ACTO VII

¡Holiiis!


Me gusta este capi por dos motivos: el primero, vamos a ver a un narrador que ya presenté en Noches de insomnio pero casi al finaaaal. Y por el otro: me parece que Albania empieza a trazarse otra perspectiva de las cosas (no por nada está creciendo).

Como siempre, sugiero leer el capi con la música que empleé para escribirlo, así que ya saben que encuentran toda la lista de reproducción dándole click aquí 

No olviden apoyar la historia difundiéndola y recomendándola con sus amiwis :D. Primero Noches de Insomnio porque si se lanzan con Acto de contrición, van a perderse un poco en la tercera y última parte.  

Quiero dedicar este capítulo a Ana Beatriz Martinez Ghisays porque HOY ES SU  CUMPLEEE! Feliz cumpleaños, Anaa! Ojalá el capi te guste y sea un lindo regalo 😃 espero que la pases súper súper ¡súper chévereee! Miles de besos de mi parte y de parte del personaje que más ames de la saga.





ACTO VII


LUCA


    ¡Y…Luca Liberia gana la carrera! ¡Todos en las gradas lo vitorean! ¡Uhhh! ¡Uhhh!
Entré a la cocina después de la tremenda carrera que le gané a Osa, la dálmata del tío abuelo, y un olor extremadamente conocido me atacó.
Oh-por-Dios, ¿un premio para el mejor maratonista?
« ¡Luca, no!», me reprochó esa cosa que el señor Paz llamaba “conciencia”, y lo intenté, ¡vaya que lo intenté! Juro por todas las monedas de colección del tío abuelo que yo quise resistirme…
¡Pero eran trocitos de tartaleta de coco!
    ¡No, niño Luca! ¡Acabamos de adornar esa bandej…!
¡ZAPE!
    ¡Ouch!  
El trozo de tartaleta que había logrado capturar se arruinó al caer sobre las losetas de la cocina, después del manotazo que recibí sobre el brazo, de parte de mi padre.
    ¿Acaso no oíste a Ania decirte que la bandeja acaba de ser decorada? — me dijo airadamente. Elevé la mirada: su enorme cuerpo me asustaba pero no iba a retroceder. ¡Solo había sido un pedacito! Además, Ania siempre preparaba más y no se enfadaba tanto como él—. ¡¿Pero es que tú nunca vas a comportarte como un chico educado, Luca?! ¡¿Cuántas veces debo repetirte que te quedes sentado en el maldito lugar en el que te indica tu madre?!
    ¡La fiesta es de puras niñas, papá! Me aburre estar ahí, escuchando cómo hablan de peinar a sus muñecas o lo difícil que son las clases de bordad…
¡ZAPE!
¡Ouch!
    ¡Nunca le alzas la mano a Naum! — grité colérico. La estúpida boca me tembló un poco, y me odié más que nunca porque cuando lo hacía, sentía como si me viera a punto de llorar y eso no era lo que planeaba.
¡Menos en frente de él!
    Naum, a diferencia de ti, está sentado como un joven que actúa de acuerdo a su edad. Ya tienes catorce años, muchacho del demonio — sentí la presión de su dedo empujando mi sien. Después su pulgar y su índice tirando de mi oreja derecha: ¡ay-ay-ay!—. Quédate sentado en el maldito salón y deja de causarme problemas, Luca. Naum y tú son exactamente iguales, excepto por el hecho de que él sí parece hijo mío.
Uno de los invitados de la tía abuela se asomó a la cocina pidiendo un vaso con agua para acompañar una estúpida pastilla para la presión o algo así: cosas de viejos. Papá cambió el semblante por completo.
Encantador, le pidió a Ania que le ofreciera algo al anciano.
    Estoy aquí, señor Petrarca, tratando de pedirle a mi hijo que se comporte de acuerdo a su edad — dijo en ese falso tono cariñoso—. Ya comprendiste, ¿verdad, Luca?
Iba a soltarle algo como que “me-quedaría-sentado-en-el-maldito-salón-y-dejaría-de-ser-una-patada-en-el-trasero”, pero preferí tragarme todo el odio.
Papá esperó que el amigo de la tía terminara su vaso con agua y después se lo llevó consigo al salón en el que todos fumaban cigarrillos y charlaban de trabajo.
Sentí la mano tibia de Ania acomodándome el cabello, mientras observaba la parte posterior del impecable traje gris de papá perderse por el pasillo.
    No debería hacer enfadar a su padre, niño Luca.
    Al idiota de Naum nunca le dice nada —repliqué fastidiado.
Lo de idiota no era en serio. Aunque Naum me parezca un muñeco de torta, ahí, siempre perfecto ante todos, en realidad lo quería muchísimo. No por nada era mi gemelo.
    Es porque el niño Naum no parece tener nueve años y no anda corriendo como un niño desquiciado.
No pude evitar fruncir el ceño:
    ¿Tú también, Ania? ¡¿Acaso lo quieres más a él?!
Me sentí profundamente traicionado: ¡supuestamente ella nos había criado a ambos!
    No vuelva a decir eso, ¡mocoso malagradecido! — me tomó por las mejillas y después me las abofeteó con esa fuerza “simulada” que solía emplear para regañarnos.
Los golpes de Ania nunca dolían: era como si se pusiera guantes de plumas y tratara de ser tan ruda como un pajarito cantando por la mañana.
    ¡Los quiero a ambos, muchacho endiablado! Y ya váyase al saloncito, con los demás niños, que sino su padre vendrá y nuevamente va a ponerlo en su sitio.
    De acueeerdo.
Solté un suspiro, pero antes me robé un trocito más de tartaleta de coco. Lo disfruté mientras corría, lejos de Ania que gritó un último: ¡niño Luca, de esa bandeja no!
Me limpié la boca por si quedaban algunos restos del delito, y finalmente ingresé al salón repleto de los hijos y nietos de los invitados del cumpleaños de la tía abuela. La mayoría eran niñas porque todos los chicos que conocíamos estaban en clase, en Libiak: Naum y yo estábamos de visita en Lirau porque a los dos nos atacó una molesta alergia a la piel.
Hace unas semanas habían pintado la habitación que compartíamos con el hijo de la familia Massud, Kim, y casi se muere de la risa cuando se enteró del problema:
»— Ni siquiera la piel de mi hermana es tan delicada como la de ustedes, Liberia — nos había dicho la noche en la que el señor Paz (el apoderado de la clase entera de segundo año de secundaria en Dominic Pascal) envió a un mensajero lo más rápido posible a casa para que vinieran por nosotros.
    Vaya, vaya — oí cuando llegué al dichoso salón, repleto de niñas—, así que alguien se animó a honrarnos con su presencia.
    ¡Cómo no estar por aquí si mi prima “favorita” anda por estos lares! — resumí encogiéndome de hombros—. ¿Ya dejaste sordos a los invitados? ¿O aún no has cantado, Anastasia?
El rostro se le encendió de rojo. No pude evitarlo y me explotó la risa.
    No seas así, Luca, compórtate — me pidió Naum con su típica voz profunda: “de caballerito” solía llamarla mamá.
Hasta su pelo se veía diferente al mío: para él era muy sencillo aplanarlo y traerlo muy bien peinado; en cambio para mí era toda una lucha conseguir que se quedara en su sitio y no provocara que mi padre quisiera raparme la cabeza.
Rodé los ojos y me dejé caer sobre la silla acolchada junto a él.
Me quedé completamente aburrido y resignado, escuchando a Anastasia rumiar sobre los “horribles” vestidos de algunas invitadas (no sé si no se ha dado cuenta de que el suyo no es precisamente el más agradable: parece una especie de sorpresa navideña por tantos lazos rojos y verdes que lleva sobre la falda blanca abultada). Tenía doce años, dos años menos que Naum y yo, pero hablaba de todas las niñas como una vieja criticona. Incluidas las que supuestamente eran sus amigas.
Cuando mencionó que el vestido morado oscuro de la hija de los Amira, Marion, la hacía parecer una berenjena, Naum le pidió cortésmente que no se expresara así de ella.
    Además, yo hasta la veo mucho más bonita que otras veces — comenté y no solo para apoyar a mi hermano porque sabía cuánto le gustaba la hija menor de los Amira, sino porque realmente lo creía.
Marion Amira se veía bastante diferente: se reía ya sin demasiada timidez y los ojos le brillaban muchísimo.
    Ug, no, ahí está de nuevo — oí la irritante voz chillona de Anastasia —. ¿Acaso no se cansa de hacerlo?
    ¿Y ahora de qué hablas? — le pregunté aburrido.
Giré hacia donde ella miraba y entonces lo comprendí.
    La princesa Formerio va a tocar algo en el violín — comentó Naum con amabilidad.
Efectivamente: la nieta de los Formerio, Albania, acababa de sacar un violín de color caoba del estuche de cuero y estaba posicionándolo sobre su hombro derecho en medio de las sonrisas que le regalaba a todos los que la estaban contemplando.
Y a pesar de verse un tanto pálida (porque ella siempre era toda mejillas sonrosadas), el cabello avellana y los ojos de ensueño le hacían honor a su sobrenombre.
    ¿La “princesa” Formerio? — repitió Anastasia—. ¿Acaso ustedes también la llaman así? Pensé que solo los conocidos del señor Formerio la llamaban así.
    No solo nosotros. Aunque tenga doce años y prácticamente no salga de su mansión, Albania Formerio tiene muchísimos admiradores por allá, en Libiak.
    ¡¿Qué?!
Me dio mucha risa ver cómo se le deformó el rostro del estupor.
    Es un tema de conversación común por los pasillos de Dominic Pascal—añadí, dispuesto a enfadarla aún más—. Tomas Gerdau inclusive ha hablado de querer pedir su mano cuando sea más grande.
    ¡Pedirle la mano! — gritó Anastasia y por unos segundos la mirada de todos los invitados recayó sobre nosotros. Sonreí nerviosamente cuando papá me observó con una ceja en alto desde el otro extremo—. ¡Pero…! ¡Pero si ni siquiera es guapa!
Bien, eso hasta ha provocado que a Naum se le escape una carcajada.
Yo no pude evitarlo y me encogí de la risa sobre el asiento. Las chicas son sumamente extrañas: a veces por envidiosas ni siquiera pueden reconocer lo bonitas que pueden ser otras.
    A lo mejor para ti no es guapa, pero créeme, para muchos chicos de los que conozco, la princesa Formerio es muy atrayente.
    Deja ya de llamarla “princesa”, suena tonto.
    Tonto es que hagas berrinches solo porque a ti no te llaman princesa.
    ¡Ay, eres un insoportable, Luca! — bufó y se cruzó de brazos—. No sé qué podrían verle a Albania Formerio. Pronto cumplirá trece y sigue correteando como una niña sin modales. Cuando llegué a la casa de la tía abuela, la vi acariciando a Osa y riéndose a carcajadas.
    Es por eso que resulta tan agradable— le respondí y Naum asintió levemente—. Me revienta que las niñas se pongan tan “delicadas”. No entiendo cómo pueden estar así, todas quietas, como si fueran muñecas de cuerda.
    ¡Eso es porque tú eres un chico, y los chicos se comportan diferente!
    Bueno, no sabía que ser chico nos hacía mucho más interesantes. Las niñas me resultan sumamente molestosas: ahí, no queriendo ensuciar sus vestidos y riéndose tan falsamente que ni ganas de contar chistes dan.
¡Detestaría ser niña! No entiendo cómo no se aburren con sus vidas, ¡ni siquiera salen de casa sin sus nanas!
    Luca, tampoco te vayas a extremos —apuntó Naum—. Que a ti te guste solo andar riéndote todo el tiempo no significa que todos seamos así— le di un codazo porque el asunto con Anastasia es que siempre hay que darle la contra.
Así puedes ver cómo se pone tan roja como un tomate y parece estar a punto de explotar de mal humor.
    Encima ese horrible vestido melocotón que llev…
    ¡Shhh! — le chité cuando quiso soltar alguna otra de sus tonterías porque la princesa Formerio ya empezaría con su violín.
    ¡Cómo te odio!
    Sí, sí.
Pasaron aproximadamente quince minutos: una asombrosa melodía en violín inició y al concluir, la misma tía abuela solicitó otra. Sucedió lo mismo cuando concluyó esa, y la que vino, y finalmente en la cuarta canción la misma princesa Formerio soltó una risita y dijo que no quería quitarle protagonismo a la cumpleañera.
Todos los invitados rompieron en carcajadas. No pude evitar desternillarme de la risa cuando vi el ceño fruncido de Anastasia que miraba odiosamente cómo nuestro tío abuelo le agradecía con muchísima cortesía el haber tocado el violín frente a todos los invitados de su esposa.
Más allá vi a la señora Nuna, su nana, sonreír sutilmente; bastante satisfecha como solía verse.
    Siempre toca más de lo mismo, no sé por qué se lo piden tanto.
    Eso no es cierto —repliqué después de oír a Anastasia—. Siempre tiene un nuevo repertorio y eso es lo que hace que todo el mundo quiera escuchar qué canciones tiene preparadas ahora.
A eso sumémosle que cuando Albania Formerio tocaba el violín, una especie de criatura mitológica emergía de ella. Parecía uno de esos personajes de cuento que mientras tocan van riéndose alegremente por el bosque.
    Ni siquiera toca tan bien — replicó enfurruñada.
Naum me lanzó una mirada de “no le digas nada”, pero no pude aguantarme:
    Anastasia, que no te pidan a ti que cantes en todas las reuniones a las que nos invitan, no te da derecho a ser tan mezquina con el talento de otras personas.
    ¡¿Mezquina?! — chilló con el rostro encendido. Papá, al otro extremo, volvió a lanzarme una mirada de advertencia.
Para mi buena suerte Naum se puso de pie inmediatamente y rompió la tensión del momento porque Marion Amira pasaba junto a nosotros.
    Bu-buenas tardes, señorita Amira — le dijo y no pude evitar la risa fácil porque la voz de mi hermano se ponía muy chistosa cuando se dirigía hacia ella—. Me… me alegra verla aquí, en el almuerzo preparado por el octogésimo cumpleaños de nuestra tía abuela…
    Naum, ¡Naum! — exclamé antes de que siguiera dando el espectáculo de la vida—. La señorita Marion ya sabe que es el cumpleaños de la tía, no es necesario que le des toooda la información que venía en la invitación — Naum asintió algo nervioso.
Marion Amira volteó a mirarme y se puso extremadamente roja: me pregunto a causa de qué.
    ¡Pero sí son los gemelos Liberia! — oímos por detrás y de repente la risa melodiosa estalló. Yo no soy uno de los admiradores secretamente enamorados de la princesa Formerio, pero debo admitir que su presencia es muy luminosa—. Luca, Naum.
    Señorita Formerio, ¿cómo ha estado? — le preguntó Naum con cortesía y ella rompió a reír, diciendo que él siempre sonaba muy formal.
    Pues es como todos deberíamos sonar en realidad — apuntó Anastasia en tono sabiondo.
    ¿Ah sí? — preguntó Albania con su violín en mano, y los enormes ojos que tanto daban que hablar en Dominic Pascal se abrieron muchísimo—. ¿Pero no te resulta tedioso decirle a todos los que son casi de nuestra edad “señor y señorita”?
    Nada que implique buenos modales tendría por qué resultar tedioso — respondió nuestra prima y hasta yo sentí el tono nada amistoso y repleto de superioridad.
Los ojos de Albania se entrecerraron un tanto, como pensándolo, y después se encogió de hombros:
    Sí, puede ser: Nuna repite lo mismo. Muchísimas gracias por recordármelo, “señorita Liwen” — aceptó, haciéndole una leve reverencia.
Y el tono fue tan burlesco que por tratar de ocultar la risa se me escapó algo parecido a un graznido.
    Luca — me reprendió Naum en voz bajita.
    Son cosas que una va aprendiendo—insistió Anastasia con el mentón tan arriba que por un momento pensé que se rompería el cuello—. Aprender a ser una señorita implica comportarse con educación, tal vez dejar de querer ser siempre el “centro de atención”…
Oh-oh
Aquí vamos: peleas de niñas.
    …y a lo mejor empezar por escoger mejores prendas — lanzó mordazmente y conteniendo risitas odiosas—. A menos, claro, que algunas personas piensen que verse como una berenjena es lo último en moda.
Naum volteó la mirada, disgustado por el comentario. Marion Amira parpadeó, tal vez comprendiendo lentamente la alusión, y cuando yo estaba a punto de soltar algo en su defensa, escuche nuevamente la risita de Albania Formerio.
    Pero mejor ser una linda y simpática berenjena — inició con una sonrisa tan encantadora que por un momento pensé que pasaría por alto el comentario—, a una especie de confundida torta de Navidad — concluyó y rápidamente elevó el violín para que una breve melodía burlona saliera de las cuerdas, casi como acompañando el chiste—. Dígame, señorita Liwen, ¿usted planeaba venir de pastel navideño para recordarnos que pronto llegará Diciembre? ¿O porque guarda un secreto amor por la Navidad?
La última nota mordaz del violín acompañó la magistral pregunta. La sonrisa burlona de Albania Formerio casi provocó que quisiera ponerme de pie a aplaudirla.
Anastasia infló los cachetes, muy ofendida, y entonces yo ya no pude aguantarlo más y rompí a reír con fuerza. Albania me miró como diciendo “no lo decía en broma”, pero evidentemente era un gesto fingido.
¡Por Dios! ¡Ahora entiendo por qué le gusta tanto a todo el mundo!
    ¿Anastasia?—preguntó Naum que también traía una sonrisita que trataba de ocultar.
Eso de pastel navideño va a quedar grabado en mi memoria por lo que me resta de vida.
    ¡Me voy! ¡No soporto estar aquí, rodeada de puros niños maleducados! — chilló, se puso de pie y la enorme trenza de su cabello me dio directo en la mejilla cuando se dio vuelta, muy enfadada.
    ¡No salga al jardín! Hay demasiado sol: ¡podría derretirse!— exclamó la princesa Formerio con una supuesta preocupación desmedida.
Y con eso ya no pude más:
 ¡Eres asombrosa, Albania Formerio! — exclamé olvidándome del “señorita” y todo ese protocolo estúpido—. ¿De verdad tienes doce años?
  Bueno, cumpliré trece en unas semanas— me respondió de igual forma—. Y ya que estamos aquí, quisiera pedirles, si no es mucha molestia, que vengan a celebrarlo conmigo. ¡Prometo que será una fiesta inolvidable!
Bajó el violín y tomó de la mano a Marion Amira que se veía entre divertida por lo de Anastasia y algo avergonzada quién sabe por qué.
  ¿Nos está invitando a su cumpleaños personalmente? — preguntó Naum igual de formal que siempre.
  Síp, a ti y a Luca. Y también desde ahora, ¡exijo un baile para mí y para mi Loi querida! Es decir, Marion.
   ¿Exige? — repetí sorprendido y algo divertido.
Supuestamente los chicos somos los que solicitamos los bailes, no por nada tenemos una clase de dos horas (pérdida de tiempo para mí) todos los miércoles sobre el trato con las niñas. Uno de los temas pasados había sido “cómo pedirle a una dama que nos reserve un baile en alguna reunión”.
¿Es necesario aprender eso? Yo siempre he pensado que el asunto es preguntarle directamente si quiere, y si no, bueno pues, ya habrá otra que si querrá.
 Así es. El día de mi cumpleaños quiero que Naum y Luca Liberia bailen conmigo, pero también con Marion. ¡Y no aceptaré un no por respuesta! Les enviaré la invitación dentro de unos días, ¿sí? ¡No vayan a fallarme! — nos dijo y los enormes ojos casi le brillaron.
¿Cómo lo hace? ¿O será natural? Y hablando de eso, la próxima vez que escuche una charla sobre Albania Formerio en Dominic Pascal, parece que tendré que decir exactamente lo mismo que he oído decir a muchos:
“Los ojos de la princesa Formerio no tienen un color en particular”.
Diría que son grises, pero Marcus Leda (un compañero de clases) los tiene así y ni se le acercan a los de ella.
Y hablando de baile, la verdad es que no es mi fuerte.
  ¿Podemos pedirle que reciba a otros de nuestros compañeros? — aprovechó Naum.
Albania dijo que sí pero pensaba que como todos estaban en Libiak a lo mejor eran invitaciones perdidas.
  Nooo, si les decimos que tienen carta abierta para ingresar a su cumpleaños, lo más probable es que la mayoría pida permiso para estar en Lirau ese día —agregué yo y Albania Formerio elevó las cejas, tal vez aún ignorando la cantidad de admiradores que tenía, y aceptó.
Después soltó una risa, dijo que nos enviaría varias invitaciones por si acaso, tomó a Marion Amira de la mano y salió corriendo porque Nuna, su nana, venía dispuesta a llevársela quién sabe a dónde.
  Bueno, ahora hay que inventar una excusa o algo para estar aquí en esa fecha —agregué y aproveché que uno de los empleados pasó con la bandeja de tartaleta de coco y me comí un par—. Ese día podrás bailar con la señorita Marion Amira.
Naum me tiró un manotazo y dijo que no era para tanto.
Le dije que “bueno”, pero a mí no me engañaba.



¨°*°*°*°¨

NHYNA


Me quedé un largo rato sentada en el balcón. La enorme esfera que los humanos llamaban sol empezaba a ocultarse lentamente, hundiéndose poco a poco en el mar. Había un naranja espectacular cubriendo algunas de las residencias cercanas.
Nunca he sentido que algún lugar valga la pena, pero últimamente estoy sintiendo que Lirau no está tan mal.

¿Qué estás buscando?

Los ojos miel me atacaron sin anticipación; el cabello desordenado, el gesto lleno de confusión…
    Pero qué ángel más idiota — se me escapó casi en forma de suspiro.
Una carcajada mordaz apagó mi ensoñación: ¿es que acaso tenía que ponérselo en palabras?
Aquel día había estado bebiendo como solía hacerlo en los bacanales de antaño. Valak había desaparecido: pensé que a lo mejor estaba espiando a la estúpida de su humana, como últimamente hacía, ya que a la tal Georgia se le había dado por llorar a mares todas las tardes al comprender (¡por fin!) que su matrimonio parecía una pantomima.
Recuerdo claramente que las botellas de licor y yo estábamos teniendo una tarde de lo más amena. Entonces Berith apareció, me acompañó con algunas miles de copas; bromeó diciendo que era cómico que los demonios fuéramos inmunes casi a cualquier cosa menos al alcohol y al opio, y después, cuando el cielo ya se hallaba algo opaco, me susurró al oído:
»— Ve a seducirlo, a someterlo — sentí su aliento rozando mi mejilla y los litros de brandy y vino hicieron acto de presencia. Me sonrió—: Ve a follarte al ángel de la pureza excelsa, preciosa.
Follármelo
Imaginé el cuerpo perfecto, mis dedos tirando de las hebras castañas, su boca recorriéndome por completo.
Las imágenes me enloquecieron, me cegaron: sentí que nunca había tenido esa urgencia casi insana de sexo. Y si él hubiese estado dispuesto a aceptarme, yo hubiera hecho lo que me ordenara. Mi cuerpo entero se habría rendido a sus pedidos; se habría encargado de solo complacerlo.
Pero no, el muy idiota solo se había puesto en modo “defensa” y había preguntado estúpidamente “¿qué buscas?”.
¿Se puede ser más imbécil?
Me sentía un tanto disgustada conmigo misma, porque después de que Valak fuera por mí y prácticamente me trajera a rastras consigo como si yo fuera una chiquilla majadera, sentí algo que no había sentido jamás:
Vergüenza
Me sentí avergonzada, y la sensación de culpa estaba intensificada porque mi vergüenza era por dos: vergüenza por haberme presentado así, ante él, y no haber obtenido nada. Y vergüenza por eso mismo: por sentir vergüenza.
¡Jamás he sentido vergüenza! ¡Yo, de todos los demonios, no tenía por qué sentirme amilanada!
El asunto era que no sabía cómo presentármele nuevamente y no quedar como una trastornada. Sus  ojos repletos de desconcierto aún me atormentaban.
Volví al presente cuando sentí a Valak muy cerca de la casa que habitábamos. No estaba de ánimos para escuchar sus reproches sobre Berith y la poca confianza que, según él, destilaba. Decía que sus constantes alusiones a esa cosa llamada “La Original” era peligroso. Yo recuerdo vagamente que hace un tiempo sabía de quién se trataba, pero para ahora ya no sé ni a qué se refiere.
»— Lo que sucede es que ya tomaron sus recuerdos de ella; de la memoria de tu amigo Valak y de la tuya. Solo los que hicimos el pacto aún estamos al tanto; pero eso es ultra secreto—me había respondido Berith con una sonrisa algo retorcida cuando le pregunté a propósito de ello.
Insistí porque no llegué a comprenderlo y me dijo que lo olvidara; que no era de importancia.
    ¿Nhyna? — oí la voz de Valak pero pude transportarme a tiempo. No quería saber lo mal que se había sentido al ver a la estúpida de su humana llorando por un hombre que ni siquiera la notaba.
Llegué a Izhi. Nunca me ha gustado el aroma a humedad ni mucho menos los paisajes repletos de vegetación. Siempre he pensado que una de las pocas cosas que los humanos han hecho bien ha sido urbanizar el mundo en general.
Pero ya estaba aquí, contemplando las hojas de algunos árboles siendo tocadas por los rayos tenues del sol al crepúsculo; y casi sin planearlo, casi deseándolo y a la vez aborreciéndome por ello, me adentré poco a poco en el bosque y los senderos de tierra y musgo. A lo mejor esperando encontrármelo de nuevo.
Y fue así.
Me deslicé entre el follaje siguiendo el susurro de un riachuelo, a pesar de los miles de gozos de protección y extenuación de alrededor que me dejaron casi sin nada de energía, para finalmente encontrarme con el dueño de mis pensamientos.
Estaba solo, materializado y hundiendo los dedos en el arroyo sosegado. Me quedé observándolo en silencio, maldiciendo que su sola imagen me pusiera en este estado de vulnerabilidad. En este estado en el que sentía como si su sola respiración ya era motivo de contemplación.
Avancé unos cuantos pasos, tratando de que los pliegues del vestido no me delataran al rozar los arbustos, pero…
    ¡Ay!
¡PAF!
Nuevamente mi horrible apariencia original.
Traté de huir pero para mi mala suerte terminé cayendo sobre algunos arbustos repletos de espinas y no me quedaba nada de energía para usarla a mi favor. La vergüenza se triplicó: mi ego siendo pisoteado sin misericordia alguna, mi belleza rebajada ante la verdadera belleza.
Los ojos miel me observaban con lo que más detestaba.
Me observaban con compasión.


¨°*°*°*°¨

ANIEL


El columpio en el que jugaba Albania estaba a unos metros lejos; ella misma debía encontrarse ahora  en la reunión a la que fue invitado su abuelo pero a la que por motivos de trabajo no pudo acudir.
Nuna se la había llevado temprano a una de las casas de la familia Liberia.
»— ¡Prometo no demorarme demasiado, Aniel! — me había dicho después de girar sobre sí misma para preguntarme cómo le quedaba el vestido color melocotón que llevaba ese día. Le respondí que no se preocupara y se divirtiera todo lo que pudiera. Salió contentísima, pero me preocupó un poco que no me mirara a los ojos.
Lleva varios días así, sin querer mirarme fijamente. Ríe como siempre, pero no me sostiene la mirada. Me pregunto si habrá pasado algo.
Nanael y yo habíamos venido hasta esta parte de Izhi para que se alimentara con los sonidos que despedía el arroyo mientras me enseñaba algunos gozos de aturdimiento.
Y hablando de gozos de aturdimiento…
  Sí, a mí también me tiene algo preocupado sus últimos sueños —me dijo cuando le comenté que era extraño no ver los prados soleados que antes solíamos ver por las noches, cuando Albania caía dormida —. Siempre podíamos ver qué sucedía en ellos, pero últimamente se nos están cerrando por completo. Me pregunto si el ente estará desarrollando una especie de barrera o algo así.
Ignoré lo de “ente” y asentí un tanto vacilante.
  Esperemos que no sea nada malo — añadí un tanto inquieto.
Los sueños de Albania solían verse borrosos últimamente y ya casi no escuchábamos nada. Además, aparte de todo eso, en los últimos días la he notado algo débil: inclusive Nuna lo ha notado. A veces está tocando el violín y su temperatura se eleva violentamente para después de unos segundos bajar con brusquedad.
También la he visto sumamente pensativa: se queda observando por el balcón y no dice nada. Cosa rara ya que era de esas niñas que no soportan estar quietas.
Y aún sigo intranquilo por sus miradas esquivas.
Se lo pregunté a Gremory porque ella suele ser muy cercana a Albania, y conseguí una respuesta de lo más curiosa:
»— Esa niña está creciendo, Aniel — me dijo con amabilidad—. Así como su cuerpo correteaba de aquí para allá cuando era más pequeña, probablemente ahora su mente corretea así. Divagando entre sueños, anhelos, deseos... Tal vez solo necesita algo de privacidad; no la cuestionen tanto. Además, es una chica.
»— ¿Y eso qué tiene que ver? — pregunté sin comprender.
Me sonrió:
»— Puede parecer extraño, pero las chicas son algo más complicadas que los muchachos. Además, la pequeña está en esa transición de niña a señorita: probablemente algunas cosas que quería antes ya no le son muy interesantes, o algunas cosas que percibía de alguna manera ahora se sienten de otra forma.
Bueno, no es como que yo tenga experiencia con etapas de desarrollo, pero lo que Gremory me había dicho tenía algo de sentido: Albania estaba creciendo; lo que pensaba cuando tenía ocho o diez años probablemente no era lo mismo que ahora, teniendo ya casi trece.
Le comenté a Nanael sobre ello porque me pareció bastante acertado, pero me respondió que perdía mi tiempo tomando en serio a alguien como Gremory.
Creo que a veces la subestima demasiado.
    Por cierto, Aniel, en cualquier momento Caila vendrá por mí. Olvidé mencionártelo.
    ¿Mmm? ¿Acaso tenemos alguna otra reunión con el Comité? — indagué. ¿Lo habría olvidado?
    No, es solo que voy a charlar con algunos Phaxsi — elevé las cejas, sin comprender—. Caila me ha dicho que Rumilat ha solicitado verme de favor, porque requiere de ayuda con algunos gozos.
    De seguir así, podrías hasta abrir tu propia escuela.
Me reí al recordar que el hermano gobernador del futuro, Uriel, también había pedido verlo hace unos días.
    Bromeas como si tuvieras la absurda mente de un chiquillo — me respondió pero en el fondo lo sentí algo animado.
A Nanael le encanta pasar el tiempo creando gozos y salmos: qué mejor que hacerlo siempre que pudiera si eso colaboraba con su buen humor.
    Aprovecharé para preguntar si hay alguna forma de aprender algo sobre Li-kay. Creo que ingresar a la mente de la niña sería conveniente.
    Si lo crees necesario…
Caila apareció unos minutos después; me saludó cordialmente y después se llevó a Nanael que adoptó su forma original y me pidió que no me preocupara mucho porque había dejado varios salmos de protección alrededor de la casa.
    De acuerdo.
Nanael y Caila se perdieron por allá al fondo; me quedé solo, sentado y apoyado sobre el tronco de un árbol muy cerca al riachuelo. Oía los cánticos de Drol Yaccu que dormía apaciblemente y provocaba que la corriente se viera sumamente serena.
Aproveché la ausencia de Nanael y me materialicé; hundí los dedos en el riachuelo y sentí los barridos mansos. Me quedé un largo rato así, con el agua recorriendo mi mano y los ojos cerrados; hasta que un ligero cosquilleo, casi imperceptible, me recorrió de pies a cabeza:
Ya volvió
Albania acababa de retornar a la casa; su presencia se sentía muy cercana. Decidí esperar un poco más antes de ir a verla porque probablemente su abuelo llegaría en unos minutos y seguramente charlarían sobre la celebración por su cumpleaños.
Las últimas cuatro noches ha estado hablando con Gremory sobre los preparativos. Nanael ponía los ojos en blanco cada vez que oía alguna nueva idea y después desaparecía, diciendo que eso era demasiado para él: aunque creo que en realidad lo que hacía era irse a las cocinas cada vez que sentía que Bejle estaba preparando algo de café.
  ¿Ya te vas? — me preguntó Drol Yaccu cuando saqué la mano de la corriente.
  Sí, iré a ver a Albania. Parece que ya volvió.
Me puse de pie, pero antes de que volviera a desmaterializarme oí un grito:
  ¡Ay!
¡PAF!
Sonó algo parecido a una pequeña explosión y cuando volví el rostro, me encontré con aquel gato blanco de ojos celestes.
Era ella: la demonio que hace unos días había aparecido ante mí con algunas copas de vino de más. Por lo visto había tropezado y ahora estaba atrapada entre un arbusto repleto de espinas.
Recordé las tonalidades extrañas que había visto en sus emociones y casi al segundo empecé a dibujar algunos gozos de protección alrededor.
¿Por qué anda tan seguido por aquí? ¿Querría algo en particular? ¿Conocer a Albania o algo por el estilo? Supuestamente ya no deben quedar muchos demonios que sepan sobre La Original porque los recuerdos estaban siendo tomados por completo de todas las memorias posibles.
 ¿Qué es lo que estás buscando, demonio? —inquirí con desconfianza. Me quedé unos segundos observándola moverse incómoda y resoplar enfadada.
¿Qué sucede? ¿No va a decir nada?
  ¡Estúpida apariencia! — murmuró y trató de zafarse de las enredaderas puntiagudas pero solo se apresaba más —. ¡Estúpidos gozos! ¡Estúpida vida!
Me quedé en silencio, observándola luchar contra las enredaderas.
  Piensas que estoy loca, ¿verdad? — me recriminó: la apariencia frágil no concordaba con el tono arrogante—. ¡Vete! ¡VETE! ¡No quiero que me veas de esta forma! ¡Y dile a tu estúpido hermano que deje de poner tantos gozos de descubrimiento y extenuación alrededor!
Pensé en irme de inmediato, pero vi cómo una de sus patas se enganchó con más fuerza por los movimientos rudos que hacía al tratar de escapar, y las espinas se clavaron con fuerza en ella.
¡Miauu!
Soltó un maullido, adolorida, y después empezó a moverse con más violencia, sin dejar de repetir que odiaba su apariencia original.
El pelaje blanco empezó a adquirir tonalidades rojizas.
  ¿Eh? ¿Qué…? — la escuché decir cuando me acerqué a ella—. ¿Qué…qué haces?
  Deja de moverte, estás haciéndote daño — repliqué pero cuando traté de tocarla se movió frenéticamente.
  ¡Es por lástima, ¿verdad?! —exclamó y no entendí la mezcla de angustia y vergüenza: ¿acaso no quería ayuda? —. ¡Déjame! ¡DÉJAME!
 No te muevas — pedí nuevamente, pero se movió más y las espinas se clavaron con más fuerza.
¡Miauu!
 ¡Nadie me ha insultado tanto en toda mi vida! — reconocí algunos matices de orgullo vulnerado en sus emociones: detestaba que la vieran débil—. ¡Déjame! ¡DÉJAM…!
  ¡DEJA DE GRITAR! — bramé perdiendo la paciencia.
Los ojos celestes me observaron conmocionados. Por fin dejó de moverse y pude tomarla por las patas delanteras para sacarla con cuidado.
La deposité con suavidad sobre la hierba; parte del pelaje blanco traía restos de sangre y algunas espinas aún estaban clavadas en su cuerpo.
No me miró, simplemente se quedó así, cabizbaja.
  Demasiado amable — Drol Yaccu bostezó por allá atrás.
  ¿Por…? ¿Por qué…? — la oí. Me senté frente a ella para verla a su altura—. ¿Por qué lo hiciste?
  ¿Qué cosa? —pregunté quitando algunas de las espinas. Retrocedió y me acusó con la mirada.
Sé que los demonios son orgullosos, pero los ojos de esta demonio destilan muchísima arrogancia.
  A-ayudarme — elevé una ceja, sin comprender—. ¡Hablo en serio, ángel idiota!
No pude evitarlo y solté una carcajada: ¿acaso no lo habría hecho cualquiera? ¡Quién puede ser tan cruel como para dejar a alguien lastimado!
Susurré algunos salmos de sanación y toqué las partes vulneradas del cuerpo peludo. Se encogió cuando toqué parte de su cabeza y después la oí suspirar.
  Ni siquiera me tienes miedo, ángel idiota— murmuró—. Nadie me teme con esta forma.
Qué peculiar forma de ver las cosas.
  No todo en el mundo tiene que estar regido por el miedo — simplifiqué.
Volvió a mirarme sorprendida, y después comprobé que la pata posterior derecha la tenía muy lastimada. No se apoyaba sobre ella y algunas gotitas de sangre se deslizaban entre su pelaje.
Los demonios se recuperan por sí solos, pero ella parece estar al límite de su energía y por la mueca en el rostro felino, sospecho que está doliéndole mucho.
    Puedo curar eso— insinué—. Si quieres, claro.
Se mantuvo en silencio, en un silencio bastante prolongado a decir verdad. Pensé que a lo mejor no querría, pero cuando estuve a punto de ponerme de pie, sentí la esponjosa almohadilla de una de sus patas tocándome el dorso de la mano.
    Aquella vez…yo…no estaba en mis cabales. Confundí recuerdos, vi cosas y por eso… — supuse que se refería a la vez que se me presentó—.  Duele mucho— añadió en voz baja y elevó un poco el miembro lastimado—. Pero… ¿podrías olvidar mi comportamiento de la vez pasada…y curarme ésta?
Elevé las cejas mientras dibujaba algunos salmos de regeneración.
    ¿Qué pasó la vez pasada? 
Me sonrió.


¨°*°*°*°¨

NUNA

    ¡Te dije que lo conseguiría, Loi! ¡Así que ese día tienes que venir muy, muy bonita!
Hace unos minutos acabábamos de dejar la casa de los miembros más longevos de la familia Liberia. Como las niñas habían estado cuchicheando entre ellas muy animadas y su charla parecía durar para rato, la niña Albania le había suplicado a la madre de la señorita Marion que la dejara venirse en nuestro coche. Y ella había accedido de buena gana.
Nereo me observó divertido, desde el compartimiento de adelante, cuando las niñas soltaron un chillido, emocionadas.
  Niñas, ya, a ver, vamos a comportarnos — solicité pero ambas seguían riendo—. Niñas, por amor de Dios: no es bien visto en una dama que se pongan así de entusiasmadas solo porque un muchacho haya aceptado una invitación.
Las risas se detuvieron impetuosamente. El rostro de la señorita Marion adquirió el tono de una manzana madura y mi niña Albania me miró, sorprendida.
  ¡Nunita, ¿acaso…?!
  ¿Que si lo sabía? ¡Por Dios, niña! ¡Las conozco demasiado bien como para no darme cuenta de que todo este alboroto es porque el niño Luca accedió ir a su cumpleaños! — mi niña rompió a reír, algo abochornada—. Y ya que hablamos de eso, déjeme repetirle que no estuvo bien haberlo invitado tan directamente. Si usted tuviera unos años más, ese gesto podría haberse tomado como un atrevimiento.
  ¡Ay, Nuna, ya no me reprendas! —pidió y me puso el puchero de cachorro abandonado—. ¡El caso es que Loi ese día podrá bailar con él!
La señorita Marion se mordió los labios, sin saber si sonreír o bajar la cabeza, ruborizada.
 Bueno, por ese lado…tomémoslo como una victoria —acepté: total, las cosas ya estaban hechas y quitarles esa pisquita de satisfacción era por las puras.
Ambas soltaron grititos de emoción.
Aproveché para repetirles que si bien yo estaba viendo toda esta agitación, no era prudente comportarse así en frente de otras personas. Y menos por un tema relacionado a un muchacho.
    Además, también es mi deber pedirles prudencia con ese tipo de chicos, mis niñas. Los niños que son “todo sonrisas” pueden parecer muy amables e interesantes, pero también son de cuidado. Sálvese quien pueda de los chicos dotados de hermosura, pero sobre todo de los coquetos.
Y se los decía yo, que tenía una vasta experiencia con ellos: mi ex esposo solía ser así, todo guiños y risitas con cuanta muchacha se le apareciera en frente. Un completo pícaro.
    ¿Coquetos, Nunita?
    Sí, mi niña. Cuidado con esos.
Como Nereo anunció que acabábamos de llegar a la casa de la señorita Marion (con una sonrisita que me confirmó que había escuchado toda la plática femenina), las niñas se despidieron y más tarde por fin llegamos a las afueras de la ciudad, en donde estaba ubicada la mansión del señor Alcides.
Por un lado es algo latoso la distancia que nos separa de la ciudad por el tiempo que demoramos en llegar a lugares céntricos, pero por el otro el ambiente que rodea la casa del señor Formerio es muy apacible. Ni bien salimos del ajetreo de la ciudad y los árboles delinean el sendero que nos da el encuentro, una sensación de paz infinita se dispara alrededor. A veces hasta siento que la mansión está ubicada en un mundo de magia en el que seres que los humanos no podemos ver, habitan.
Bajamos del coche. Las botitas de mi niña dejaron eco en las escaleras que conducían a la puerta principal de la casa.
 ¡Ya llegué, Sorel! — exclamó cuando nuestro mayordomo abrió la puerta, sonriente al verla retornar.
Como el señor Alcides no tardaría en llegar, ambas decidimos sentarnos en el salón a esperarlo para comentarle lo bien que había resultado el almuerzo con los Liberia. Mi señor había tenido una reunión de urgencia y se había disculpado anticipadamente, pero en su lugar tuve que llevar a mi niña Albania ya que la señora más anciana de los Liberia, la dueña del cumpleaños, había pedido de favor que el violín que solía sonar en las reuniones organizadas en nuestra casa, los deleitara.
Bejle apareció diciendo que traería un par de tazas de chocolate caliente, y en ese momento nuevamente lo noté: mi niña Albania acababa de sacar el violín que había llevado consigo para tantear si se había desafinado, y de repente soltó un enorme suspiro, como si algo la agobiara.
Desde hace un par de días la he notado un poco delicada; se la pasa correteando de arriba abajo como siempre, y si uno no pone cuidadosa atención ni siquiera se daría cuenta, pero mi niña, como nunca había sucedido hasta ahora, parecía que iba a resfriarse.
Está haciendo frío últimamente: la he visto temblar a causa de escalofríos que la atacan repentinamente, pero también la carita se le enciende, como si hubiera corrido grandes distancias a pesar de solo estar sentada. Es como si su temperatura subiera y bajara sin previo aviso. Llamé inmediatamente al doctor Amira después de que le compartí al señor Alcides mi preocupación y, para nuestro alivio (aunque en mi caso también, confusión), dijo que mi niña no parecía tener nada.
  ¿Nunita? — escuché de pronto. Nereo había ingresado para encender la chimenea y mi niña se había acercado a mí con desconcierto: no pude evitar posar el dorso de mi mano sobre su frente, para tantear su temperatura—. ¡Ay, Nunita! ¡Ya te dije que estoy bien!
  En serio no se siente mal, ¿verdad, niña Albania?
  Claro que no. Si fuera así ya te lo hubiera dicho para que me consientas con miles de besos y abrazos — me puse de pie y la atrapé entre mis brazos en medio de sus risitas—. ¡Ay, Nunita! ¡No! ¡Me haces cosquillas!
Me quedé un rato observando la carita de niña: vi los ojos repletos de brillo, la boquita sonrosada y las mejillas en el rostro redondo.
Y pensar que llegó pequeñita, pequeñita. Casi cabía en mis dos manos y ahora está así de alta y bonita.
   ¿Nunita? — me llamó con curiosidad—. Nunita, te has puesto triste.
  En unas semanas cumplirá trece, mi niña hermosa — le respondí acomodándole el lacito melón del cabello—. Y después vendrán los catorce, los quince, ¡los dieciséis! — no pude evitar sonreír algo acongojada—. El tiempo está volando. Usted era una bebé y ahora es casi una señorita.
  Nunita, ¡no digas eso! ¡Aún soy una niña! ¡Ni siquiera cumplo los trece y ya estás poniéndote así, toda triste, por algo que ni siquiera sucede! — me regañó enfurruñada—. Y si tanta pena te da si quieres me quedo así: ¡con doce de por vida!
  ¡Pero qué cosas dice, pequeña diablilla! — exclamé con una carcajada—. Además, hay miles de pasatiempos nuevos que dentro de poco conocerá. Asistirá a bailes, tendrá que responder las miles de cartas de todos los admiradores que tendrá…
  ¿Admiradores? — repitió conteniendo una risita.
  Claro que sí, ¿no ha visto lo bonita que se nos está poniendo? Estoy más que segura que tendremos miles de pedidas de mano.
  ¡Ay, Nuna, no, no, no! — soltó tapándose los oídos—. ¡No me digas esas cosas!
No pude evitar imaginarla del brazo del señor Alcides, ingresando por la puerta principal a los bailes más selectos de la ciudad.
 Y a los dieciséis ya podrá acudir al Baile de las Luciérnagas —concluí ligeramente emocionada.
  ¿Al Baile de las luciérnagas? — asentí—. La tía Morgana dice que ese baile es para conseguir esposo.
  Bueno, la señora Morgana tiene una perspectiva algo simple de esa festividad — respondí con tranquilidad.
La niña Albania resopló: el rizo que le caía por la frente rebotó juguetonamente.
  Pero no debo ver a los coquetos, ¿verdad? — me preguntó divertida.
  Así es. A los coquetos manténgalos lejos — corroboré y ella rompió a reír.
En ese momento el señor Alcides llegó a casa. Mi niña corrió a saludarlo afectuosamente y casi se me escapa una risita al verla observar insistentemente la cajita mediana, con el moño violeta pálido, que el señor había traído consigo.
Estaba más que segura que se moría de ganas por preguntarle directamente si era para ella, pero yo ya había sido muy clara con respecto a qué cosas pregunta una dama y qué cosas no. Además, de seguro son los nuevos bombones que las confiterías de la familia recién iba a lanzar al mercado. Mi niña Albania le había pedido insistentemente al señor que le trajera unas muestras especiales para ella:
»— Las más deliciosas que puedan preparar, abuelo— le había solicitado con mucha convicción hace un par de días.
Pero el señor aún no mencionaba la pequeña cajita, y solo estaba comentándonos el asunto con la hacienda Gerdau. No estoy muy enterada del tema, pero por lo poco que había escuchado del señor David y el señor Alcides, era que requerían leche pero de origen vegetal para iniciar con una nueva línea de chocolates, así que la familia Gerdau se había ofrecido como futuros proveedores.
  Por cierto, hija, Nuna me comentó ayer que ya tenías algunos planes para la celebración de tu cumpleaños.
Los enormes ojos de mi niña se iluminaron.
  ¡Es cierto! ¡Casi se me olvida! — chilló emocionadísima—. ¡Ya lo decidí, abuelo! Quiero que todos mis invitados vengan disfrazados.
El señor me lanzó una mirada de “Nuna, esta niña cada vez se me pone más loca”.
  ¿Disfrazados? ¿Y tienes pensado cómo organizar todo eso?
  Estaba pensando que primero enviaremos las invitaciones desde ahora para que todos tengan listos sus disfraces con semanas de anticipación— el señor Alcides asentía mientras mi niña correteaba por todo el salón narrándonos con lujo de detalles todo el procedimiento que tan bien había organizado—. Quería que todas fuéramos piratas ese día, pero Nunita dijo que no me ayudaría.
  ¿Piratas? — repitió el señor Alcides conteniendo una risa. Le respondí que bajo ninguna circunstancia yo permitiría semejante temática en una fiesta para señoritas; además, ya había convencido a la niña Albania de lo divertido que sería si cada uno venía disfrazado de diferentes cosas.
Eso de piratas se lo ha metido la señorita Alexia con el último libro que le había enviado hace unas semanas. Creo que debo hablar más seriamente con el señor Alcides sobre qué tipo de lectura estamos fomentando en la niña.
    Y ya que Nuna no aprobó mi estupenda idea de los piratas — me hizo un mohín pero después sonrió—. ¡Ya tengo otra opción para mi propio disfraz que será igual de bonita!
  ¿Me la dirás, hija?
  Claro que no, abuelo. ¡Tiene que ser una sorpresa! —respondió juguetonamente—. Y en la fiesta ofreceremos helado, ¡los bombones nuevos si ya están listos!, emparedados chiquititos cortados en forma de estrellas, copitas con jugo de frambuesas y cerezas, ¡y haremos concursos de baile y charadas! — tomó un leve respiro después de haber hablado tan velozmente, y continuó—: Y… ¡también quiero que ese día nos fotografíen a todos!
  ¿Fotografiar? — preguntó el señor Alcides elevando una ceja—. ¿A cada invitado?
Mi niña puso su mejor sonrisa:
 ¡Por favor, abuelo! ¡Te imaginas lo que dirán todos si obsequio fotografías a modo de recuerdo! — se puso de pie de un salto; los rizos rebotaron graciosamente—. Cada invitado recibirá una fotografía de ese día. Podemos enviarlas a cada casa después de que sean reveladas, ¿sí?
 ¿Fotografiar a cada invitado me debe hacer suponer que debo llamar al señor Saleri? — preguntó el señor Alcides; mi niña asintió entusiasmada—. Vaya, esperemos que no tenga ningún compromiso preparado para ese día.
  ¡Por eso tienes que comunicarte con él cuanto antes, abuelo! ¡Y si tiene algo planeado, debes convencerlo para que desista de ello y venga a mi fiesta!
El señor Saleri era el fotógrafo que la familia frecuentaba, así que no creo que ponga peros de por medio cuando Sorel vaya a solicitar sus servicios.
  Y ahora para las cortinas del salón quiero que peguemos mariposas de colores… — inició nuevamente la niña Albania. El señor Alcides volteó a observarme, divertido, mientras ella revoloteaba completamente abstraída al narrarnos ahora todo el asunto de la decoración.
    Esto es culpa de Morgana, ¿verdad?— me preguntó en voz bajita.
  Y de la señorita Alexia y, si me permite decírselo, de todos en la casa a decir verdad—puntualicé con seguridad.
  ¿Mmm? ¿Por qué dices eso, Nuna?
  ¡Todos la consienten demasiado, señor! — repliqué sin alzar demasiado la voz—. Nunca se le niega nada a esta niña, y prácticamente le celebramos cualquier movimiento de su parte.
 ¿La consienten? — repitió el señor—. Nuna, eres la menos indicada para hablar sobre lo consentida que está Albania ya que eres de las que más fomentan eso en ella.
   ¡Nunita, escucha! ¡Tienes que ayudarme a dibujar las alitas que mi disfraz llevará para dárselo al sastre cuanto antes! — la escuché llamarme. Giré y me observó preocupadísima—. Me ayudarás, ¿verdad que sí?
Solté un enorme suspiro:
  En realidad ella es la culpable, señor — sentencié mientras la niña reía después de que acepté colaborar con sus preparativos—. Es imposible sermonear a esta criatura.
  Dímelo a mí; a veces creo que ya sabe que sonreír es su carta mejor jugada cuando se le avecina una reprimenda.
Me lancé a reír.
¡Toc toc!
Llamaron a la puerta del saloncito; era una de las nuevas empleadas con la noticia de una visita no prevista: el coche del señor Traugott acababa de cruzar la reja principal de la mansión y Sorel estaba yendo a su encuentro.
El señor Erasmo Traugott era un colega del señor, del Ministerio de Economía. Mmm, qué raro: últimamente anda viniendo muy seguido.
El señor Alcides se puso de pie.
  ¿Erasmo?—preguntó; el gesto serio de su rostro me desconcertó un poco: que yo sepa el señor Traugott no era íntimo del señor Alcides pero tampoco nunca escuché que su presencia fuera incómoda en la casa—.  ¿Viene solo o…?
    Me parece que solo, señor — respondió la chica nueva un tanto intimidada por el tono de voz, y después se perdió por la puerta.
La niña Albania corrió a ver por la ventana.
  ¿Señor? — pregunté yo al notarlo tan inquieto.
  Albania — la llamó. El tono sombrío me turbó un poco—, hace unas horas me llegó tu pedido: es una pequeña muestra de los nuevos bombones rellenos de brandy y coco que nuestro repostero principal está elaborando, y también añadieron los de fresa con leche condensada que tanto te gustan, y los de enteramente chocolate.
  ¿En serio te los enviaron, abuelo?
  Pruébalos en tu habitación, ¿sí? Y no salgas hasta que Nuna te diga.
  ¿Eh? ¿Que no salga? — preguntó mi niña con curiosidad—. ¿Por qué, abuelo?
  Hija, solo ve a tu habitación, por favor.
Mi niña, tan intuitiva como siempre, no preguntó más y tomó la caja entre las manos, sumamente contenta. La ayudé con el violín y casi pude hasta leer la mueca de impaciencia en el rostro del señor Alcides.
  Rápido — creí oírlo murmurar.
Pero en ese momento apareció Sorel, y detrás de él el señor Erasmo Traugott con un impecable traje de vestir, sombrero de copa, un paquete rectangular en el brazo derecho porque el izquierdo se sostenía del bastón con empuñadura de plata que solía llevar, y el negro bigote ocultando parte del rostro redondo y la colosal sonrisa.
  Alcides, lamento haber llegado sin anunciar. — Observé de reojo al señor que me indicó con una mirada casi imperceptible que saliera cuanto antes del saloncito—. ¡Oh, pero qué veo aquí! —añadió enfocándose en nosotras—. ¡Si es la pequeña princesa Formerio!
  Buenas noches, señor Erasmo. ¿Cómo se encuentra usted? — lo saludó mi niña completamente encantadora.
  Qué gusto verlo, señor Traugott — añadí cuando los ojos azules me observaron con interés—. Eh, bien, ¡los dejamos para que charlen a gusto! — dije rápidamente. El señor Alcides asintió—. Vamos, mi niña.
  Sí, Nunita. Con permiso, abuelo, señor Eras…
  ¿Pero por qué se van? — El bigote se meneó en el rostro redondo cuando nos dijo aquello—. Vamos, quédense unos minutos.
  Erasmo, presumo que estás aquí para ver los papeles de la fábrica que se rastreó hace unos días, así que hagámoslo ahora mismo — puntualizó el señor Alcides con eficiencia—. ¿Puedo ofrecerte un café o preferirías algo más fuert…?
  Sé que he venido para charlar sobre algunos asuntos de trabajo— lo interrumpió el señor Traugott—, pero debo admitir que escuchar a tu nieta tocando el violín alivia todos mis pesares, Alcides. Por ahí escuché que fue la sensación en el almuerzo de Minerva Liberia.
La niña Albania me observó con curiosidad, como preguntando “¿Nuna, y ahora qué hacemos?”.
  Vamos, ¿puedo oír siquiera el pedazo de alguna melodía, mi estimada señorita?— le preguntó inclinándose un poco para observarla de frente.
  Pueees… — la niña Albania confirmó el asunto con el señor Alcides: bastó una mirada y él asintió levemente—. Está bien, ¿desea alguna en particular, señor Erasmo?
 La que prefieras estará bien para mí — le respondió con gentileza. Mi niña asintió muy servicial (como acostumbraba a ser con los colegas de su abuelo), tomó el violín caoba que combinaba con el bonito vestido en tonos melocotones que llevaba hoy, y se dispuso a interpretarnos una de las melodías que habíamos escuchado en la capilla el domingo pasado.
Quince minutos más tarde, después de cuatro melodías perfectamente interpretadas, por fin pude enviarla a su habitación. Nos sonrió, se despidió con una leve reverencia, y después se dispuso a salir muy emocionada con su caja repleta de chocolates.
Pero antes de que tomara la perilla de la puerta…
  Querida, espera.
…el señor Traugott la llamó.
  Erasmo, mi nieta tiene deberes pendientes —lanzó el señor Alcides con una sonrisa forzada—. Ya te complació con el violín, así que deja que vaya a probar sus bombones antes de la cena. Me los ha estado pidiendo con tanta insistencia que prolongar más su espera es un poco cruel de mi parte. Además, debe estar cansada por lo del almuerzo con los Liberia.
  Espera, hombre, tengo algo para la pequeña princesa— agregó el señor Traugott nada enterado de la sonrisa falsa.
O a lo mejor no queriendo darse por enterado.
    ¿Eh? ¿Algo para mí?
Me encogí de hombros, sin saber qué ocurría aquí, cuando mi niña me observó sumamente confundida.
  Erasmo, ya te he dicho que… — inició el señor Alcides en tono severo, pero el señor Traugott continuó:
  Sabes que Darío acude a la misma universidad que tu hermano Joan, ¿verdad, princesa?
  ¿Darío? ¿Su hijo menor? — preguntó la niña Albania. Instintivamente avancé dos pasos hacia ella.
Momento, ¿qué está pasando aquí? ¿Por qué el joven Darío le enviaría algo a mi niña?
   Hace unos días me llegó correspondencia suya, y me envió un obsequio especialmente para ti— ¿qué?—. Hay muñecas muy bonitas en Libiak: creyó que sumar una más a tu colección a lo mejor te encantaría.
El señor Traugott abrió el paquete rectangular y sacó de él una caja cuidadosamente envuelta en papel rosa brillante, con un moño enorme en tonos más oscuros.
No me quedó duda alguna de que el señor Alcides reprobaba la cuestión cuando volteó a observar con desgano hacia la ventana.
  Aquí tienes, preciosa. De parte de Darío.
Observé de reojo el paquete: la verdad es que yo tampoco creo conveniente la situación, porque eso de recibir obsequios de personas externas puede provocar que se desaten habladurías erróneas.
 Oh, señor Erasmo—inició mi niña más apesadumbrada que nunca—, tengo estrictamente prohibido recibir obsequios que no sean de mis familiares, y de hacerlo solo es en ocasiones especiales — sentí que me inflé del orgullo ante el tono cuidadosamente trabajado. En ningún momento vaciló y su porte era el de una perfecta señorita—.  Disculpe que me vea obligada a rechazar su amabilidad, pero mi institutriz y mis principios me impedirían aceptarlo. Lo lamento muchísimo, en verdad.
Me quedé con la boca abierta; el señor Alcides, al lado, se veía bastante sorprendido pero a la vez muy satisfecho. Si la señorita Montano hubiera estado aquí, probablemente le habría puesto un “sobresaliente” en Etiqueta y Buenos modales a mi niña solo por semejante respuesta.
¡Cómo me hubiera gustado que la odiosa de Tamaya estuviera aquí! ¡Estoy más que segura que la niña Corín no habría podido sonar ni la mitad de bien que mi niña!
El señor Traugott elevó las cejas, ligeramente impactado, y después asintió con una sonrisa bastante genuina.
Pensé que estaría enfadado pero al contrario, se veía hasta fascinado.
    Bueno, en ese caso no puedo insistir— aceptó y mi niña Albania sonrió con gentileza.
    Iré a probar mis bombones, ¿sí, abuelo?
    Sí, hija, ve. No te los comas todos, aún no hemos cenado.
    ¡Sí!
La puerta se cerró: solo escuchamos los pasitos de mi niña correteando por la escalinata y sus risitas después de exclamar “¡Maltés, bobito: no son para ti!”.
Pensé en retirarme yo también pero el señor Erasmo, para mi sorpresa, pidió que me quedara.
 Alcides, acabo de comprobarlo. Mi hijo no estaba equivocado; tu Albania va a ser una estupenda mujer en algunos años.
¿Qué?
Bien, ahora sí oficialmente no entiendo qué está pasando.
El señor Alcides me pidió que me sentara frente a la poca disposición del señor Erasmo para dejarme ir.
  Las nanas suelen ser más cercanas a las niñas, y en un futuro sus opiniones pesan muchísimo en sus decisiones — dijo el señor Erasmo. No, no me digan que…—. Quita esa cara, Alcides, ya te he dicho que esperaríamos cuatro o cinco años más.
— Darío es inclusive dos años mayor que Joan, Erasmo — replicó mi señor—. Tu hijo prácticamente le dobla la edad a mi nieta.
  ¡Hombre, no seas tan cerrado! Si no me equivoco, tu esposa, que en paz descanse, era seis años más joven que tú.
¿Qué? ¿Acaso sería posible que…?
    Tú mismo lo has dicho— indicó el señor Alcides disgustado—. Seis años, ¡no diez, Erasmo!
    Disculpen, yo… — traté de decir cuando iba a la deriva.
    Te lo dije y lo reitero — dijo el señor Erasmo—. Esperaré lo que sea, pero quiero a tu Albania como esposa de mi Darío.
¡¿QUÉ COSA?!
Traté de no mostrarme muy sorprendida, pero el aire empezó a faltarme. El señor Alcides me pidió un té de valeriana; el señor Traugott, por otro lado, reía bastante divertido con el asunto.
¡Dios, no pensé que sería tan pronto!
Mi niña Albania cumpliría trece en unas semanas…
…y ya había recibido su primera pedida de mano.


¨°*°*°*°¨

ALBANIA


¡Tendría que contarle esto a la tía Morgana! ¡Y a Aniel! ¡Y a Gremory! ¡No puedo creer que me estén enviando obsequios y solo por tocar el violín! Ya sabía que era buena, pero jamás pensé que al extremo de empezar a recibir presentes solo por tocar frente a los socios del abuelo cada vez que venían de visita.
Subí toda la escalinata rumbo a mi habitación. De reojo vi a la linda Bejle riéndose mientras llevaba una fuente repleta de vegetales: ella siempre dice que le da gracia verme corriendo como un potrillo así que a lo mejor es por eso.
Escuchaba los bombones que me había traído el abuelo chocando unos contra otros dentro de las cajitas decoradas en tonos dorados. Supuestamente estos bombones aún no han sido probados por muchas personas (todavía no salen a la venta), y el repostero principal de la marca de la familia es muy, ¡muy, bueno! Por no decir el mejor de todo el mundo.
Llevo dándole vueltas a esta idea pero aún no sé si sea tan sencillo conseguirlo: ¡quiero que Aniel pruebe algunos de los mejores chocolates de la familia porque son de los dulces más ricos que existen! Digo, a Gremory se le ilumina la carita cada vez que prueba algo delicioso: ¡me gustaría ver esa misma emoción en el rostro de mi Aniel!
Bueno, ya vería como intentar convencerlo sin que Nanael se ponga en modo gruñón.
  ¡No, Maltés! ¡Ya te dije que no son para ti! — repetí cuando apareció detrás de mí, meneando la cola y muy agitado—. ¡Mira cómo has terminado, tontito! No deberías correr así.
¡AUURRF!
  Tú no puedes comer bombones, te harán mal — le expliqué, y muy inteligentemente entendió mis palabras porque se dio la vuelta y se dejó caer junto a la repisa del pasillo.
Y hablando de estar muy agitado, creo…que a mí me ha pasado igual. No sé porque…últimamente…
  Ay, ¿y…ahora?
Me detuve unos segundos en el pasillo porque sentía como si me faltara el aire.
¿Qué está pasando? Yo nunca me he enfermado. He oído incontables narraciones sobre los problemas respiratorios de Corín y hasta de las veces en las que Loi se enfermaba de catarro y faltaba a las clases con la señorita Bona, pero a mí nunca me ha pasado.
Tomé una gran bocanada de aire cuando me sentí mejor y corrí presurosa a mi habitación.
Cerré la puerta tras de mí: Sorel ya había encendido mis lámparas. ¿Mmm? Qué raro: pensé que Aniel y Nanael estarían aquí, como siempre.
Ah, claro. Seguramente Nanael está charlando con la mariposa que suele venir a visitarme por las noches y que no le agrada para nada a Gremory: sé que se llama Caila pero hasta ahora no he cruzado palabra alguna con ella. Además, no sé si soy o yo, pero siento como si me mirara con algo de desconfianza.
Pero… ¿y Aniel? ¿Dónde estaría?
 ¿Aniel? — lo llamé. Aguardé unos segundos pero no apareció. Supuse que estaría materializado, ya que cuando lo hacía no podía escucharme si estaba muy lejos.
¿A dónde habrá ido?
Dejé mis cajas repletas de bombones sobre la cama, y cuando giré me encontré cara a cara con mi reflejo.
El espejo de mi habitación es de cuerpo completo; lo habían cambiado hace unas semanas porque el que tenía antes era muy pequeño para la estatura que tenía ahora.
» Ya es casi una señorita, mi niña — recordé la voz de Nuna y no pude evitar ponerme a pensar en lo mismo.
¿Qué significa eso? Ser una señorita. ¿Acaso tendría algo que ver con los cambios de humor que solían atacarme de la nada? Porque a veces me sentía muy contenta y después parecía que alguien me ahogaba el corazón y me apagaba completamente.
El vestido melocotón que traía me gustó muchísimo cuando el abuelo me lo entregó hace una semana. Pero ahora siento como si no me quedara igual que la vez que me lo probé: aún veo mi cuerpo pero a la vez siento que algo ha cambiado, por muy invisible que sea.
¿Qué está cambiando?
Es vergonzoso admitir esto, pero también me están creciendo los pechos y no sé si eso sea bueno o malo. Es molestoso ver cómo de un día para otro nuevas formas parecen estar saliendo de alguna parte de mí.
Nunita parecía encantada ante la idea de cambiar mi guardarropa al completo. Ayer inclusive vinieron a tomarme las medidas para las nuevas camisas, corpiños interiores y las enaguas que usaría porque supuestamente estaba creciendo muy rápido.
De repente, a través del reflejo, distinguí el último cajoncito de mi velador.
Saqué la llave que ocultaba dentro del bolso de una de mis muñecas más antiguas y lo abrí: me encontré con las cositas brillantes que había comprado en Lavehda y también con el potecito de plata con aroma a melocotones y miel.

Para atraer más pronto al ladronzuelo

Otra vez…
Boom-boom
Boom-boom
Otra vez el corazón me está latiendo como alocado.
Me encogí un poco porque sentí que la temperatura me subió bruscamente, y después volvió a bajar con fuerza.
¿Es normal sentir esto?
No, no lo creo.
¿Desde cuándo me siento así de extraña?
Hace unos días, mientras esperaba que Loi terminara su ensayo con Janna, de casualidad vi algo sumamente especial: en un callejón, una chica con el cabello cubierto por un precioso velo brillante se puso de puntillas y un muchacho la tomó por la barbilla y se inclinó para besarla en la boca.
Me sobresalté muchísimo cuando vi a la chica sonreír aun con sus labios cubiertos por los de él. Me quedé observándolos fijamente, hasta que Gremory apareció y me dijo “¡bú!”. Di un brinco, algo asustada, y después salí corriendo para que no se diera cuenta de que me había quedado como una tonta observando la escena.
Desde aquella vez no he podido ver a Aniel directamente a los ojos. Siento que cada vez que lo hago automáticamente pienso en la chica, el chico y ese beso tan de ensueño.
Me pregunté qué podría estar sucediéndome, y entonces esa misma noche la horrible voz que sonaba en mis sueños dijo algo muy peculiar:
Quieres que él sea el ladronzuelo
Besar a Aniel.
Sentí un ligero temblor al imaginarlo.
¿Que pensaría Nanael si me oyera?
Tal vez me regañaría.
  ¡Ay, ya no pienses en eso! — me dije con seguridad. Y como ya no quería estar pensando en cosas raras, decidí salir a buscarlo. De paso me distraía: total, abajo Nunita y el abuelo debían estar conversando con el señor Erasmo, y un salmo de ruido y compañía podrían encargarse de que no sintieran mi ausencia.
Elevé la mano izquierda y estiré el dedo índice despacito, tal y como Nanael siempre hac...
¡Espera!
  Si alguien llama a la puerta — me dije—, el salmo de compañía y ruido no serviría de nada.
Mmm, veamos: aún no dan ni las seis de la tarde y nosotros solemos cenar a las ocho. En vez de un salmo de compañía lo que podría hacer es que mi habitación se sienta imperceptible, como si a nadie le llamara la atención para que no vengan a verificar mi presencia.
¡Que la pasen por alto hasta más o menos las ocho! ¡Claro!
 Qué tal una barrera — oí de la horrible voz. Traté de relajarme porque ya no era novedad escucharla—. Una aislante.
Bueno, debo admitir que a veces es bastante útil.
Una barrera aislante… Podría usar un salmo de lejanía y otro de camuflaje.
Qué buena idea: lejano y oculto—aprobó y entonces asentí, satisfecha.
  Neprobojan… ¿devor? — susurré algo dubitativa y después dibujé rápidamente los dos salmos.
Para mi buena suerte, las líneas que componían ambos salmos se entrelazaron frente a mí y crearon uno nuevo: mi habitación se revistió como con una capa transparente.
¡Pero qué sencillo! Con razón Nanael se la pasa haciendo gozos, gozos y más gozos. Aunque yo aún sigo con los salmos: el tema de los gozos, por lo que me ha dicho Aniel, lo veré cuando sea más grande porque implican más energía.
Me puse una capita de franela beige y abrí las puertas de mi balcón con muchísima fuerza para ver si se escuchaban mis movimientos: Nereo, que estaba en la parte de abajo barriendo las hojas de los árboles que caían junto a la fuente, ni se percató cuando solté un silbido. A diferencia de Maltés que se removía inquieto: parece que él sí me veía.
¡Listo!
Cerré los ojos e intenté transportarme. Pero los abrí de inmediato porque sentí que me hundí.
¡Splash!
  ¡Ay!
De acuerdo, parece que aún no domino bien esto de pensar en el lugar exacto al que se quiere llegar, porque había terminado dentro de uno de los riachuelos de Izhi.
Qué bueno que no me he mojado más que las puntas del cabello: voy a tener que regresar pronto para cambiarme antes de que Nunita pregunte cómo me he mojado el vestido y las botitas.
Salí del arroyo y corrí, esperando encontrar a mi Aniel o a Nanael. Algunas estrellas ya se dejaban ver en el cielo, y cuando me adentré en el bosque, aún viendo el riachuelo al costado entre algunos arbustos, distinguí el cabello marrón desordenado.
Seguramente ha estado tocando el agua del arroyo: le gusta muchísimo hacerlo.
Avancé y cuando estaba por salir de los arbustos…
  ¡Ani…!
…me cubrí la boca rápidamente e impedí que mi voz saliera porque no estaba solo.
Me quedé observando fijamente al frente, con el corazón abofeteándome el pecho, mis ojos abiertos de par en par y las mejillas ardiéndome. Pero era un ardor diferente al que sentía comúnmente. Era molestoso, incómodo, porque no me hizo nada de gracia ver a la chica de ondas rubias, vestido gris y boca roja brillante…
…sentada sobre la hierba mientras Aniel sostenía su tobillo con delicadeza.
¿Quién es…?
 ¿ésa? — oí de la horrible voz.
Y sonreía. El sol le sonreía.
Lo vi tan tranquilo junto a esa desconocida, que algo muy feo se sintió por aquí, en el pecho. Apreté los puños porque sentía que necesitaba oprimir algo, y me encontré haciéndome daño a mí misma.
¡¿Quién es ella?! ¡¿Y por qué le está sonriendo de esa manera?!
  ¿Bonita? — oí de repente. Los ojos de sol y los celestes de la extraña me observaron con curiosidad. Por un momento me sentí avergonzada: ¿qué hacía ahí? Escondida como si los espiara.
Observé las formas que adquiría el vestido gris sobre el cuerpo de ella; los delicados pies descalzos, las ondas rubias, la boca roja brillante…
Yo no me veo así.
  ¿Albania? — escuché de nuevo pero me di la vuelta. Quédate con ella. ¡Quédate con quién quieras!—. ¡Albania!
Retrocedí y corrí todo lo que pude.
¡Tonto! ¡Es un tonto!

¨°*°*°*°¨

ANIEL

Habrían pasado no más de quince minutos y ya estaba seguro de algo: cada creación del Todo es única a su manera. Ya conocía a un par de demonios (Gremory y Seir), pero conocer a Nhyna estaba dándome otra perspectiva, lo que sin duda me llevaba a la indudable refutación de las afirmaciones constantes de Nanael.
“Todos los demonios son iguales”: no, claro que no. No todos son iguales, igual que los mismos ángeles y los humanos, y todas las creaciones en sí.
  No sé el significado de familia — me respondió Nhyna muy segura, pero no pude evitar elevar una ceja—. ¿Qué te pasa? ¿Por qué me miras así?
 Puede que suene extraño viniendo de alguien que apenas te conoce — respondí—, pero creo que la relación que tienes con ese demonio del que hablas con tanto disgusto, podría tomarse como una familiar.
  ¿Hablas de Valak? — asentí y ella estalló en carcajadas—. Antes muerta que considerarlo como parte de mi familia.
  Si tú lo dices.
Como su tobillo ya estaba en buenas condiciones, pensé en despedirme porque probablemente Albania ya estaba buscándonos a Nanael y a mí, como solía hacer cuando se quedaba sola en su habitación; pero de repente sentí su presencia muy cerca.
Bastante cerca en realidad.
  ¿Bonita? — pregunté en voz alta, y cuando volteé vi a través de los arbustos los ojos que podría reconocer en cualquier parte del mundo, abiertos de par en par.
Vaya, ¿cómo ha llegado hasta aq…?
  ¿Albania? —la observé extrañado cuando retrocedió, consternada, y después corrió, como huyendo de algo—. ¡Albania!
  ¿Eh? ¿Aniel? ¿Ella es tu custodiada? — oí de Nhyna, pero solo atiné a decirle que debía irme y salí en pos de la fugitiva.
¿Y ahora qué está pasando?
  Albania— la llamé pero solo veía el vestido melocotón y la capa de color claro ondear—. ¡Albania!
 ¡Déjame en paz! — me respondió sin voltear—. Yo solo estaba paseando por aquí y de casualidad te encontré. ¡Quédate con tu amiga o con quién sea ella!
¿Qué?
  ¿Sucedió algo en el almuerzo con los Liberia? — pregunté al no comprender el tono enfadado, pero ella seguía de largo—. Albania, ¿qué suced…? ¡Albania!
Como no parecía querer escuchar, cerré los ojos y aparecí delante de ella. Se sobresaltó un tanto al verme y después bajó la mirada, enfadada. La ruta de sus emociones se disparó sin control.
¿Y ahora por qué está tan malhumorada?   
  ¿Sucedió algo con Nuna? — insistí. Los labios fruncidos temblaron un tanto pero no me dieron mayor respuesta—. ¿Con tu abuelo? — más silencio—. Albania, si no hablas no voy a entendert…
  ¡No me pasa nada! — chilló y entonces fue inevitable que resoplara, algo aburrido.
Recordé los berrinches y las pataletas que hacía cuando era más pequeña; cuando no explicaba correctamente qué le sucedía.
Pensé que ya habíamos superado esa etapa.
  ¿Volvemos con las escenas de niña caprichosa?— indiqué con seriedad. Me miró y el rostro de indignación fue tan colosal que pensé en arreglar las cosas, pero ella ya había cerrado los puños y ahora gritaba, presa de algo que si no me equivoco es irritación, rabia y coraje, mientras las ondas del cabello se le movían, como acompañando su malhumor.
Y yo no terminé de entenderla.
  ¡¿Niña caprichosa?! ¡Nada de niña caprichosa, Aniel! ¡Me esfuerzo muchísimo buscando los mejores bombones de chocolate para ti mientras tú estás…! ¡Estás…! — exclamó completamente fuera de sí pero después se quedó muda, como buscando la manera de continuar.
Traté de relajarme, pero ella me soltó algo que no llegué a decodificar:
  Y si quieres saber qué me pasa, ¡pues tal vez deberías preguntarte a ti mismo por qué parece que eres demasiado coqueto!
¿Qué?
Por un momento hasta pensé que me había lanzado una especie de salmo de aturdimiento: era la única forma de comprender mi estado de estupefacción.
  ¿Co…queto? —repetí desencajado—. Albania, sinceramente no acabo de comprender…
  ¡Eres un horrible…horrible…! — se irguió todo lo que pudo, casi como creyendo que ser más alta la haría sonar más demandante. Me incliné un tanto, algo divertido a decir verdad, y las mejillas se le incendiaron—. ¡Eres un horrible coqueto! ¡Horrible! ¡Todo guiño y risitas para…! ¡Para cualquier…!
Entonces se calló de improviso, puso ese gesto de señorita refunfuñona, y como yo no terminé de comprender de qué estaba hablando, la risa tonta me ganó la batalla.
  ¡Encima tienes el descaro de reírte! — me gritó. Tuve el impulso de desordenarle el cabello porque se veía muy graciosa toda enfadada, pero nuevamente se perdió por el sendero, corriendo obstinadamente.
  ¡Albania!
  ¡Déjame, Aniel! ¡Eres un tonto!
Aceleré el paso porque sería sencillo alcanzarla aún si corría, pero de repente la escuché susurrar el salmo de movilidad que Nanael apenas le había enseñado ayer.
  ¡Albania, no! ¡Necesitas un salmo de protección!— proferí pero ella ni siquiera se molestó en escucharme, y se transformó en una mancha borrosa.
¡Maldita sea, ¿por qué es tan testaruda?!
Cerré los ojos y aparecí a algunos metros por delante. La escuché gritar, tal vez aturdida por la rapidez, y entonces casi la vi estrellarse contra el tronco del enorme roble de allá adelante.
¡No!
Aceleré y llegué a movilizarme muchísimo más rápido que ella. Como seguía materializado conseguí tomarla en brazos, oí un gritito asustado, y después giré bruscamente antes de que la fuerza con la que venía provocara que impactara contra el árbol y se hiciera daño.
Las ondas marrones flotaron; por un momento sus ojos me observaron aterrados.
  ¡Aniel!
¡BROM!
Sentí la vibración de mi propio cuerpo y la rugosidad del tronco lastimándome la espalda.
Por-todas-las-creaciones, ¡así que esto es lo que se siente al colisionar contra un roble así de viejo!
Materializado, el dolor definitivamente era algo espantoso.
  Aniel, ¡Aniel!
Sentí sus brazos alrededor de mi cuello. Aún estaba sosteniéndola contra mi pecho, pero el golpe me había dejado algo aturdido: era la primera vez que sentía el poder de un cuerpo colisionando contra otro.
Tomé una enorme bocanada de aire, y después me dejé caer apoyado sobre el tronco.
¡Ouch! ¡¿Cómo los humanos pueden soportar esto?!
  ¡Aniel! ¡Aniel, respóndeme! —  las manos pequeñas me sacudieron el rostro con suavidad—. Aniel, ¡Aniel!
    Tranquila…mi cuerpo es más resistente que el de cualquier otro ser humano.
Más que el dolor en sí, había sido el hecho de conocer por primera vez qué se sentía el tacto en un modo más brusco. No era igual que cuando hundías los dedos en el arroyo, o cuando la lluvia te golpeaba las mejillas.
    Yo… ¡Yo no quería! — me dijo y después se aferró a mi cuello—. ¡Perdóname! Yo… ¡Yo a veces…siento…siento que algo explota y no lo controlo y…! ¡Y, y hay tantas cosas en mi cabeza y…!
Recordé bruscamente lo que me había dicho Gremory; el cómo el crecer podía estar involucrando cambios de gran magnitud en ella, en su forma de ver las cosas; así que era absurdo molestarse o pedirle más explicaciones.
  Pierde cuidado — sentí que se encogió junto a mi hombro y después un breve impulso de llanto se asomó en su mapa interior—. No llores —le pedí antes de que sus ojos empezaran a humedecerse—. No me ha dolido nada. Yo…creo que en el fondo soy algo llorón.
  ¿Llorón? — repitió. Asentí y entonces, para mi buena suerte, soltó algunas risitas más tranquila.
  No vuelvas a hacer algo así, ¿de acuerdo? Ese cántico requiere de muchísima concentración para no impactar contra nada que se interponga en el camino. La próxima vez que quieras usarlo, yo mismo te haré un salmo de protección, ¿de acuerdo?
Ella asintió con fuerza y como aún parecía sentirse muy culpable…
 ¿Dijiste algo de bombones de chocolate para mí? — le pregunté tomando lo primero que recordé para despejarle la mente.
Creo que le atiné, porque los ojos se le iluminaron.


¨°*°*°*°¨

ALBANIA


Acepto que ver a la chica de ondas rubias al lado de Aniel me puso de muy mal humor. También acepto que ver cómo tocaba su tobillo me irritó muchísimo y, además de todo eso, no puedo negar que por un momento quise ser más grande, más adulta, porque así a lo mejor sería más bonita que esa demonio llamada Nhyna.
Pero el enojo ya se me había pasado porque cuando me atrapó entre sus brazos para evitar que me lastimara por invocar un cántico que aún no sabía usar bien, me sentí muy culpable.
Yo misma escuché el impacto de su espalda contra el enorme árbol, ¡y casi hasta sentí que me dolió más por él que por otra cosa! Por un momento hasta pensé que podría haberse muerto o algo porque se quedó sin aliento y después se deslizó hasta la hierba, sin fuerzas.
Ya de vuelta a casa le pregunté quién era la extraña rubia y me respondió con muchísima calma de quién se trataba. Él también aprovechó la ronda de preguntas y exigió una explicación más detallada del significado de “coqueto”. Le dije algo de lo que Nuna me había comentado y rompió a reír, muy animado, diciendo que ni en sus planes más remotos pretendía ser así.
Nanael aún no retornaba, así que me senté sobre la alfombra, dispuesta a contarle todo lo que pasó en el almuerzo de la señora Minerva Liberia y sobre el regalo que me había enviado el hijo del señor Traugott desde Libiak.
Soltó un silbido, algo sorprendido, y en ese momento recordé nuevamente los chocolates y cómo me había preguntado a propósito de ellos en Izhi.
    ¿Mmm? ¿Para mí?
Puse mi mejor sonrisa:
  ¡Mira lo lindos que se ven! ¿No te da ni un poquito de curiosidad saber cómo saben? — me miró, algo inseguro, y entonces traté de jugar mi carta más valiosa en ese momento.
La tía Morgana me lo dijo una vez; había usado la misma estrategia con el tío Vincent: si alguien acaba de tener una pelea contigo y se reconcilian, es un buen momento para pedir lo que se te antoje.
  Mientras tú andabas de coqueto en el bosque, yo estaba pensando en lo más delicioso que podrías probar para que conozcas a fondo el “gusto”, así como Gremory — lancé muy segura mientras tomaba uno de los bombones rellenos de coco.
Yo no estaba por ahí, conversando y riéndome con chicas de cabellos de oro, por muy “conocida” que fuera.
¡Mmm, el relleno está muy bueno!
 ¿“Andaba de coqueto”? —repitió con una ceja en alto. Asentí fuertemente sin dejar de mordisquear mi bombón—. Pues si me permites opinar, creo que la “señorita refunfuñona” no está exponiendo bien las cosas.
  ¡¿Señorita refunfuñona?! — exclamé y él rompió a reír. Iba a decirle que nada de señorita refunfuñona, pero de repente mis ojos se toparon con su boca animosa.
Nuevamente pasó: sentí que me ruboricé enormemente. Casi pude sentir como si un volcán inmenso estallara dentro de mí.
  ¿Qué pasó? ¿Te sientes mal? — me preguntó y se acercó lo suficiente como para tocar mi frente. Mi corazón boom-boom se disparó alocado cuando los ojos miel me observaron con seriedad.
¿Qué me pasa? ¿Por qué me pongo así cada vez que lo siento muy cerca?
  ¿Albania?
  ¡Eres…! ¡Eres un horrible coqueto! — exclamé de nuevo algo disgustada con él por verse así de hermosísimo, y conmigo misma por no poder quitarme de la mente a la chica y el chico de Lavehda y el recipiente de plata que ocultaba en el último cajoncito de mi velador esperando quién sabe qué.
Saqué otro bombón y me lo comí. A lo mejor así dejaba de ruborizarme con tanta facilidad.
  ¿Y ahora qué pasó? ¿Albania?
¡Nunita tenía razón! ¡Los coquetos son de los peores! Y aun más cuando parece que “el coqueto” no lo hace a propósito.
Saqué otro bombón, algo malhumorada, y estaba por llevármelo a la boca pero
  ¿Vas a darme o no ese bombón? — me preguntó Aniel gentilmente…
…y entonces sentí que mi corazón se infló.
  ¡¿En serio quieres probarlos?! — exclamé emocionada. Me dijo que sí, pero con la condición de que ya no anduviera malgeniada y refunfuñona porque parecía una abuelita cascarrabias.
Abrí la boca, algo indignada, pero como lo oír reír y mi batalla parecía ganada, preferí dejarlo así.
Me extendió la mano, completamente dispuesto a aceptar el bombón relleno de coco, pero preferí abrir la otra caja, la de bombones enteramente de chocolate, y estuve a punto de depositarlo sobre su palma pero se me ocurrió una mejor idea.
 ¿Mmm? ¿Qué sucede? ¿Ya no quieres? — me preguntó con curiosidad cuando elevé el bombón lejos de su alcance.
    Te lo voy a dar yo, porque se llaman “besos de chocolate” y no hay chiste si tú mismo te das el beso — sentencié juguetonamente. Él torció el gesto, fingiendo no comprender, y entonces olvidé por completo mis rubores y los nervios que me producía tenerlo tan cerca y acerqué el bombón a su boca.

Boom-boom
Boom-boom

El pulso se me aceleró cuando sentí la textura de sus labios, porque Aniel automáticamente los separó y recibió el bombón de mis dedos. Mi mano quedó flotando muy cerca de su mentón, y en ese momento, después de la primera masticada, me sobresalté bruscamente porque los ojos se le encendieron.
El sol se apagó de un tiro, y en su lugar dos estrellas violeta brillante aparecieron.
   ¿Ani…? ¡Ay!
¡BROM!
Solté un grito que probablemente no escucharon abajo porque mi barrera aislante seguía activada. Las puertas de mi balcón se habían azotado con fuerza entre sí, y una ráfaga de viento casi tan fuerte como una tormenta ingresó y me obligó a cerrar los ojos. Sentí que el cabello se me desordenó por completo y los pliegues de mi vestido chocaron entre sí.
    ¡Aniel! — grité al pensar que podría haberse hecho daño o algo, pero cuando abrí los ojos me quedé muda de la impresión.
Ahí, en frente de mí, con las plumas más brillantes y los ojos de sol encendidos, Aniel estaba en su forma original.
¿Eh?
Me quedé observándolo casi hipnotizada, y entonces del pico de plata un silbido potente resonó.
  ¿Aniel? ¡Aniel! — grité cuando lo vi salir por la ventana, dejando una fuerte ráfaga de viento, y después a lo lejos vi sus plumas blancas de resplandor violeta brillante resaltando en la oscuridad.
Dio un par de volteretas, como enloquecido, y después se alejó cantando fuertemente.
No lo pensé ni dos veces y cerré los ojos. Me transporté y para mi mala suerte nuevamente aparecí hundida en el arroyo. Salí velozmente, completamente empapada, y traté de ubicarlo entre las nubes.
Por un momento me dio pánico el pensar que el sabor pudo haberle hecho algo malo, como a Maltés.
    ¡Aniel! — grité pero solo escuché el eco de mi voz y las cigarras que cantaban en los alrededores—. ¡Aniel! ¡ANIEL!
Observé a todos lados, con la respiración agitada y unas horribles ganas de llorar.
¡¿Qué he hecho?!
Giré, tratando de ubicarlo en el firmamento, cuando de repente vi un par de ojos rojos observarme desde los árboles de en frente, que estaban al cruzar el arroyo.
Nuevamente sucedió: la temperatura me subió y bajó. El cuerpo empezó a temblarme; casi sentí que la horrible voz que me hablaba desde adentro se ocultaba.
¿Quién es? — la oí ligeramente asustada.
No…no lo sé.
Iba a salir corriendo, cuando de repente una fuerte ráfaga de viento sopló.
  ¡Ah!
Solté un grito, espantada, pero en ese momento un par de brazos me acunaron, me elevaron del suelo y el aroma a sol y estrellas se dispersó.
 ¡Ha sido una de las mejores cosas que he podido conocer! — escuché la voz preciosa, y entonces todo el miedo desapareció—. Muchísimas gracias, bonita.
¡No le había pasado nada! ¡Qué bueno!
Los ojos de sol estaban más brillantes que nunca. El cabello desordenado, la sonrisa, hasta el tono de voz…
¿Por qué es tan perfecto?
Me elevé un poquito entre sus brazos y alcancé su cuello. Me encantaba el aroma de su cabello.
Por un momento vi a los árboles de allá, por si veía los ojos de nuevo, pero no aparecieron. Me había asustado verlos porque solo se me aparecían en sueños.
Pensé en contárselo a Aniel pero lo oí reír bajito, muy animado, y de repente me encontré a mí misma sonriendo maravillada.
  ¿De verdad te gustó mucho? — le pregunté mientras me llevaba con él de vuelta a casa.
Tendría que cambiarme por completo y pensar en alguna excusa porque ahora sí me había mojado de pies a cabeza.
  Muchísimo.
  Pues tengo dos cajas más en la casa — añadí juguetonamente y lo oí soltar una carcajada.
Me acurruqué junto a su pecho, exactamente por donde quedaba el corazón, y no pude evitar tocarle el mentón mientras lo escuchaba reír y decir que nunca había sentido tanta energía en su vida.
Por eso había salido volando tan repentinamente.
 Has probado uno de los famosos besos de chocolate de la familia Formerio — comenté satisfecha.
 Ahora entiendo por qué dicen que los besos son de las cosas más sublimes en el mundo humano — me respondió divertido—. Sabiendo esto, debería haberlos probado antes.
  ¡¿Verdad que sí?!
  Los míos no son tan buenos como los de la familia Formerio — bromeó, pero el corazón se me aceleró cuando depositó un beso encima de mi cabello mojado —; pero igual, muchísimas gracias.
Los míos no son tan buenos…
  Tendré que buscar una manera de agradecértelo — lo escuché decir de buen humor—. Aunque no estoy muy seguro de qué podría superar el hecho de probar por primera vez un chocolate.
Una manera de agradecértelo.
Aún faltaba un tramo regular para llegar a casa; Nanael no estaba por aquí.
Recordé fugazmente el potecito de plata, el callejón de Lavehda, su boca al sonreír, y de repente me di cuenta de que ya no podía soportarlo más, porque el corazón me explotaría si no hacía algo pronto.
  ¿De verdad quieres agradecérmelo? — pregunté con la voz algo temblorosa.
Me sentí sumamente culpable al querer con tangas ganas algo que no sabía si estaba bien o mal.
  ¿Albania? ¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?
Me bajó de sus brazos con suavidad y se acuclilló frente a mí. Me dio muchísima vergüenza que notara que el corazón me latía fuertemente y la temperatura se me había subido otra vez.
  ¿De…de verdad quieres agradecérmelo? — repetí y sus ojos me miraron con amabilidad, como diciendo “¿qué sucede?”—. Entonces… ¿puedo pedirte un favor a cambio?
  ¿Un favor?
Me observó con curiosidad, tal vez por mi tono bajo. Me estremecí al comprender que ya estaba dispuesta a hacerlo.
Era ahora o nunca
  ¿Albania?
Tomé una gran bocanada de aire; traté de no sonar tan asustada.
  Bésame aquí — supliqué, tocándome los labios. El corazón me golpeó con fuerza, las piernas casi me temblaron—.  Bésame aquí, Aniel…
…y róbame mi primer beso.
El susurro del arroyo de allá atrás era lo único que escuchaba…
 Lo has dejado perplejo — oí a la odiosa voz.

…porque Aniel solo me observaba en silencio.



¨°*°*°*°¨


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Comentarios

  1. Asdfghjklñ!!!!! Casi me salto este capi!!! X.X esta geniaaaaaal debo hablar contigo!! Muy pronto recibirás una llamada mía o.o
    Aniel estúpido eres un coquetooooo no toques a Nhyna e.e
    Y tampoco beses a Albania, te lo prohíbo, si lo haces hoy duermes con el perro(?) xDD

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    Respuestas
    1. Luuuuuuuuu!! puedes llamarme cuandoo quieraaas!! :D estoy a tu completa disposición :#
      JAJAJAJAJ, Aniel el estúpido coqueto, todo el mundo quiere con mi hijo!! Yo no sé qué va a pasar, eto se va a decontrolaaaaaaaaaaarrr!! xD
      Gracias por pasarte por aquí, LUUU!!

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