta la música: ¡había sido el mejor obsequio!
Alexia me había enviado varias cosas: un tomo más de mi colección de libros sobre hadas y un espectacular vestido de seda y encaje con un diseño muy bonito. También un par de zapatillas color marfil, con cintas largas que se anudaban hasta un poco más arriba del tobillo. Me parecieron los zapatos más hermosos que había visto, que decidí usarlos con mi disfraz de hada en vez de los que yo había escogido con Nunita hace un par de semanas.
El regalo de la tía Morgana llegó con una carta de varias páginas que iba a releer completa por la noche: se me abrieron los ojos de par en par cuando Nereo y dos empleados más trajeron en brazos un baúl mediano, con bonitos tallados y de color marrón oscuro.
»— ¿Qué es eso? — preguntó Corín interesada. Abrí rápidamente el sobre de la tía Morgana y la primera línea que leí fue:

Para abrir sola en tu habitación, princesa

Me acerqué discretamente al baúl y le dije al abuelo que lo abriría más tarde porque la linda Bejle ya había anunciado el almuerzo. Me costó muchísimo trabajo concentrarme en masticar cada bocado de la ensalada y del guiso; y cuando todos terminamos y el tío David dijo que regresarían a las tres, para mi fiesta, pude por fin correr a mi habitación para ver qué cosa me había enviado la tía Morgana. Estaba tan emocionada que ni me comí el postre.

Este baúl contiene algunas de las cosas más fascinantes que he ido descubriendo en el último viaje que estoy llevando a cabo, princesa. Cada lugar por el que he pasado ha dejado tantos sentimientos maravillosos en mí, que la única forma de transmitírtelos de la manera más adecuada sería trayéndote para que los veas por ti misma. Nueva Ihara y su capital, Farah, es uno de los lugares más hermosos que he visto en toda mi vida. No estoy segura de si ya conozcas Lavehda, pero varios de los pobladores y comerciantes que lo habitan, provienen de este país (aunque conociendo a Nuna lo más probable es que ni siquiera hayas pisado el lugar: en cuanto puedas, ¡hazlo, preciosa!)

No pude acabar de leer la carta completa porque oí a Nunita llamando a la puerta. Le di una hojeada veloz y la doblé rápidamente.
Quiero a Nunita con toda mi alma, pero también sé que a ella la tía Morgana no le simpatiza tanto como a mí; así que para evitarle disgustos solía leer a solas las cartas que me enviaba.
Solo alcancé a leer un párrafo pequeñito antes de guardarla bajo mis sábanas:

Todos los productos tienen sus instrucciones de uso (le pedí a un par de amigos comerciantes que te detallaran muy bien cómo se emplean) y son confiables. Yo misma los he probado.

Como era obvio, Nunita miró con algo de desconfianza mi obsequio. Cuando destapé el baúl, me sentí como los piratas de mis libros encontrando magníficos tesoros porque todo lo que había adentro ¡era hermoso! Objetos brillantes, largos, pequeños; botellitas de todos los tamaños y pañuelos de seda. Peinetas, tarjetas con dibujos preciosos, estampillas, joyería, libros pequeñitos y miles de potecitos de plata como el que yo había comprado en Lavehda.
¡Me muero de la felicidad! ¡La tía Morgana es la mejor!
Estaba inspeccionando, entusiasmada, cada misteriosa cajita, cofrecito o botella que encontraba; hasta que Nunita me dijo que debía empezar a prepararme ya si quería estar lista para las cinco.
Iba a cerrar el baúl pero un par de botellas alargadas me llamaron muchísimo la atención: junto a ellas había un papel enrollado a modo de pergamino. Lo abrí velozmente y después de leerlo sentí que el corazón me palpitó de la emoción.
»— ¿Qué cosa es eso, niña Albania? — me preguntó Nunita desconcertada.
Me puse de pie, decidida:
»— Nunita, ¡voy a colorear mi cabello!
Por poco y se desmaya.
»— ¡¿Que usted qué?!
Y bueno, todo eso había sido aproximadamente hace dos horas. Nunita protestó, me dijo que no, se puso muy recelosa, pero finalmente aceptó cuando le leí las instrucciones en voz alta y comprendió que el efecto se pasaba con agua. No quedaría de por vida con los mechones rosa y verde agua que planeaba hacerme en las puntas para complementar mi estupendo disfraz de hada.
    La señora Morgana cada vez me la pone más loca — me dijo mientras me enjuagaba las puntas en la tina de porcelana que había traído para que yo pudiera estar cómodamente sentada sobre el sofá de mi habitación—. No quiero ni pensar qué cosas más traerá adentro ese baúl infernal.
    No digas eso, Nunita. La tía Morgana siempre tiene buenas ideas —respondí. Una gotita de agua salpicó hasta la toalla que tenía sobre los hombros: me removí entusiasmada cuando alcancé a ver la pequeña mancha rosa que se formó.
    Por todos los santos, no sé qué haré si al final esta bendita cosa no se quita. Ay, Dios, ¡cómo se me ocurrió hacerle caso, niña! — se me escapó la risa tonta al escucharla tan acongojada—. No se ría, niña Albania.
    Ay, Nunita. Si la tía Morgana dice que debo confiar en lo que me ha enviado, entonces no hay problema.
Aguardé en silencio y un par de minutos después ya tenía el cabello completamente enjuagado. Aproveché para secármelo mientras Nunita traía las pinzas y el pequeño hornito para calentarlas y ayudarme con las ondas.
    Lo bueno es que vamos a trabajar poco porque usted ya tiene el pelito ondeado. Solo hay que esperar un rato a que le sequen las puntas e iniciamos.
No me atrevía a verme al espejo mientras Nunita iba arreglándome el cabello. Jugueteé un poco con uno de los guardapelos que me había enviado uno de los socios del abuelo, y poco a poco empecé a escuchar un par de voces por el jardín. Al principio eran unas pocas pero a medida que pasaba el tiempo aumentaban.
Nunita se acercó al balcón y dio una palmada, sorprendida:
    ¿Qué pasó?
    ¡Válgame Dios! Tal y como le dije, está llegando muchísima gente, niña.
Le dije que probablemente serían colegas del abuelo.
    En realidad estoy viendo a muchos niños de su edad, pequeña diablilla.
¿Eh?
Vaya, qué extraño. Es decir…siendo sinceras, la verdad es que yo no tengo muchos amigos que digamos, así que no sé de dónde podría haber salido tanta gente como dice Nunita
    Niña Albania, creo que usted misma aún no lo comprende.
Me ayudó a ponerme de pie y me pidió que elevara los brazos, ya para ponerme el vestido de mi disfraz.
    ¿Qué cosa no comprendo, Nunita? — pregunté con curiosidad. Cerró los broches del corsé que tenía el vestido y después me acomodó parte del cabello: una onda cayó junto a mi mejilla. Comprobé, encantada, que parte del marrón tenía un rosa suave.
    Hay personas que la ven, niña; que la contemplan sin necesidad de haber charlado con usted. Si supiera a cuántos he pillado observándola en las reuniones a las que la lleva su abuelo — ¿eh?
Me tomó por los hombros y me empujó juguetonamente hasta el espejo que tenía al otro lado. Solté una carcajada cuando me dio miles de besos en una mejilla y después me sonrió a través del reflejo.
    Mi niña Albania, usted es una mujercita hermosa. Muy, muy hermosa.
¿Qué…?
Me encontré conmigo misma frente al espejo: tal vez fue algo tonto pero los ojos se me abrieron violentamente.
¿Quién era ella?
Había una joven parada frente a mí, con algunas ondas de traviesos colores cayéndole por los hombros y algunas flores sobre el moñito desordenado. Tenía los hombros desnudos y una falda vaporosa, cayendo como una nube sobre sus piernas.
    ¡Pero si usted misma se ha quedado sin habla! Ay, mi niña preciosa, ¡cualquiera que la vea el día de hoy va a confirmar lo hermosa que se está poniendo! ¡Todos van a querer llamar su atención!
El corazón me palpitó con fuerza en medio del abrazo de Nunita. Cualquiera que me vea el día de hoy….
Su nombre empezó a resonar con fuerza; sentí un agujero enorme en el abdomen.
Aniel, Aniel, Aniel, Aniel…
Mi Aniel…
Por favor, mírame. Por hoy mírame y confirma lo hermosa que me veo. Lo bella, lo bonita, lo hermosa que me estoy poniendo…
Solo por ti.
Solo para ti.

¨°*°*°*°¨

NHYNA

    Ya te dije que es un tema privado — me dijo. Puse los ojos en blanco—. Es una situación muy especial, nena. Deja de romperte la cabeza pensando en esas cosas y ya cambia esa cara. Eres muy guapa como para estar ocupándote de esas tonterías.
    ¿Tonterías? — repetí. Evidentemente el muy imbécil no me había estado prestando atención —. Berith, creo que no me he dejado entender: te digo que esa mocosa lanzó un salmo de sueño, ¡un salmo de sueño a un ángel!, ¿sabes lo que significa eso? ¡Esa chiquilla no es human…! 
    Shhh, shh, no pongas ese horrible gesto en un rostro tan bello — me sermoneó y me golpeó suavemente los labios con uno de sus dedos.
Me removí, enfadada:
    Deja de tratarme como si fuera una idiota — le advertí.
    Nhyna, cariño, lo único que estoy tratando de decirte es que le estás dando muchas vueltas a algo que no tendría por qué complicarte la existencia. ¿Y qué si la niña convocó un salmo de sueño? ¿Y qué si su estúpido custodio terminó cayendo en él? — sacó un cigarrillo de su chaqueta y lo encendió con la punta de sus dedos —. A lo mejor la niña es uno de los primeros humanos, y es por eso que le han otorgado unos custodios tan peculiares como tu querido Aniel y su hermanito el refunfuñón Nanael.
    Nunca he sabido de algún primer humano que tuviera esos privilegios — señalé seriamente.
    Y es ahí en donde empezamos a parecernos a los odiosos humanos: no seas tan curiosa, cariño. Mírate, estás dándole vueltas a un asunto que tal vez nunca entenderás…
    El que parece no tomarse nada en serio eres tú. Te estoy diciendo que podríamos estar frente a una situación de cuidado y me sales con que no debería tomarle importancia.
Me lanzó una profunda mirada de introspección, y después rompió a reír:
    ¡Mira que eres cínica, preciosa! — ¿ah sí? Cerré los puños, dispuesta a arrojarlo lejos de mi morada, pero me sonrió burlonamente—: Tú no estás dándole vueltas a ese asunto del salmo de sueño porque la naturaleza de la niña te inquiete — ¿qué?—. Lo que a ti te ha dejado intranquila es pensar que puede haber alguien que se te “adelante”  con el ángel que tanto te ha atraído. Estás, lo que yo llamaría, como una fiera a la que están por comérsele la presa.
    ¡¿Qué cosa?!
¡Pero qué se ha creído…!
    Y no me vengas con escenas ridículas de demonio indignada, porque ambos sabemos que es eso — se estiró cómodamente sobre el sofá y expulsó algo de humo—. A ti podría darte lo mismo si esa niña fuera uno de los primeros humanos, un demonio, un ángel, hasta un aliter, mientras no se atreva a tocar lo que ya has marcado — tomé el jarrón que tenía más próximo y se lo aventé con furia. Lo detuvo a unos centímetros de su rostro y después lo envió de vuelta: se estrelló contra la pared de atrás—. Es increíble lo competitivas que pueden resultar las hembras de todas las especies habidas.
    No digas tonterías.
¿Competitiva? Yo no tendría por qué sentirme amenazada por esa niñata. Ni siquiera tenía el cuerpo de una mujer, ¿cómo podría tomarla en serio?
    Sí, pero por si lo has olvidado, esa “niñata”, como tú la llamas, está creciendo — la última bocanada de humo que expulsó adquirió la curiosa forma de una niña. Me sonrió cuando la figura en humo se retorció y adquirió formas más sinuosas —. La he visto de lejos: es hermosa. Esa niña es hermosa, Nhyna; imagínate lo bella que será cuando se convierta en mujer. Y parece tener cierta debilidad por ese ángel, Aniel— paseó la lengua por sus labios, lascivamente—. Si yo fuera él, no desaprovecharía la oportunidad de follármela de todas las formas posibles. Inclusive ahora que es una niña yo ya la estrenarí …
¡CRASH!
Traté de relajar la tensión que sentía en la garganta. Por lo visto los cristales de mi ventana se habían roto a causa de mi enojo.
Berith elevó una ceja y volvió a reír, extremadamente animado:
    Pero si me dejaras ver tu futuro… a lo mejor podría darte más detalles de lo poco que, te dije, había visto — me puse de pie, ya sabiéndome de memoria todo ese rollo.
»—Hasta para mí ha resultado asombroso. Ver que un ángel de su rango termine enamorándose de una demonio no es noticia de todos los días.
A veces fingía que no recordaba lo que me dijo cuando nos conocimos, pero la verdad era que sí. Cada una de las palabras que pronunció estaban muy grabadas en mis recuerdos.
Y también estaba eso de “si fuera tú, escogería al pelirrojo”.
Ya he hablado de esto con Valak, y él suele decirme siempre lo mismo: “Nhyna, Berith es demasiado conocido entre los nuestros por sus embustes. No caigas: no seas tan jodidamente ingenua, por favor”.
Sí, tiene razón.
    ¿Nena?
    Berith, no quiero saber nada de mi futuro así que pierdes tu tiempo ofreciendo tratos que no voy a aceptar nunca.
    Nunca digas nunca, preciosa. “Nunca” también tiene un tiempo de caducidad, como todo en el mundo.
    ¿Y cómo vas con lo tuyo? — lancé para cambiar de tema—. ¿Qué hay sobre esa cosa de la Origina…?
¡PAF!
Me quedé estática cuando su velocidad superó enormemente la mía, y se abalanzó sobre mí solo para cubrirme la boca.
¿Qué…? ¡¿Pero qué le pasa?!
Traté de quitármelo de encima pero la presión sobre mis labios se hizo más férrea.
    No sé de qué me hablas, preciosa — el tono me alteró: sonaba risueño pero a la vez siniestro—. ¿Qué cosa es la Original? ¿Tú lo sabes?
¡Pero si él…! ¡Él siempre hablaba de ella!
    ¡Hmmp! — me removí bruscamente sobre el sofá pero solo conseguí que intensificara el agarre; que la sonrisa se le hiciera más amplia.
    ¿Puedes decirme qué cosa es la Original, preciosa? — exigió con más rudeza; le clavé las uñas en el brazo pero ni así retrocedió —. ¿De qué estabas hablando? ¿Acaso yo he mencionado algo sobre ella?
    ¡Hmmp! ¡HMMP!
¡Que me suelte! ¡Está empezando a faltarme el aire!
Lo miré persistentemente: los ojos se le habían puesto escarlata, la voz risueña más violenta.
Intimidación
Por un instante sentí miedo: temí por mi integridad, deseé no estar a solas con él.
    ¿Alguna vez me has oído hablar de ella? — exigió adustamente, y entonces negué con la cabeza, repleta de humillación.
Los ojos se le apagaron.
    Bien — anunció campante. Su mano dejó mi boca y después me sonrió—. ¿Qué pasó? ¿Por qué me miras así?
Este demonio…
    Déjame sola — pedí tensa: aún sentía la presión de sus dedos sobre mi rostro. Me miró con curiosidad—. ¡QUE TE LARGUES!
    Oh, vamos, cariño; ha sido una pequeña broma. No creerás que en serio iba a ahogarte, ¿o sí?
¡¿Broma?!
    ¡Y UNA MIERDA, LÁRGATE! — proferí colérica. Me ofreció un cigarrillo y eso fue más de lo que pude tolerar—. ¡FUERA! ¡FUERA, BERITH!
    Oh, Nhyna, no te pongas así.
    ¿Que no me ponga así? ¡¿Acaso crees que puedes venir a mi propia morada y tratar de apabullarme?! También soy un demonio, Berith, así que todas las artimañas que conoces también las conozco yo.
    No quise asustarte, solo estaba jugando un poco — se excusó tontamente.
    Detesto que jueguen conmigo— pronuncié y por si acaso invoqué un martirio de defensa alrededor de mí. La verdad es que soy pésima con todas esas cosas de invocaciones pero no tenía otra salida—. Y si no quieres que se toque el tema ese de la Original — la sonrisa se le borró—, pídemelo “sin amenazas”.
    Ya te dije que estaba bromeando — señaló muy serio.
    Pues fuiste demasiado lejos.
Trató de acercarse a mí pero estúpidamente, malditamente, retrocedí.
Me miró y se le dibujó una sonrisa siniestra en los labios:
    ¿Un demonio temiendo a otro demonio? Pero si somos colegas, preciosa...
    Te dije que te fueras.
Dio un paso más y nuevamente retrocedí. Su risa me humilló aún más.
    Pensé que eras más difícil de amedrentar, Nhyna. Y con respecto a la Original, te voy a pedir que no vuelvas a tocar ese tema porque uno no debe hablar de cosas que no comprende.
    Tú eras el imbécil que no dejaba de parlotear sobre ella. No es mi problema que tengas frustraciones contigo mismo.
Valak solía mirarlo con recelo siempre que la mencionaba de la nada y después no entregaba ninguna explicación al respecto.
    Bueno, digamos que ya superé esa etapa y prefiero olvidarla. No vuelvas a mencionarla, ¿de acuerdo? Y que todo siga igual entre nosotros.
Sonará estúpido, lo sé, pero hasta ahora nunca me había puesto a pensar en las palabras de Valak. Él siempre ha repetido que Berith le daba muy mala espina; yo, por mi lado, la verdad nunca sentí algo así.
Pero ahora… después de lo anterior, por muy broma que haya sido, una especie de alerta se había expandido por todo mi ser.
    ¿Nena?
    Vete, Berith — pedí, tratando de sonar indiferente—. Tengo cosas que hacer.
    ¿Cómo qué? ¿Pensar en el famoso Aniel follándose a su custodiada? — comprobé con horror que volvió a instalarse en el sofá: no planea irse—. ¿En serio mi trato no te parece nada atractivo? Tienes un futuro muy interesante, preciosa. Sería terrible que te lo arrebate una niña de trece año…
    ¡QUE TE LARGUES! — exploté harta, y en ese momento el horrible reptil sobre el que iba Valak apareció entre ambos. Giró y lanzó un gruñido, como apoyando mis palabras.
    ¿Qué significa esto? — se puso de pie y me miró, fingiendo dolor —. ¿En serio estás echándome?
    Berith, no estoy de humor así que retírate.
¡HAAAARR!
El lagarto ese volvió a gruñir. Los cuernos de su larga cola se irguieron, en modo ataque.
    No puedo creer que hayas llamado a la mascota del idiota de Valak — Manu soltó un gruñido, más irritado—. Bueno, supongo que tendré que retirarme. Por el Todo, qué delicada me has resultado, Nhyna — se acomodó el sombrero y dejó caer el cigarrillo que aún llevaba consigo —. Hembras: todas igual de locas — resopló aburrido y para mi tranquilidad desapareció.
No pude más y me dejé caer sobre el sofá, algo trémula.
¿Qué acaba de pasar? Nunca había sentido miedo. Berith ha sobrepasado mis límites: ¡nunca le he temido a nadie! ¿Quién se ha creído para…?
Bajé la mirada porque el reptil estaba tirando de mi vestido con su desagradable boca.
    ¿Y ahora a ti qué te pasa?— yo ni siquiera lo había invocado como Berith había sugerido—. ¡¿Qué sucede contigo, criatura horrible?! — exclamé cuando tiró tanto que la falda se me rasgó un poco.
Se puso de dos patas y trató de acercarse demasiado a mi rostro. Por un momento pensé que iba a darme de lengüetazos como hacía con el idiota de Valak, pero cuando ya no pude encogerme más me topé directamente con los ojos amarillentos.
¿Mmm?
Me quedé en silencio porque era la primera vez que observaba directamente a esta criatura. Las escamas de su rostro lo hacían verse intimidante, pero sus ojos parpadeaban tan insistentemente que por un momento sentí algo extraño.
Un nudo… un nudo en la garganta.
Ternura.
Esta criatura es enorme, tiene zarpas que matarían con facilidad y colmillos que acobardarían a cualquiera; pero… pero en realidad es muy dócil.
Y está algo preocupado.
    ¿Qué sucede?
Me miró fijamente, elevó la cabeza y soltó un gruñido lastimero.
¡Haaaauurrr!
¿Valak?
    ¿Es Valak? ¿Qué pasó? ¿Está en problemas? — parpadeó, como asintiendo, y después se bajó lentamente de mí. Volvió a morder la falda de mi vestido y tiró de mí con suavidad.
Cerré los ojos y decidí transportarnos a ambos, a dónde quisiera que llegáramos.
¡POOM POOM! ¡POOM POOM!
Elevé la mirada ante el enorme estruendo de las campanas y me encontré con el interior de una cúpula muy alta. Observe alrededor para dar con los vitrales de colores y las imágenes en mármol. Todo estaría a oscuras si no fuera por las lámparas de gas instaladas en hilera en todas las paredes. El altar mayor estaba repleto de velas encendidas.
¿Qué rayos haría Valak aquí, en una iglesia por la noche, al otro lado del mundo? 
Sentí un par de huellas: así era como reconocíamos que un demonio ya había pisado un lugar. Parece que por aquí han pasado varios de los míos de visita. A lo mejor porque en cierto modo el lugar transmite una especie de paz.
Manu se deslizó lentamente por uno de los costados: el lugar parecía estar vacío. Lo seguí y terminé subiendo por unas escalinatas en forma de caracol, rumbo a lo que parecía ser el campanario. A medida que avanzábamos me parecía escuchar algo semejante a notas musicales. Tenían un peculiar sonido: parecían como golpeteos suaves sobre cristal. Me pareció algo conocida.
Llegamos hasta una puerta. El lagarto se puso de dos patas y la empujó; entramos y entonces lo vi.
Otra vez…
Sentado frente a la inmensidad de la tarde, con las piernas colgando al vacío, una botella casi vacía y con un martirio de armonía revoloteando sobre su cabeza…ahí estaba Valak. Las notas musicales que había oído eran producidas por el martirio que había invocado: sonaban a tristeza y a infancia. Manu avanzó hasta meterse por debajo de su brazo y tratar de lamer su rostro.
Me quedé observándolo en silencio; viéndolo reír de esa forma tan traviesa con la que solo los niños y los ebrios ríen. Se pasó el dorso de la mano por los ojos y volvió a juguetear con sus pies, moviéndolos de adelante hacia atrás; como un niño columpiándose tranquilamente.
¿Y ahora qué ha pasado?
    Valak…
Se sobresaltó un poco y después giró. La enorme sonrisa en medio del rostro decaído me golpeó con violencia.
    ¡Nhyna! ¡Pero qué coincidencia! ¿Tú también… quisiste venir a ver la noche?— se puso de pie con algo de dificultad: sí, estaba ebrio —. Lirau me encanta pero… Frantzon es otra…cosa.
    ¿Qué haces bebiendo de ese modo? — le reproché.
Manu se puso de dos patas y le lamió la mano.
    Hoy… es el Zahir… y quise… ¡celebrar un poquito! — me acerqué y lo atrapé antes de que se diera de bruces contra el suelo—. Pero… creo que últimamente…ya no soy tan resistente con la bebida —agregó divertido.
    Si buscabas celebrar el Zahir hubieras podido escoger una melodía menos deprimente que ésta, ¿no crees? — apunté con burla. Pero los ojos, tan parecidos a los míos, se entrecerraron y una sonrisa triste le surcó el rostro.
No…
    Ésta es…la canción que sonaba aquella vez… — traté de no prestarle atención pero la sinceridad de su voz me hacía oírlo como a todo volumen—. La vi sentada sola, sus padres charlaban con algunos amigos... ¿Te acuerdas, Nhyna? Ni bien la vi quise acercarme a ella, y tú te pusiste tan malgeniada, diciendo que no le encontrabas el atractivo que yo decía ver.
    Valak, vámonos a casa — pedí sin hacerle caso. Por eso esa melodía me sonaba tan conocida.
    Esta canción se convirtió en “nuestra” canción—traté de transportarnos a casa pero me lo impidió.
    Valak, basta.
Pensar en la vida que tuvo con la humana idiota no era sano. ¡¿Cuántas veces debía repetírselo?!
    ¿Sabes qué fue lo que más me dolió, Nhyna? — el aroma a licor y a lágrimas me consternó—. Me dolió verla irse… y yo no poder irme con ella.
Tuve un fugaz recuerdo de aquellas épocas: solía verlo menos seguido porque decidió entregarse a lo que sería una fingida vida humana. A veces pasaba a verlo y me sorprendía encontrarlo con arrugas y pelos blancos: nunca entendí que de bueno había en cambiar de apariencia por una más longeva. Su forma original era la de un joven atractivo, atlético; pero no, él prefería verse como un anciano inútil solo porque la que era su esposa sí envejecía con el paso de los años.
    Si tan solo hubiera renunciado a mi título…
    Valak, ya fue suficiente. Como demonio o como errante, ¡la humana igual iba a olvidarte!
El reptil me lanzó un gruñido.
    El ser demonio completo impedía que pasara demasiado tiempo a su lado porque era nocivo para ella. ¡Los pactos, las tropas, las legiones a mi mando…!— trató de alejarse de mí, ofendido, pero estuvo a punto de caerse así que volví a atraparlo por la cintura—. ¡¿Sabes todo lo que sentía cada vez que la tocaba?! ¡Temía matarla, asustarla! ¡Porque a veces una caricia provocaba que ella viera todo lo que había en mi interior! — preferí ignorarlo, pero elevó más la voz, completamente descontrolado—. ¡Como errante no hubiera sido así! Como errante hubiera podido vincularme más a ella y a lo mejor no me habría olvidado. ¡Como errante tal vez y hasta podríamos haber tenido un hijo! ¡El infeliz de su marido no lo merece…! ¡No con ella! ¡NO!
No necesitó decirme más: ya lo comprendí.
Otra vez el asunto de la humana embarazada.
    ¡Ni demonios, ni ángeles, ni caídos, ni errantes pueden procrear, Valak!—proferí—. ¡Maldita sea, estoy harta de repetírtelo!
    ¡El aliter que conocimos me dijo que…!
¡PAAF!
    ¡Y una mierda! ¡Los aliters nunca son plenamente certeros, Valak! — exclamé cansada. Manu me mordió el vestido, con intenciones de ayudar a su amo después de la bofetada que le propiné—. ¡No puedes creer en las palabras de Zamai, Valak, por favor! —hacía tantas décadas de aquello: ¡¿hasta cuándo…?!—. Tú y yo sabemos perfectamente que los aliters a veces divagan y dicen que cosas que “creen” ciertas pero que no lo son. Ya basta, Valak, por favor. ¡Ya basta!
Los ojos de niño me llegaron a lo más profundo. Detesto sentir esto, esta especie de vacío en el pecho, pero siempre me sucedía cuando se trataba de Valak. Siempre.
    Ya no sufras por esa humana…
mi estúpido y pequeño hermanito.
    Yo solo…hubiera querido que me recordara aunque sea una vez, Nhyna. Si sus ojos me hubieran dado una pista… ¡si hubiera podido encontrar un mínimo vestigio! yo podría pasarlo mejor. Esperar su siguiente vida con más…ánimos — y nuevamente pasó: rompió a llorar. Ebrio, deprimido y completamente patético.
Y otra vez lo hice: le brindé mi hombro para que llorara todo lo que quisiera. No aguanto expresiones de tristeza de esta magnitud, pero con Valak a veces me sorprendo yo misma.
“Los demonios no lloramos; por cada lágrima se pierden tropas”, es un conocido refrán entre los nuestros. Dicen que los demonios no lloramos, pero sí, lo hacemos, solo que es extremadamente raro ver a uno hacerlo: esos sentimientos no van con nosotros, solo nos hacen ver débiles. No creo que el refrán haya sido construido en base a una premisa real, porque de tanto que he visto llorar a Valak, ya no le quedarían tropas.
    Cada día lo siento eterno… ¿Qué voy a hacer con todo esto, Nhyna? ¿Qué?
    Olvidar, Valak — le respondí desordenándole el cabello—. Olvidar.
Los recuerdos solo provocan eso: que nos estanquemos, que no avancemos.
Que nos pudramos en medio de un pasado que nunca volverá a ser futuro.


¨°*°*°*°¨

LUCA

    ¡¿Has visto el carrito de manzanas bañadas en caramelo?!
    Sí, Luca.
Observé de reojo el jardín por las ventanas mientras papá y mamá saludaban al señor Formerio y casi se me salen los ojos:
    ¡También hay un stand de mago! — chillé tratando de contener la voz. Me asomé un poco más y vi a unos tipos jugando con varias cuchillas—. ¡Y malabaristas!
    Sí, Luca.
¡Por Dios! ¡La fiesta está ambientada como si fuera una feria circense! ¡ESTUPENDO!
    ¡Y hay un puesto de helados, y también…!
    ¡Luca, ya lo sé! ¡Tranquilízate! — me reprochó en voz baja.
    Naum, qué aburrido eres— señalé fastidiado: ¡tantas cosas geniales y él solo ahí, como una estatua del hijo ideal!—. Si sigues con esa actitud de “señorito bien portado” hasta Marion Amira va a huir de ti, y tu grandioso plan de acercarte más a ella terminará fracasando.
    ¡¿Qué?! — desvió la mirada, pensativo, y después me habló más dócilmente—: ¿En serio lo crees? ¿Soy tan aburrido?
Con razón repiten a cada rato que soy el demonio en persona, pero cuando se trata de Naum no hay forma de seguir haciendo maldades. Hasta su voz decaída me produce remordimientos.
    No eres aburrido, Naum, pero…tal vez deberías tomarte las cosas con más humor. No sé…dejar de verte como el hermano Rupert y ser más… ¿jovial?
    Para que me compares con el hermano Rupert, eso significa que realmente soy muy aburrido — sentenció con mala cara.
Bueno, sí: el hermano Rupert era el encargado de la biblioteca en Dominic Pascal y se la pasaba sentado en el mostrador, leyendo tan silenciosamente que a veces nos preguntábamos si estaba vivo o muerto.
    Luca, escúchame atentamente — me dijo papá cuando el señor Formerio salió a recibir a otros invitados—. Ya no tienes nueve años, así que traer con nosotros a Ania para que esté vigilándote hubiera sido poco apropiado — ¿poco apropiado? ¡Hubiera sido humillante! ¡Ningún chico de catorce años lleva a su nana consigo, eso era para las niñas!—. Así que confío plenamente en que sepas guardar prudencia y comportarte como un Liberia lo haría — debo apuntar eso: comprar el manual de “Comportarse como un Liberia lo haría”—. Es la fiesta de la nieta de Alcides, así que pobre de ti que me salgas con alguna sandez porque juro que te quedas por todas las vacaciones en el internado.
Iba a protestar, aludiendo que a Naum nuevamente no le habían dicho nada, pero mamá me tomó por las mejillas.
    Cariño…
    No sé por qué piensan que soy una especie de calamidad que va arrasando con todo a su camino.
    Es porque lo eres — lanzó papá sin dejar de sonreírle a un colega que lo saludó desde la otra esquina—. Luca, solo quédate junto a tu hermano. No es muy difícil de entender, ¿de acuerdo? — fruncí el ceño: ya, genial, así que Naum ahora ya no es mi gemelo sino mi “nano”—. No quiero ningún pastel flotando en la alberca, ¿me has entendido? Ni nada de ponerte a juguetear con cuanta cosa que haga bulla encuentres.
Asentí malhumorado y lo vi alejarse con mamá de su brazo.
Qué injusticia. Esa vez ni siquiera fue mi culpa: la boba de Anastasia se tropezó y yo solo traté de salvarla. Si no empujaba esa mesa hubiera terminado cayendo encima de su propio pastel. Aunque ahora que lo pienso tal vez hubiera sido mejor eso. Así la gente no recordaría que “el menor de los gemelos Liberia, había terminado lanzando el pastel de cumpleaños de su pobre prima a la alberca”.
    ¡LIBERIA!
¡POM!
¡Ouch!
Mi cabeza impactó contra la de Naum: reconocí el saludo de inmediato.
Era Kim Massud, el chico con el que compartíamos habitación en Dominic Pascal y que siempre se presentaba tomándonos a Naum y a mí por la nuca para después colisionar nuestras cabezas.
    Kim — advirtió su padre, igual que el mío, y después se perdió por el otro pasillo.
Cuando Naum y yo retornamos a clases y anunciamos que teníamos varias invitaciones para ingresar a la fiesta de cumpleaños de la princesa Formerio, varios se apuntaron sin dudarlo. Inclusive aquellos que no la conocían.
Kim era uno de ellos.
    ¿En serio lograste venir? — le pregunté—. Tu padre ni siquiera conoce al señor Formerio. ¿Cómo te aceptó venir desde Libiak?
    Mis tíos viven aquí, en Lirau, así que fue sencillo pedirle a mi padre que me trajera con él. Ni bien oyó “Formerio” su instinto devorador salió a toda vista — Naum reprobó el comentario negando con la cabeza; Kim sonrió—: Oh, vamos, no te hagas, Naum. Todos sabemos que si hay posibilidades de alianzas financieras, cualquier cumpleaños entre “niños” es una buena excusa para iniciarlas.
Es verdad, no hay forma de negar eso. Nuestro padre también lo hace, y en cierto modo eso ayudaría a que el asunto de Naum vaya por buen camino porque el doctor Amira es casi un santo para mi madre y un buen partido para mi padre.
 Eso no te lo enseñan directamente en la escuela, pero uno aprende a distinguirlo a medida que pasan los años: papá no solo estaba pidiéndome que me portara bien por el estúpido nombre de la familia, sino porque a lo mejor estaba esperando encontrar a su “perfecta” futura nuera en alguna de estas reuniones.
Y la verdad creo que voy a privarlo de esa satisfacción: nunca me casaría con una chica por simples alianzas. Aunque pensándolo bien, creo que nunca me casaré porque todas las niñas son igual de aburridas.
La princesa Formerio es de esas excepciones que rara vez encuentras; pero por respeto a Tomas ni siquiera se me ocurriría verla de otra manera. Desde que lo conozco, solo habla de ella: después de todo, él es más cercano a su familia y suele contemplarla en varias reuniones a las que asiste con su abuelo.
    ¿Y de qué se supone que estás disfrazado? — le preguntó a Naum—. A ti sí te ubico porque si no me equivoco eres un pirata.
Yo sabía que el parche en el ojo valía la pena; por mucho que papá no quisiera que lo llevara.
Iba a traer conmigo la espada del bisabuelo pero mamá casi se muere cuando me encontró tratando de sacarla del mostrador de la biblioteca.
    ¿Y  tú eres…? — añadí sin saber si reírme o no por el falso bigote y la toga extraña.
    ¡Soy el hermano Casimiro! — ahhh… —. Iba a traerme la biblia conmigo pero papá casi me castiga por todo el año.
    Bueno, Naum va de… — volteé a verlo y suspiré—: Naum va de Naum.
No había querido ponerse ningún atuendo porque decía que quería ir impecable a la fiesta. Aunque creo que el asunto en realidad fue que no se le ocurrió de qué más venir.
    Así que si vinieron — oímos desde atrás. No, señor…
Mi prima favorita.
    Tal vez si fueras más cortés ella no insistiría en seguirnos a todos lados — me dijo Naum después de los casi cuarenta minutos que nos la pasamos yendo de aquí para allá, tratando de quitárnosla de encima. Kim estaba de lo más contento por la zona de los malabaristas: se había encontrado con Jude Itamar, otro compañero nuestro, y decidió dejarnos con el suplico llamado Anastasia Liwen.
    Esta fiesta parece una horrible feria — comentó con el ridículo disfraz de princesa que se había puesto—. Todos los invitados corretean por todos lados, como animales salvajes.
    Anastasia, qué te parece si para evitar verte como uno de “esos animales salvajes”, ¿vas a sentarte junto a mi tía? Va, ¿qué dices? —sugerí esperanzado.
    Digo que no, porque mi madre está charlando con la señora Leda, y una señorita debe saber cuándo es bien recibida y cuándo no.
A lo lejos distinguí a Marion Amira que acababa de llegar con su bonito disfraz de ángel, saliendo por las puertas de cristal rumbo hacia aquí, el jardín. Naum se puso de pie como si tuviera un resorte adherido al cuerpo.
    ¡No! ¡Ni se te ocurra dejarme con la loca de Anastasia! — advertí atrapándolo por la muñeca y con la boca fruncida.
    ¡Pero…!
    Si los señores Leda están aquí y son tan buenos amigos del señor Formerio, ¿por qué su amigo Marcus no ha venido? — preguntó Anastasia fisgonamente.
Bueno, Marcus en primer lugar no vive aquí como sus abuelos, vive en Libiak; y además no se mostró nada interesado en venir  porque no conocía personalmente a la nieta de los Formerio.
Marion Amira observó alrededor, tal vez buscando a quien acercarse; con su nana junto a ella.
    ¡Naum, no! ¡O me llevas o no vas! — repliqué en bajito cuando trató de avanzar y dejarme.
    Anastasia va a asustarla, debo ir solo.
    ¡Soy tu hermano! ¡Entre el amor y la hermandad, prevalece la hermandad!
    ¿Qué tanto cuchichean entre ustedes, eh? No es de buena educación hablar en susurros — nos increpó con la fastidiosa voz chillona.
    Eh…pues… — giré, tratando de encontrar a mi tía para pedirle que se llevara a su hija y nos dejara en paz; y gracias a Dios distinguí un rostro conocido pasando junto a nosotros—. ¡Tomas!
Lo siento, amigo.
    ¡¿Eh?! ¡Oh, Luca, Naum! ¡Qué sorpresa, llegaron antes que…!
    ¡Mira! ¿Tú vas de rey y Anastasia va de princesa? ¡Padre e hija! ¡Oh, qué hermoso reencuentro!
    ¿Luca? ¡Luca!
    ¡Ahora volvemos! ¡Vamos por…por un par de manzanas con caramelo!
Aproveché el pánico y prácticamente tomé a Naum del brazo y lo jalé conmigo. Tomas es mi amigo, él va a comprender que si no nos deshacíamos de Anastasia con todo el tacto posible, iba a acusarme con mi padre.
Marion Amira se sobresaltó cuando le pasé la voz elevando un brazo. Observó a su nana y después se acercó, con las bonitas alas blancas y la aureola flotando sobre su cabeza.
    Es tu oportunidad para conversar más con ella, ¡no lo arruines con tu disfraz de Naum! — le susurré. Probablemente sea extraño decirlo, pero cuando él estaba nervioso yo lo sentía sin necesidad de que me lo dijeran y así estuviera a metros lejos.
Marion Amira nos saludó con algo de timidez al llegar a nosotros. Como Naum se quedó mudo de la impresión, no me quedó más que hacerla de intermediario y tratar de lanzar un tema de conversación que le hiciera las cosas más sencillas.
Mencioné lo guapa que estaba con su disfraz; su nana no lo tomó muy bien que digamos, pero ella me sonrió agradecida.
Le lancé un codazo discreto a Naum para que hablara.
    Pu-pu…pues sí. ¡Muy…muy linda, señorita Amira! Nunca he visto un ángel más hermoso ni en las mejores pinturas de…
Bueno, son las palabras más cursis que he oído pero por lo menos ya volvió a hablar.
    Iré a ver a papá, para preguntarle lo de… ¡la tía Minerva! ¡Sí! — le dije a Naum, atrapando lo primero que se me ocurrió para dejarlos solos
Me pareció oír la voz de Marion Amira llamándome cuando me alejé, pero como sonó muy bajita pensé que lo había imaginado. Me acerqué a Jude y a otros compañeros más que también habían venido gracias a las invitaciones que Naum y yo llevamos; y nos perdimos entre los magníficos stands que habían recreado en medio de todo el jardín.
Era la primera vez, en muchos años, que volvía a asistir a un cumpleaños de Albania Formerio. Cuando éramos más pequeños Naum y yo solíamos frecuentarlos. Tomas Gerdau también lo hizo en varias oportunidades; inclusive creo que Marcus Leda una vez asistió al cumpleaños de Corín Formerio cuando solía venir más seguido a visitar a sus abuelos.
La fiesta estaba muy bien organizada: era como si se hubiera pensado exactamente de qué manera evitar que uno se aburriera. El cumpleaños de Anastasia nos tuvo a todos sentados en el salón: en ésta, en cambio, todos podían movilizarse a dónde se les apeteciera. Papá y mamá charlaban muy animados en el interior de la mansión, con varios otros invitados, mientras aquí afuera habían atracciones más divertidas para los que seríamos “los niños”, por decirlo de algún modo. Aunque por la zona de los juegos vi a Joan Formerio, con algunos amigos que había traído consigo, lanzando algunas pelotas a todo ese muro de latas, buscando obtener algunos muñecos de felpa.
Los músicos que estaban situados junto a las puertas que conducían al interior de la mansión detuvieron abruptamente la canción animada que iban tocando. Marion Amira pasó corriendo junto a mí, con una enorme sonrisa.
    ¿Eh? ¿Qué…?
    Parece que ya va a bajar — nos comentó Naum que llegó tranquilamente. Lo vi algo sonriente así que a lo mejor todo había ido bien.
Ingresamos atropelladamente al salón (entre los curiosos como Kim que querían conocer a la princesa Formerio, y los ansiosos que querían ver su disfraz, como Tomas); y los músicos iniciaron una canción muy suave, repleta de violines.
Mi padre nos llamó con la mirada a Naum y a mí. Pensé en rebelarme y quedarme con mis amigos, pero cuando volteé todos habían hecho lo mismo: cada uno estaba situándose junto a sus padres.
Ya qué.
    Hace tiempo que ya no veía este ritual— oí a mamá en voz tan bajita que solo Naum y yo por estar junto a ella pudimos escucharla.
    Alcides es muy devoto de las tradiciones — le respondió mi padre, fascinado—. Su esposa quería hacer esto ni bien la niña llegó a su casa.
Vi a Nuna, la nana de la princesa Formerio, bajar por la enorme escalinata con una vela sobre un plato con agua. Llegó hasta la primera planta y se la pasó al señor Formerio que sonrió.
  ¿Para qué es eso? — pregunté cuando se paró a un lado de la escalinata alfombrada, pero no obtuve respuesta alguna: solo oí una exclamación tratando de ser ahogada entre todos los invitados.
Giré de reojo y me encontré con Anastasia y la otra nieta de los Formerio, Corín, cada una con sus padres, con la boca tan abierta que no pude evitar querer partirme de la risa. Volteé para decirle a Naum que no podía perderse esos gestos tan épicos…
…pero la risa se me paró por completo.
Albania Formerio estaba bajando los escalones, algo nerviosa pero muy sonriente, y con un vestido perlado como una especie de flor invertida. Traía un par de transparentes alas de mariposa y una corona de flores sobre las ondas desordenadas.
Comprobé, sorprendido, que parte de su cabello se veía en tonos rosas y verdes suaves; como una de esas criaturas de las que tanto se hablan en los cuentos.
Pisó el último escalón y apagó la vela que su abuelo le ofreció con un soplido delicado; después lo abrazó y nos observó a todos:
 Gracias a todos por estar aquí; de mi parte y de parte de mi querido abuelo — Alcides Formerio la besó en la frente y sonrió, orgulloso—. Eh, espero…que la estén pasando bien. Lamento haber demorado tanto — lanzó nerviosa, y desde atrás unas fuertes palmadas se dejaron oír: era el señor Traugott, que tomó rápidamente una copa de las varias que algunos empleados iban ofreciendo y la elevó con solemnidad:
 ¡Por Albania Formerio, y sus maravillosas trece primaveras! — brindó y todos respondimos “¡Por Albania Formerio!”. Ella soltó una carcajada, encantada, y después asintió, agradecida.
Quise escaparme al jardín porque todos se estaban acercando a saludarla y demoraríamos en hacerlo, pero papá me atrapó por el brazo y me ordenó que pensara bien qué palabras diría cuando estuviera frente a ella.
Resoplé aburrido en medio de los músicos que nuevamente habían iniciado su faena. Observé de reojo que Marion Amira estrechaba con muchísima ilusión a la princesa Formerio y después reían, muy animadas. Sentí que dieron una mirada en mi dirección que me puso un tanto inquieto.
Es extraño que las niñas lo vean a uno con tanta insistencia.
Kim y su padre aparecieron y las obligaron a volver a adquirir la típica postura repleta de formalismos. El señor Formerio asentía, muy interesado, ante lo que fuera que le estuviera diciendo el señor Massud y en ese lapsus comprobé algo muy extraño.
Mientras Kim hablaba con Albania, ella lo miraba fijamente, prestándole la mayor atención posible, pero de tanto en tanto observaba alrededor, como buscando a alguien. Después de Kim vino Tomas, Jude, el mismo señor Traugott y su hijo que si no me equivoco se llama Darío y en cada ocasión se repitió exactamente lo mismo.
Albania Formerio estaba buscando a alguien en particular.
Y como la vi bajar la mirada, algo desilusionada, supuse que no había venido.


¨°*°*°*°¨

NUNA

    Por todos los santos, sus ángeles y arcángeles, ¡¿cuántas bandejas más voy a tener que decorar, Nuna?! — protestó Bejle.
    Ya sabía yo que la fiesta iba a tener a muchísima gente — respondí, ayudándole a pinchar las aceitunas verdes con los palillos delgados. Terminamos y le pasamos la fuente a Sorel que salió impecable a ofrecerlas en el salón —. Tranquila, en unas horas más todos ya se irán porque van a prepararse para el Zahir. Inclusive el señor Alcides va a asistir a la fiesta que están organizando en la casa de los Gerdau por la noche.
  ¡Hoy voy a dormir como si fuera un tronco! Me encanta que la niña celebre su cumpleaños como se lo merece, pero este año los invitados se han triplicado.
Rudy ingresó por la puerta trasera tan agotada como todos; se bebió un enorme vaso de agua y recibió la bandeja con trozos del pastel de carne que Bejle velozmente acomodó. Le pregunté con la mirada si todo iba bien, y creo que me entendió porque dio una ligera cabeceada y me sonrió.
    ¿Y has visto al señor Traugott?
    Santo Dios, ese hombre es muy persistente — admití enfadada.
Esta vez había venido con el propio joven Darío y no había dejado al pobre señor Alcides en paz. Cada vez que dejaba a la niña charlando con sus invitados y daba vueltas, tratando de mantener todo en perfecta armonía, lo veía atosigando al señor. Creo que hasta el mismo señorito Joan se ha dado cuenta porque prácticamente ha estado vigilando al joven Darío y cada vez que localizaba a mi niña sola, él hacía lo suyo y terminaba evitando cualquier tipo de acercamiento.
    Qué bonita ha quedado con su disfraz de hada, ¿verdad? — oí de Bejle. Asentí muy convencida porque no había visto a una niña más linda que mi niña, inclusive con los absurdos mechones de colores que quiso hacerse en la punta de los cabellos—. La he visto más señorita, Nuna, y creo que al señor Alcides le ha pasado igual. Todavía está chiquita y tiene el cuerpo de una niña, pero ya se está vislumbrando lo guapa que se nos va a poner cuando sea más grande.
    Y es por eso mismo que ahora debemos cuidarla más que nunca — sentencié con seguridad.
Tomé un mantel pequeño y me dispuse a limpiar las migajas que se esparcían por los espacios entre las botanas, en la bandeja de plata.
    ¿Sigues con las tonterías esas que nos contó Rudy? Oh, vamos, Nuna; ¡son solo cuentos para asustar a la gente y darle más gustillo al Zahir! Ningún ángel aprovechado anda rondando a la niña… a menos que hablemos del hijo del señor Traugott porque la miraba con una cara…
Ignoré el regaño y le pasé la bandeja a Nereo que se robó un panecillo y se lo comió velozmente.
    ¡No hagas eso, hombre! — exclamó Bejle antes de lanzarle un veloz cucharonazo sobre la palma de la mano. Aproveché su distracción y corrí hasta la despensa para tomar el pequeño potecito de sal que Rudy me había dado por la mañana: lo esparcí velozmente en el alféizar de la ventana y retorné a la mesa después de lavarme las manos.
Bejle me miraba ceñuda:
    Nuna… — empezó.
    Ay, Bejle, ¡nunca está de más ser algo precavida! — me defendí.
    Ya, pero mañana alguien va a tener que limpiar todas las ventanas: ¡solo te faltan las del salón, mujer loca! ¿Y a qué cosa huele eso? — se inclinó un poquito y torció la boca—. ¡Guácala, apesta a azufre, y muy fuerte! ¡Saca esa cosa de mi cocina, Nuna!
    Ya no voy a echar más por aquí, así que no te preocupes.
  ¿Estás segura de que esa cosa es sal? No quisiera tener que explicar la muerte de algún invitado si algo de eso llega a caer sobre la comida.
    He sido muy cuidadosa y solo está en las ventana. Y sí es sal, pero Rudy dice que está cantada.
    ¿Qué? ¿Sal cantada? — asentí muy segura—. ¿Y qué demonios es sal cantada? — me preguntó aguantando la risa.
La miré con mala cara:
    La sal cantada es solo eso, sal, pero Rudy me dijo que está bendecida por un cura y los que la prepararon le han cantado un par de plegarias que la hacen defensiva.
    ¿Cantarle a una porción de sal? — Bejle elevó una ceja —. Oye, Nuna, no me vayas a salir con que al final la que está practicando brujerías o esas cosas eres tú, eh. Mi abuela decía que mientras no te metas con hechizos y esas cosas no hay por qué temer, pero si uno empieza a emplearlos…
    ¡Está bendecida por un cura, Bejle!
    ¿Y tú cómo sabes que ese cura es bueno?
¿Ah?
    Nuna, a veces siento que eres una mocosa con pinta de adulta — me erguí en toda mi extensión y la miré, algo ofendida—. Te has creído un cuento para asustar a niños y te has puesto a hacer todas las tonterías que Rudy te ha pedido. Primero la sal en todas las ventanas, y… ¡No me mires así! Que también te vi lanzar esas trece tazas de agua al jardín antes de que llegaran los invitados, y darle a la pobre niña Albania no sé qué tonteras en su vino de frutillas.
    Era una pisquita de agua de flores.
    Pues me alegro de que no mataras a la niña.
  ¡Bejle, ¿cómo puedes decir eso?! — exclamé sin creerlo. Rudy me había dicho que era necesario darle unas gotitas de agua de flores bendecidas a mi niña Albania para reforzar el campo de protección a su alrededor, pero evidentemente yo la había probado antes.
¡Jamás le daría de beber algo que le hiciera daño!
Iba a dejarla sola con todo lo que tenía que hacer porque yo ni tenía la obligación de ayudarla en la cocina, pero el señor Alcides ingresó. Como se veía un tanto agotado le pasamos velozmente un vaso con agua pura.
    ¿Señor? ¿Qué le sucede? ¿Se encuentra mal?
¡Ay, Dios! ¡El señor Alcides es muy saludable, ¿qué ha pasad…?!
   Ese disfraz de hada me ha costado caro, Nuna — me dijo y me tranquilicé ante la sonrisa, breve pero sonrisa a fin de cuentas—. Erasmo no deja de perseguirme lanzando cosas como “colegas de años, consuegros amados”  y demás.
¡Pero qué hombre tan testarudo! Cuándo va a entender que si el señor Alcides no le da una respuesta directa, es porque cualquier tipo de planes de matrimonio de mi niña con su hijo está descartado por completo.
   Y no es solo él — el señor resopló—: A mi edad es muy sencillo reconocer esas charlas que llevan entre líneas un “quiero a tu nieta como esposa de mi hijo”. La familia Gerdau y hasta el propio Mariano Liberia han mencionado algo al respecto.
Traté de mostrarme lo más serena posible, porque en el fondo me sentía muy orgullosa de mi niña. ¡Que la consideraran como candidata para esposa era, sin duda, porque la veían como una mujer digna y noble!
  ¿Qué voy a hacer con esto, Nuna? — me preguntó algo angustiado—. Marlene me hubiera pedido que vaya examinando a los candidatos… pero la verdad es que creo que más que yo, la que debería encargarse de eso es mi propia nieta.
  Pero usted es un hombre razonable y de corazón muy noble, señor — confesé con sinceridad, porque yo apoyaba por completo la postura de la señora Marlene, que en paz descanse—. Si usted eligiera al esposo de la niña, no tendríamos por qué temer por su futuro, porque se habría escogido al mejor.
  No estoy muy seguro de eso, Nuna…
Por un momento me pareció ver al señor diferente: como si sus setenta y tres años de vida aparecieran de golpe.
El señor… el señor Alcides es un hombre vigoroso y jovial, pero sí…
…está envejeciendo.                                                                            
  Albania debería ser capaz de escoger con quién desee pasar el resto de su vida, ¿no te parece? Sé que Morgana a veces tiene un par de ideas algo inquietantes pero… — lo pensó un tanto y asintió—, pero creo que en esta ocasión tiene razón. Mi nieta debería ser la que escoja al mejor postor y no yo, por muy autoridad que sea.
No supe qué responderle, porque por un lado eso de escoger con quien casarse sonaba casi soñado; pero uno no siempre se inclina por el indicado, porque cuando se trata de amor se deja de pensar con la cabeza.
Yo me casé por amor, y ya casi saboreando mi futura vida el infeliz me dejó por otra, y mi pequeño retoño nunca llegó a ver el sol.
¿De qué me sirvió casarme por amor? De nada.
La voz del señor Traugott sonó desde el pasillo. El señor Alcides puso gesto de conmoción y se puso de pie inmediatamente, para salir a todo escape por la puerta posterior.
Volví a la sala para echarle una ojeada a mi niña y la vi tocando el violín a pedido de una pareja de ancianos: ah, los esposos Leda. Me quedé observándola desde el umbral, un tanto oculta.
Esta niña llegó a mi vida cuando más lo necesitaba, porque aunque nunca se lo dije a la señora Marlene ni a nadie…
…perder al bebé que esperaba me hizo detestarme.
Yo era madre de esa criatura, ¡yo debía protegerlo! Pero no…su padre huyó y me provocó tanto pánico no saber qué hacer sin él, que un día las sábanas amanecieron de rojo y mi vientre con un profundo dolor que sabía a despedida. Lo perdí…y solo Dios puede saber lo que siente una mujer que esperó con tanto fervor algo que nunca llegó a conocer.
Los invitados uno a uno fueron perdiéndose por la puerta; las risas y correteos de niños menguaron. Al final solo quedó mi niña, con su precioso vestido de hada y observando los coches alejarse en medio de la noche.
   ¿Qué pasó, mi preciosa diablilla? ¿No está contenta?
Me observó algo alicaída y después me abrazó con fuerza.
    ¿Realmente estoy muy bonita, Nunita? — me preguntó en voz baja.
Le respondí que sí, que de eso no había duda, y asintió.
   Y no vino… — murmuró y se perdió por el salón, con las alas brillantes y el cabello un tanto más desordenado.
¿No vino? ¿Acaso se refiere a esa criatura infernal que anda rondándola?
Rudy pasó junto a mí, con algunas bandejas vacías y me sonrió:
  Es por todas las barreras de protección — me susurró—. Tranquila, nunca más volverá a molestar.
Sentí un escalofrío.

¨°*°*°*°¨

SEIR

  ¿Puedo decir que me rindo? Porque oficialmente ¡me rindo! — repliqué—. Escucha, hermano, te dejaré esta simpática botellita de perfume y se la entregas a Gremory cuando la veas, ¿de acuerdo?
  Creo que ya la encontré — dijo de repente, cerró los ojos y volvió a transportarse.
Solté un resoplido y lo seguí…
…tal y como había hecho las 946 veces. Las conté porque planeaba hacer un chiste sobre nuestra búsqueda constante, pero cuando pasamos el número 200 empecé a pensar que el asunto ya no era tan gracioso como pensaba.
¡Nos habíamos pasado casi todo el día buscando a la loca de Gremory y a Nanael!
Abrí los ojos y me encontré con una ciudad en pleno anochecer. Aniel caminaba a algunos pasos delante, tal vez siguiendo la presencia que yo también sentía.
Mmm, hermano, a lo mejor me estoy equivocando pero creo que no se trata de Gremory — comenté al alcanzarlo. Atravesamos la enorme puerta de roble solo para encontrarnos con un perfecto templo religioso: yo conocía este lugar, los humanos lo llamaban la Basílica de los Pies descalzos.
Vi que se quedó unos minutos observando la gran cantidad de velas iluminando el altar principal y después se dirigió a un pequeño pasillo.
  A este lugar vienen montones de los míos, hermano — insistí en cuanto empezamos a subir las escalinatas de piedra—. Es un lugar muy hermoso y tranquilo; la presencia que estás sintiendo a lo mejor es una huella.
Se detuvo: ¡así que por fin va a oírme!
  ¿Una huella? — me preguntó —. ¿Te refieres a los vestigios de una previa visita?
Bueno, así suena un poco formal pero sí. Yo lo llamaría más como un “ya hubo alguien de los míos dando un paseo por aquí.
  Probablemente Gremory ya vino antes aquí, y ésa es la presencia que estás sintiendo. Aunque es algo extraño que puedas sentirla: es un código de percepción demoníaca. La única manera de que tú, como ángel, puedas percibir una huella es porque tendrían que haberte lanzado alguna especie de martirio con relación a eso.
  ¿Martirio? — preguntó algo inquieto.
Traté de pedirle que no tenía por qué preocuparse: total, Gremory es como yo, no aguanta estar en un solo sitio demasiado tiempo, así que a lo mejor estaba dándose un paseo por ahí. Cosa que después le increparía porque habíamos quedado en asistir juntos al Zah…
¡Un momento! ¡Si hemos estado dando vueltas por casi todo el mundo en búsqueda de ese par…! ¿Qué hora sería?
Si no me equivoco esta ciudad se trata de Frantzon. Si por aquí ya está por anochecer…
  ¡Hermano, me voy a perder la celebración nocturna del Zahir en Lirau! — reclamé pero desvió la mirada, desconcertado—. ¿Mmm? ¿Aniel?
  Hay alguien más… — se dio media vuelta y continuó subiendo por las escalinatas en forma de caracol. Iba a dejarlo porque ni loco me perdía el Zahir, pero sentí dos presencias sumamente conocidas.
Y jamás lo dejaría con ellos.
Nhyna, Valak.
  ¡Hermano, esper…!
No pude detenerlo: empujó la puerta de madera que daba para el campanario, y se sobresaltó tanto como yo frente a la escena.
  ¿Pero qué…? — barboteé confundido.
Nhyna es de esos demonios que no conozco a fondo…
…pero casi podría jurar que lo que estaba viendo ahí no era común en ella.
  Tú… — murmuró cuando se percató de la presencia de Aniel, y se puso de pie, completamente avergonzada, a lo mejor porque era la primera vez que se mostraba de esa forma: había estado sobándole la cabeza a Valak que lloraba en silencio en su regazo.
Eso también me aturdió: Valak era conocido entre los míos como un completo maniático. ¿Qué podría haberlo puesto tan vulnerable, al extremo de necesitar el consuelo de alguien que no fuera él mismo?
  Eh, bien, creo que ya viste que Gremory no está por aquí así que…
  ¿Qué le sucede? — me interrumpió.
Nhyna negó con la cabeza y prefirió no hablar. Pero se dio cuenta de que miraba con algo de sorpresa a su compañero y me pidió atención chasqueando los dedos:
  Si divulgas cómo lo encontraste hoy, te juro que te perseguiré eternamente, Seir — me advirtió. Solté una risa porque no era la primera vez que alguien me amenazaba así que…
Pidió que la dejáramos sola, y yo estaba muy dispuesto a cumplir sus órdenes, pero Aniel avanzó hacia ella:
  Está algo intranquilo — le dijo; a lo mejor por todo eso de la lectura de emociones que poseen los ángeles—. Si durmiera un poco, tal vez dejaría de pensar en eso que tanto lo agobia.
    Los demonios no dormimos, igual que ustedes — le respondió Nhyna—. Y nunca me he llevado bien con los salmos o martirios que ingresen a los dominios de Drol Qinaya.
    Me parece que yo sí. Soy algo diestro en eso — añadió amablemente, y los ojos celestes que solía ver repletos de burla se abrieron enormemente.
Aniel se acercó y dibujó un gozo de sueño extremadamente poderoso, y mientras lo lanzaba sobre Valak, noté que Nhyna lo observaba fijamente. Como tratando de capturarlo en una mirada.
Recordé al ciselo, ahora Valak…
Vaya…
Aniel no lo hace a propósito; no es una estrategia de batalla como le dije por la mañana. El ángel portador de la pureza excelsa tiene poderes magníficos, igual que su hermano de nacimiento…pero tiene un rasgo más que lo hace completamente invencible.
Es amable.
Valak cayó dormido, pero antes balbuceó algo que me sonó a “errante”. Parpadeé, algo aturdido; Nhyna me lanzó una mirada de advertencia.
Errante…
Aniel asintió ante el tímido gracias que brotó de los labios de Nhyna, y después regresamos a Lirau. Le dije que por ahora no encontraríamos ni a Nanael ni a Gremory y que ya debía olvidarse de eso (total, me había dicho que su hermano no pasaba ningún cumpleaños de la niña con ella así que el asunto no era tan anormal). Aparecimos en Izhi y entonces los ojos se le abrieron violentamente:
    ¡¿Ya anocheció?! — exclamó y me dio algo de gracia verlo tan espantado.
    Vengo diciéndotelo desde hace rato.
Se despidió de mí y desapareció: supongo que se le olvidó algo.
En fin, apenas son las diez así que el Zahir apenas y comienza.
Cerré los ojos y aparecí en la plazuela repleta de gente eufórica. Humanos riendo, bailando… humanos.
Errante…


¨°*°*°*°¨

ALBANIA

El abuelo acababa de salir rumbo a la casa de la familia Gerdau.
»— Cuando seas más grande, asistirás conmigo — me había dicho después de besarme en la frente. Asentí y traté de sonreírle para que no pensara que me entristecía quedarme sola en casa: a fin de cuentas, mi cumpleaños coincidía con las festividades del Zahir, por lo que después de mi fiesta (que solía darse en la tarde), habían otras fiestas en otras casas y ya sabía que algunos socios de mi abuelo siempre lo invitaban a las cenas que organizaban.
  Buenas noches, Nunita — le di el beso de las buenas noches y le pedí que me dejara cambiarme sola. Insistió en ayudarme a enjuagar las puntas de mi cabello para volverlas a su color natural, pero le dije que mañana lo haríamos. Me sentía algo agotada.
Cerré la puerta; traté de quitarme el moño del cabello pero solo conseguí tirarme de algunos mechones. Solté un suspiro, frustrada…
…y entonces reaparecieron esas horribles ganas de llorar que tenía desde hace un buen rato.
Caminé hasta el espejo de mi habitación: mi reflejo me saludó tristemente.
Sé lo que estás pensando — ni siquiera me sobresalté al escuchar la voz horrible —. No ha venido, y prometió que lo haría.
Me quité las alas y me senté sobre la alfombra.
Bajé a las cinco en punto, tal y como le había dicho y no lo vi por ningún lado. No quise mostrarme muy desesperada así que esperé: las cinco y media, las seis, las seis y media…
A las siete no lo aguanté más y lo llamé en voz alta después de escabullirme a mi habitación por unos minutos. Aguardé, pero no…
no apareció.
¿Qué ha pasado? ¿Por qué no vino?
Herido.
Me puse de pie bruscamente porque la idea me preocupó muchísimo.
Aniel… ¡Aniel nunca me ha dejado sola en ninguno de mis cumpleaños! ¡Nunca faltaría a su promesa! ¡Ni siquiera debería plantearme el dudarlo! ¡Si no está aquí es porque algo de cuidado ha pasado!
¿Pero cómo lo contacto? ¿A dónde debo ir?
Cerré los ojos, pensé en el lugar en el que solía pasar la mayor parte del tiempo: Izhi, Izhi, Izhi…
¡SPLASH!
Nuevamente pasó: no me concentré lo suficiente y aparecí metida en el arroyo a media cintura; justamente por donde estaba el columpio de Joan.
  ¡Aniel! — grité sin que me importara estar toda mojada y tratando de salir a la orilla. La falda de mi vestido de hada pesaba mucho por el agua y empecé a agitarme con violencia; el pecho empezó a dolerme, el nudo en la garganta se me hizo espantoso—. ¡Aniel!
¿Qué haces? ¿Acaso lo encontrarás así?
  ¡Aniel! — intenté nuevamente. Sentí que las horribles ganas de llorar empezaban a ganarme—. ¡Aniel, ¿en dónde estás?!
Vuelve. La humana, Nuna, podría notar tu ausencia
  ¡ANIEL! — grité nuevamente. No pude llegar a la orilla pero alcancé las cuerdas del columpio; me puse de puntillas y alcancé a sentarme en él, aferrándome a las cuerdas laterales con las manos temblorosas, porque de la nada había empezado a sentir muchísimo frío.
Vuelve a la casa
Negué con la cabeza y me quedé ahí, como una tonta, sin saber dónde buscarlo ni cómo llamarlo. Probé llamando a Nanael pero sucedió exactamente lo mismo.
Traté de pensar en algún salmo eficaz que pudiera diseñar para ubicarlo, pero estaba tan asustada que no se me ocurría nada.
¿Por qué no ha venido? ¿Le habrá pasado algo muy malo? ¡No! ¡Y si es así, ¿qué haría yo…?!
¿Qué haría sin él?
Sentí que me hincaron el pecho con muchísima fuerza. Por un momento vi a la cosa que me hablaba, temblando bruscamente en su rincón.
Ataque…
Apreté las cuerdas con tanta fuerza que las palmas me ardieron. Me agité tanto que respirar empezó a costarme muchísimo.
Oí un par de murmullos en los arbustos que estaban al cruzar el riachuelo. Elevé la mirada y observé al frente; algo de viento cruzó y me despeinó el cabello. Algunas de las flores que aún adornaban mi peinado salieron flotando.
Entonces fue como si viera dos puntos, uno rojo y otro violeta brillante, en medio de los arbustos de allá al frente; pero detrás de mí algo más se movió.
Giré bruscamente, asustada…
    Albania…
…y los ojos de sol consiguieron que el aire volviera a pasar con suavidad a mi cuerpo.
Prácticamente me lancé al riachuelo nuevamente y salí como pude, levantando la falda empapada para que no pesara tanto.
¡Aniel! ¡Aniel!
¡Estaba aquí! ¡No le había pasado nada!
Me tomó por las mejillas porque había roto a llorar de la impresión. Me pidió que me calmara, que todo estaba bien, y entonces no me importó nada. No me importó mi disfraz arruinado de hada, no me importo estar completamente despeinada y muchos menos estar algo empapada.
Había sido horrible… ¡horrible pensar que podría haber estado herido y lejos de mí!
Se inclinó un poco mientras seguía secando mis mejillas y diciendo algo sobre que estaba buscando a Nanael y perdió la noción del tiempo, que no escuchó ningún llamado de mi parte, y yo ya no pude aguantarlo más.
Pasé las manos por su cuello y me erguí todo lo que pude: los ojos miel me observaron sorprendidos…
…y entonces me atreví a besarlo, aún sin saber exactamente cómo hacerlo. Recordé bruscamente el salmo de sueño, su semblante tranquilo; y los labios se me abrieron, anhelando más contacto. Suplicándole más.
Entonces sentí la tensión de su cuerpo…y después la maravillosa presión de su boca contra la mía. BBesarlo dormido no era nada a comparación de esto…
Porque, por primera vez, sentí que él también quería lo mismo.


¨°*°*°*°¨

ANIEL

Aparecí en el jardín posterior y comprobé, con culpabilidad, que todos los stands de la feria circense de la que tanto hablaba ella ya estaban siendo desmontados.
Maldita sea, ¡cómo se me pudo escapar el tiempo de ese modo!
Cerré los ojos y aparecí en el salón: Sorel y Nereo ya recogían las bandejas y copas vacías.
Gozo…
¿Qué?
Parpadeé confundido, porque alrededor se sentía un gozo de olvido. Gozo de olvido, gozo de olvido…
A mí no se me había olvidado el volver a la casa por una distracción… ¡me habían obligado a olvidarlo!
¡No!
Volví a transportarme y esta vez fue su habitación.
    ¡Alban…! — me callé de inmediato porque no había nadie y…
Martirio de silencio
Giré a todos lados, tratando de ubicar la fuente de poder: evidentemente había un martirio de silencio alrededor de la casa pero en esta parte nacía, así que sentía con más fuerza.
Gozo de olvido, martirio de silencio…
Ángel…demonio…
El vaisiux
  ¡ALBANIA!
Salté por el balcón y corrí rumbo a Izhi. Siente su presencia, siente su presencia…
  ¡ALBANIA!
¡Por eso he estado tan inquieto pensando en Nanael! ¡Porque a lo mejor él también ha sentido el peligro!
Crucé entre los árboles y sentí un alivio infinito cuando noté su presencia cerca. Me detuve cerca al arroyo en el que solía jugar de pequeña y traté de concentrarme para ubicarla rápidamente.
Avancé entre los árboles, oyendo el sonido de algunos insectos alrededor, y entonces distinguí un sollozo. Me detuve a unos pasos y cuando salí de entre los árboles…
¿Quién…?
Me quedé estático porque lo que vi me dejó en un estado que aún no sé definir.
La luz de la luna caía con suavidad sobre las aguas mansas de Drol Yaccu, y una joven reposaba sobre el columpio de Joan Formerio. Tenía algunos cabellos de mágico rosa y verde agua, y un vestido de flor, medio empapado la cubría.
Entonces el viento sopló, hurtó algunas de las flores que llevaba en el cabello y provocó que volteara a ver en mi dirección, completamente asustada.
Ese mismo viento se abalanzó sobre mí, y la reconocí al instante.
Ojos preciosos.
    Albania…
Se bajó como pudo del columpio y vino hacia mí. Noté la desesperación de sus emociones, lo alterada que estaba, y para cuando lo comprendí ya la tenía en frente de mí, con los repletos de lágrimas y temblando por completo.
Traté de pedirle que se calmara, intentando yo mismo volver en mí porque había sentido algo extraño al contemplarla sobre el columpio. Me preguntó incesantemente en dónde había estado, y cuando traté de explicarle que no había podido oírla, algo misterioso sucedió.
Sus brazos pasaron alrededor de mi cuello, sentí lo ligero de su cuerpo cuando se puso de puntillas, apoyándose en mí. Las ondas volaron desordenadas: no me había percatado de lo juguetón que se ve su cabello.
Entonces sus ojos me miraron fijamente: por un momento me pareció entender por completo que era lo que me estaba pidiendo.
Aniel…
Sentí la boca suave e inmediatamente vino a mí el recuerdo de un sabor en particular: la textura consistente de un bombón, la dulzura perfecta y sin exceso, aquel beso de chocolate derritiéndose en mi interior.
Beso… ¿qué es un beso?

«Posar los labios sobre otra superficie »

Un beso es...¿buscar conocer más?
Pero reaccioné de golpe.
¿Qué…?
¡¿Qué…?!
¡¿Qué estoy haciendo?!
Me separé bruscamente. Sus ojos me observaron abrumados; claramente notaron el espanto en los míos.
No, cómo he podido…
Iba a tratar de enmendar mi error pero en ese momento una aguda luz se desplegó por todo el firmamento y desapareció como un parpadeo del sol. El destello fue tan intenso que quedé ciego.
   ¡ANIEL! — la oí y entonces volví en mí de golpe.
¡Albania!
Parpadeé y solo alcancé a ver manchas borrosas. La escuché gritar desesperada:
  ¡NO ME TOQUES! ¡NO! ¡NO! ¡ANIEL! — me moví frenético, sin saber a dónde ir.
  ¡ALBANIA! ¡ALBANIA!
  ¡NO! ¡NO, POR FAVOR!
Traté de desmaterializarme para no depender tanto de la vista, pero comprobé que no podía.
¿Qué es esto? ¿Martirio de anulación?
    ¡NO, POR FAVOR! ¡POR FAVOR! — suplicó, completamente abatida, y fue más de lo que pude soportar.
Me lancé hacia adelante, sin saber a qué me enfrentaba ni qué estaba sucediendo, y recibí un golpe tan certero en el rostro que salí despedido hacia atrás. Sentí la rugosidad de un árbol contra mi espalda.
   ¡ANIEL! — la oí afligida.
¡BROM!
Oí el crujir del tronco que cayó partido a un costado; sentí la tierra que se desplegó por su aterrizaje contra el suelo.
   ¿Sabes por qué no puedes ver, respetado ángel portador de la pureza excelsa? — ¿qué?
Volteé a todos lados, tratando de reconocer la voz aguda e inquieta:
   Tu principal fuente de alimentación es la luz de la luna… — entrecerré la mirada: empezaba a distinguir manchas borrosas—. Acabo de lanzar un gozo de luminiscencia nociva: a lo mejor vas a demorar algo en recuperar la visión.
   ¡Suéltala! ¡¿Quién eres?! ¡¿Qué buscas?! — inquirí sin saber a dónde dirigirme.
   ¡Déjame! ¡ABUELO! ¡ABUELO! —  la oí gritar.
   ¡SILENCIO, ABERRACIÓN! — bramó el sujeto y sentí que algo me apretó el pecho ante los sollozos cargados de dolor.
Aberración…
No…ella no…
Los gritos de Albania me alteraron; me sentí amenazado, muy amenazado. ¡No la toquen! ¡No le hagan daño!
¡A ella no!
Invoqué un salmo de percepción visual: las manchas borrosas empezaban a hacerse más notorias.
Algo parecido a una sombra negra la tenía capturada entre sus ocho miembros; la visión se me aclaró un poco más y comprobé que parecía una especie de cangrejo…una araña. Y cada vez que abría la boca que parecía estar encima de la cabeza, una lengua con miles de agujas se distinguía. Tenía dos ojos: uno violeta y el otro escarlata.
El vaisiux.
Intenté capturarlo pero se movió aún más rápido y me lanzó un gozo extremadamente fuerte de inmovilidad.
Rompió a reír cuando intenté avanzar pero no lo conseguí:
  La humana ha cumplido muy bien su trabajo; ahora puedo tocar a la perfecta Madre e Hija. ¿Sabes quién soy, cariño? ¡Yo fui uno de los que quiso verte nacer!— Kalmiya… Lancé un gozo de ataque cuando pasó la lengua sobre su mejilla pero no sirvió. Ella volvió a sollozar, diciendo que no sabía de qué hablaba—. Déjame verte bien... ¡por todas las creaciones, qué hermosa eres!
  ¡Déjame! ¡DÉJAME!  — suplicó aterrada.
  ¿Sabes todo lo que guardas en tu interior, pequeña Madre e hija?
 ¡SUÉLTALA! — bramé. No se lo digas, ¡no se lo digas! ¡Ella está bien así, sin saberlo!
El ojo violeta se apagó violentamente; fue suplantado por uno escarlata: demonio.
Sabnock.
  Su nacimiento vulneró mi cuerpo — un pequeño portal se abrió a su lado. Vi los miembros ingresando uno a uno con ella atrapada entre ellos. ¡No!—…ahora yo vulneraré el suyo.
¿Qué? ¡No! ¡NO!
  ¡ANIEL! ¡ANIEL!
El vaisiux estalló en carcajadas. Los ojos preciosos aterrorizados, sus gritos desesperados. El mundo acabando frente a mis ojos…
¡No! ¡NO!
  ¡DÉJALA! ¡ALBANIA! ¡ALBANIA!
  ¡ANIEL!
¡PAM!
El portal se cerró.


 *****


No sé qué decirles: creo que el beso de ahora podría considerarse como un primer beso real, porque fue pactado entre ambos. Albania se puso en modo “quiero que me beses de verdad” y Aniel por fin ha dado una señal!! El asunto es que me parece que empiezan los problemas consigo mismo (si Nanael viera esto… #MatéAMiHermanoDeNacimiento 😆).


Nota: el regalo de la tía Morgana también me ha gustado igual que a Albania. Es como si su tía conociera bien a su sobrina: sabe que le gustan los piratas y le envía un baúl, y repleto de tesoros que a una niña como ella le encantaría .

El señor Traugott se lleva la frase de esta semana: “colegas de años, consuegros amados” 



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