ACTO XI

Hola


Hoy, viernes 21 de abril vengo con un nuevo Acto de Acto de contrición. De verdad espero que lo disfruten tanto como yo; siento que la historia está avanzando de a pocos, pero vamos viendo matices de los personajes que definitivamente ayudarán a que los conozcamos mejor. Creo que, puedo asegurar, este capítulo pone sobre la mesa un fuerte vínculo entre lo que yo llamaría Aniel…y Alen. A ver qué tal vamos con eso.

La canción de la que hablaré brevemente en esta ocasión es The Danish Girl, de Alexandre Desplat. Tema principal de la película La chica danesa (de la cual ya hablaré en algún momento porque se ha convertido en una de mis películas favoritas).

Sé que muchos asociarán el tema a la película, pero lo increíble de la música es que cuando la separas del producto audiovisual sigue funcionando. Cuando vi La chica danesa juré buscar el OST porque me pareció maravilloso. Y este tema me resulta sumamente indicado, porque siento que me transmite todo lo que Albania está sintiendo en este momento. La música delicada, lenta, triste, pero de ahí “floreciendo”. Me gusta emplear esa palabra, porque siento que ella, como una de los personajes principales está teniendo muchísimo cambios que a lo mejor solo algunas personas notan (Nuna, Aniel, a lo mejor Loi también). Y pongo este tema de los cambios, ya no solo físicos, sino también emocionales, porque después del capítulo anterior, creo que los factores claves de la personalidad de Albania ya empiezan a notarse. No sé si lo sientan como yo lo siento…pero siempre que escribo desde su perspectiva, y viendo por donde va el asunto ahora, hay un punto fuertemente marcado, y tiene mucho que ver con lo que descubrió con el vaisiux: que no es humana. Su “necesidad” de confirmar eso que tanto la agobia, más que por el aspecto físico…creo que va por el lado interno: después de todo, solo ella ha podido ver a la “cosa horrible que le habla” desde las sombras.

Creo que con la frase que les pongo para iniciar el capítulo, esto va a entenderse más:



Sí: inseguridad.






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ACTO XI


DARIO


No podía dejar de mirarla…
La voz de mi padre, la de Mariano Liberia y la de Alcides Formerio resonaban en medio del extenso estudio. Estaban debatiendo sobre las futuras obras de construcción para la ciudad, pero yo no podía apartar la mirada de los ventanales que daban para el jardín, porque mi principal distracción estaba ahí, afuera, dejándose acariciar por los tenues rayos del sol.
Bajo la luz brillante de los exteriores, con el viento soplando sutilmente y cerca de la fuente de agua, estaba ella, Albania Formerio, sentada sobre el verde animoso del césped mientras Marion Amira la empleaba de modelo para lo que parecía ser una lección de pintura.
Su institutriz, Bona Montano, se movía de aquí para allá dando indicaciones, mientras la primera no dejaba de trazar con el carboncillo sobre el lienzo. Y ella, la musa, reía divertida cada vez que el pequeño conejo que llevaba en brazos se erguía, tratando de llegar a su rostro.
  Hemos estado pensando que la remodelación del consejo municipal… — inició Mariano Liberia.
  ¿Es necesaria esa remodelación? — oí la voz de Alcides Formerio—. Esos fondos podrían ir destinados a rubros más sustanciales.
  La fachada es importante, Alcides. Si nosotros no cuidamos de nuestra imagen, ¿quién lo hará? — dijo mi padre, pero dejé de oírlo cuando algo de viento sopló y desordenó las ondas marrones.
Albania Formerio tiene sonrisa de traviesa princesa, porte de reina, ojos de ensueño, boca de melocotón, y juro que desde que tiene doce años me trae como un desquiciado, soñando con ella.
Aún recuerdo claramente el momento en el que la vi por primera vez. Es decir, ya había tenido la oportunidad de verla en una de las reuniones que David Formerio había organizado en su residencia; pero ella no tendría más de cinco años de edad y yo en ese entonces era un muchacho de quince años que observaba todo con indiferencia. Solía oír de ella con frecuencia: la nieta adoptada de Alcides que, burlando cualquier tipo de pronósticos, había conseguido ganarse un lugar en la familia.
Es bien sabido que los niños adoptados podrían venir con algún tipo de malos hábitos de sus familias congéneres; después de todo no se puede pelear contra la genética: uno nace trayendo sobre sus hombros una herencia social que o bien lo enaltece o lo subordina frente a los demás (no conozco personalmente al hermano adoptado de Alcides, Aman Formerio, pero mi padre dice que su comportamiento dista mucho del apellido que legalmente porta).
Pero Albania Formerio era una cosa muy aparte, porque a pesar de que todos ignorábamos el origen de su ascendencia, su sola presencia era la de una auténtica mujer de clase alta. He visto a chicas de apellidos ilustres comportarse como deplorables sirvientas a diferencia de ella, que hasta para reír o corretear (como hacía cuando más pequeña), tenía toda la elegancia que solo alguien de un auténtico linaje real podría poseer.
Mi padre solía llevarle obsequios para congraciarse con Alcides (después de todo es un hombre extremadamente rico y con el que convenía mantener las mejores relaciones); y en una de esas excursiones a su mansión, me tocó a mí entregar los dulces de frambuesa que me habían encargado traer en mi viaje a tierras extranjeras exclusivamente para ella. Ahí fue cuando la vi, con doce años plantados… La vi y comprendí inmediatamente que yo no tenía por qué seguir buscando esposa. ¿Por qué debía buscar más? Ya la tenía frente a mis ojos.
Estaba leyendo apaciblemente, sentada en uno de los cómodos sofás del estudio de su abuelo. Los ojos seductores se despegaron de las hojas cuando su mayordomo me anunció, y después la boca de melocotón se torció en una sonrisa encantadora.
»— Creo que no he tenido la oportunidad de presentártela, Darío: es mi nieta — me dijo Alcides mientras se arremangaba los brazos de la camisa: al parecer estaba revisando algo de papeleo—. Albania, él es el hijo menor de Erasmo: Darío Traugott.
»— Es un placer, joven Darío — escuché de la pequeña boca; pero reaccioné demasiado tarde: Alcides ya la había enviado a su habitación. Lo último que vi fue el vestido perlado perderse por la puerta y las ondas despedirse coquetamente.
No escuché absolutamente nada de lo que me dijo Alcides Formerio en esa ocasión, porque mi mente deambulaba más pendiente de otros asuntos. Sabía que era adoptada, que su apellido no tenía nada que ver con la sangre que corría por sus venas. A lo mejor era poco prudente de mi parte fijarme en una niña como ésa: después de todo no era una Formerio verdadera, y mi apellido y futura estirpe jamás toleraría a una mujer con costumbres abyectas que difirieran de las mías.
Pero no pasó mucho para confirmarme a mí mismo que ella era mejor que cualquier mujer que había conocido. En las oportunidades que pude visitar la casa de Alcides, comprobé que tenía la educación de una dama de sociedad, y los gestos de una mujer de bien. Era lo que cualquier hombre buscaría en una esposa: instruida, decorosa, honorable; y para ponerle la cereza al pastel, su nombre portaba un apellido digno de reconocimiento. Mis padres siempre me pidieron tener buena cabeza para escoger esposa, y cuando les comente que mi principal y única candidata era la nieta de Alcides Formerio, ambos aplaudieron mi perfecta elección.
Era hermosa…muy hermosa. Tan hermosa que el hombre que consiguiera desposarla sería considerado el más afortunado de la ciudad, del país, del mundo entero. Santo Cielo, si yo pudiera ser ese hombre…
A veces me imaginaba ingresando con ella de mi brazo a todos los eventos sociales a los que mi familia solía acudir: no es nada inusual que los matrimonios concertados se den en nuestros círculos más cercanos; y tampoco es nada inusual que la mayoría de hombres tengan que soportar a muchachas feas y sin gracia alguna como consortes solo porque sus padres lo crean conveniente.
Albania Formerio era de esas mujeres que rara vez encontrabas: de buen apellido, buenos modales y además de eso era enteramente bella, la musa codiciada. Estaba preparado para casarme con cualquier muchacha fofa mientras su apellido no denigrara al mío, pero con la princesa Formerio las cosas eran diferentes. Ella era el premio mayor, el trofeo de oro, la mujer que cualquier hombre querría llevar al altar. Cuando se supo de su secuestro, varias de las familias más importantes acudieron prontamente para ayudar en su búsqueda. Y los días siguientes empezó a recibir miles de visitas, todos dispuestos a preguntar devotamente si ya se sentía mejor después de la horrible experiencia vivida.
Aunque su desaparición hubiese durado poco menos de tres horas, el suceso la dotó de una especie de fama de “doncella esperando ser rescatada”. A partir de ese suceso, Albania Formerio reafirmó su sobrenombre: todos sabían de la nieta de Alcides, la niña de sus ojos, la princesa Formerio.
En ese momento comprendí que tendría muchos rivales con los que batallar; porque muchos empezaron a verla como yo la veía: la candidata ideal, la esposa perfecta.
Y cuántas veces ya se lo había propuesto…
Bueno, no directamente a ella pero sí a su abuelo. Desde que tiene doce mi padre ha tratado de arreglar algún tipo de relación entre nosotros, pero el desdichado de Alcides se negaba rotundamente. Y cuando se lo propusimos formalmente, aludió que ella misma había tomado la decisión de no tomar en cuenta ninguna propuesta de matrimonio hasta que cumpla, por lo menos, dieciocho años. En otras circunstancias habría ejercido más presión (después de todo, una mujer que no se casa prontamente se marchita y sus candidatos a esposo podrían desanimarse); pero con ella el asunto era diferente porque yo no era el único en la fila: éramos muchísimos, vaya que sí, pero solo cinco más a parte de mí se habían atrevido a solicitar la mano para recibir la misma anterior respuesta.
La última vez que mi padre le habló a Alcides Formerio sobre mis planes de boda con su nieta, fue hace cinco meses más o menos. Y después de obtener esa respuesta preferí desistir en lo que pasaba el tiempo, porque tampoco quería aburrirla con mis persistentes insistencias.
Podría esperar…claro que sí. Después de todo, ella parece ponerse aún más hermosa cada vez que pasan los años. Recuerdo que cuando tenía trece poseía la hermosa figura de una pequeña hada: delicada, engreída y con ojos de ensueño. Deseé con todas mis fuerzas casarme con ella para enseñarle tantas cosas… pero Alcides Formerio nuevamente puso demasiados peros de por medio: “es pequeña, no está lista, aún juega con muñecas”. Habían mujeres que habían hecho sus votos a esa edad: mi propia madre se casó a los quince años; pero ni con esos argumentos dio su brazo a torcer. Maldito viejo, a lo mejor lo único que quiere es asegurarse de no quedarse solo. ¡Y eso sería tan cruel de su parte! Obligar a su nieta a permanecer a su lado solo porque le teme a la soledad no sería muy justo; después de todo ella merecía gozar de los placeres que les proporciona a todas las mujeres el matrimonio.
Tal vez suene extraño, pero aún tengo de manera muy vívida su imagen en mis memorias: con los cabellos verdes y rosas cayendo junto al semblante repleto de inocencia solo quebrado por la sonrisa ligeramente presuntuosa: un aura de maliciosa ingenuidad. Estaba preciosa con ese disfraz de hada, tan despampanante que todos los chiquillos que habían sido invitados se quedaron prendados de ella. Recordé bruscamente las palabras que mi padre solía repetir: “esto es un secreto entre hombres, hijo mío. Cuando uno se casa, adquiere un valioso tesoro: una frágil y abnegada esposa. No voy a mentirte diciéndote que todos los hombres se casan enamorados; pero lo que sí voy a decirte es que mientras escojas a una que esté a tu altura no tienes de qué preocuparte. Es más, si no te resulta atractiva mejor aún, porque a una mujer de casa no puedes vulnerarla: tocarla ya de por sí implica cierta injuria contra su persona. Si tu esposa no te despierta esos “apetitos comunes entre nosotros, los hombres” (recuerdo claramente la risa socarrona), ¡será aún mejor! A ella la respetarás como se lo merece, y ya si deseas tirarte alguna canita al aire, pues puedes buscar a alguna a la que sí puedas hacerle todo lo que a veces a uno se le antoja”.
Nunca olvidé sus palabras: me las dijo a los diecisiete años. Y ahora que lo pienso, en cierto modo tiene razón. Una buena esposa no es cualquier mujer, así que había que tratarla con el respeto merecido; pensar en ella de manera lujuriosa podría considerarse hasta ofensivo. Recuerdo que papá solía repetir que nunca se atrevería a tocar a mi madre fuera de los límites convencionales; ella era tal santuario de pureza que la idea de satisfacer cualquier tipo de deseo desenfrenado con su persona era inadmisible. No, a una esposa no se le hace eso: para eso estaban las putas.
Lo único dificultoso en mi caso era que si yo llegaba a desposar a la princesa Formerio…
Ni siquiera sé cómo exponerlo en palabras sencillas. La vez que la vi bajar con ese vestido de hada lo sentí, sentí que quería desposarla a como dé lugar; y no precisamente por la ceremonia nupcial o la unión de familias.
Quería casarme con ella para desflorarla antes que ninguno. Los labios de fresa, los hombros descubiertos... Debía respetarla si quería que fuera mi esposa pero no dejaba de soñar con ella; y cuando cumplió catorce, cuando cumplió quince…los sueños se intensificaron: no me cansaba de imaginar el cuerpo desnudo, de imaginar los murmullos, la respiración entrecortada. El capullo suave e intacto siendo invadido y explorado.
Si llegara a casarme con ella, le diría adiós por completo a los burdeles porque tendría a la mujer perfecta en mi lecho. El asunto es que no estoy seguro de si el querer con tantas ansias desvirgarla sea prudente tomando en cuenta que es una mujer respetabl...
  ¡Darío!
  ¿Padre?
  Santo Dios, ¿en qué piensas tanto? Ya es hora de irnos. — Parpadeé, algo avergonzado por mi comportamiento distante en medio de la reunión—. Por cierto, ¿asistirán al brindis después de lo de Carmen?
  ¿Hablas del cóctel después de la presentación de Carmen? — preguntó Mariano Liberia. Mi padre asintió: la verdad yo detesto toda esa onda “artística” que dicen encontrar en el ballet, la ópera o la música. Tolero que la princesa Formerio toque el violín, pero de casarnos tendrá que ocuparse de otros asuntos domésticos y en el mejor de los casos tal vez termine dejándolo—. Sí, claro que sí. Mi esposa es ferviente admiradora de la compañía de ballet que se está presentando, y como los chicos están de vacaciones Luca y Naum vendrán con nosotros. Tú también asistirás, ¿verdad, Alcides?
Formerio elevó la mirada de los papeles y parpadeó, nervioso:
   Ehh…no… Aún no lo sé.
   Lo más probable es que nosotros sí acudamos. Mi esposa se vuelve loca con todo el asunto de la ópera. — ¿Pero qué cosas está diciendo mi padre? ¡Mi madre detesta salir de casa!—. Y Darío disfruta muchísimo de las puestas en escena que los artistas realizan…
Traté de no verme muy incrédulo porque todo lo que mi padre estaba diciendo sonaba completamente incoherente. Prefería la cacería, sin dudarlo ni un ápice, a sentarme a contemplar a un par de ridículos bailarines ataviados en mallas y tutús.
   Padre, ¿qué rayos…? — susurré después de despedirnos de Alcides Formerio.
   Shh, te lo diré después — me dijo del mismo modo.
Mariano Liberia dio un respetuoso cabeceo en nuestra dirección y salió presuroso por el pasillo, rumbo a su coche.
El mayordomo nos acompañó hasta la entrada principal, y justo cuando nos abrió la puerta…
   ¡Ah, Sorel!
El hada, la musa, apareció como invocada. Parecía que había rodeado la mansión, desde la parte del jardín posterior, y planeaba ingresar por la puerta principal. Traía las mejillas arreboladas y el pecho le subía y le bajaba por la rapidez con la que había venido.
El conejo blanco con manchas grises y sin una pata posterior, olisqueaba a su alrededor con la maldita nariz pegada sobre el inicio de su seno derecho.
Estúpido animalejo...
Traté de detener cualquier tipo de violentos pensamientos cuando la noté tan agitada, exhausta.
   Señorita Albania, ¿otra vez haciendo corretear a Nuna? — la reprendió el desdichado anciano y me trajo de vuelta al presente. El tono fue bromista (cualquier otro hubiera merecido un bofetón, mínimo), pero bastó para enfurecerme. ¡Qué se creía! Podía ser el mayordomo principal, sí, pero su condición de servidumbre en la casa le prohibía hablarle con semejante cercanía.
Iba a poner orden en todo este asunto, pero la oí reír muy animada:
   No se lo digas, ¿sí, Sorel? — le respondió con complicidad y después se dio cuenta de nuestras presencias—. ¡Oh, señor Erasmo, joven Darío! ¡Muy buenas tardes, disculpen la intromisión!
Quise decir algo más pero después de una rápida reverencia, de manera muy respetuosa, se perdió por uno de los pasillos rumbo al estudio de su abuelo, riendo y con la hermosa trenza bamboleándose de un lado a otro.
Me quedé hipnotizado, casi como siempre sucedía hasta cuando la veía de lejos.
   Muchas gracias, Sorel. Adiós — oí de mi padre.
   Adiós, señores. Vayan con cuidado — se despidió cuando ingresamos al coche.
Vi la mansión hacerse cada vez más pequeña a medida que nos alejábamos. Me desanudé la corbata ante el recuerdo de las mejillas sonrosadas y el pequeño pecho subiendo y bajando.
   No sé por qué has salido repentinamente con eso de que a madre le gusta la ópera y que yo tengo cierta inclinación por el teatro — resoplé.
   Hijo, es evidente que no tienes ni la más mínima idea de cómo conseguir algo cuando lo deseas tanto. — Lo miré, repleto de confusión—. Alcides ha dicho que no acudirá, pero si fueras más observador ya te habrías dado cuenta de que no hay evento de esa naturaleza a la que no asista y con la nieta de su brazo. Además, por ahí escuché que la esposa de uno de los organizadores le había pedido con muchísimo esmero que por favor tocara el violín en la velada.
Vaya, eso…eso era algo que evidentemente había pasado por alto.
Mi padre tiene razón: la princesa Formerio siempre acude a reuniones de ese tipo. Es de ahí que ha obtenido tantos admiradores que la observan en secreto, porque ella pocas veces sale de su mansión.
A veces siento que es su abuelo quien la tiene tan vigilada. Pero para terminar con semejante control ya faltaba poco; cuando nos casáramos ella podría salir a dónde quisiera (con mi debida compañía y permiso, claro está); y de paso le aconsejaría que dejara de hablar de manera tan cercana con los criados. Una dama de su altura no tendría ni por qué sonreírle al viejo mayordomo.
   Alcides no ha querido decir que asistirá porque Mariano Liberia estaba con nosotros. Y bien sabemos ya que ese necio también quiere a la nieta de Alcides para alguno de sus mocosos.
Claro, Naum Liberia había sido ofrecido como candidato; e igual que conmigo, Alcides se había negado cortésmente aludiendo lo de que su nieta había decidido considerar las propuestas de matrimonio a partir de los dieciocho años.
   Mientras tu presencia en el buffet de Libiak no sea indispensable, vas a tratar de quedarte aquí, en Lirau, y acudir a cuanto evento artístico sea posible. En unos meses la niña cumplirá dieciséis, así que esa tontera del Baile de las Luciérnagas será un buen momento para abordarla de la manera más adecuada. S Esa noche todos los muchachos ansiosos que sueñan con ella van a hacer lo mismo, pero…
   Si yo he tratado de acercarme más a ella… — lancé, comprendiendo sus planes.
   ¡Exacto! ¡Tendrás más posibilidades, Darío! — Mi padre lanzó una carcajada que retumbó en las paredes interiores—. Demonios, si esa chica no fuera la nieta de Alcides ya hubiera hablado yo mismo con ella para ponerla en su sitio y que se deje de caprichos. ¡¿Esperar hasta los dieciocho?! ¡Qué clase de ridícula resolución es ésa! Gracias al Señor no tuve hijas mujeres porque ya les hubiera dado un par de buenos bofetones si se ponían así de antojadizas.
   Padre… — advertí.
Me observó con la mandíbula temblándole de la cólera y después resopló:
   Sí, sí, voy a medir mis palabras. Es que… ¡me enfada tanto esta situación! Es como si tuviéramos que rogarle a Alcides que nos entregue a su nieta, ¡cuando debería ser al revés! La chica no tiene ni quince años y ya está poniendo condiciones para todo lo que se le pida.
   No por nada la llaman “princesa”, padre.
   ¡Lo que sea!
Una princesa puede pedir lo que se le antoje, porque a fin de cuentas es dueña y señora de todo a su alrededor…
…hasta que conozca al indicado.
El indicado ya se encargaría de seguir cumpliéndole todos los caprichos, pero con límites. Porque eso es lo que ella necesitaba, límites.
Que corretee todo lo que quiera ahora, mientras se mantenga virgen y resguardada de cualquier hombre yo puedo esperar el tiempo que sea.
Lo que sea.


¨°*°*°*°¨

ALBANIA


Loi terminó de contármelo todo y ya no pude más:
   ¡Pero qué se ha creído la majadera de Anastasia!
   Albania, vamos. No te he contado todo esto para que termines poniéndote de mal humor.
   ¡¿Qué no me ponga de mal humor?! — exploté con más fuerza de la necesaria—. Loi, la loca de Anastasia no ha tenido ni una propuesta de matrimonio, así que no sé con qué cara viene a decirte algo así. ¡Además, tampoco es como si recibir pedidas de mano fuera lo único que nos queda por aspirar en la vida! ¡La misma tía Morgana dice que es como estar en un escaparate, siendo exhibida para que el mejor “postor” saque la billetera y realice la transacción!
El horrible pastel de Navidad se había atrevido a decirle a mi Loi que era tan poco atractiva que solo un ciego podría casarse con ella. ¡Cómo se atreve! ¡Loi es una de las chicas más guapas que he conocido en mis quince años de vida! Y sí, a lo mejor es algo tímida y suele hablar muy poco, ¡pero eso no quita que su cabello negro como una noche sin estrellas, y sus ojos marrones como dos bombones del mejor chocolate sean los más hermosos que haya visto nunca! ¡Y sumándole a todo eso, bailaba prodigiosamente! (aunque ésa era una de sus cualidades menos exhibidas).
¡Anastasia ni en un millón de años podría llegar a ser como ella!
Además, si quería ingresar al horrible tema de las pedidas de mano, ¡pues Loi había tenido ya dos! A diferencia de ella que ni una había conseguido. Nunita me lo había contado en secreto porque ella solía escuchar ese tipo de cosas de las nanas de otras chicas.
   Como quisiera que se atreva a decir algo así cuando yo estoy presente. ¡No tendría más ganas de seguir siendo un agrio pastel de navidad!
   En el fondo, Anastasia te considera como su rival — me dijo Loi meditándolo un poco —. Después de todo, eres una de las chicas que conocemos que ha recibido más de cuatro pedidas de mano y se ha dado el lujo de rechazarlas todas.
   Pues no creo que sea la gran cosa. A fin de cuentas, ninguno de “los candidatos” se ha tomado ni la mínima molestia de acercarse a mí. Deberían proponerle matrimonio al abuelo, después de todo parece que les importa más su opinión que la mía.
   ¡Pero qué cosas dices! ¡¿Pedirle la mano al señor Alcides?! — La miré y ambas rompimos a reír al imaginar el rostro de pocos amigos de mi abuelo.
Nunca le había prestado demasiada atención a las palabras de la tía Morgana ni a sus constantes comparaciones del matrimonio con un contrato de negocios; pero cuando el abuelo me llamó por primera vez a su estudio y me comentó de los planes del padre de Tomas Gerdau, automáticamente las recordé.
Es decir, conozco a Tomas pero él nunca se ha acercado a entablar una conversación conmigo que dure más que un respetuoso saludo. ¿En qué momento se le ocurrió que podríamos casarnos? Digo, ¡ni siquiera sabe cuáles son mis flores favoritas o mis libros preferidos!
»— Mi niña, a lo mejor eso suene muy “romántico”, pero el matrimonio es más que los romances que nos narran los libros. Mientras el hombre que solicite su mano sea uno respetable, entonces no hay nada que temer. Para conocerse ya tendrán tiempo — me había dicho Nunita cuando se lo comenté. Le respondí que yo no era de esas chicas bobas que solo anhelaban casarse con el “príncipe de sus sueños”, pero que aun así me parecía muy importante que tanto la “novia como el novio” ¡por lo menos se conocieran más!
»— “Se llama atractivo visual”, prima — me dijo Alexia cuando estuvo de visita hace un par de meses, después de que recibiera mi quinta pedida de mano—. A los hombres no les interesa saber qué libro te gusta más, o si te gusta pintar o si en realidad solo lo haces porque una “dama bien educada” sabe hacerlo. — Soltó una carcajada que la tía Morgana acompañó divertida —. Mientras seas “presumible”, ellos te considerarán ya como una opción. Y mientras hables menos, mucho mejor.
»— ¿Presumible? — No comprendí el adjetivo.
»— Querida, los hombres que vengan a solicitar tu mano sin haberte conocido personalmente tienen un punto en común: te encuentran hermosa, “bella”, pero de la misma forma en la que yo puedo encontrar valiosa cualquiera de mis pulseras. — La tía Morgana abrió el cofre mediano que tenía en la cómoda y revolvió las joyas que estaban dentro —. ¿Por qué compras algo, princesa?
»—Pues…porque me gusta o lo encuentro bonito — respondí confundida porque ésa era la respuesta más lógica.
»— Exacto.
»— Entonces… ¿es como…si buscaran…comprarme?
»— No has podido decirlo mejor— añadió Alexia. Parpadeé, sin comprender—. He recibido más de quince pedidas de mano y te juro que de todas ellas, habré conocido personalmente solo a tres o cuatro pretendientes a lo mucho. Y a lo mejor me equivoque, pero puedo apostar que solo me querían para exhibirme frente a sus colegas. O en el peor de los casos, solo por el apellido de mis padres; sobre todo por el de mi madre — indicó con burla—. La palabra Formerio ya se vende por sí sola, Alby.
»— Pero a Iago, el hermano de Loi, lo conocías — puntualicé.
»— Sí, pero Iago Amira era el hombre que mi madre deseaba a toda costa como yerno — me respondió Alexia mientras mordía una de las fresas con chocolate que siempre pedía que le trajeran a la habitación—. Y justamente eso lo convertía en el último hombre sobre la Tierra con el que podría haber tenido algo.
»— Iago es amable… — comenté dubitativa.
»— No voy a negarte eso; simplemente digamos que no era mi tipo — me respondió muy suelta de huesos.
Alexia hablaba siempre así, como si volara en vez de caminar. Completamente dueña y señora de sus decisiones y las consecuencias que acarreaban éstas.
Me miró y soltó una pequeña carcajada, para después añadir: “sino mira a la tía Morgana”.
»— Yo conocí a Vincent dos meses antes de nuestra boda — me respondió como si hablara del clima, y en ese momento comprendí por qué siempre había un tono distante en ella cada vez que se mencionaba al tío Vincent: nunca lo quiso.
¿Entonces por qué se casaron?
“Negocios”, resumió tranquilamente.
»— Pero es que… ¡es decir! ¿Cómo planeas pasar la vida entera con alguien a quién no conoces?
»— La respuesta que vas a obtener siempre que preguntes eso, estará en la misma pregunta, princesa — me respondió la tía Morgana y Alexia soltó una carcajada y añadió “triste, pero cierto”.
En ese momento no entendí de qué se reían, pero cuando le pregunté a Nuna a propósito de ello, me respondió muy campante que una “tenía la vida entera” para conocer a su marido.
Sí, tal y como me lo dijeron: “la vida entera” ingresaba tanto en la pregunta como en la respuesta.
Entonces… ¿una debía casarse “a la deriva”, por decirlo de algún modo? ¿Con los ojos vendados y esperando romper esa ceguera con el paso de los años? ¿Y qué tal si en el proceso comprendes que él no te gusta nada, que tiene actitudes que nunca vas a tolerar? ¿Y qué si descubres que siempre quisiste casarte con otro?
¡No lo entiendo! ¡Nunca voy a entenderlo, y qué bueno que el abuelo haya decidido apoyarme en mi decisión de no considerar ninguna propuesta de matrimonio hasta por lo menos los dieciocho porque no quería andar pensando en si iba compartir mi vida con un hombre o no! Porque si me preguntaran, yo diría “románticamente”, como suele repetir Nuna, que quería casarme por amor y no solo por lo que “me convenía”, como solía aconsejarme siempre que hablábamos de ello. Diría que querría a una persona que me conociera y supiera exactamente como era yo, con todos los pesares y dudas que me agobiaban; con todas las cosas extrañas que giraban a mi alrededor y que no podía comentarle al resto. Quería a una persona que estuviera dispuesta a ver más allá del contenedor físico, porque desde que cumplí trece años…yo ya tengo plena conciencia de que disto mucho de ser un humano completo.
No soy como cualquier chica de quince años, porque por dentro algo horroroso habitaba a sus anchas y a veces asomaba la perversa sonrisa en medio de sueños que terminaban conmigo despertando aturdida, preguntándome por qué los muebles estaban volcados, porque traía rasguños en los brazos, y qué cosa habría hecho ahora en medio de esa especie de trance en la que caía repentinamente. Y era por todo ese camino repleto de sombras y turbaciones, que quería a alguien que se acercara a mí y me conociera más a fondo; y no simplemente hablara con mi abuelo para “negociar” un matrimonio.
Además no sería justo…no sería nada justo aceptar desposarme con alguien, sin decirle la verdad sobre mi condición. Sería como entregar un libro con una cubierta…con un contenido completamente distinto.
Y si me dieran a escoger, a lo mejor… a lo mejor nos ahorraríamos el ajetreo de analizar propuestas; porque a veces sentía que yo ya tenía al candidato ideal, a la opción perfecta, al hombre soñado…
así él no lo supiera.
   ¿Albania? — Parpadeé bruscamente y me encontré con los ojos marrones de Loi que me observaban, curiosos—. ¿Qué pasa? Te quedaste muda y observando la nada.
   ¡Es que…! ¡Estaba pensando cuánto odio a ese horrible pastel de Navidad! — repuse y caminé alrededor de la habitación a ver si lo calientes que sentía las mejillas se disipaba un poco —. ¡Loi, por lo que más quieras! ¡No dejes que sus palabras te afecten!
Me miró fijamente, y después rompió a reír:
   Albania, tú sabes que pienso exactamente igual que tú; y aunque mi abuela insista en que a la tercera pedida de mano yo ya debería dar el sí, igual no quiero hacerlo aún. — Torció el gesto y el rostro se le descompuso, tal y como a mí me pasaba cada vez que hablábamos del tema—. No…no me siento preparada para llevar las riendas de un hogar y mucho menos para dejar a papá.
Resoplé, agotada, cuando recordé las palabras de la señorita Bona. Hace años que Corín, Loi y yo llevamos las clases juntas, y como la primera pedida de mano la recibí yo, ella preparó una tarde completa para una “supuesta charla” de lo que significaba ser una buena esposa.
»— Hacerse cargo del nuevo hogar será parte de sus nuevas labores, señoritas — dijo y sentí que el cuerpo se me escarapeló porque la señorita Bona hacía énfasis en sus palabras cada vez que me observaba—. Serán las dueñas totales de sus futuras casas y, por ende, deberán poner en orden todos los asuntos domésticos. Evidentemente no estoy dando a entender que tendrán que fregar la ropa o hacer la comida. — Corín soltó un suspiro, sumamente aliviada—. Pero sí tendrán que administrar a toda la comitiva de sirvientes de la que dispongan para que todo en casa marche de maravillas.
Sentí que la habitación empezaba a hacerse más y más extensa cada vez que la señorita Montano añadía más cosas: organizar bailes, acudir a las tertulias de las damas de la beneficencia, ofrecer tardes de té para conocer a otras esposas jóvenes. Habló también de cómo nuestro deber era el de ser el apoyo de nuestro futuro esposo, y que los niños vendrían pronto y para darnos cuenta los días de correteos innecesarios y pensamientos infantiles se perderían. Tragué despacio cuando la idea de abandonar al abuelo iba tomando forma en medio de todos los consejos que escuchaba sobre “nueva casa, nuevos aires…nueva vida”.
»— Nuna… — recuerdo que balbuceé sin proponérmelo.
Corín, Loi y la misma señorita Montano voltearon a verme.
»— Nuna podría acompañarte, querida. Después de todo, varias damas optan por llevar a sus nanas a sus nuevas casas.
»— Nuna… Nunita — repetí, y la verdad es que no ubico bien qué pasó, porque para darme cuenta yo ya estaba corriendo rumbo a mi habitación, completamente espantada.
Reaccioné cuando conseguí ubicarla: estaba ahí, cerrando mi guardarropa.
»— ¿Niña Albania?
»— No quiero casarme con Tomas Gerdau — aseguré algo turbada—. ¡No voy a casarme con él ni con nadie, Nunita!
»— ¿Niña? ¿Pero por qué está diciendo estas cosas?
»— ¡No lo haré! ¡No lo haré!
No bajé de mi alcoba ni para despedirme de Loi cuando vinieron por ella. Pensé que todo ya había acabado cuando vi el coche de Corín alejarse por el sendero; pero llamaron a la puerta, y si pensé que la charla de la tarde fue algo horrendo, la que inició en ese momento fue peor.
Observé a todos lados, angustiadísima: gracias al cielo Aniel no estaba por ningún lado, Nanael tampoco. Desde que cumplí catorce pasaban el menor tiempo posible en mi habitación; según Gremory “porque ya era una señorita y necesitaba espacio para mí misma”.
La señorita Bona seguía hablando, y como el tema empezó a tornarse sumamente vergonzoso, susurré un salmo de silencio extremadamente discreto para que nadie fuera de la habitación escuchara nada, ni siquiera ellos. Nanael jura que soy pésima en las lecciones de salmos y gozos, pero aunque él no lo sepa, la verdad es que soy bastante buena.
»— Escucha, Albania — continuó la señorita Bona. Observé a todos lados, temiendo que pudieran aparecer y se preguntaran por qué no se oía nada alrededor—. Sé que a lo mejor el asunto te ha impresionado un poco, pero la verdad es que es una situación de lo más común. Toda mujer debe casarse.
»— Usted no lo ha hecho — respondí automáticamente. Nunita al lado abrió los ojos, exaltada—. Mi prima Alexia tampoco lo ha hecho.
»— La situación es completamente diferente, Albania — me respondió carraspeando un poco—. Tú estás siendo educada de la mejor manera para ser entregada a un buen hombre.
»— No soy un paquete — respondí tensísima. No me gustaba como sonaba “para ser entregada”.
»— Es una forma figurativa para hablar de la futura transición por la que pasarás. De manos de tu abuelo, pasarás a las de tu futuro esposo: él se encargará de velar por tu bienestar y protección…
»— Yo puedo cuidarme sola, y bastante bien — añadí al instante. La cosa horrible, dentro de mí, asintió.
La señorita Bona resopló, empezando a enfadarse:
»— Albania, querida, escucha, creo que no estás comprendiendo el asunto. Si la familia Gerdau ha mostrado interés en ti como futura esposa del menor de sus hijos, es porque eres una señorita respetable y ejemplar. No tienes por qué mostrarte tan a la defensiva, ¡al contrario!, deberías estar saltando de alegría.
Intenté por todos los medios de posponer la charla, pero a medida que avanzaba poco a poco la garganta empezó a secárseme. La señorita Bona dijo que los temas que estaba tocando conmigo solo les correspondían a las señoritas a punto de desposarse, para evitar futuros sobresaltos y malinterpretaciones, y por eso había optado por esperar que Loi y Corín se retiraran a sus casas.
Escuché exaltada las palabras saliendo cuidadosamente. Nunita me sobaba el dorso de la mano, como dándome apoyo, pero en ese momento yo no podía hacer más que abrir los ojos, preguntándome incesantemente de qué cosas estaban hablándome ¡y por qué era la primera vez que tocaban algo tan delicado conmigo!
Cuando comprendí el significado de “desflorar”, sentí que el rostro me ardió muchísimo. Volteé a todos lados, rogándole a todos los cielos que ni Nanael ni muchos menos Aniel aparecieran en ese momento.
»— Es normal que duela, querida; pero mientras más pronto mejor. Y tal vez suene algo violento, tomando en cuenta que es la primera vez que oyes de esto, pero si quedas embarazada prontamente, menos serán las veces que se repita.
Eso fue más de lo que pude tolerar. Traté de evadir la imagen, pero lo único que venía a mi mente era un hombre desnudo tratando de acercarse a mí y, evidentemente, ¡me dio muchísima vergüenza el solo imaginarlo!
»— Señorita Bona, realmente me apena muchísimo decirle esto, pero está perdiendo su tiempo con toda esta charla — repliqué bruscamente—. ¡No-me-casaré-con-Tomas-Gerdau! ¡No lo haré! ¡No lo haré!
»— Albania, escucha…
»— Niña Albania...
»— ¡No! ¡No y no! — chillé y salí de mi habitación. Nunca le había hecho semejante desplante ni a Nunita ni a la señorita Montano, pero estaba profundamente abochornada y además de eso enfadadísima, ¡porque yo nunca iba a casarme con Tomas Gerdau y muchos menos dejarlo tocarme cuando ni siquiera me había dirigido la palabra!
Bajé y me encontré a Godón saltando animosamente por el pasillo. Siempre lo llevaba conmigo, así que cuando salí corriendo rumbo a mi habitación lo había dejado olvidado en la sala.
Lo tomé entre mis brazos y sentí su suave nariz presionando contra mi pecho. Sus profundos ojitos oscuros me observaron como diciendo “¿qué sucede?”, y entonces se me escapó un suspiro tan prolongado que sentí como si la vida se me hubiese ido en él.
»— ¿Albania? — oí repentinamente, y se sintió como un fresco soplido en medio del desierto. Giré y me encontré a Aniel observándome preocupado—. ¿Estás bien? Llegamos a tu habitación y había un cántico de silencio alrededor.
Los ojos miel me acongojaron muchísimo, porque a lo mejor estaba mal, pero en ese momento tuve unas ganas irrefrenables de pedirle que se materializara y solo me abrazara.
»— Solo…estaba practicando un poco — me excusé.
»— No me mientas — me dijo y no sé si fue por lo último, pero me conmovió muchísimo que se diera cuenta de que no me encontraba en las mejores condiciones y sin que le dijera nada—. ¿Ha sucedido algo? ¿La familia del muchacho que ha venido a hablar con tu abuelo dijo algo que te haya incomodado?
Traté de verme lo más serena posible, pero solo conseguí morderme los labios con fuerza porque me entraron unos enormes deseos de llorar. Conseguí balbucear algo de que no me sentía muy bien, y para cuando me di cuenta se materializó, me tomó por la muñeca, y aparecimos en el saloncito en el que solía practicar con el profesor Holmes. Como era el ambiente en el que me dedicaba a ensayar solo estaba el piano, algunos atriles, mi diván con las miles de partituras que ya tenía hasta ahora y el violín color verde agua que había dejado ayer aquí.
»— ¿Aniel?
Lo vi muy concentrado, cerrando las cortinas que daban para el jardín y movilizándose rápidamente para cerrar las puertas. Oí que susurró algo que me sonó a un gozo de sonido, y para cuando me di cuenta la estancia se llenó con la voz de mi violín, porque era una de las canciones que había compuesto hace mucho. La única diferencia era que yo no lo estaba tocando y el violín, por otro lado, estaba estático en su sitio.
La melodía que sonaba alrededor literalmente provenía de la nada.
»— Podemos charlar aquí mientras todos en casa creen que estás ensayando. No suena ni la mitad de bien de lo que suena en tus manos, pero no se me ocurrió otra manera — me respondió, se puso frente a mí y la sonrisa amable me estremeció.
»— Aniel… este salmo de sonido…
»— Tiene un emblema de recuerdo y memoria — me respondió de lo más tranquilo—. Es por eso que te digo que no suena ni la mitad de bien que la versión original. La melodía que estás escuchando es solo la pieza que yo creo haber memorizado de las veces que te he escuchado interpretarla.
¿Que no sonaba ni la mitad de bien? ¡Pero si sonaba inclusive mejor! Habían puentes que yo ni recordaba haber tocado, lo que significaba…¿que Aniel me oía así cuando tocaba para él? ¿Así de perfecta?
El corazón se me abrumó intempestivamente. Tal vez no fue el mejor movimiento, pero terminé lanzándome sobre su cuerpo, completamente trastocada. Lo oí reír bajito, con una de sus manos palmeándome el cabello, y la cómoda sensación cálida que desprendía su pecho.
»— Creo que Godón no está muy a gusto — me dijo en tono juguetón. Bajé la mirada, y comprobé que el pobre estaba prácticamente aplastado entre mi pecho y el pecho de Aniel.
»— ¡Ay, no! — Retrocedí, algo abochornada por mi reacción. La sonrisa se le hizo divertida, y entonces yo ya no pude más.
Lo tomé por la mano, me observó con curiosidad, y después cerré los ojos con fuerza.
Vámonos…
¡SPLASH!
Bajé la mirada y para mi horror comprobé que había conseguido mi cometido de transportarnos a Izhi para que charláramos más a gusto; pero como siempre desde que me enseñaron a hacerlo, terminé sumergida en el arroyo hasta las rodillas.
Y claro, como Aniel estaba a mi lado y planeé traerlo conmigo, evidentemente también había terminado empapado.
»— ¡¿Por qué me resulta tan difícil si es de lo más sencillo que Nanael me ha enseñado?! — resoplé agotada. Estaba tanteando las probables fallas al momento de concentración, cuando oí un breve carraspeo que poco a poco se transformó en carcajadas.
Giré, algo ofendida, y me lo encontré riéndose muy a gusto.
»— ¡No es gracioso! — proferí tratando de no sucumbir ante la boca animosa y las ojos repletos de buen humor —. ¡Aniel!
Me lanzó una mirada juguetona y después me quitó a Godón de las manos.
»— El agua lo está poniendo un poco nervioso — me dijo y se acercó lo suficiente a la orilla como para depositarlo sobre la hierba. Las orejas se le pusieron en punta, y casi pude escuchar un tímido “gracias” de su parte. Aniel volteó a verme —: ¿Planeas quedarte ahí?
Lo miré, indignada por el tonito burlón, y cuando traté de avanzar lo más rápido posible para darle un buen manotazo por descortés, oí claramente la voz de Drol Yaccu pidiéndome que fuera más lento pero fue demasiado tarde; el condenado vestido pesaba muchísimo y más aún con las enaguas que llevaba debajo.
Solté un gritito y al instante todo el cuerpo se me empapó porque tropecé…
¡SPLASH!
…y terminé sentada, prácticamente con el arroyo atravesándome hasta buena parte de la cintura.
Y eso fue todo, porque el muy tonto empezó a reír con muchísima más fuerza.
»—  Sí, sí, ríete todo lo que quieras — bufé.
Condenado vestido, ¡por qué pesas tanto!
»— No es mi culpa que pongas gestos tan graciosos cuando andas malhumorada — me dijo acercándose: el ceño se me frunció aún más. Me extendió la mano —: Ven aquí.
»— Te has vuelto tan pesado conmigo desde que cumplí catorce años… — Acepté su ayuda porque sino no habría forma de ponerme en pie—. Podrías haber impedido que cayera, como cuando era pequeña, ¡pero nooo! El señorito prefirió ver el espectáculo y ahogarse de la risa, ¿no?
Lo que le estaba reclamando era completamente cierto, porque Aniel seguía siendo mi mejor defensor en algunas ocasiones (por ejemplo cuando Nanael me soltaba miles de reprimendas a propósito de cualquier cosa), pero para otros asuntos se había convertido en un completo burlón. Se reía de mí y no dejaba de emplear un tonito bromista que quién sabe cuándo aprendió.
Gremory solía decir que era por el tiempo que había pasado en este mundo. “Es normal que después de tanto tiempo aquí, uno aprenda a bromear como humano”.
»— No es bueno ser excesivamente protector — me respondió, cerró los ojos y aparecimos en la orilla, junto a Godón que saltaba de aquí para allá, olisqueando todo a su alrededor—. Solo estoy dejando que vayas por la vida como cualquier chica de tu edad.
»— Te prefería cuando era más cuidadoso conmigo; ahora siento que me tratas como si fuera cualquier persona.
»— Pues no haría esto por “cualquier persona” — rebatió con suficiencia y puso una mano sobre mi cabeza. Sentí el suave soplido alrededor y segundos más tarde estuve completamente seca, sin ningún rastro de haber pasado por el arroyo—. ¿Ya estás mejor?
Lo miré, fingiendo algo de indiferencia, pero cuando se inclinó y me miró directamente a los ojos perdí por completo.
»— Y…¿vas a decirme qué te puso tan afligida?
Solté un suspiro y me senté sobre la hierba, recostada sobre el árbol que sujetaba el columpio de Joan.
»— Comprendo si no quieres hablar — añadió amablemente y solo se sentó junto a mí.
Oí el arroyo cantando suavemente, las hojas de los árboles susurrando quedadamente. Por una milésima de segundo la cosa horrenda me sonrió desde adentro.
¿Cómo casarme con alguien que no la conoce?
Elevé la mirada y me encontré con el cielo estrellado. Fue inevitable, no pude hacer nada con mi mente, porque ya había volado dos años atrás, cuando en este mismo prado, frente a este mismo columpio, me atreví a besar a Aniel por tercera vez (así él ignorara una de esas veces).
Sentí un intenso calor expandiéndose por mi cuello hasta llegar a mis mejillas. Entrelacé los dedos con nerviosismo, tratando de pedirme a mí misma no verme muy aturdida; porque si él había decidido no tocar aquel tema nunca más, yo no tenía el valor para hacer lo contrario.
Sentí un apretón en el pecho como siempre: nunca hablamos de aquel beso. Nunca hubo otro más…
Godón se acercó a mí, exigiendo que lo tomara en brazos. Verlo me relajó muchísimo, tanto que terminé acariciándolo sobre mi regazo y recordé la absurda charla que había tenía hace unos momentos.
»— ¿Albania? — oí de Aniel.
»— Hoy…tuve una charla extraña.
»— ¿Acerca de tu pedida de mano?
Giré bruscamente al sentir un tono vagamente alicaído; pero al hacerlo, solo me lo encontré observando al frente, sonriendo con tranquilidad. Como siempre.
Tranquilidad. Lo único que encuentro en Aniel con estos temas siempre es tranquilidad.
¿Quieres algo más, verdad?, la oí, a ella, a la horrible cosa, y apreté fuertemente los labios, dispuesta a pensar en otra cosa porque como usualmente me pasaba, empezaba a ponerme extremadamente nerviosa cuando estábamos solos y tan cerca.
»— La señorita Montano nos dio una charla sobre lo que significa ser una “buena esposa” — lancé, y al recordarlo sentí que mi disgusto inicial reapareció. Aniel me miró curioso, con un atento: te escucho.
Me costó algo de trabajo iniciar el tema porque habían demasiadas cosas con las que estaba en completo desacuerdo, pero para cuando lo comprendí ya le había compartido toda mi postura con respecto a Tomas Gerdau y su pedida de mano.
»— ¿Cómo lo hacen, Aniel? ¡No lo comprendo! Digo…no estoy muy enterada del tema pero… ¡¿cómo podrías aceptar vivir con alguien a quien no conoces?!
Solo le había comentado lo de la charla con Corín y Loi presentes. De ninguna manera tocaría la charla que después había recibido yo sola. Mucho menos con todo ese asunto de “noche de bodas” y “embarazo”.
Aniel lo pensó un tanto, y después suspiró:
»— A lo mejor suene poco alentador, pero uno nunca termina de conocer a una persona, Albania. Creer que sabrás todo de otro ser es excesivamente idealista.
»— Ya, pero si vas a casarte con alguien por lo menos deberías haber cruzado con esa persona más palabras que solo “buenos días, señorita Formerio”, ¿no te parece?
»— Bueno, si lo pones así… — aceptó divertido ante mi imitación del saludo de Tomas, que era para lo único que había escuchado su voz hasta ahora.
»— Sigo sin comprender por qué la noticia ha animado tanto a la señorita Bona y a Nunita. Yo…la verdad es que yo hubiera preferido que no me dijeran nada.
»— Eso sería peor, ¿no lo crees? — me sugirió atentamente.
Elevé las cejas y entonces lo comprendí:
»— ¡Santo Dios! ¡Enterarme el mismo día de la boda! — exclamé espantada y Aniel rompió a reír.
»— Es bueno que toquen estos temas contigo, Albania. Parte de crecer es empezar a involucrarse en los temas que a uno lo atañen, y no simplemente observar o hacer berrinches, como se hace de niño — me explicó y comprendí que en cierto modo tenía razón.
 Godón se bajó de mi regazo y se apoyó sobre una de las piernas de Aniel. Varios solían repetir que mi hermoso conejo parecía un pequeño perrito esponjoso por su manera tan cercana de ser con las personas: le gustaba que le acariciaran las orejas y a veces hasta exigía que lo tomaran en brazos, como un cachorrito. Inclusive no le temía a Maltés, aunque a lo mejor eso era porque él ya estaba muy, muy viejito y se la pasaba todo el día reposando bajo la tibieza del sol.
»— Estás enorme, bola de algodón — oí que le dijo cariñosamente y lo tomó en brazos, riendo en voz bajita cuando se irguió, pidiendo que lo cargara.
»— Te juro que no voy a casarme con Tomas Gerdau, Aniel — sentencié de la nada, porque tenía la urgencia de confirmárselo. Sentí un pequeño temblor en la columna al comprender lo extraño que debió haberse oído la declaración.
Los ojos miel voltearon a verme con tranquilidad:
»— Estás en todo tu derecho de expresar tu negativa frente a una decisión tan importante — añadió pero no vi ninguna otra reacción—. Podrías comentárselo a tu abuelo, después de todo él te puso al tanto del asunto para que tuvieras conciencia de ello, y podría hasta jurar que ha sido para pedir tu opinión al respecto.
Sé que sonará tonto, pero me hubiera encantado verlo más animado, tal vez hasta contento por mi resolución. Pero solo me sonrió, y continuó diciendo que yo era libre de tomar mis decisiones, que el abuelo sabría comprenderlas y me desordenó el cabello, como solía hacer cuando era más pequeña. Y el movimiento, por muy delicado que fue, me lastimó; porque a veces…solo a veces…sentía que él seguía viendo a la niña de ocho años que le pedía que jugara con ella en el prado de flores. Y no era así, claro que no.
Han habido cambios en mí… ¿por qué no los nota?
Decidí no esperar más: estaba decidido. Al momento siguiente ya estaba otra vez en casa, saliendo de mi salón de ensayos rumbo al estudio del abuelo, y minutos más tarde subí satisfecha a mi habitación.
Ni Nunita ni la señorita Bona, por muy horrorizadas que estuvieran, consiguieron hacerme desistir porque yo estaba muy segura y el abuelo había tomado de buena manera mi decisión: “si no quieres evaluar propuestas de matrimonio hasta los dieciocho, no te molestaré más con ello, hija. Eso sí, te mantendré al tanto de las que lleguen, porque hay varios candidatos, no puedo negártelo, y si decides cambiar de opinión igual siempre estaré dispuesto a apoyarte en todo lo que pidas”.
Fue mejor así, muchísimo mejor; porque cuando llegaron las otras propuestas no me sentí ni incómoda ni presionada. Nunita no dejaba de hablarme de las familias que se habían presentado ante el abuelo, pero yo escuchaba solo en silencio.
Al fin y al cabo ninguna me interesaba.
Lo único que me traía un poco histérica era el hecho de comprobar que Aniel no tenía ningún otro tipo de reacción con respecto a todo el asunto de mis pedidas de mano. Es más, creo que secretamente esperaba que él fuera comprendiendo poco a poco que si tenía tantos pretendientes debía ser por algo, ¿no?
Pero no, él nunca mostró ningún tipo de respuesta más allá de la tranquilidad y la comprensión cuando le hablaba al respecto.
Como si no le importara nad…
   ¡ALBANIA!
   ¡Ayy! 
Giré violentamente y me encontré a Loi observándome confusa:
   Otra vez te quedaste mirando la nada, ¿qué te pasa? — Parpadeé, algo nerviosa —. Amber ya me lo había dicho: a veces te quedas mirando las musarañas y suspiras muchísimo, y que si a ella le preguntaran, hasta diría que estás enamorada.
   ¡¿QUE QUÉÉÉÉ?! — repliqué coloradísima. Loi elevó una ceja y rompió a reír:
   Es extraño verte así, después de todo la que suele ruborizarse soy yo.
   ¿Qué pasa con todo el mundo, eh? Aniel burlándose de mí, ahora tú también, ¡es que acaso están conspirando en mi contra!
Mi mejor amiga, antaño tan tímida, ¡ahora se carcajeaba de lo lindo solo porque me veía un poco abochornada!
   Ya, no te enfades.
   Pues no me enfado, pero ya no voy a decirte el plan que estaba ideando para cerrarle la boca a ese horrible pastel de navidad — jugueteé un tanto y Loi entrecerró la mirada, divertida.
   La verdad es que antes me daba miedo cuando decías la palabra “plan”, pero ya tantos años contigo me han enseñado que así no quiera, igual esa cabeza loca que tienes nunca va a dejar de idear cosas extrañas.
   No sé si me estás halagando u ofendiendo, Marion Amira — sentencié fingiendo enfado, y rompió a reír.
Algo que me encantaba de la habitación de Loi era que había pedido que acondicionaran una de las esquinas con varios cojines de terciopelo y una pulcra alfombra, para que pudiéramos sentarnos en el suelo, sin zapatos, y con una pequeña mesita cuadrada en medio. Matilde, su nana, le preguntó insistentemente que de dónde se le vino la idea de semejante espacio, y Loi tuvo que responderle que de uno de los libros que yo le había prestado.
Si supiera que es porque el lugar en donde ensaya la mayoría de fines de semana, en Lavehda, es así, seguro le daba un paro cardiaco.
   ¿Y bien? — oí de Loi. Fingí no prestarle atención y bebí más del rico jugo de arándanos que nos habían traído —. ¡Albania!
   Pensé que de las dos, tú eras las que siempre se negaba a que pusiera en marcha mis ideas de “venganza” — solté divertida.
   Bueno, la vez que sugeriste enviarle un ratón a Corín como regalo de cumpleaños fue un poco extremo, la verdad.
   Tienes razón — acepté —. Ningún ratón merece ser enviado a sus manos.
   ¡Albania!
   ¡Dijo que Godón parecía un ratón gigante! No tengo nada en contra de los ratones, pero si ella realmente quería ver a uno, solo tenía que pedírmelo. Yo se lo hubiera enviado encantada.
   Ya, ¿y la vez que te compraste el mismo vestido que Anastasia tanto quería presumir en la fiesta de Candela Diuca?
   ¡Fue porque no dejaba de parlotear sobre lo “bonita que se vería”! — respondí muy segura—. Además, ese día se atrevió a decir que no eras lo suficientemente guapa para ninguno de sus primos, ¡y eso es completamente falso! ¡Eres preciosa, Loi! ¡La más hermosa de todas las hermosas del mundo entero!
   Ya sabes que sus palabras no me afectan como antes.
   Ah, pues a mí sí me afectan. Si me molestara a mí me daría igual: total, las palabras se toman de quiénes vienen, y Anastasia Liwen es tan importante para mí como la luna para el día. ¡Pero siempre se mete contigo, y ya estoy hasta la coronilla de eso!
Resoplé disgustada hasta que me di cuenta de que Loi reía en voz bajita.
   ¿Qué pasa?
   Eres muy graciosa cuando te enfadas.
   ¡¿Tú también?!
Si no era Aniel, ¡¿ahora era Loi?!
   Vamos, no te enfades porque me da más risa. — La miré indignada y me ofreció un pedazo más del pastel de fresas que teníamos para picar—. A ver, dime cuál es el “famoso plan” que se te ha ocurrido esta vez.
Acepté a regañadientes el platito con más pastel, pero como me miró animada me ganó por completo:
   Bueno: a ver, Loi, tú y yo, que conocemos a Anastasia desde que tenemos ocho años más o menos…
   ¿Sí?
   Dime, ¿qué es lo que no soporta más en el mundo entero?
   Mmm, pues… — Lo meditó un tanto y después vaciló—: No ser…¿el centro de atención?
   ¡Exacto! — aprobé segurísima—. Anastasia odia que alguien la opaque, es por eso que me compré su horrible vestido de lazos aquella vez. No sé qué fascinación tiene por los lazos pero bueno. — Loi negó con la cabeza, divertida, y me pidió que continuara—. Así que si tanto anda presumiendo a “su posible prometido abogado” que anda prendado de ella y es guapísimo, ¡vamos a darle un poco de lo mismo!
   ¿Eh? ¿A qué te refieres?
En las últimas semanas Anastasia no ha dejado de hablar del famoso hijo mayor de los Quimet que parecía estar interesado en ella. No lo conocía pero de tanto que nos ha hablado de él ya sabía de memoria que tenía unos “preciosos ojos verde jade”, y que sea cual fuera la prenda que se pusiera, le quedaba estupendamente bien, según ella.
   Hablo de que si Anastasia está alardeando taaanto de ese pretendiente que tiene, no aguantaría que lleváramos a uno muchísimo más interesante, más guapo y que además de eso, no le haga caso a ella, ¡sino a ti! ¡Podemos aprovechar el coctel después del ballet de pasado mañana! ¡Es la fecha ideal!
   ¿Qué? — Noté la sonrisa juguetona que trataba de disimular—. Albania, espera, no te estoy comprendiendo…
   ¡Además de eso, también podríamos ejercer cierta “presión” en alguien más! — lancé suspicazmente. Me miró desconcertada —. Loi, es imposible que Anastasia sepa que estás interesada en Luca.
   ¡Shhhh! — protestó observando a todos lados. Me dio muchísima risa que se pusiera así de nerviosa cuando era obvio que nadie podría escucharnos aquí.
   Bueno, como te digo, es imposible que lo sepa — reiteré bajando la voz—. Así que si ella te molesta tanto mencionando a los gemelos debe ser por algo, ¿no? Por ejemplo, ese comentario que soltó en la fiesta de la hija de los Diuca, eso de que “no eres lo suficientemente guapa para ellos” tiene que haber tenido un origen, ¿no te parece?
   Albania, disculpa pero acabo de perderme — me dijo algo desorientada.
   Ay, boba. Pues que si Anastasia te molesta tanto con ellos, y no sabe que a ti te… bueno, “eso” — me contuve cuando ella me hizo “shhh” muy exaltada—. Es evidente que ella debe saber algo de ellos que te involucra a ti, ¿no crees?
Los ojos de Loi se abrieron un tanto.
Claro, ¡era obvio! Probablemente los gemelos hablaban de ella en casa. ¿Y eso qué significaba? ¡Pues que a lo mejor estaban interesados en mi Loi adorada!
O sea, se notaba a todas luces que Naum era extremadamente amable con ella; pero a lo mejor Luca…
¡No pude evitar removerme sobre mi cojín, emocionada!
   ¿Qué sucede?
   ¡Loi, te imaginas lo que sucedería si le gustaras a ambos hermanos! — exclamé y se sonrojó bruscamente—. Una vez Gremory se puso a leer en voz alta una de esas novelas acarameladas que tanto le gustan, y no dejaba de repetir lo genial que debe sentirse que peleen por una. ¡¿Te imaginas lo que sería una disputa entre los gemelos por ver quién obtiene tu atención?!
   Ya… ¡ya estás diciendo incoherencias otra vez, Albania!
   ¡Claro que no! — refuté muy convencida; Loi rodó los ojos, tercamente—. Como te decía: si llevamos a alguien muchísimo más interesante que el famoso abogado de Anastasia, podría enfurecerla de la ira y además, podríamos ejercer cierta presión en los gemelos. Se darían cuenta de que hay alguien “muy peligroso” rondándote, y ¡boom! Decidirían dar un paso más serio. — La observé con una sonrisita—. Porque no vas a negarme que si Luca Liberia solicita tu mano, le dirías a tu padre que lo aceptas sin dudarlo, ¿o no?
Loi me miró profundamente exaltada. No pude evitar reír al verla tan sonrojada y haciendo enormes esfuerzos por mostrarse indiferente.
   Pe-pero… ¿a quién llevaríamos? — me dijo cambiando de tema bruscamente—. Todos los chicos que conocemos son los mismos que conoce Anastasia. — Empecé a canturrear animada, porque yo ya había pensado en eso—. Espero que no vayas a salirme con lo de Como gustéis, porque eso de disfrazar a una chica de chico solo sucede en los libros.
   Bueno, debo admitir que Shakespeare es muy creativo. — Loi me lanzó una mirada de “¡ni se te ocurra…!”—, pero no. No planeo disfrazarme de algún caballero que trate de atraer su atención, señorita Amira. La verdad es que creo que me vería bastante guapo, pero no, no pensaba en eso.
   ¿Entonces?
Me puse de pie y empecé a juguetear con las cortinas de su ventana. Me encanta saber que todo lo que he planeado está perfectamente organizado.
   ¿Cómo llegas a Lavehda todos los fines de semana, Loi querida?
   Pu-pues… La verdad sigo sin comprenderlo del todo, pero es porque Amber me ayuda a… bueno, aparecer y desaparecer aquí y allá.
Como llevamos años con la pequeña mentira sobre las clases de baile de Loi en Lavehda, Gremory había sugerido que de preferencia Loi la llamara por algún otro nombre que no resultara algo peligroso en sus labios. Después de todo, Loi era humana por completo, y por lo que he llegado a comprender después de tanto tiempo, es que muchísimas cosas que no son comunes en este mundo suelen afectar a los humanos si están constantemente expuestos a ellas.
La ayudamos a buscar un nombre falso, y cuando recordamos la piedra que se compró en Lavehda la primera vez que nos llevó a las dos para allá, decidimos que ése era el que mejor quedaba con ella.
   ¡Exacto! — indiqué—. Amber es muy poderosa, Loi, y te apuesto a que va a querer formar parte de nuestros planes después de que la pongamos al tanto de todo. Solo habría que preguntarl…
   ¡PERO POR SUPUESTO QUE SÍ! — oímos al instante y las ventanas se abrieron con violencia.
Loi y yo soltamos un grito, tan espantadas, que Matilde se apareció sumamente alarmada. Tuvimos que decirle que el viento nos había asustado y volvió a dejarnos solas. Cuando la puerta se cerró, Gremory reapareció y volvió a repetir que por supuesto que nos ayudaría.
   Amber — inició Loi, algo apenada—. Es decir… yo nunca he preguntado cómo es que tienes esa…especie de magia para llevarme a Lavehda sin que nadie lo note. Y sí, yo entiendo que es mejor no preguntar como me dijeron hace tiempo. — Gremory y yo asentimos—. Pero…todos estos favores, ¿no te debilitan ni un poco?
Los ojos de Gremory se abrieron un tanto conmovidos.
   ¡Te preocupas por mí, pequeña Lo-lo! — Y la abrazó con fuerza, con ese gesto tan de niña que nos encantaba a Loi y a mí —. ¡Pero tranquila! Transportarte de aquí a Lavehda y sellar tu habitación para que nadie lo note es casi nada para mí. Y como las conozco demasiado bien, sé que lo que van a pedirme no pasa de alguna travesura de niñas, así que ni siquiera tendría que pestañar para ayudarlas. Solo cuando los favores que me solicitan son extremadamente difíciles es que invierto muchísima energía, y claro, es ahí cuando también tendría que cobrarles de “algún modo”.
Recordé que Gremory le había pedido estrictamente a Loi que nunca se le ocurriera llamarla por su nombre real y pedirle ver algún tipo de acontecimiento futuro. No le había dicho exactamente que era una demonio (decía que era bien sabido que revelarle a un humano la naturaleza de un demonio podría ser perjudicial tanto emocional como físicamente, después de todo no es común tener tanta cercanía con ellos), pero sí le había advertido que, por favor, jamás se le ocurriera pedir algo semejante.
Ahí fue cuando comprendí mejor el significado de “pacto”.
   Me están diciendo… — inició Gremory cuando terminamos de ponerla al tanto —…que quieren que adquiera la forma de un muchacho, y me muestre interesado en la pequeña Loi, ¿solo para darle una lección a la famosa Anastasia Liwen?
Asentí fuertemente. Loi, a mi lado, aún estaba algo insegura.
Gremory frunció los labios, lo pensó tanto que por un momento sentí que no había sido tan buena idea después de tod…
   ¡¿Pero por qué solo uno?! — chilló, y automáticamente me puse de pie.
   ¿Entonces nos ayudarás?
   ¡Pero por supuesto, preciosa! — exclamó dando un par de saltitos—. Escúchenme, lo que les dije va en serio, ¿por qué solo un muchacho? Si realmente quieren que le hierva la sangre a la niña ésa, lo que podrían hacer es llevar por lo menos a dos.
La idea me pareció de lo más estupenda. Gremory empezó a murmurar que también sería extraño que nuestro elegido llegara solo, sin ninguna otra figura que lo vinculara a alguna familia.
   Es verdad. Se necesitarían más personas para que no se vea tan sospechoso que llegue solo — expuso Loi algo desanimada—. No sé de dónde podríamos sacar a tanta gente.
Vaya, si lo pone así, es cierto. Y si bien Gremory podría crear algunas quimeras con forma de humanos, evidentemente eso sí requeriría de mayor energía.
   Con tres bastarían — murmuró para sí misma.
   Aniel dice que crear quimeras es muy complicado, que es una de tus habilidades más asombrosas pero que también te quita muchísima energía, y más si son criaturas vivientes— señalé preocupada. Loi me miró algo confundida pero no dijo nada —. Tres serían demasiado, Gremory.
   Pero yo no estoy hablando de quimeras, preciosa.
   ¿Eh? ¿Ah no?
   ¡Claro que no! Sé que es una buena opción, pero sí, sería algo complicado tomando en cuenta que los tres tendrían que ser humanos — aceptó tranquilamente—. Lo que yo estaba pensando es en usar a tres, contándome a mí. Tendríamos a dos jovenzuelos muy, ¡muy atractivos! Y yo podría hacerme pasar por su dulce abuela, o tía, o alguna figura materna que les brinde una imagen de confianza. Después de todo, van a aparecer en una reunión en la que la mayoría de personas se conocen, ¿no es así? Y la mayoría de humanos conservadores tienen una rara afición de sentir confianza por las familias y los apellidos distinguidos.
   Pero… ¿entonces si no son quimeras…?
   Mmm, la verdad es que tengo un par de colegas que nos ayudarían gustosos. El asunto es que me preocupa que expongamos a Loi a sus presencias. Después de todo…
Supe al instante que cuando hablaba de “colegas”, ella se refería a más demonios. Y que varios demonios ronden a un humano podría resultar algo perjudicial. Después de todo ellos tenían en la composición de su naturaleza algo que solía atemorizarlos y más aún si venían en grupo. 
Gremory se quedó un par de minutos charlando consigo misma. Loi y yo tratamos de pensar en algunos posibles candidatos. La verdad es que Joan tiene amigos que gustosos accederían a formar parte de nuestros planes, pero lo malo es que la mayoría se encuentra en Libiak.
   ¡Pero claro! ¡Cómo no se me ocurrió antes! — oímos de pronto. Gremory dio una palmada, entusiasmada—. Justo acaba de volver de viaje y estoy muy segura de que aceptará ayudarnos gustosamente.
Loi nos observó, perdida. Yo tampoco terminé de comprender:
   Gremory, ¿qué…?
   Preciosa, ¡Seir será uno de nuestros cómplices! — Recordé fugazmente al demonio rubio que solía ver en Izhi—. Acaba de retornar de viaje pero no hay forma de que se niegue; este tipo de cosas le gustan demasiado. Además, me debe un par y suele estar acostumbrado a estar rodeado de humanos. Ahora sí, el asunto creo que será más complicado con el otro que tengo en mente; después de todo conseguir que le permitan acudir con nosotras a lo mejor va a ponerse algo peliagudo.
Ni siquiera tuve que preguntar a quién se refería con él, porque en ese momento pronunció su nombre…
   ¿Mmm? ¿Gremory, Albania?
…y automáticamente apareció aquí, frente a nosotras.
   ¡¿Qué?! — chillé al comprenderlo.
Gremory soltó una carcajada. Loi tenía los ojos abiertos de par en par, a lo mejor por la repentina aparición. Y al lado, con el cabello hermosamente desordenado…
…Aniel nos observaba, ligeramente desconcertado.


¨°*°*°*°¨

NANAEL


   No.
   ¡Pero Nanael…! — repuso la niña. Le di la espalda para dar por concluida la conversación, pero el demonio de ojos celestes y la molestosa de Gremory me observaron incansablemente.
Por un momento hasta me sentí como un padre humano negándose a dar un absurdo permiso.
   ¡Es solo por una noche, Nanael!
   No estoy hablando contigo, demonio. Además, ya dije que no, y no pienso cambiar de opinión.
Había salido a alimentarme y me quedé charlando con Caila unos momentos, ¿y con qué me encuentro a mi retorno? Con la desatinada idea de querer llevar a mi hermano de nacimiento, materializado y fingiendo ser un humano, ¡a una reunión repleta de más humanos!
A veces siento que Aniel olvida que nuestro deber es vigilar a esa niña, ¡no entretenerla! ¡Deberíamos estar pensando en temas más importantes que un absurdo coctel de humanos!
   ¡Nanael, por favor! — oí de la niña nuevamente. Me puso la mirada dócil pero yo no era tan fácil de manipular—. ¡Será la única vez que te pida algo semejante! ¡Aniel solo debe acudir al coctel después del ballet de Carmen y hablar con Loi! ¡Te juro que vamos a portarnos bien!
   Albania, estás perdiendo tu tiempo. Ya di mi última palabra. — Trató de decir algo más pero me apresuré a dejarle en claro el asunto—: Sabes que estoy completamente en contra de involucrar a la chiquilla humana en todos estos asuntos, y ésta, sin duda, es una de esas situaciones que JAMÁS se llevarán a cabo si puedo evitarlo.
Los labios se le fruncieron, por un momento vislumbré un atisbo de llanto venidero; pero antes de que se pronunciara los ojos le brillaron de rabia y salió de la habitación, dando un portazo furibundo.
   Se lo dije — oí en un murmullo, y entonces comprobé que ahí,  apoyado sobre una de las paredes, mi estúpido hermano de nacimiento contemplaba toda la escena demasiado divertido para mi gusto.
Iba a decirle que ya estaba harto de su poca seriedad pero los otros no desistieron:
   ¡Nanael, vamos, no seas aguafiestas! — me reclamó Gremory.
   Hermano, no pasará nada. Solo estaremos unas cuantas horas materializados y ahí muere el asunto — insistió el otro demonio, Seir, que había estado de viaje hace once meses y seis días y quién sabe por qué motivo ya había retornado.
Por todos los cielos, ¿acaso no tengo suficiente ya con soportar a Gremory como para tener a este otro sujeto fastidiando al lado?
   Nanael, por todas las creaciones, ¡no me arruines el plan! ¡Ya hasta tenía pensado qué haríamos! Primero los llevaría a una estupenda tienda de moda masculina, ¡para escoger los mejores trajes, evidentemente! ¡Y después…! — ¿Cómo hace ella para soltar tantos disparates sin cansarse?
   Lo único que haremos será presentarnos en esa simpática reunión como dos “notables caballeros”— continuó el otro, sonriente—. Te juro que ni siquiera dejaré que tome ni una gota de alcohol. Va a perderse del grandioso efecto pero si no quieres, ¡será debidamente vigilado!
   ¡Lo ideal iba a ser una chaqueta negra con corbata de seda en tono suave! ¡Para que combine con sus bonitos ojos miel! — ¿Cómo demonios un solo ser puede hablar tanto? —. ¡Todas las niñas terminarían tirándosele encima! ¡Sería la abuela más orgullosa de la vida! ¿Te conté que yo haría de su abuela?
   Y si alguna dama le echara el ojo y quisiera llevárselo a algún lugar más íntimo, prometo fielmente que no lo permitiré. ¡Es más! A lo mejor el que termina yéndose con ella sea yo, ¡jajajajajajaja! — ¿Qué cosa le da tanta risa?
   ¡Obviamente también habría incluido un chaleco! — ¡No me digas!—. Ceñido al cuerpo para que se pueda admirar lo gallardo de su postura, los brazos largos y la espalda recta.
   Hasta puedo jurarte que ni siquiera me molestaré en enseñarle los trucos básicos para que una dama acceda a entregar sus bondades corporales. — De acuerdo, esto es demasiado para mí—. ¿Sabes que hay palabras que consiguen cosas “impensables” si se pronuncian de la manera adecuada?
El parloteo no cesaba, los oídos me zumbaban. Volteé a ver a Aniel que seguía sereno, observando todo ligeramente divertido, y empecé a exasperarme.
   ¡Y claro! El peinado sería una perfecta ocasión para presumir su bonito cabello…
   ¡Si quieres estará aquí a las doce! Suena a efecto cenicienta, pero si así lo quier…
   ¡SILENXO! — bramé ofuscado, y el gozo se expandió a sus anchas y dejó a ese par sin voz alguna. Aniel elevó una ceja y explotó en un ataque de carcajadas cuando los vio haciendo muecas y gestos a pesar de su mutismo, todavía insistentes—. Y tú, ¡¿puedo saber por qué sigues comportándote como un idiota?!
Mi reprimenda perdió algo de fuerza, porque esos dos abrieron los ojos con exagerado asombro, y se cubrieron la boca como si hubiera dicho algo extremadamente ofensivo. Parecían esos artistas que los humanos llaman mimos.
   ¿Hasta cuándo voy a tener que repetirte que nuestra misión es vigilar a la niña y no convertirnos en juguetes para ella? —señalé con seriedad—. No sé de dónde has podido sacar una idea semejante.
   Yo también acabo de enterarme, Nanael — me respondió de buen humor—. Gremory me puso al tanto de todo hace apenas unos momentos, en la casa de Loi. — ¡¿Qué cosa?!
   ¡¿En casa de la chiquilla humana?!
¡Pero es que acaso estoy pintado cuando digo que no debemos exponernos así ante ella!
La demonio asintió reiteradas veces. Resoplé, disgustado:
   Maldita sea, Aniel.
   No te enfades. Si te opones a que vaya, pues sencillamente no iré— me dijo tranquilamente, y ahí lo comprobé.
Aniel había accedido a que se me platicara del tema no porque el plan le pareciera interesante a él. Lo estaba haciendo por ella…porque como siempre, una vez más, mi hermano de nacimiento sucumbía a los caprichos de la Original.
¿Por qué lo haces, maldita sea?
Aún me resulta difícil de comprender por qué esa insistencia por concederle todo cuanto pide. ¿Acaso sería por los años de extrema cercanía? ¿O acaso porque se sentía en la obligación de hacerlo por su papel de custodio? Y la verdad es que no me preocuparía si no conociera a Aniel tanto como lo conozco, y no supiera perfectamente que así como peca de ingenuo, también lo hace de bondadoso.
Para los terrenales, el concepto de “bondad” va estrictamente aplicado a nuestra naturaleza: para ellos, los ángeles somos “buenos” y esa simple palabra tiñe nuestras existencias al completo… cuando no podrían estar más equivocados.
Como cualquier especie en general, lo que primaba en nosotros era la “supervivencia”. Cualquier ángel daría prioridad a seguir existiendo, y Aniel a veces parecía olvidar eso y se exponía demasiado aun sabiendo lo peligrosa que era ella. Un claro ejemplo fue aquella vez con Sabnock y Kalmiya, cuando para protegerla usó parte de eso que algunas creaciones del Todo poseíamos y denominábamos atributo transcendental, y que en un futuro podría acarrearle problemas ya que era como disponer parte de la reserva que uno conservaba de “inmortalidad”.
Aún tenía muy presente el ataque del vaisiux, porque en ese momento todos comprobamos algo que ya temíamos: la Original era extremadamente poderosa, y cuando se sentía amenazada podía llegar a controlar a su antojo a su contenedor físico y disparar frenéticamente toda esa locura que advertíamos. Desde aquella vez las noches en las que la niña despertaba gritando se hicieron más frecuentes, y a eso se le sumaron los ataques inesperados que empezaron a agobiarla: los ojos se le abrían violentamente, uno violeta y el otro escarlata, y al instante empezaba a destruir las cosas de la habitación y a lacerarse a sí misma. Al día siguiente ella no recordaba nada, y cuando empezó a hacerse inmune a los gozos tranquilizantes que le aplicábamos, tuvimos que solicitarle a Drol Qinaya que viniera a adormilarla.
Y todo bien, hasta que él mismo puntualizó que inducirle el sueño demasiadas veces podría alterar su mente y afectarla…
…y Aniel desarrolló su propio método para calmarla.
Cada noche en la que los gritos iniciaban, el llanto se disparaba y los gozos de silencio se expandían por todo el perímetro; mi hermano de nacimiento cerraba los ojos, se materializaba y se acercaba a la niña dispuesto a apaciguarla. Las primeras veces recibió ataques que dejaban marcas que demoraban en sanar: rasguños, golpes y hasta mordidas. Inclusive en una ocasión quedó inconsciente, cosa extraña en nosotros ya que no conocemos lo que es el sueño y, por lo tanto, cualquier desconexión con la realidad es prácticamente imposible. Pero así, poco a poco cada espasmo pasó a transformarse en lamentos ahogados, cada explosión de locura en temblores asustados; hasta que lo único que debía hacer Aniel para calmarla era acercarse a ella y rodearla con sus brazos.
En un inicio lo comprendí, incluso me pareció una idea bastante productiva…pero a medida que las noches avanzaban, a medida que los años pasaban, repentinamente empezó a resultarme sumamente violento, porque mientras me encargaba de restaurar cada objeto destruido, lo observaba abrazándola bajo la penumbra de la habitación y susurrándole palabras al oído. Los brazos que la rodeaban despedían protección, y la niña encontraba refugio en ellos.
Ése era uno de los temas que no podía quitar de mi mente, porque “protección” y “refugio” en una caricia compartida…parecía ser eso que los humanos llaman “atracción”.
En esos momentos recordaba toda la travesía con el vaisiux y la primera humana llamada Rudy: yo había visto claramente que la flor de Sisa revelaba dos besos en los labios de la niña. Nunca ahondé más en el asunto con Aniel…
A lo mejor porque me daba algo de pavor oír una probable respuesta.
¡PAM!
Un sonido estrepitoso llenó todo, y cuando giramos, nos encontramos con la niña que había cerrado la puerta empujándola con el talón del zapato.
Acababa de retornar de la cocina. Lo supe porque traía una bandeja entre las manos.
   ¡Mira lo que traje para ti, Nanael! — sentenció cantarinamente.
La porcelana emitiendo vapor me alertó.
   No — repuse al comprender sus planes. La risa divertida de Aniel resonó con un eco de traición—. Ni se te ocurra, niña.
El aroma me golpeó con brusquedad. Traté de todas las maneras posibles de pensar en cualquier otra cosa, pero ella se acercó muy sonriente, con la bendita taza sobre la bandeja.
   Bajé hasta la cocina solo para pedirle a la linda Bejle que me prepare esta deliciosa taza de café, aun sabiendo que no me permiten tomar café. — Distinguí la sutil sonrisa victoriosa asomándose por su rostro; pero claro que no iba a ganar. ¡No iba a vencerme!
¡Estoy más que seguro que esto ha sido culpa de la demonio! ¡Desde que supo que tenía cierta debilidad por el café se encargó de propagarlo a los cuatro vientos! ¡No sé cuántas veces ha intentado hacerme probarlo pero nunca lo ha conseguido!
Excepto por esa vez que mientras pasaba por los jardines vi que la mujer que solía trabajar en las cocinas dejó una humeante taza servida. Me acerqué cauteloso, y me venció el maldito aroma: me materialicé y elevé un dedo por sobre el vapor que despedía. Lo llevé rápidamente a mis labios y sentí débilmente el sabor de ese líquido llamado café y algo que parecía ser un cubo de azúcar disuelto en el fondo.
Para mi mala suerte, la demonio apareció gritando que jamás había visto tamaña ternura. Casi vomito del asco cuando me comparó con un niño humano robando galletas de la alacena.
   Sería mejor que te lo tomes ya, porque de enfriarse pierde el sabor — añadió segura. No mostré ningún gesto y por fin reveló su plan—: ¡Nanael, vamos, di que sí! Como te dije, te prometo que no daremos motivos para enfadarte. — Aniel negó con la cabeza, divertido; atrás, los dos demonios hacían gestos de ferviente súplica—. ¡Por favor! ¿Sí?
   No.
Observé la taza humeante y me di media vuelta, dispuesto a poner en práctica eso llamado “fuerza de voluntad”. Yo jamás iba a ingerir ninguna creación del Todo, por muy vegetal que fuera, como hacían los humanos sin ningún tipo de miramientos. Pasando por alto el hecho de que también eran creaciones magistrales, como ellos, y debían guardarles cierto nivel de respeto.
   Aniel ya me contó tu postura con respecto a la comida — oí la traviesa voz. No, no vas a convencerme niña—. Pero escucha, si no aceptas esta taza de café, técnicamente estarías atentando contra el “poder de creación” que tanto alabas — añadió convencida, y auguré alguna futura triquiñuela.
No voy a negar que la niña es caprichosa; pero tampoco puedo negar que es un rival del que cuidarse porque sabe argumentar bastante bien sus posturas.
   Traje esta taza especialmente para ti. Si no te la tomas, nadie más lo hará, porque a mí no me gusta el café, y no sé si alguien aquí quiera bebérselo. — Al lado, Seir y Gremory negaron rotundamente con la cabeza—. Así que el precioso valor de estos granos de café se desperdiciarán. ¿No crees que es peor hacer eso que bebértelo?
Maldita sea. En cierto modo…
Observé la taza humeante. Aniel, al lado, seguía riendo entre dientes. Lo oí murmurar algo de: “no puedo creerlo”.
En cierto modo tiene…
   A cada minuto que pasa el sabor va perdiéndose — canturreó la niña con pena fingida—. Pobrecillos de estos granos. Todo el esfuerzo de sembrarlos, cosecharlos, prepararlos, y al final para nada.
… tiene algo de razón.
¡Con un cuerno!
   ¡Es la única vez! — resoplé, quebré el gozo de silencio y tomé la bendita taza entre las manos. Los ojos de Albania se iluminaron; los de los demonios también—. ¡Y ya dejen de mirarme así!
   ¡¿Eso significa que es un “sí”?!
   Sí, sí, y ya déjenme en paz — farfullé y varios gritos emocionados se dispararon.
Dejé al par de locos y me acerqué a los ventanales con el recipiente humeante.
   No pensé que tuvieras tan poca fuerza de voluntad.
   Ya cállate, Aniel. Todo esto es por tu condenada culpa.
Maldita sea, derrotado por una jodida taza de café.
Una jodida taza de café y una niña de quince años.


¨°*°*°*°¨

NHYNA

Ubiqué la presencia y aparecí en este miserable balcón. Las cortinas son de color marfil y ondean suavemente con el viento vespertino: deben dar ya las cinco…las seis tal vez. Me quedo ahí, tras las cortinas que separan el balcón del espacio interior. Oigo una risa, dos, tres y varias más. Hago un espacio entre los pliegues de suave algodón, y entonces veo el mismo panorama que vengo viendo desde hace dos años, más o menos.
La habitación es medianamente grande. Una mecedora, un estand de libros en tonos pasteles y una alfombra beige. En una de las esquinas está el pequeño mueble, la cuna, y al frente de ella reposa sin ningún tipo de gracia el cuerpo desmayado de la insignificante humana.
Cuando despierte, probablemente va a preguntarse lo mismo (lleva preguntándoselo hace meses): “¿qué está pasando conmigo? ¿Acaso me encontraré enferma?”. E irá al doctor, como siempre, y nuevamente obtendrá la intrigante respuesta de: “usted no tiene nada, señorita. No tiene de qué preocuparse”.
Me reiría en la cara de la humana si pudiera hacerlo, porque aunque la pobre jura que a lo mejor tiene algún problema de salud, en realidad todo no es más que a causa del martirio de sueño que el estúpido suele lanzarle cuando viene de visita.
Oigo más risas: una explosiva, inesperada, repleta de sonidos agudos y contentos, y después una más sosegada, más adulta, pero a la vez repleta de fascinación. Despego la mirada de la ridícula humana y me encuentro con el cuadro que ya tengo acostumbrado: hay un niño riéndose animado… no, miento, hay dos. Dos niños riéndose animados. Un niño, un bebé humano; y a su lado…mi estúpido hermano menor.       
Ahí, con el rostro infantil iluminado, Valak parecía un adolescente jugando con el hermano que habían dejado a su cargo.
El horrible reptil, Manu, dormitaba tranquilamente en una de las esquinas.
   ¿Quieres verlo otra vez? — le escucho decir. Los ojos brillosos se abren repletos de curiosidad, y Valak nuevamente sopla sobre su palma y forma un pequeño pájaro con su aliento.
La quimera se retuerce y emprende un vuelvo silbante por toda la habitación; el niño ríe, aplaude encantado. Entonces el ave se estrella contra una de las paredes y explota dejando un pequeño “ploc” en el espacio y algunas plumas esparciéndose. El bebé humano ríe, Valak también lo hace.
   ¡A qué es graciosísimo, ¿verdad?! — insiste él, maravillado. Quiero reprocharle su actuar, su conducta imprudente, y hasta me entran ganas de lanzar a esa vil criatura por la ventana. Estamos en la segunda planta, no se necesitaría más para asesinarlo: un golpe profundo en la caída, su cráneo apenas endurecido explotando y sus vísceras esparciéndose por la vereda de afuera. A lo mejor eso bastaría para que la maldita humana que ha provocado esto en mi compañero de toda la vida, termine por volverse loca de verdad y opte por el suicidio.
Quiero hacerlo, lo he deseado muchísimas veces. He llegado incluso a plantearme el buscar a un tercero capaz de hacerlo y evitar un futuro encuentro con los khari. Nunca he visto uno, pero dicen que son los encargados de castigar a los seres que osan romper las reglas. Y es bien sabido que una de las peores que pueden quebrantarse es asesinar directamente a un humano.
Llevo meses pensándolo, imaginando lo sencillo que sería asesinar a un bebé humano; pero entonces la maldita criatura parece adivinar mis intenciones, porque cada vez que vengo a verlo, hace exactamente lo que está haciendo en este momento.
   ¿Quieres venir aquí? — pregunta Valak cuando la horrible criatura eleva sus brazos, lanzando un maldito hechizo de ternura que hasta a mí me resulta difícil de evadir. Los puños regordetes exigen que se le levante en brazos, el cuerpo se mece de atrás hacia adelante, los ojos traen un “por favor” escondido.
Y mi estúpido hermano sonríe.
Sonríe tanto que cualquier idea de hacerle daño a aquel que provoca esa pequeña alegría se desvanece.
   ¡Uff! Pero si cada día estás más pesado — le dice fingiendo cansancio,  y el niño se oculta entre su hombro y su cuello. Veo los ojos de Valak entrecerrarse, enternecidos, mientras los brazos pequeños intentan rodearlo.
Se me cierran los puños; las uñas se clavan en mis palmas. Incluso siento un horrible picor en los ojos.
   ¿Nhyna? — Finjo observar los muñecos de felpa sobre el armario cuando se da cuenta de mi presencia —. ¿Qué pasó? Creí que estabas con Berith.
   Y yo pensé que estabas haciendo algo más productivo que solo venir a entretener al mocoso humano. — Recobré la compostura: no sé por qué diantres ver al imbécil de Valak sosteniendo en brazos al bebé de la humana idiota me pone en ese estado.
   No le digas así — objetó mientras lo arrullaba sobre su hombro—. Es muy listo para su edad, pero se aburre fácilmente. La estúpida de su nana cree que solo es cuestión de cambiarle los pañales y darle de comer.
   ¿Es por eso que cuando le aplicas el martirio de sueño la dejas tirada en cualquier lado? — rebatí burlonamente. Soltó una carcajada que el horrible ser acompañó—. Cada vez que despierta piensa que ha sufrido un desmayo. Su cuerpo debe estar repleto de moretones.
   Es lo mínimo que se merece — me respondió indiferente—. Georgia le paga un sueldo mensual para que haga bien su trabajo; no para que se siente a leer revistas de moda mientras mi pequeño amiguito se la pasa buscando con qué divertirse.
   Su madre daría el grito al cielo si llegara a enterarse de que su pequeño hijo ha conseguido de amigo ni más ni menos que “a un demonio”.
Valak se sentó sobre la alfombra. El pequeño se deshizo del agarre y empezó a corretear a trompicones por toda la habitación. Manu abrió un ojo, como vigilando que no tuviera ninguna caída, mientras el mocoso traía con algo de dificultad todos los juguetes que encontraba alrededor.
Comprobé con horror que se acercó a mí con un tren de madera (es difícil que un niño humano no te vea así estés bajo el mejor salmo de camuflaje). Gracias al Todo no estaba materializada o podría haberme tocado con sus asquerosas manos con aroma a leche materna.
   Recíbeselo, Nhyna. Solo quiere ser cortés.
   Yo no soy como tú, Valak. Los niños, igual que cualquier humano, me repugnan.
El maldito reptil, atrás, soltó un gruñido como reprobando mi respuesta.
   Él no es “cualquier niño”, Nhyna. — Y recibió el tren que yo rechacé con un “qué pedazo de maquinaria” que el mocoso celebró, contentísimo —. Él es, ni más ni menos, ¡el mejor niño de todos los universos!, ¿verdad que sí, amiguito?
¡AAHHRRR!
El feo reptil celebró con un gruñido desentonado; el mocoso humano rio animado.
   No aguanto verte en esta pose de nodriza insufrible. — Valak me miró y soltó una profunda carcajada. Detesté aún más a ese pequeño ser que lo observó, maravillado—. Ya ni siquiera quieres acompañarme a ningún baile por venir a leerle absurdos cuentos.
   ¿Debo tomar esto como una escena de celos?
   Eres un imbécil.
   Pero así me quieres, preciosa. Además, él aún no tiene ninguna absurda convención humana que dictamine su conducta. A veces, cuando le muestro parte de mi esencia interior no se asusta, así que puedo acercarme todo lo que quiera. ¿Y sabes por qué? Porque mi pequeño amiguito aún no sabe qué es el miedo. Cada vez que le muestro las almas que habitan en mi interior rompe a reír, divertido. ¿No es maravilloso? Lo he intentado en otros niños: las imágenes suelen ponerlos algo nerviosos, a diferencia de él que sí no me teme en lo absoluto.
Me quedé en silencio, observando el jugueteo y oyendo las absurdas palabras que Valak le dirigía, casi hablándole como a su igual. Celebrándole los torpes correteos y las risas; abrazándolo cada vez que venía a su encuentro, con toda la fuerza que un bebé humano tiene cuando quiere refugiarse en un pecho conocido; y el horrible reptil gruñendo feliz, como ovacionando la escena.
   ¿“No puedes comprenderlo”? — Elevé la mirada, saliendo de mi letargo al oírlo—. ¿Eso es lo que estás pensando?
   Te diría que no para evitar alguna discusión, pero la verdad es que sí — repliqué—. Sigo sin comprender por qué demonios vienes casi a diario. Antes solías detestarlo, y ahora eres como un arlequín, viniendo a “entretener al príncipe sin dudarlo”.
   ¿Oíste eso? Nhyna acaba de decir que eres un príncipe. ¡Qué príncipe! Lo que tú eres es un rey — dijo y el condenado bebe aplaudió, como entendiéndolo, y se lanzó amorosamente a sus brazos.
Aún recuerdo el tiempo que duró el jodido embarazo de la humana. Lo tengo muy presente porque en esa época, por primera vez, detesté el efecto que el opio y el cannabis tenían sobre nosotros.
Valak terminaba eufórico, risueño, recordando a mi lado la gran cantidad de aventuras que teníamos ya a modo de colección. Las fiestas, los revolcones con humanos, el intento fallido de aquella taberna que quisimos abrir, y las incontables escenas como hermanos biológicos. Hasta ahí todo era normal, lo típico al ingreso de aquellas sustancias a nuestros cuerpos materializados… pero las horas pasaban, las pipas se apagaban, los efectos mutaban y las figuras coloridas que yo seguía viendo se transformaban en sombras para él. Las risas adquirían tonalidades lastimeras, y los ojos brillaban pero ya no de deslumbramiento sino de añoranza. Valak, ya basta, Valak, es suficiente: pero él seguía, seguía tratando de capturar el mundo que las inhalaciones y el humo recreaban para él. “Georgia, Georgia, te veo hermosa; Georgia, nos vamos a casar. Georgia, seré un errante y a lo mejor, más adelante, solo un humano más”.
Georgia, Georgia, Georgia, todo era Georgia; y después venía la agonía, la melancolía, desembocando en los ríos que iniciaban en sus ojos. En los ojos de mi pobre hermano menor.
Lo odiaba. Valak decía aborrecer la cosa que crecía en el vientre de Georgia. Quise ofrecerle un obsequio: encargarnos de la futura vida y extinguirla con un pequeño movimiento. Tal vez un empujón de parte de alguna empleada, tal vez algún té de hierbas en la cena. Y lo oía reír, alborozado, diciendo que sería el aborto más celebrado…pero de ahí lloraba, lloraba diciendo que jamás podría hacerle algo así a ella, que con tanta ilusión lo esperaba.
Entonces nació: la cosa horrible que crecía en el vientre de la humana vio la luz. Traté por todos los medios de impedirle estar en el momento, pero él se negó. Yo no aguanté. Salí del lugar y me transporté a Frantzon, donde la vida solía ser buena, donde antes solo éramos mi pequeño hermano y yo.
   Solía aborrecerlo — oí de pronto —. Porque él era la prolongación de la unión de Georgia y el infeliz de su marido, gordo, calvo y siempre ausente. — El bebé humano se acercó y le puso las manos en el rostro, como adivinando su congoja—. Te odiaba, amiguito. Te odiaba porque siempre vería en ti los rasgos de ambos fusionados. Sí, no voy a negar que vas a tener las espantosas entradas de tu padre, y a lo mejor las mejillas sin gracia… pero tienes los preciosos ojos de tu madre, y también la peculiar boca que ella tanto odiaba. Solía decirme que odiaba lo pequeño de sus labios, ¡pero cómo los amaba yo! Como los amaba…
   Valak, déjate de poesías — sentencié al percibir la intromisión nostálgica—. En cualquier momento llegarán sus padres y si encuentran a la nana ahí tirada, van a saber realmente que nadie cuida a su engendro.
No le digas así, se llama…
Me importa poco, ya te lo dije — lo interrumpí inmediatamente, porque el asunto con los nombres es que al conocerlos te acerca un poco más, quieras o no, al dueño.
De acuerdo — resopló y se puso de pie, tomándolo en brazos—. ¿Ves a esta guapa chica, amiguito? Parece que no terminas de agradarle del todo.
Bua…paa — repitió la odiosa criatura.
¡Aleja a esa cosa de mí!— repuse cuando intentó pasármelo.
Mira, ¿no te alegra que haya aprendido la palabra que más te gusta escuchar de la gente?
Valak, no me jodas.
Vamos, Nhyna, no vas a negar que es simpático.
Me importa un carajo, deja al mocoso en su cuna y vámonos.
De acuerdo. A veces te pones tan histérica…
¡No me hagas hablar de histéricos porque yo no soy quien sale perdiendo!
Sí, sí.
Dejó al niño en la cuna y depositó un ridículo beso sobre su frente. Tuvimos una maldita escena porque el mocoso no quería que se fuera y empezó a protestar; incluso tuvo el descaro de aferrarse a la cola del horrible reptil. Pasados algunos minutos y después de una promesa de retorno, pudimos dejarlo en su cuna y despertar a la humana que suspiró, aún más preocupada por sus desmayos; y aparecimos en el campanario en el que solía encontrarlo, en Frantzon.
Podríamos haber ido a un lugar más ameno, ¿no te parece?
Este lugar es perfecto para mí, Nhyna. Si quieres puedes irte — me respondió y su tranquilidad me erizó los pelos de la nuca. Odiaba a este nuevo Valak, tan pacífico después de ver al repugnante bebé humano —. Eso sí, quisiera que mañana me acompañaras a Nueva Ihara. Oí al infeliz del marido decir algo de una próxima mudanza. Quiero saber si el clima de ese lugar será apto tanto para Georgia como para el bebé — ¿qué cosa?—,  después de todo, está en el otro continente y la adaptación podría resultar nociv…
¡Ya basta, Valak! ¡Cielos, estoy cansada de todo esto!
¿Disculpa?
¡¿Hasta cuándo, idiota?! — bramé y el odioso reptil protestó gruñendo ferozmente.
¡Tenía que haber algún modo de alejarlo! Pensé que superaría a la humana después de enterarse de su embarazo; y si bien en un momento lo detestó, ahora casi vivía para esa cosa. Incluso aceptaba pasear conmigo alrededor de la ciudad, solo para ver qué nuevo juguete podría robar para él.
¡Hasta el horrible reptil se había encariñado con el mocoso humano!
Valak, no es sano que sigas viendo a ese niño. Estás aferrándote a un lugar que no te corresponde.
¿Que no me corresponde? — repitió incrédulo.
Ese niño tiene padres. ¿Crees que no sé qué es todo esto? Cuidando al mocoso, viendo por el bienestar de la madre. Valak, ya es hora: han sido dos años en este plan. ¡Dos años! Eso sin contar los anteriores, en los que solo te dedicabas a gimotear y a “añorar” las épocas junto a ella.
Nhyna, estás excediendo mi pacienci…
¡Me importa una mierda!  — Me sentía hirviendo, con tanto almacenado dentro de mí. ¡Qué cosa había hecho esa humana en él! ¡Cómo había podido hechizarlo hasta ese extremo!—. Valak, escucha, así hagas lo que hagas…ese niño jamás va a decirte padre.
Los ojos se le abrieron violentamente; Manu gimoteó como herido.
Ya, sí, lo dije. Lo dije porque hace tiempo lo llevo atascado en la garganta.
Tú… ¡tú no sabes nada de mí!
¡Claro que lo sé, imbécil! ¡¿Crees que no sé que sigues dándole vueltas a las absurdas palabras de Zamai?! ¡Valak, joder, nosotros no nos reproducimos! ¡No hay forma! ¡Es imposible! ¡Ese niño no tiene nada de ti!
¡Pero lo viste! ¡No se asusta! ¡No me teme! — exclamó y perdió los estribos—. Zamai… ¡Zamai dijo que ese niño podría llevar en su interior los recuerdos del amor que me tuvo Georgia! ¡Y…! ¡Y a lo mejor sí! ¡Sí es así! ¡Porque ese niño no me teme, Nhyna! ¡NO ME TEME! Y además…además… — Bajó la voz, los labios se le fruncieron: ¿hasta cuándo?—. ¡Su nombre es sumamente importante, Nhyna! Porque ella…
¡No me interesa!
¡Es que no lo entiendes! ¡Ella lo bautizó con el nombre que ambos escogimos! ¡Ella lo hizo! ¡Lo hizo!
Los ojos se le apagaron; una breve y triste sonrisa se asomó por los labios:
Nhyna, cuando ella estaba en labor de parto…
¡No quiero saberlo!
¡Escúchame, por favor! ¡Tú…! ¡Tú eres importante para mí! — Traté de no verme demasiado afectada pero el idiota lo consiguió: sentí un apretujón en el pecho—. Y…y por eso quiero…siempre quise compartirte esto. — Parpadeé violentamente, porque noté que él estaba a punto de romper a llorar, y mis ojos, estúpidamente débiles, se sentían igual de vulnerados—. Cuando estaba ayudándolo a venir al mundo, se lo susurré, Nhyna. Me acerqué a su cabecera, en medio de los gritos de dolor y la ausencia del bastardo de su marido…y le dije, se lo dije. Tal y como habíamos jurado en su vida pasada. “Georgia, ya lo sabes: ambos juramos que se llamaría así, como el niño de aquella leyenda. ¿Lo recuerdas, amor? ¿Lo recuerdas? Porque sería la luz que iluminaría nuestras existencias. Porque si yo fuera capaz de engendrar a un niño, significaría mi plena conversión: adiós, vida de demonio, adiós, pactos con humanos. Si lo conseguíamos, lo bautizaríamos así”.
Valak, basta…
Si fuera niño…lo llamaríamos Alen.
Alen…
Los ojos se le cristalizaron. La sonrisa repleta de esperanza me golpeó.
¡Cómo odiaba a esa humana! ¡Realmente la odiaba!
No entiendo a qué quieres llegar — sentencié.
Nhyna, se lo susurré y ella me respondió. En medio de su dolor, en medio de su labor como madre primeriza me dijo: “Es tuyo y mío”.
Valak, las mujeres humanas a veces dicen incoherencias en esas situaciones. Nada garantiza que haya sido en respuesta a…
¡Claro que sí! ¡Claro que sí, Nhyna! — replicó demasiado exasperado—. ¡¿Acaso no lo ves?! Cuando el miserable de su marido ordenó que lo llamaran como su abuelo, ¡ella rogó que se le bautizara así! ¡Alen! ¡Tenía que ser Alen! ¡Nuestro Alen! ¡¿Y sabes por qué?! ¡Porque en ese momento ella me recordó! ¡Ese niño es fruto de lo que ambos sentimos por el otro en otra vid…!
¡Ya estás diciendo disparates! Deja de hablar con Zamai, Valak. Ese maldito aliter solo te está enloqueciendo.
Nhyna, no lo vas a comprender. — Iba a decirle que tampoco me apetecía hacerlo, pero bajó la mirada—: No vas a comprender porque nunca has amado como yo.
¿Qué?
Me quedé tiesa, sin comprender por qué las palabras parecieron tener demasiada carga en ellas. Valak se encogió de hombros y desapareció, llevándose a Manu consigo y dejándome sola en esta estúpida iglesia y con la horrible sensación de haber hecho algo muy malo.
Amado… ¿amado?
¡A LA MIERDA TU AMOR, VALAK! — exploté y la inmensidad del cielo se tragó mis palabras—. ¡A LA MIERDA TU JODIDO AMOR, TU MALDITA HUMANA Y SU MALDITO ENGENDRO!
Giré y salí del estúpido campanario. Veía los escalones en espiral, siguiendo una ruta que parecía infinita.
¡¿Cómo se atreve?! ¡Haber amado! ¡¿Y de qué sirve amar?! ¡¿Acaso tiene algún propósito productivo?! ¿Amar y para qué? ¡¿Para terminar como él?! ¡Así, muerto en vida!
Un par de vasijas reposaban sobre uno de los escalones. ¡Mierda! ¡Por qué los humanos son así de inútiles! ¿No se supone que este camino sirve para transitar? ¡¿Por qué demonios dejan cosas estorbando?!
¡CRASH!
¡CRASH!
El estruendo que dejaron cuando las aporreé resonó dejando eco. ¿Quién se ha creído que es Valak? ¿Acaso una especie de “mártir enamorado”? ¡Hacer algo que no da nada productivo es una pérdida de tiempo! ¡¿Amar?! ¡Cómo si quisiera hacerlo! ¡Los humanos me adoran! ¡Podría tener a cualquiera porque cualquiera desearía amarme! ¡Cualquiera! ¡Se sentirían honrados, bendecidos, agradecidos!, si tuvieran a alguien de mi categoría amándolos.
Crucé la pequeña puerta de roble y di con el interior: a mi lado, la estatua de una mujer estaba repleta de flores y velas.
¿Por qué crees que te adoran tanto, eh? Porque evidentemente te encuentran “hermosa”. Arcilla y pintura, moldeada para parecer humana. Hecha por manos humanas pero adorada como si fueras el Todo. Eso es lo que eres, hermosa pero artificial, hermosa pero “intencionada”…y aun así te adoran. Así te adoran.
¡CRASH!
Cómete tus flores, arcilla y pintura. Cómetelas todas.
   ¡Santo Cristo, ¿qué fue ese sonido?! — oí desde la otra puerta. Cerré los ojos y me transporté a Lirau con toda la rabia dentro. Solo alcancé a escuchar: “por los clavos de nuestro Señor, alguien ha vulnerado a nuestra Santísima Señora”.
Estoy harta de Valak. Si quiere tirarse al abandono y vivir de fantasías, no es mi problema. Hasta aquí llegó mi paciencia, ¡no me interesa lo que haga o deje de hacer con su condenada vid…!
   Deberías ser más respetuosa, preciosa. — Se me cerraron los ojos: ahora no, por favor—. Dejaste a esos humanos en la más profunda exasperación al encontrarse con su divinidad destruida y pisoteada en el suelo.
   Berith, no estoy ni para ti, ni para nadie en este momento así que hazme el favor de retirarte.
   Últimamente te estoy notando un poquito “histérica”, ¿no será que como a las hembras humanas, la edad también te está afectan…?
¡CRASH!
   ¡LÁRGATE, INFELIZ! — bramé lanzándole el jarrón que tuve más próximo.
   Si sigues haciendo eso cada vez que vengo a verte, tu hogar va a quedarse sin decorado — añadió con su estúpido tono burlón.
Me dejé caer sobre el sofá junto a la ventana. Ya, si quiere que se quede o se largue, no me importa. Estoy tan cansada de gritar…y de vivir así, pensando en tantas cosas.
Antes la vida solía ser divertida: sin humanas entrometidas ni bebés humanos acaparando toda la atención del único ser, de todos los universos, en el que confiaba.
   ¿Qué te tiene tan enfadada, hermosa?
   A lo mejor tú, que no me dejas tranquila — resoplé—. Y Valak, que insiste con sus tonterías.
   ¿Aún mantiene comunicación con aquel aliter?curioseó y percibí el tono repleto de interés.
Valak me ha repetido incesantemente que Berith no es de su confianza; y la verdad es que empecé a pensar que tal vez no estaba tan equivocado desde aquella vez en la que osó amedrentarme en mi propia morada. Aún recuerdo ese afán que tenía por hablar de esa cosa llamada La Original, y como se había alterado cuando le pregunté por ello.
Desde esa vez me planteé no confiar demasiado. Berith tenía algo que yo resumiría en una palabra: “estilo”. Su presencia me resultaba sumamente agradable ya que tenía especial cuidado con su imagen tanto física como conductual, pero después de aquello yo también empecé a desconfiar. A veces siento que me toma por una demonio estúpida que solo es una cara bonita, cuando no puede estar más lejos de la realidad.
   La verdad no estoy segura. Es más, creo que Zamai ya cambió de morada — abrevié sin entrar en detalles. Era preferible que Berith se mantuviera alejado de nuestros asuntos.
   Qué lástima que ayer se hayan perdido la anunciación de Orias — comentó arrastrando las palabras—. El pobre salió digno, no voy a negarlo, y casi lo gritó: “anuncio mi deseo de convertirme en errante”. — La mandíbula se me tensó, como siempre que oía esa palabra porque automáticamente pensaba en Valak—: ¡Por el Todo! ¡Hubieras visto la cara del rey de sus filas! Gritó: “¡deshonra, exijo su cabeza!”. Algo que todos deseábamos, la verdad.
   ¿Y…qué tal le fue? — tanteé para que no se me viera tan turbada.
   Lo lógico, hermosa. El magistrado que le otorgaron a Orias fue ni más ni menos que Gaap. Ese sujeto enorme simplemente lo atrapó por el cuello antes de que escapara, y literalmente lo desmembró con sus dedos y sus dientes. La multitud estaba extasiada. Pude agarrar la cabeza y llevarme unas cuantas tropas. Espectáculo soberbio, si me permites comentarlo.
Honestamente Valak y yo solo hemos acudido a cinco anunciaciones, y siempre como audiencia. Agradezco infinitamente que hasta ahora no se me haya escogido como magistrada de ninguna porque es todo un lío el asunto. Si el declarado errante se te escapa, se convierte en tu perseguido de por vida. Eso sin contar que las burlas que caen sobre uno son numerosas.
No me gusta pelear, pero debo admitir que las anunciaciones son divertidas. Sin embargo, después de oír al infeliz de Valak decir que “hubiera deseado convertirse en errante”, como que les he agarrado algo de aversión. Sé que se lo merecería si opta por renegar de nuestra naturaleza…pero aun así me resulta algo difícil el imaginar que podrían acabar con ésta y todas sus vidas.
   Últimamente no sé qué sucede con el mundo. Con ésta, ya son diecisiete anunciaciones las que hemos tenido en el siglo.
   A lo mejor está de moda — comenté a la ligera.
   ¿De moda renegar de nuestra naturaleza? No, preciosa. De moda puede estar follarse a humanos; de moda puede estar beber sangre mezclada con alcohol. Hasta tratar de seducir a ángeles para revolcarse con ellos. — Me lanzó una mirada suspicaz—. Pero pensar en la repugnante idea de convivir con los humanos de manera más directa es una ofensa. Somos casi perfectos, lo sabes. ¿Quién en su sano juicio abandonaría nuestra belleza y perfección para convivir con los asquerosos terrenales?
   No…tengo ni…la menor idea — respondí. Berith elevó una ceja:
   ¿Por qué tan nerviosa, cariño?
Tragué despacio y me puse de pie.
   ¿Sabes qué es lo que sucede? Estoy cansada, Berith.
   ¿Cansada? — Me miró prolongadamente—. ¿Por qué? ¿Acaso tu amiguito sigue dando vueltas alrededor de la humana?
   Valak está ocupado en otras cosas, ¿sí? — Martirio de invisibilidad exclusiva. Eso es lo que voy a sugerirle al imbécil porque otros demonios podrían estar tanteando sus pasos —. Yo…estoy…pensando en ir a visitar a…a…¡a Aniel! Así que puedes quedarte o…o irte — sentencié lo más segura que pude.
No se me vino ningún otro nombre a la mente. Y fue tan extraño, porque solo pronunciarlo me relajó por completo: nada va a pasar, el mundo está perfecto; después de todo, él existe.
Estúpidos pensamientos.
   Oh, así que pasarás a ver al ángel ese. — Asentí rápidamente—. Te da curiosidad su custodiada, ¿verdad?
La mocosa me traía sin cuidado. Sabía que era un primer humano por la cantidad de cosas extrañas que ya había visto a su alrededor, pero no me provocaba ni el menor interés. Pero como a Berith ese tema parece agradarle demasiado, mentí.
   Sí, sigo preguntándome cómo es que puede invocar salmos.
   Te sorprenderías si ahondáramos en el tema; pero de preferencia no lo hagamos. — Fingí asentir desalentada—. La niña ya tiene quince años; me pregunto si el tal Aniel ya le habrá dado una probada.
   Claro que no — respondí muy segura. Berith elevó una ceja—. Parece ser algo lento en cuanto a contacto corporal.
Todas las veces que he charlado con él, he tratado sutilmente de dejar al descubierto algunas partes de mi cuerpo; pero nunca he conseguido más que sonrisas amables o miradas sin ningún tipo de sentimientos ocultos. Por un momento pensé que a lo mejor le atraían otro tipo de formas; pero cuando lo veía charlando con Seir sucedía exactamente lo mismo: y eso me producía más enfado porque significaba que me veía como a cualquier ser que se le presentara.
Había oído decir que los ángeles son creados sin eso que los humanos llaman “atracción sexual”. Nunca me interesó el asunto…hasta ahora; porque realmente me parecía un desperdicio que el Todo lo haya creado así de bello, solo para ser contemplado. Nunca tocado…nunca profanado.
   A lo mejor aún no se ha dado cuenta de los cambios en ella.
   La chiquilla no ha tenido ningún cambio.
Y eso lo sabía de sobra tanto ella como yo. A veces conseguía verla en su habitación al amanecer (desde afuera, claro, porque por algún extraño motivo los gozos de protección habían sido reforzados), y la encontraba observándose frente al espejo con expresión frustrada. Se ponía de perfil, se erguía y se miraba los pechos, la cintura, las piernas y resoplaba, disgustada, ante la imagen que yo también vislumbraba.
Esa niña tenía quince años, tal vez el cabello más largo y los labios más pronunciados, pero el cuerpo aún no era de mujer.
Y si mi cuerpo no resultaba atractivo para él, aún menos sería el de ella.
   Eso no lo sabes, preciosa — oí burlonamente de Berith—. No sabes qué pasa por su cabeza, no eres él. Yo me reafirmo en lo que digo: a lo mejor el muy imbécil aún no se ha percatado de que su custodiada está creciendo. No por nada ha recibido tantas pedidas de mano.
   Pareces muy pendiente de la vida de esa mocosa.
   Solo lo necesario.
Me despedí aludiendo que ya debía irme, cerré los ojos y llegué a Izhi. Quería quedarme en casa, a ver si se me quitaba el mal humor, pero Berith parecía no tener planes de irse; y yo tengo ganas de cualquier cosa menos de hablar con él.
Avancé entre los arbustos hasta el columpio junto al riachuelo, pero ni rastro de él. Me pregunto si estará con la chiquilla.
Me transporté hasta el jardín de la mansión y adquirí mi forma original para que el viejo perro no ladrara. Me conoce con esta forma y ya no protesta cuando me ve trepar por las enredaderas hasta el balcón.
   Mmm, ¿aquí tampoco?
Me asomé ligeramente entre las cortinas y no encontré ni un rastro suyo. La habitación tenía las luces encendidas pero todo estaba en silencio; excepto por el conejo cojo que la chiquilla ha adoptado como mascota y que está ahí, engullendo una zanahoria dentro de la cesta acolchonada que tiene solo para él.
Todo lo que rodea a esa mocosa huele a aires de “niña mimada”. Hasta el absurdo conejo tiene un collar en tono violeta suave abrazando su cuello, y su actitud confiada evidentemente se debe a los prodigiosos cuidados con los que es tratado.
Una puerta se abrió; me oculté tras las cortinas, pegándome lo más que pude al muro.
   Nanael, ¿estás aquí? — oí la voz suave. Quisiera creer que el tono dulce es falso pero ya he comprobado que la chiquilla realmente habla así: no es una estrategia, es simple y llanamente el tono original de su voz—. ¿Nanael?
Se asomó de reojo por la puerta del sanitario, como para verificar la ausencia de compañía, y después salió riendo. Con las ondas marrones completamente sueltas y el largo camisón de mangas cortas.
   Tal vez ha salido a alimentarse, o a buscar a Caila. ¿Debería ofrecerle más café? — soltó en voz alta y se acercó al conejo para darle una caricia suave sobre la cabeza y después romper a reír en voz bajita.
Me pregunto qué la tiene tan contenta.
   ¡Es verdad! ¿Qué crees que debería ponerme, Godón? — Chiquilla idiota, cómo si la bola de pelos fuera a responderte—. Ya había pensado en usar el vestido azulino que Alexia me envió; pero la verdad es que siento que debería ponerme algo más ajustado.
Elevé las cejas, cada vez más confundida por el tono pensativo. La vi correr a su armario de ropa e inspeccionar con cuidado cada prenda.
La verdad es que no puedo negarlo: la estúpida tiene buen gusto. Cada vestido que le he visto es precioso. Eso sin contar que tiene una peculiar manera de combinar accesorios que otras mujeres comúnmente no llevan. Los guantes de satén me parecían una de las mejores prendas, pero desde que la vi con unos de encaje y solo cubriendo el dedo de en medio, no solo yo sino todas las humanas que la vieron con ellos los pusieron de moda.
   ¿Que por qué estoy tan ansiosa? — nuevamente la oí responderse a sí misma. ¿O es que acaso habría manera de que pudiera comprender al conejo ese?—. Pues la verdad es que no tuve la oportunidad de contártelo, pero a lo mejor por primera vez voy a ver a Aniel vestido de traje. — ¿Qué cosa? —. ¡Y la verdad es que estoy muy emocionada! Aunque no se lo he dicho ni a Loi ni a Gremory porque podrían…pensar cosas que…no son. — Y se sonrojó bruscamente.
¿Qué dijo? ¿De traje?
Esperé que ahondara más en el asunto, pero la idiota empezó a observarse en el espejo del tocador. Acomodándose y desordenándose el cabello, buscando la mejor manera para llevarlo.
¿Por qué ha dicho eso? ¿De qué estaba hablando?
¡Miaau!
Bajé del balcón de un salto y corrí todo lo que pude a Izhi. ¿Qué significaba eso? ¿Por qué Aniel accedería a ponerse un traje de humano? No lo comprendo.
Cerré los ojos y traté de ubicarlo. Cuando ya estaba por rendirme, sentí su presencia pero muy lejos del bosque.
   ¡No! ¡Ni pensarlo! Tenemos que hacer algo contigo porque, de lo contrario, se darán cuenta de que eres el maldito “poeta viajero” que anda cogiéndose a todas las niñas humanas que puede.
   No lo digas de ese modo: ¡haces que suene mal!
   ¡No puedo concebir ser la abuela de un libertino!
Me quedé de una pieza, observando en el cuarto adyacente a Gremory y a Seir discutir entre las miles de camisas de lino y chaquetas de vestir.
Y ahí, parado frente al espejo de cuerpo entero…
…con expresión curiosa y aprendiendo a anudarse una corbata, el hombre perfecto.


¨°*°*°*°¨

GREMORY


   No sé si esto sea tan buena idea, después de todo — comentó Aniel cuando encendí la luz.
   ¡Claro que sí! Es la mejor sastrería masculina de Libiak, por no decir la mejor del país — acoté muy segura.
Después de todo, la moda de Lirau es buena pero la capital siempre está un paso más adelante.
   No hablaba precisamente de ese punt…
   ¡Esta chaqueta se ve estupenda! — oí de Seir y corrí a verla.
Creí que convencer a Nanael nos costaría, por lo menos, siete vidas completas. Pero la pequeña lo consiguió así que ya todo estaba casi listo. El bendito coctel era pasado mañana así que tenía aproximadamente algo de cuarenta horas humanas para enseñarle a Aniel los protocolos humanos acostumbrados para este tipo de ocasiones.
Además, tiene que interpretar el papel de un “perfecto partido”, como lo llamarían las mujeres humanas. Creo que el asunto del aspecto ya está resuelto, pero no podía dejar sueltos los cabos de la “actitud”. Esos tenían que ser los más trabajados.
   Seir, Gremory, no es por ser aguafiestas, pero sinceramente la idea de robar no me parece la más adecuada.
   Hermano, no estamos robando nada — puntualizó Seir—. Solo tomaremos prestadas algunas prendas, ¿verdad, Gremory?
   ¡Sísísísí! — prometí. Aniel elevó una ceja—. Vamos, hombre, estoy hablando en serio. Ni bien acabemos con todo el teatro, te juro que tú mismo vendrás a inspeccionar que dejemos todo tal y como lo encontramos, ¿de acuerdo? — La ceja se arqueó más—. ¡Te lo juro por todo mi amor e idolatría a Nanael! ¿Más convencido? — añadí y después de la carcajada me dijo que “bueno”.
A ver, veamos: tenía pensado que por lo joven que se ve, podríamos fingir que tiene diecisiete años. Tal vez dieciocho para que responda que acude a la universidad por si alguien pregunta.
   ¿Arquitectura? — me preguntó con curiosidad mientras le medía los brazos para que Seir fuera por las camisas de su talla—. ¿Y eso por qué?
   Me encantaría decir que eres pintor, pero los humanos de esta época tienen cierto desdén por los artistas. — Aniel me miró divertido y después se irguió cuando le pedí que se pusiera de pie para ver su estatura —. Además, Arquitectura mezclaría lo que yo llamaría “arte y estrategia”: perfecto para esas familias tan conservadoras.
   No lo comprendo — me respondió confuso—. ¿Es necesario decir tantas mentiras? Pensé que solo nos presentaríamos y trataríamos de obtener la atención de Loi.
   Pues eso es justamente lo que vamos a hacer, hermano — añadió Seir que andaba muy entusiasmado porque decía que jamás había tenido un compañero de juegos—. Pero para lograr el objetivo de tu pequeña custodiada (que es poner celosísima a la otra dama humana), pues tenemos que ir acorde a la ocasión. Como dice Gremory, hay ciertas convenciones entre los humanos que debemos respetar para que todo vaya de acuerdo al plan.
   ¿Tenemos un plan? — me preguntó con esa encantadora mirada curiosa.
   ¡Por supuesto! — respondí convencidísima—. A ver, como le dije a Nanael: ya tenía todo casi planeado. — Seir y Aniel me observaron atentamente—. Primero lo primero: como es una reunión de humanos algo conservadores, y digo esto entre comillas porque me he topado con sinfines de individuos que se dicen muy moralistas pero en realidaaad… ¡en fin!, el caso es que necesitamos una entrada que no llame demasiado la atención pero que tampoco pase desapercibida. Ustedes dos irán como mis dos guapos nietos, primos entre sí, y si preguntan, simplemente responderán (sin dar demasiados detalles porque es de mala educación alardear), que están de visita, acompañando a su vieja abuela que tenía deseos de viajar por el mundo antes de llegar a la tumba.
Mmm, no, este chaleco se ve demasiado rígido. A ver, si busco más al fondo…
   Aniel, ve poniéndote esto mientras busco otras opciones.
Le pasé un conjunto de prendas con todo lo necesario y lo dejé a solas por si le entraba algo de pudor
   Creo que yo ya estoy listo. Puedes ponerme cualquier prenda y me quedará estupendo — oí de Seir a mi lado.
   ¡No! ¡Ni pensarlo! — Me miró con rostro ofendido—. Tenemos que hacer algo contigo porque, de lo contrario, se darán cuenta de que eres el maldito “poeta viajero” que anda cogiéndose a todas las niñas humanas que puede.
   No lo digas de ese modo: ¡haces que suene mal!
   ¡No puedo concebir ser la abuela de un libertino!
   ¿Por qué están peleando? — oímos de Aniel desde la otra estancia.
   ¡Hermano, me han lastimado profundamente! — se quejó Seir y corrió hacia allá—. Gremory cree que soy la deshonra de nuestra familia.
   ¡No seas tan dramátic…!
Había ido tras él pero sentí que los músculos se me tensaron. No acabé la frase porque ni bien crucé el umbral me encontré a Seir, tan extrañado como yo, viendo el vestido verde esmeralda y las ondas rubias de la recién llegada.
¿Qué está haciendo aquí?
   ¿Nhyna? — la saludó Aniel.
La verdad es que no soy muy cercana a esta demonio, y de ella solo puedo decir que su especialidad es brindar amor forzado y que me simpatiza tanto como otro demonio que conozco llamado Berith. Él también tenía por especialidad la predicción, como yo, pero era tan perverso que hasta para mí, que también soy una demonio, resultaba algo detestable.
No es que Nhyna sea tan cruel como él, pero es tan meticulosa con todo el asunto de lo que ella considera “belleza”, que a veces resulta odiosa. Eso sin contar que he sabido de buenas fuentes que detesta a los humanos.
Me pregunto…
   ¿Qué haces aquí? — Seir me ganó en pronunciarlo. Noté que traía una expresión ligeramente deslumbrada pero después parpadeó y puso los ojos en blanco.
   ¿Acaso tengo que darte detalles de mis paseos, Seir?
   Si apareces de la nada en un lugar en el que ya estamos reunidos, pues evidentemente resultas ser una “invitada no anunciada”, ¿no crees? — se me escapó.
Volteó a verme y después lanzó una fuerte carcajada:
   Vaya, te veo bastante decente, Gremory. Tengo muy presente el violeta intenso de tu cabello del último Zahir. — Se me frunció el ceño—. Pero vamos, no voy a negar que eres muy osada para usar colores que solo un payaso usaría.
¡¿Qué cosa?!
   ¡Heeey! De acuerdo, damas, vamos a relajarnos. — Iba a decirle a Seir que yo estaba muy calmada pero me quitó de las manos las tijeras que inconscientemente había tomado—. Cielos, las mujeres de cualquier especie son de temer.
   ¡Cállate! — proferimos ambas y él rompió a reír.
   Y tú, ¿qué haces por aquí? — ladró Nhyna dirigiéndose a Aniel —. Ya sé de sobra que es común en ellos esto de entrar a hurtadillas a robar, pero ¿ahora tú también? ¿De qué me perdí?
Aniel volteó a vernos muy seriamente.
   Ya te dije que solo será un préstamo — aseguré; Seir corroboró mis palabras:
   Vamos, hermano, no te preocupes por eso y mejor vamos viendo el asunto de cómo deberíamos presentarnos.
   ¿Presentarse? — fisgoneó ella. Iba a responderle que no era de su incumbencia, pero Aniel le explicó tranquilamente que se inmiscuirían en una reunión de humanos. Para cuando lo comprendí, entre él y Seir ya le habían dado algunos detalles que yo hubiera preferido mantener en secreto.
Nhyna es un incordio. No sé cómo rayos Aniel puede soportarl…
   Todo este conjunto te lo ha escogido Gremory, ¿verdad? — oí de pronto—. ¡No! ¡Está horrible! ¡No hay forma de que permita que vayas con eso!
¿Ya dije lo de incordio?
   Estábamos muy bien hasta que llegaste, eh.
   Estaban muy “perdidos”, querrás decir. Sus ojos son extremadamente claros, no puedes desperdiciar su bonito color con esta chaqueta de anciano.
¿Qué ha dicho? ¿Bonito color?
Fue como si comprendiera lo que acababa de decir porque parpadeó, avergonzada, y corrió a la otra habitación, con expresión de concentración. Oímos el susurro de las telas al chocar entre sí.
Dijo “bonito color”, ¿verdad?
No sé qué cara habré puesto que Seir me miró de reojo y asintió. Movió la boca sin emitir sonido pero pude leer: “es su admiradora”.
Me espanté por completo: ¡¿admiradora?!
   No te creo.
   Te lo juro.
   ¡¿Cómo lo sabes?!
   Una vez se le presentó completamente desnuda.
¡Ay, madre! ¡Tener a Nhyna de admiradora! ¡¿Acaso Aniel puede tener tan mala suerte?! Todos sabemos lo loca que está. El único que se ha atrevido a entablar una relación amical con ella es Valak, ¡y claro! ¡Porque justamente él está igual de zafado que ella!
   Vamos a probar qué tal te va con este — oímos a su retorno —. Ponte esta camisa, estos zapatos y el chaleco. Si puedes anudarte esta corbata, hazlo… Aunque cuando llegué te vi luchando con ella así que no estoy segura de qué tan diestro seas.
   ¿Te estás burlando de mí? — acotó Aniel.
   ¿Tú que crees? — rebatió ella con una sonrisa y la mandíbula se me cayó.
¿Acaso estoy presenciando esto? ¡¿Nhyna realmente está bromeando con alguien sin ser cruel y despiadada?!
Volteé a ver a Seir que elevó las manos y se encogió de hombros, con un silencioso “yo tampoco lo entiendo”.
   Barba suave y cabello corto. Es lo que Seir necesita para no parecer él mismo — sugirió Nhyna después de la hora y media que nos pasamos vistiéndolos a ambos, buscando el conjunto adecuado y aprovechando para ir conversando sobre los protocolos necesarios para la ocasión—. Por cierto, eso de “poeta viajero” suena completamente ridículo.
   ¿Verdad que sí? — señalé y me dijo que era el peor apodo de la historia—. ¡Te lo dije, Seir!
   ¡Silencio, par de damas chismosas! — exclamó él. Su mirada ofendida nos dio más risa.
   ¿Aniel? ¿Qué tal vas con todo? — pregunté. Él estaba tras el biombo que se usaba de vestidor, probándose la última muda de ropa—. ¿El chaleco te queda?
   Mmm, déjame ver. Creo…creo que sí — respondió no muy seguro.
   ¿Y qué tal si sales para que te apreciemos? — lanzó Nhyna que se había acomodado perfectamente en uno de los divanes de la tienda.
Seir terminó de anudarse la corbata azul oscuro y dio un giro frente a nosotras; ya con el cabello cortísimo y la barba rala que Nhyna había sugerido.
De acuerdo, no puedo negar que su ayuda ha resultado muy provechosa.
   Sé que siempre me veo bien, pero creo que en esta ocasión voy con potencial “matador” — comentó presuntuoso.
Iba a decirle que su modestia era “impresionante”, pero los ojos de Nhyna se abrieron enormemente y se puso de pie al instante, diciendo algo de que su “obra estaba perfecta”.
Giré con curiosidad, y entonces no pude con el grito que se me escapó.
¡Por todas las creaciones! ¡Pero si está guapísimo!
   ¿Aún vas a negar mis dotes para la asesoría de imagen, Gremory? — oí de ella en medio de mis carcajadas—. ¡Porque ni en mil vidas podría verse mejor!
Habíamos estado probando miles de prendas y conjuntos, y si bien todo lo que le pusiéramos a Aniel le quedaba bien, definitivamente esta última puesta era ¡la-in-di-ca-da!
   ¿Qué sucede? — preguntó él de buen humor. Me acerqué y alisé el chaleco de suaves tonos dorados ceñido a la cintura. Los pantalones grises estaban impecables y los zapatos perfectamente brillantes.
Eso sin comentar que el porte se veía entre audaz y refinado. Una especie de joven fuerte pero de movimientos ágiles; lo que yo llamaría “arte y estrategia”.
   Eres alto, pero en traje se nota más — comenté orgullosa.
   Déjame poner el último detalle. — Nhyna sacó una de las corbatas exhibidas en el colgador y la estiró con una maniobra veloz. Se puso frente a él, cerró el cuello de la camisa de seda hacia arriba, y después elevó una ceja, como esperando algo obvio.
Aniel frunció el ceño y lo comprendió. Se inclinó levemente, para que así ella pudiera llegar a ponerle la corbata de lazo; y segundos después se irguió, perfectamente listo para cualquier reunión humana.
   De acuerdo, mi aire matador fue superado — comentó Seir resignado.
¡Estoy demasiado emocionada! ¡Las niñas van a dar el grito al cielo cuando llegue con mis dos apuestos nietos!
   No olviden que la mayoría de niñas que rodean a la pequeña Albania no cumplen ni los dieciocho años — puntualicé mientras Seir le enseñaba a Aniel cómo sacar el reloj de bolsillo —. Eso significa que nada de ofrecerles copas de vino. Tengo entendido que las chicas no beben más de dos copas hasta que cumplen la mayoría de edad. Y sean amables, ¡extremadamente amables!
Eso derretía a cualquiera.
   No; la amabilidad extrema echaría a perder todo.
El ceño se me frunció: ya, acepto que Nhyna nos ha ayudado bastante con la ropa, ¡pero la cuestión de actitud quedaba en mis manos!
   No, ni pensarl…
   Escucha, si el plan que tienes entre manos es hacerlo “deseable”, no puedes reducir todo su enorme potencial a un simple “sé extremadamente amable”. Lo arruinarías por completo.
   Ya, bien, ¿entonces qué sugiere la “gran asesora”? — tercié irritada.
Le lanzó una profunda mirada de inspección a Aniel y después sonrió:
   “Accesible pero inalcanzable”: no hay nada más deseable que eso.
Aniel parpadeó confundido. Seir se mostró interesado:
   Me gusta cómo suena eso. Continúa.
Me dejé caer sobre el sofá: ¡ya! A ver, qué hable la supuesta “experta” en temas de imagen.
   ¿Sabes qué hace deseable cualquier cosa en el mundo humano? Que sea algo que otros desean, mejor si son numerosos. — Rodé los ojos cuando Seir aseguró que eso era cierto—. Ahora, si a eso que se considera “admirado” por muchos, le agregamos un pequeño toque de accesibilidad, la trampa ya está echada.
   No comprendo.
   Aniel tiene razón. Yo tampoco entiendo na…
   Es muy sencillo, Gremory — me interrumpió petulante—. En palabras simples: un sujeto apuesto será deseado por varias, lo que lo hará aún más deseable porque significa que es algo así como “el premio mayor”: todas lo quieren. Ahora, si este sujeto en cuestión no es del todo cerrado, sino que permite que se le conozca, eso le agrega un punto a favor: es accesible, ¿es decir? No es jactancioso a pesar de saberse deseable. Los tipos arrogantes al completo pueden resultar interesantes, y eso también les da puntos; pero un sujeto que se sabe atractivo, y aun así es gentil, tiene el doble de poderío porque provoca que las que lo desean alberguen una esperanza, por mínima que sea, de obtener algo de su parte. — De acuerdo, no voy a pensar por completo que tiene algo de razón—. “Inalcanzable pero accesible”: las estrellas no resultarían tan hermosas si no pudiéramos verlas si quiera desde lejos. Sabemos que nunca podremos tocarlas, pero podemos soñar con hacerlo ya que tenemos una vaga idea de cómo se ven. Un tipo excesivamente cerrado resulta pesado, y uno excesivamente amable resulta aburrido. Ni lo uno, ni lo otro: el secreto está en el equilibrio adecuado. Una postura segura y atractiva, pero lo necesariamente gentil, hará que todos a su alrededor quieren atraparlo.
Nhyna terminó su análisis y Seir tuvo la estúpida idea de cerrarme la boca empujándome el mentón hacia arriba.
Si Nanael fuera un poco más accesible…yo…yo a lo mejor hasta besaría el piso por el que camina; porque sentiría que es perfecto.
Bien, tal vez Nhyna sí sabe de lo que habla.
   ¿Qué dices? ¿No me crees? — Traté de no verme demasiado persuadida.
   Bu-bueno…a lo mejor tienes algo de razón.
   Tiene mucha razón. — Ya, genial: gracias, Seir—. Además, Aniel ya suele ser así.
   ¿Inalcanzable pero accesible? — repitió él, incrédulo, y rompió a reír—. ¿Pero qué cosas dices?
   ¡Hermano, es la verdad!
   No sé de dónde has sacado semejante tontería.
Nhyna chasqueó los dedos y el espejo de cuerpo entero apareció frente a nosotros.
   Solo…te faltaría algo más de arrogancia. No excesiva, pero si lo suficiente como para demostrarle al mundo que sabes lo atractivo que eres. — Se puso tras él y sonrió al ver su reflejo en el espejo. Por un momento sentí algo inquietante, porque aunque Seir y Aniel no lo vieran, yo sí lo vi. Vi el brillo repleto de deslumbramiento en los ojos de Nhyna.
Y por un momento extrañísimo sentí como si me viera a mí misma.
Seir tomó un sombrero de copa y se lo puso a Aniel hasta cubrirle los ojos, en plan de jugueteo. Los oí reír a ambos, completamente entretenidos.
   Ah, es cierto. No podré presentarme como Tarek Rye, ¿verdad?
   Ni pensarlo, “poeta viajero”. Nuestra familia no admite mujeriegos — sentencié—. Pensemos un buen nombre para cada uno…
   Creo que yo tengo uno para él — oímos. Nhyna se encogió de hombros y fingió desinterés—. A lo mejor les gusta…
Seir la invitó a continuar. Dijo que después de todo, la mayor parte del trabajo bien hecho el día de hoy había sido por ella.
¡Pero que se olvide de acudir conmigo al Zahir de este año! ¡Traidor!
   Iluminar… — murmuró Nhyna y con una tiza escribió sobre el pedazo de tela extendida en la mesa de en frente, lista para ser cortada—. El color de tus ojos me hace pensar en luz, no sé por qué.
Elevó el lienzo y entonces…
   ¡El día de hoy has hecho muchos puntos! — exclamó Seir, aprobándolo por completo. Aniel sonrió, y yo…
Bueno, ya qué.
Debo admitir que el nombre me gusta.


¨°*°*°*°¨

NUNA

   ¡No, Nunita! ¡No voy a ponerme ese vestido por nada del mundo!
Bien, aquí vamos. Es el décimo vestido que le muestro a mi niña y nuevamente me ha puesto ese gesto de rechazo absoluto.
No lo entiendo: ¡antes todos estos le gustaban muchísimo!
   A ver, niña; si ninguno de los vestidos que le estoy sugiriendo le gustan, entonces no sé qué vamos a hacer. Ya no hay tiempo para salir a buscar uno nuevo. ¡Vamos, dígame qué es exactamente lo que está buscando!, porque todos los que le estoy mostrando son los de su colección sin estrenar.
   Es que… ¡es que…! — Se mordió los labios y después se dejó caer sobre la cama, solo con las enaguas, la camisa de lino interior y todo el cabello alborotado: Santo Dios, aún falta peinarla—. Ay, Nunita, no sé. Siento…siento que ninguno es lo suficientemente bonito. ¡Y hoy tengo que estar muy, muy presentable!
   ¡¿Qué cosa?! ¡Pero niña Albania, todos estos vestidos están nuevos! ¡Son los que mandamos a hacer hace apenas dos meses atrás!
   Sí, pero… — Se puso de pie de un tirón, corrió hasta el clóset y tomó uno —. ¡Por ejemplo! ¡Mira este de aquí!
Me acomodé las gafas y observé el vestido rosa suave. Mmm…
   Lo siento niña Albania, yo realmente no veo ningún inconveniente con ése. Es perfecto: rosa suave, como cualquier niña de buena famili…
   ¡Es que ese es el problema! ¡Tú misma acabas de decirlo! — Por todos los Santos, ¿qué cosa he dicho que ni me he percatado?—. ¡Nunita, este vestido es muy…muy…! ¡Es muy de “niña”!
¿Cómo?
   ¡Anastasia Liwen usa este tipo de vestidos! ¡Y lo último que quiero en este día es verme como ella! — replicó angustiada.
Bueno, comparar los vestidos de mi niña con los de la hija de los Liwen también era una exageración. Mi niña no usaba lazos extremadamente grandes ni volantes muy pomposos.
   Niña Albania, hace dos días usted ya tenía un vestido escogido. Supuestamente iría con el melocotón, ¿o no?
   Sí, pero antes de que subieras me lo probé y no me queda bien.
¿Que no lo queda bien?
Traté de hacerla entrar en razón y la obligué a que se pusiera el bendito vestido que ella misma había mandado a hacerse hace un par de semanas atrás. Le até el lazo por la parte posterior y después la puse delante del espejo de cuerpo entero de la habitación.
Ay, Señor, ¡pero si está preciosa! ¿Por qué dice que el vestido no le queda bien?
   Niña Albania, este vestido le queda mejor que bien — aseguré al ver la perfecta costura entre la parte del corsé y la falda. El cuello tenía unos bonitos bordados en perla y ni qué decir de las mangas, que tenían algunos volantes discretos pero bien elaborados.
La vi a través del espejo y comprobé que realmente no le gustaba en nada lo que veía. El ceño se le frunció aún más y me hizo un tremendo puchero.
   A ver, pequeña diablilla, ¿qué está pasando por esa cabeza? Si me dice exactamente qué cosa es lo que quiere, a lo mejor pueda ayudarla.
   Lo que pasa…es que… — Esperé que me dijera más pero resopló, se dejó caer sobre la cama y se hizo un ovillo. Me senté junto a ella, incitándola a continuar—. Lo que pasa es que…
   ¿Sí?
   Nunita, ¡quiero ponerme la gargantilla que me envió Alexia y por eso tengo que ponerme un vestido que no me cubra por completo el cuello! — concluyó y se me quedó viendo afligida.
La observé por unos segundos…
…y después no pude evitarlo.
   ¡Nunita, no te rías! ¡No es gracioso!
   ¡Ay, mi niña hermosa!— La atrapé por las mejillas y se las besé con muchísimo afecto—. ¡Lo que usted quiere es un vestido con más escote! ¿No es así? — Infló los mofletes para después ocultar el rostro entre los almohadones mientras asentía fuertemente.
Ah, cómo se me pudo pasar algo así. Si recuerdo que hace unos años pasó exactamente lo mismo con la señorita Ruth.
Claro, con lo de “vestido muy de niña”, mi niña Albania simplemente estaba buscando uno más sobrio. Tal vez sin tantos lacitos y a lo mejor algo más ajustado. Más de mujer, como dice ella misma.
No sabré yo lo coquetas que pueden resultar las niñas cuando ya están creciendo.
   ¿Qué le parece el perla con ocre que le envió la señora Morgana? — sugerí.
Mi niña se quedó estática y después se reincorporó.
   ¿Perla con ocre? — preguntó curiosa.
   ¡Claro! Si usted misma me hizo guardarlo en el clóset, aun con toda la cubierta protectora.
   ¿Qué? Pe-pero cuál…
   Ay, niña. Usted recibe tantos vestidos que ya hasta olvida los que tiene.
Me puse de pie y abrí la otra puerta del clóset. Mmm, a ver, este…no, por aquí. Por aquí…
¡Sí! ¡Aquí lo tenemos!
   Hablo de este, mi niña revoltosa — sentencié satisfecha después de estirarlo en la cama y bajar el cierre de la capa protectora.
Vaya, ahora que lo veo bien, los hombros también quedan demasiado descubiert…
   ¡Nunita! ¡Es perfecto, perfecto, perfecto! — chilló emocionadísima mientras me daba de besos por todo el rostro.
   Niña Albania, espere, me parece que el vestido es demasiado…
   ¡Hermoso! — me interrumpió—. No tiene lazos más que el posterior y las cintas son delgadísimas. ¡Había olvidado por completo que lo tenía! ¡La tía Morgana y tú son las mejores!
Traté de hacerla cambiar de opinión; y no porque el vestido fuera escandaloso o algo así, sino porque había olvidado que la señora Morgana tiene un particular estilo y este vestido tenía muchísimo de ella.
La cintura estaba perfectamente delineada por los ganchos que se cerraban en la parte posterior, y las mangas por debajo de los hombros dejaban un escote bastante pronunciado. Es un vestido repleto de elegancia, pero justamente por eso resultaba algo violento para mí.
Mi niña tiene quince años; y a esa reunión definitivamente va a acudir el molestoso señor Traugott acompañado de su hijo. No se lo he querido decir al señor Alcides pero a veces, cuando el joven Darío venía de visita a la casa, sentía que la observaba con ojos algo indecorosos.
Si fuera por mí, la llevaría completamente cubierta a cualquier lugar en el que pudiera encontrarse con él.
   ¡Voy a ponerme este, Nunita! ¡Ayúdame que se nos hará tarde y tenemos que ir por Loi!
   De acuerdo— acepté ayudándola a ponérselo—. Pero solo por si las dudas, recuerde no quedarse a solas con…
   …Darío Traugott — me dijo con voz aburrida—. Sí, claro que lo sé, Nunita querida. Además, no me apetece en nada pasar tiempo con él. Ya suficiente con la pedida de mano que no planeo aceptar nunca.
La verdad es que no debería fomentar esto en ella…pero a mí tampoco me gusta para nada el joven Darío.
   ¿Y puedo saber cuál es el motivo de tanta preparación, pequeña bribona? — pregunté mientras la cepillaba. El sutil aroma a flores de durazno me hizo recordar lo antipática que se había puesto Tamaya, exigiendo que le diera la “fórmula” de mi niña para traer aromas tan exquisitos porque la niña Corín se lo había ordenado.
No llegué a decírselo ya que en realidad era un secreto. Mi niña Albania tiene un diván repleto de frasquitos con lociones y aceites con aromas tan deliciosos como extrañísimos. ¿La culpable? Pues la señora Morgana que se los enviaba en medio de alguna travesía a algún exótico país, y la había acostumbrado a ponerse perfumería que uno difícilmente podría hallar en cualquier lado, por muy exclusivo que fuera.
   Pu-pues…pues porque me han solicitado que toque algo en medio de la velada, Nunita. ¿Por qué más, sino? — Entrecerré la mirada ante el tonito balbuceante—. A-además…la loca de Anastasia también va, y no va a desperdiciar oportunidad alguna para molestarme.
   Bueno, niña, no sé si la expresión sea la adecuada porque usualmente usted es la que termina enfadándola.
   Nunita, ¡¿te estás poniendo de su parte?!
   Niña Albania, ni me salga con esa postura indignada que bien sabemos que es muy difícil que alguien consiga…“meterse con usted” — resumí en palabras más sencillas—. No quiero ni recordar la absurda idea de enviarle el ratón a la niña Corín. Ni lo del “encantador” apodo de pastel de navidad.
   Loi me dijo exactamente lo mismo — protestó enfurruñada—. ¡De acuerdo! Acepto que puedo llegar a ser odiosa… ¡pero solo cuando realmente llegan a enfadarme! Y Anastasia no deja de molestar a mi Loi.
   Ah, niña…
Cuando era más pequeña, mi niña resultaba muy frágil. Tan frágil que al menor comentario sobre su condición de “adoptada”, los ojos se le ponían llorosos y corría a refugiarse en mi pecho. A eso se le sumó la horrible experiencia de su secuestro: suceso que no volvió a mencionarse en la casa.
Algo cambió en ese momento. No sé cómo explicarlo pero sentí como si una parte de mi niña creciera demasiado rápido: como si su fragilidad repentinamente se esfumara. Cuando me dijo que “yo no tenía la culpa de nada”, al verme tan devastada porque yo sentía que había sido la única tonta mentecata que había creído en las palabras de Rudy, el tono en búsqueda de mimos que solía emplear se perdió por completo. Me lo dijo repleta de sinceridad y con un aire tan ausente, (típico de los adultos en momentos de sosegada resignación), que sentí como si mi niña de trece años hubiera retornado con cuarenta años más.
Por meses estuvo confinada en su habitación, a propia voluntad. Comía poco y amanecía con los ojos hinchados, tal vez de tanto llorar. Entre el señor Alcides, el señorito Joan, los demás empleados de la casa y yo tratábamos de animarla a salir, como antes, pero pasó muchísimo tiempo para que accediera a hacerlo.
Entonces gracias al cielo apareció el bendito conejo. La adquisición del esponjoso animalito que mi niña bautizó como Godón ayudó muchísimo con su recuperación. Me resultó un tanto grotesco verlo sin una pata trasera; pero cuando vi lo cuidadosa y amorosa que era con él, empecé a agarrarle afecto yo también. Porque gracias a él, mi niña volvió a corretear como solía hacer antes; excepto por un diminuto detalle:
Angustia.
A lo mejor soy la única que lo cree, pero mi niña hermosa de tanto en tanto, cuando cree que nadie la ve, suspira acongojada. Al inicio pensé que era porque recordaba el traumático suceso, pero después se hizo parte de ella. De vez en cuando los ojos se le apagan y se queda viendo la nada; no como antes, en los que parecía que soñaba pensando en cosas hermosas de las que se reía sola. Ahora era como llevando una culpa silenciosa, de la que no me ha querido hablar.
Cierta vez la niña Corín trató de asustarla comentando que “si dejas la ventana abierta podrían ingresar seres que tratarían de llevarte con ellos”. Supe al instante que era una manera de recordarle la horrible experiencia de sus trece años; pero antes de que yo ingresara a la salita de té y pusiera en claro las cosas, mi niña Albania habló:
»— Que ingresen los que quieran. No creo que puedan hacerme daño, Corín.
Se lo comenté a Bejle. Me dijo que esa frase no significaba nada, simplemente era una respuesta arisca, como solía hacer mi niña cuando hablaba con personas que le eran antipáticas; pero para mí no fue así, porque el tono estaba completamente lleno de melancolía.
   ¡Nunita! ¡Ayúdame con la peineta!
Acomode la peineta de plata a un costado de las ondas y terminamos.
Sentí que me inflé de orgullo porque estaba igual de hermosa que siempre.
   Creo que ya estamos listas. Tal vez ya deberíamos ir bajando; el señor Alcides en cualquier momento subirá a reprendernos por la demora. ¡Está hermosísima, mi niña preciosa! ¡No hay ser más hermoso que usted en el mundo entero!
   Ser más hermoso… — repitió en voz bajita—. ¿Tan hermoso es el vestido, Nunita?
   ¡Lo digo por usted, tontuela! Así se ponga los vestidos que quiera, lindos o feos, rosas u ocres, igual siempre va a ser mi niña preciosa.
Se quedó viendo en el espejo, algo nerviosa, y después giró y me abrazó fuertemente.
   Te quiero, mi Nunita querida.
Ay, Señor. ¡No hay niña más engreída!


¨°*°*°*°¨

LUCA


   ¡Más que listo! — anuncié al ingresar a la sal…
¡POM!
   ¡Ouch! ¿Y ahora eso por qué fue, papá? — reclamé ante el manotazo.
   ¡Maldita sea, Luca! ¡Ese condenado cabello! ¡Parece que tuvieras un par de alambres saliéndote de la cabeza!
Iba a responder algo como que esos alambres los había heredado de él, pero recordé que mañana era el cumpleaños de mamá: “Quiero que pasemos un fin de semana tranquilo, ¿de acuerdo? Háganlo por mí”, era lo que nos había dicho a Naum y a mí ayer, cuando bajamos del tren.
Evidentemente el pedido iba dirigido exclusivamente a mí, que siempre que venía de visita tenía que tener algún altercado con papá.
Bueno, voy a tratar de mantener la fiesta en paz. Después de todo, mamá y Naum aman toda esta cosa del teatro y yo voy a ser el último en arruinarles la noche.
   ¿Es que tampoco sabes ponerte una corbata? ¡Maldita sea, toda la fortuna que le pago a Dominic Pascal no sirve ni para que te enseñen a vestir adecuadamente!
Mierda, realmente quiero llevar la fiesta en paz, pero Mariano Liberia me la tiene jurada desde que estaba en el vientre de mi madre.
Cálmate, cálmate. Mamá ya va a bajar.
Ania entró con el vaso de whisky que mi padre había pedido y me lanzó una mirada de apoyo. Le guiñé un ojo para que supiera que por esta noche realmente no iba a pelear.
Desde que entramos a décimo año, son pocas las veces que venimos de visita a Lirau; y si bien Naum disfruta de estos viajes porque extraña la casa (entre otras cosas, como ver a Marion Amira), la verdad es que yo prefería quedarme en el internado, con los muchachos.
A veces siento que mi padre me manda llamar solo para usarme de pelotita…
   ¡El pelo, Luca! ¡Haz algo con ese pelo!
…desestresante.
De acuerdo, no puedo hacer nada si mi padre insiste en llevar este pequeño conflicto cabelludo a niveles más elevados.
   Bien, ¿sugieres algo? — pregunté maduramente.
A ver, estoy abierto a evaluar alternativas para no molestar más a mi distinguido progenitor.
   ¡Lo que sea…! — me respondió severo. De acuerdo, está dando carta abierta— ¡…pero aplánalo, maldita sea!
¿Lo que sea?
Bueno. Estoy dispuesto a arreglar el asunto con mi pelo para no enfadarlo más y “sacarle más canas” como repite (aunque hasta ahora no le haya visto ninguna).
Observe el estudio de izquierda a derecha y…
¡Estupendo! ¡Justo lo que necesitaba!
   ¿Y bien? ¿Ya pensaste como peinarte esa cabez…? ¡Pero no con las tijeras, muchacho idiot…!
   ¡No, joven Luca!
¡Cleck!
Vi uno de los rizos caer. Casi pude sentir las enormes ganas de carcajearme vibrando en mi pecho.
   ¡¿Pero qué está pasando aquí?! ¿Por qué gritan tanto?
   Vaya, qué guapa estás, mamá — sentencié cuando entró al salón. Tanto ella como Naum observaron todo el cuadro: primero a Ania, que traía la boca cubierta con las manos, espantada; después a mi padre con su vaso siendo sostenido y a lo mejor a punto de quebrarse entre sus dedos…
Y bueno, a mí con un mechón de pelo menos.
   ¡Pero qué…! — oí de Naum exaltado—. ¡¿Pero qué te pasa, Luca?!
   ¡No sé qué voy a hacer contigo, muchacho del demon…!
   Cariño, tranquilo. No voy a preguntar qué sucedió porque tú tampoco eres santo de mi devoción. Seguro dijiste algo para molestarlo, ¡y está de vacaciones! ¡Por qué eres así! ¡No lo vemos seguido!
   ¡Le dije que se peinara y el muy bellaco cogió las tijeras y se cortó un mechón de pelo!
   Si quieres acabo con todo — ofrecí dócilmente.
   ¡YO TE VOY A…!
   Cariño, tranquilo, tranquilo.
Naum se acercó y me arrebató las tijeras con el ceño muy fruncido.
   Me dijo que hiciera lo que sea para aplanarlo. ¿Qué más podía hacer? — le dije encogiéndome de hombros—. Era eso o hacerlo enfadar más.
   No intentes sonar inocente — me susurró y tuve que poner mucho esfuerzo en evitar reírme, porque era muy gracioso verlo con el ceño fruncido pero con la boca a punto de torcérsele en una sonrisa.
Naum sabe lo insufrible que puede ser nuestro padre conmigo; y si bien no apoya que me la pase peleando con él, varias veces me ha dicho que no sabe de dónde saco tantas cosas para hacerlo enfadar más.
“Es una habilidad natural”, le respondí, y me gané una mirada de pocos amigos.
   ¿Ya deberíamos ir saliendo? ¡El ballet empezará a las ocho y ya van a dar las siete y media! A ver, arreglo ese cabello así, de lado, y nadie notará el pequeño mechón que falta. 
Mamá, con ese aire tan fresco y juvenil, le dio dos pellizcos en la mejilla a mi padre y nos pidió que saliéramos ya rumbo a los coches. Antes entrábamos los cuatro en uno, pero cuando el tiempo pasó ella misma solicitó que se comprara uno nuevo. Después de todo, según sus palabras, “ya no era tan sencillo ir con dos muchachos de diecisiete años en el asiento posterior”.
Naum y yo acabamos de cumplir diecisiete hace dos meses y mamá no deja de alardear por eso. Intuyo, levemente, que se debe a que ya podemos hacer formal cualquier tipo de alianza matrimonial. Y su mejor amiga tiene una hija a la que quiere emparejar con uno de nosotros a como dé lugar.
Me temo que ese “uno” soy yo, ya que papá aún mantiene cierta esperanza con respecto a Naum y la princesa Formerio. Cosa poco probable en términos de corto plazo, ya que el señor Formerio ya había dejado en claro que todas las propuestas de matrimonio para su nieta serían tomadas en cuenta cuando ella recién cumpliera dieciocho.
Punto favorable ya que a pesar de que Albania Formerio fuera una de las damas casi veneradas por nuestro círculo de amigos, Naum no podía verla más que como una simple amiga. Y claro, eso porque mi aburrido hermano vivía enamorado de Marion Amira, la hija de Gustav y Lorain Amira.
En fin, por mi lado no es como que me apetezca comprometerme. El próximo año entraré a la universidad y adiós, años de claustro. El internado se acaba por fin; así que podré disponer de mi tiempo y mis espacios como se me dé la gana. Ya lo he conversado con Naum, pero aún reprueba mis planes. Yo, por otro lado, creo que todo irá mejor que bien porque mis padres no tienen por qué saberlo: estudiaré la maldita carrera de Economía, como ellos quieren, pero buscaré algún lugar en el que pueda hacer algo con todo esto que traigo entre manos.
Lo único bueno de Dominic Pascal fue que necesitaron un apoyo con el pandero en las liturgias. Marcus Leda era el encargado oficial del piano, y como necesitaban a alguien que marcara el ritmo, me ofrecí al pensar que podría resultar interesante.
Fue más de lo que esperaba: primero el pandero, después el bombo de la banda. Uno podía hacer música con lo que se le antojara, porque hasta con lápices y una superficie obtenías sonido. Esto empezó cuando cumplí los trece años más o menos, y papá no dejaba de repetir que yo jugueteaba haciendo ruido.
He llevado cursos de música en la escuela, y nunca me había resultado atractivo tocar algún  instrumento. Pero el asunto con la percusión era diferente: era intenso, poderoso, y tenía que continuar con esto.
No iba a casarme a los veintiuno, ni a los veintidós, ni a los veintitrés, como imaginaba mamá, porque eso significaría atarme a una vida conyugal que no estaba dispuesto a aceptar. Yo primero voy a hacer lo que siempre quise hacer: manejar mi vida de la manera más conveniente, a mi modo. Ya después lo demás vendría.
Sentí un escalofrío por la espalda cuando nos acomodamos en nuestras butacas. Mamá y papá charlaban con la tía abuela, con la que acabábamos de encontrarnos.
Giré, y entonces comprobé lo que ya me esperaba:
Exactamente al frente de nuestro palco, el señor Formerio, la princesa Formerio y Marion Amira iban ingresando al suyo.
Volteé a ver a Naum.
El escalofrío que sentí no había sido exactamente parte de mi reacción: había sido suya.
La gente no suele creerse estas cosas, pero es verdad: cada vez que alguno está nervioso, o asustado o tenso, el otro lo siente. En este caso, he sentido los nervios de Naum al ver a su chica añorada.
   ¿Qué tal si la saludas? — sugerí a ver si se animaba.
Cuando le mencioné que podría intentar acercarse enviándole un par de cartas, como Marcus Leda hacía con esa dama misteriosa que nadie en el internado conocía, casi se muere del espanto.
   ¿Saludarla? Pero si estamos prácticamente separados por todo el auditorio de allá abajo.
   Qué poca imaginación tienes, hombre. — Aproveché que mamá y papá estaban distraídos con la tía Minerva, y elevé los pequeños binoculares que nos entregaron en recepción—. Se hace esto, querido amigo, ¡y asunto solucionado!
Observé fijamente hacia donde estaban ellas. Fue el momento adecuado porque el señor Formerio se puso de pie para charlar con un conocido y les dio la espalda. Moví los binoculares de tal manera que las luces del techo chocaran contra los cristales y enviaran destellos que pudieran llamar su atenc…
¡Listo!
   Esto es lo que yo llamo eficacia, hermano mío — celebré cuando la princesa Formerio elevó sus binoculares y nos observó fijamente, casi a modo de desafío—. Albania Formerio es increíble, ¿no te parece?
Moví la mano en símbolo de saludo y ambas me respondieron de igual manera. Casi pude escuchar sus risas.
   Papá quisiera que pensara eso — me dijo desanimado—. Y claro que lo hago, pero no en la manera en la que él querría.
   Papá no es dueño de tu vida, Naum — sentencié. El señor Formerio se dio la vuelta, así que no me quedó más remedio que cambiar bruscamente la dirección de los binoculares—. Somos sus hijos pero no le pertenecemos. Si no quieres que insista con el tema de la princesa Formerio, deberías decírselo.
   Sí, pero…
   Naum, tú no tienes por qué cumplir con todas las expectativas que recaen sobre ti. — Los ojos de mi hermano se abrieron, mis ojos se abrieron—. Escucha, sé que piensas, como todos, que me tomo todo a broma…
   ¿Y no lo haces?
   Tal vez un poco…bueno, bah, lo que sea. Lo que trato de decir…es que el matrimonio es un paso importante. Casarte con alguien que no amas no debería estar permitido. — Papá nos observó de reojo; supe que solo para cerciorarse de que no pasara nada porque si me hubiera escuchado ya me habría lanzado del palco—. ¡Busca a la que tú creas indicada, y listo! Esas estupideces que nos han metido de buscar a “una buena mujer” solo porque nuestras familias lo creen conveniente, no sirven para nada.
   Para los negocios sí sirven, y mucho.
   ¿Toda tu vida junto a una mujer que no amas? No, Naum, ni los mejores negocios podrían cubrir todo eso. Escucha, no sé qué pienses tú, pero yo no estoy para aguantar a una chica presentada por mis padres. Además, si hablamos de negocios… ¡la familia Amira también sería perfecta para mamá y papá! No entiendo por qué no les dices de frente que quieres pedir la mano de Marion Amira.
   Porque sería descortés, Luca.
¿Qué? ¿Descortés?
   ¿Descortés para quién? ¿Para papá? ¡Ni en sus sueños! ¡Gustav Amira significaría para papá una estupenda alianza con el campo médico! Tienes todo para que se te dé el sí.
   ¡Descortés para ella! — me respondió elevando un poco la voz. El cuello se le puso rojo, como siempre pasaba cuando se enfadaba—. ¿Acaso no lo entiendes?
Traté de no verme demasiado estúpido.
   No, a ver si me iluminas porque no lo comprendo.
   Luca, nuestro padre tuvo la “genial” idea de pedir la mano de la señorita Albania hace cinco meses, más o menos.
   Ya, hasta ahí te sigo.
   ¡Las chicas se cuentan estas cosas, Luca! ¡Evidentemente la señorita Albania se lo debe haber contado a la señorita Marion! — Parpadeé: ¿y?—. ¡¿Cómo que “y”?! ¡Son mejores amigas, so, idiota! ¡Cómo podría ocurrírseme pedirle la mano a la señorita Amira después de que me rechazaron la mano de la señorita Formerio!
   No te la rechazaron a ti, porque en primer lugar tú nunca la pediste.
   ¡Ah, Luca, no me salgas con tus “enfoques” ahora! ¡Lo que trato de explicar es que, de hacerlo, podría interpretarse como que considero a la señorita Amira como mi segunda opción!
   ¿Y eso tiene algo de malo?
   ¡Ah, para las damas por supuesto que sí! ¡Es más, para cualquiera en el mundo! ¡Te ponías como loco cuando te decían “segundón” en las prácticas de atletismo!
   ¡Pero es que Kim hacía tramp…!
Ahh, ya entendí.
   Es por eso que por ahora, quiero acercarme a ella por mis medios. No a través de papá ni ninguno de esos protocolos. Quiero que me conozca más, para que así se dé cuenta de que mis intenciones para con ella son sinceras.
Volteé a ver al palco de en frente, antes de que las luces se apagaran y mamá y papá se sentaran junto a nosotros.
Marion Amira miraba hacia aquí pero rápidamente desvió la mirada.
Bueno, viéndolo así, creo que el plan de Naum suena lógico.
Lógico, lógico. Eso fue lo que pensé durante toda la presentación, porque en el cóctel, cuando apareció ese par
…sentí que si mi hermano no ponía manos a la obra, la doncella se le iba a escapar.
Me pregunto quiénes serían; nunca había oído de ellos. La loca de Anastasia no dejaba de tratar de llamar su atención, olvidándose por completo de sus protocolos de etiqueta de “dama bien portada”. Marion Amira reía entre ambos, algo alborozada, mientras yo trataba de decirle a Naum que si no actuaba, el asunto podría ponerse peor.
Inclusive noté ligeramente que la princesa Formerio, repleta siempre de ese aire sutilmente coqueto, no dejaba de observarlos. Sobre todo a uno de ellos, al más joven…
…al que, decían, se llamaba Alen Forgeso. 


¨°*°*°*°¨


Ahora que me doy cuenta, les pasé todos los avances del capítulo 12. Lo siento mucho!! Espero que aún así hayan disfrutado del capítulo. Igual ya saben más o menos que nos espera en el siguiente ;) 

Nos vemos pronto en el Acto 12, en un coctel algo "movido".


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